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viernes, 30 de septiembre de 2011

Informe económico: CAJA MUS SETIEMBRE 2011

La Asociación Movimiento de Unidad Sucrense MUS, cumpliendo con los estatutos de la institución, y conservando siempre la transparencia en la información de sus actividades económicas a la comunidad sucrense en general, presenta el  “Estado Económico MUS” elaborados por el  Tesorero Sr. Washington Aliaga Chávez; esta información corresponde al mes de setiembre 2011.

Artículos:CAJAMARCA AFERRADA A NO MIRAR AL ORIENTE PERUANO


 
Por Tito Zegarra Marín.
Desde tiempos ancestrales nuestros vínculos culturales y de intercambio estuvieron ligados al oriente peruano. Nuestros antepasados fueron visionarios y no obstante las explicables limitaciones se relacionaron verticalmente desde Pacasmayo hasta la ceja de selva. Por ello, surgieron un conjunto de etnias y pueblos enmarcados en las culturas o reinos de los Caxamarcas, Chachapoyas y Huambos, cuyos restos arqueológicos, cerámica, ritos y dialectos similares que dejaron a su paso, dicen mucho de la integración entre ellos.

Con la colonia y una vez desarticulada la organización imperial e impuestas nuevas formas de vida, surgidas por el sistema de reducciones en el campo y la imposición de haciendas, se restringieron las interrelaciones, pero se mantuvieron los patrones de identidad cultural entre los pueblos y se siguió manteniendo sentimientos de solidaridad y redistribución como formas de entender el desarrollo familiar, comunal y regional. Al ingresar a tiempos de modernidad en la época republicana, con acertado criterio se proyectó la construcción de una línea ferroviaria o servicio de trenes para unir la costa con la selva, partiendo del puerto de Pacasmayo, luego por Cajamarca, Celendín, Balsas, Chachapoyas y Moyobamba.

Este histórico proyecto, en efecto, se inició y llegó hasta la localidad de Chilete. Los rieles que hasta hace algunos años estaban regados por todo el valle del Jequetepeque, fueron mudos testigos de este gran proyecto, lamentablemente trunco. A partir de la década de los años treinta del siglo pasado, se inició la construcción de la red carreteras que trastocó muchas relaciones pero que evidentemente dinamizó la economía y la capacidad de intercambio. La carretera Panamericana fue el cordón umbilical a partir de la cual se proyectaron rutas de entrada a la parte sierra y selva. En el norte del país, desde Chiclayo, convertido hoy en gran polo de desarrollo, se construyó la vía de entrada a la Amazonía, pasando por Olmos, Corral Quemado Bagua y Chachapoyas, y posteriormente a Tarapoto; con lo cual se afectó duramente al corredor de intercambio natural de Cajamarca con dirección a la Amazonía, vía Celendín. Ante esa nueva situación, autoridades y representantes cajamarquinos se entusiasmaron por esa nueva ruta de penetración y se olvidaron de la necesidad de potenciar el corredor de entrada a la región oriental vía Celendín. En los últimos tiempos, vuelven a creer que con una carretera longitudinal hasta Jaén y San Ignacio estamos efectivamente ingresando a la Amazonía. Nadie discute que por allí también se ingresa. Pero, ¿ésa es realmente la ruta de penetración de Cajamarca?, ¿beneficiará a los intereses de la capital Cajamarquina o sólo servirá a las provincias del norte y Chiclayo? Son preguntas que esperan algunas respuestas.

Lamentablemente, casi todos los sectores institucionales de la Región de Cajamarca se ha puesto de espaldas a nuestra realidad integracionista, insensibles a cambiar de mirada, dando especial prioridad a la construcción de la tan promocionada longitudinal de la sierra. Afortunadamente, en los últimos años han surgido voces autorizadas (Ingenieros: Pablo Sánchez Zevallos, Emilio Cacho Gayoso y Emilio Horna Pereira, entre otros) y algunas entidades privadas y corrientes de opinión que alientan y apoyan nuestra integración a la Amazonía pasando por el Marañón en Balzas. Es cierto que tenemos la vía que nos une a Chachapoyas y de allí a la Amazonía en estado regular, pero urgida de replanteos en su trazo y otras mejoras, y aún así, nos permite conectarnos a la región amazónica y al gran circuito turístico del nororiente (Museo de Leymebamba, Kuélap y otros). Sin embargo, hoy sabemos que para Cajamarca la ruta de entrada a la selva, directa, altamente factible y de gran potencial económico y futuro es la que se dirige de Cajamarca a Celendín y Saposoa, uniendo pueblos y valles productivos: Balzas, Púsac, Chuquibamba, Bolívar, La Morada y otros. Ésta es la ruta que los cajamarquinos del Cumbe deben conocerla y apostar por ella. Es la ruta interandina con sello de los caxamarcas y Chachapoyas, cuyo potencial económico y turístico es sencillamente enorme, más aún, cuando el horizonte de desarrollo se extiende, precisamente, por el gran mercado de Brasil. En esta perspectiva y con mucha visión de futuro, entidades como Aspaderuc de Cajamarca, acertadamente viene promoviendo e impulsando este gran proyecto. Nos hace conocer que desde Pacasmayo hasta Saposoa nos separan algo más de 600 Km, de carretera, de los cuáles están construidos cerca de 400 y sólo faltarían alrededor de 200. En efecto, hemos podido conocer la zona (no toda) y realmente es extraordinaria y de fácil acceso. La carretera está muy cerca de Chuquibamba y son ingentes los recursos naturales (flora y fauna), hídricos, energéticos y turísticos.

Para ejemplo dos casos: las aguas del río Púsac, por su cantidad y facilidades físicas de recorrido, permitirán la construcción de la hidroeléctrica de mayor capacidad energética de la región norte; y por la pureza de las mismas se proyecta su industrialización. Y dos, los recursos turísticos del trayecto son maravillosos, allí están la pequeña ciudadela Inca de Cochabamba entre Púsac y Chuquibamba, el centro arqueológico de Atuén y la laguna artificial La Serpie, y los restos de la ciudadela de Cajamarquilla o Nuevo Saposoa, en las inmediaciones de La Morada. Amén de la riqueza inexplotada de sus valles y cuencas. Debemos reconocer las valiosas gestiones entusiastamente impulsadas por Aspaderuc, la Municipalidad Provincial de Celendín y otras de la zona, y la conformidad y apoyo de pocas empresas privadas (Buenaventura); así mismo, la proyección y labor de Prodelica de Cajamarca al conformar visionariamente el corredor de desarrollo Celendín Bolívar. Pero falta sí, apoyo y decisiones de Estado y del gobierno Regional, y por qué no, toma de conciencia de la comunidad cajamarquina sobre la importancia y el significado de esta gran vía de penetración. Ojalá, más temprano que tarde, la indiferencia, intereses ocultos y la increíble ceguera, sean superados y volvamos a integrarnos al oriente peruano por el bien y desarrollo de nuestros pueblos.


De la revista El Labrador, 2004.

jueves, 29 de septiembre de 2011

CONDOLENCIAS


La Asociación Movimiento de Unidad Sucrense – MUS, el Concejo Directivo y asociados en general, lamentamos profundamente el fallecimiento del señor:

Eurípides Zegarra Sánchez.

El señor Eurípides Zegarra S., padre de los asociados Srta. Rita Zegarra Aliaga y el Sr. Olimber Zegarra Aliaga, asociado fundador del Movimiento de Unidad Sucrense.

Hacemos llegar nuestro más sincero pésame a la familia doliente.

Concejo Directivo MUS.
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La Cruz de nuestro cerro Huisquimuna en proceso de construcción, 
en el cual participaron nuestros paisanos: 
Sr. Eurípides Zegarra Sánchez, su hijo Olimber, 
Héctor Escalante Sánchez, Sr. Pablo Montoya y 
Sr. Fidel Aliaga Sánchez.
La Cruz, hoy en día es lo primero que
observamos a lo lejos al llegar a Sucre.
Fotografías: Cortesía de la familia Zegarra Aliaga y Luis Aliaga P.

Apuntes: LITERATURA CELENDINA

                   Ponencia expresada el día viernes 23 de setiembre de 2011 en el local de la Asociación Celendina de Lima.

Existen varios hechos históricos con respecto a Celendín. Este año se cumplen 209 años de la fundación española. Se conmemora 162 años de la conversión de VILLA a la categoría de CIUDAD, y también Celendín cumple 149 años de creación política como PROVINCIA. Esta última fecha se ha institucionalizado para la respectiva celebración, tanto en Celendín como en otras instituciones.

Como parte de lo programado, nuestro terruño ha sido sede  del 2do. Encuentro Cultural de Integración Regional organizado y auspiciado por el gobierno regional, los días 22 y 23 de setiembre. El día jueves 22, se presentó en el local de la Casa de la Cultura de Celendín, el poemario Resplandores en la bruma de nuestro querido amigo Manuel Sánchez Aliaga “Mime”.

Y como un anticipo a la celebración de este 30 de setiembre, que la Asociación Celendina realiza año tras año, presentamos este evento cultural.

Celendín tiene una rica tradición literaria que se ha desarrollado en varios distritos de la provincia. Con fines didácticos, de los 60 y tantos poetas  y los 17 narradores que tengo recopilados sólo mencionaré algunos; sin que esto signifique menoscabar el valor de la producción literaria de los otros escritores.

Según investigaciones, los pioneros en el género poesía en Celendín distrito son Pedro Ortiz Montoya y Julio Garrido Malaver. En tiempos más recientes Jorge Wilson Izquierdo, quien ha publicado varios poemarios. En narrativa el primer escritor que publica libros de cuentos y novelas cortas fue Alfonso Peláez Bazán, y posteriormente Alfredo Pita, ambos narradores reconocidos por la crítica nacional y del exterior.

En Sorochuco están David Sánchez Infante y Juan Tejada Sánchez “Juatesán”. Con respecto a este último, por informaciones de sus más cercanos familiares su cuna de nacimiento es Sorochuco, este es un dato a tomar en cuenta. También ha escrito poesía Vidal Villanueva Chávez.

Teniendo en consideración criterios netamente literarios, Sucre está representado por Nazario Chávez Aliaga, que escribió muchos poemarios. Han seguido sus huellas Máximo Chávez Sánchez “Sachama” y Gutemberg Aliaga.

De los otros distritos no se tiene noticias de escritores del pasado. Sin embargo, hay una nueva generación, me refiero a los versos escritos por Juvenal Vilela Velásquez de Oxamarca; y a Walter Castañeda Bustamante un joven que de 22 años nacido en el distrito de Cortegana, éste ha publicado un libro con la monografía de su distrito y tiene en preparación un poemario, cuyos originales he tenido la ocasión de leer.

Hay un caso insólito: la municipalidad distrital de Huasmín auspició la publicación  el año 2006 del libro de crónicas con el título Se revuelve el mundo de Luis Cruzado Guevara.

El distrito  José Gálvez tiene a Pedro García Escalante “El Búho” que en revistas y folletos impresos de la época publicó sus poemas, y a Gregor Díaz Díaz dramaturgo apreciado por directores, actrices y actores de teatro en el país e Hispanoamérica.

 En ese contexto tenemos hoy la participación de Antonieta Inga del Cuadro, Elmer Nicolás Chávez Silva, Marcos Sánchez Rojas, Jorge Chávez Silva “Charro” y José Luis Aliaga Pereira, a quienes agradezco la acogida que han brindado a esta iniciativa cultural.

Agradecimiento también a la Junta Directiva de la Asociación en la persona de Wilson Silva Ramos y Jorge Aliaga Bardales, Presidente y Secretario de Cultura respectivamente.

A mi amigo Pedro Salazar Rosales por el marco musical que dará realce al evento.

A todos ustedes hijas e hijos, amigas y amigos de Celendín, que venciendo el frío invernal han hecho el posible el advenimiento de la Primavera.

Esta noche es un privilegio escuchar la voz y palabra de nuestros escritores y la oportunidad de valorar su talento.

                                                                                                Jorge Horna


miércoles, 28 de septiembre de 2011

Artículos: ¿IDENTIDAD NACIONAL?


Escribe: Gregorio Díaz Izquierdo.
En el territorio peruano existen muchas naciones, en consecuencia, hay muchas nacionalidades (según las definiciones de NACION y NACIONALIDAD de la Real Academia de la Lengua Española.

¿Cómo, entonces, hablar de nuestra Identidad Nacional?

Para no "entrar" en conflicto con los lingüistas o con los "filósofos", diremos: IDENTIDAD PERUANA O IDENTIDAD CULTURAL PERUANA.

Partimos de las premisas siguientes: La Identidad Peruana se sustenta fundamentalmente en la identificación con las raíces culturales ancestrales del Perú; el Perú, en el ámbito cultural mundial, vale por su pasado.

Sin embargo, ni nuestras raíces culturales ni el "escenario" del Perú antiguo son conocidos por nosotros. Esto se debe a que en nuestra patria no se ha desarrollado aún una política adecuada de información o de enseñanza. Los textos de historia de primaria, secundaria y superior, son muy pobres en este tan importante capítulo de nuestro pasado. ¿Cómo esperar entonces, que el estudiante o el profesor cultiven una verdadera identidad peruana?

Somos testigos del gran interés que en las universidades, institutos, museos, y muchas entidades culturales del resto del mundo, existe por conocer el Perú Pre-Hispánico.

Vamos a citar sólo algunos ejemplos: el Dr. Richard Burguer y su equipo de la Universidad de Yale, el Dr. Johan Row de la Universidad de California, el Dr. Christopher Donald del Instituto de Ciencias de Washington, el Dr. Jusseppe Orefichi de la Misión Cultural Yatalia, la Dra. Concepción Gonzales del Río de la Universidad de Salamanca, el Dr. Ruso de la Universidad Autónoma de México... y cientos de científicos y embajadas culturales de todas partes de la tierra.

Los más destacados músicos europeos son ahora cultores de nuestra música autóctona.

En Porcón, Cajamarca, funciona una escuela bilingüe -quechua y castellano- dirigida por dos norteamericanos: Daniel Coombs Lynch y Heidi Carlson, ambos profesores de quechua.

He conocido en Ayacucho y Huancavelica a un antropólogo suizo y dos arqueólogos americanos que dictan clases de quechua y aymara.

Las comidas típicas del Perú: el cebiche, la papa a la huancaína, la ocopa, etc. son verdaderos potajes en Europa y Estados Unidos.

La papa y el frejol son la herencia más valiosa del Perú para la dieta en la cocina internacional. En Ale­mania, nada menos en un programa piloto, en 1,800 hectáreas se cultivan 1,600 variedades de papa, aplicando la tecnología ancestral peruana. Y la quiwicha ¿no ha sido, acaso, probada y aprobada para la dieta de los astronautas?

La mayor riqueza arqueológica peruana se encuentra repartida en todo el mundo, producto del saqueo y contrabando: los ceramios, los tejidos, objetos de la más fina orfebrería pre-hispánica, se exhiben en los más grandes museos, sin contar con los miles de objetos de oro y plata que han sido destruidos o transformados para generar, en algunos casos, y engrosar en otros las fortunas de gentes y hasta de pueblos y países.

De lo que nos queda en el país (eso porque es imposible llevarlo), y como gran ejemplo vamos a referirnos brevemente a lo que se puede apreciar en el Templo de Chavín de Huántar:

a. En el Templo de Chavín de Huántar se encuentran los vestigios más antiguos de América del uso de las matemáticas y de la física.
b. La arquitectura Chavín es, por su complejidad, una de las más avanzadas de la antigüedad mundial, pues en el interior del Templo se desarrollaron una ingeniería hidráulica y una ingeniería acústica sumamente adelantadas para su época.
c. La escultura lítica Chavín, no tiene parangón en el mundo, los diseños Chavín pueden fácilmente ser considerados como los más complicados y al mismo tiempo los más bellos.
d. Difícilmente se puede encontrar un monumento en el que se hayan manejado: la armonía, los espacios y volúmenes, las fuerzas y empujes, etc. con la perfección con que se manejaron en el Templo de Chavín de Huántar.
e. Los arquitectos Chavín fueron estrategas ecológicos del más alto nivel, pues escogieron el lugar adecuado para la accesibilidad al templo, para usar: el Río Wachecsa como proveedor del agua más pura (proveniente de los nevados) para el servicio del templo; y al Río Mosna como receptor de las aguas servidas, sin afectar ni la flora ni la fauna regional o local.

Como señalarlos líneas arriba, algo brevemente sobre algunas características. Quedan por referir muchos otros aspectos de los alcances científicos, técnicos y artísticos Chavín.

Y así sería conveniente difundir por los menos el real valor de los vestigios Paracas, Naskas, Waris, Tiawanaco, Moche, Chimú, etc. y desde luego de la gran civilización Inca, de la que en algunas universi­dades extranjeras existen bibliotecas: 10, 15 volúmenes.

¿Alguna vez, algún Ministro de Educación le brindará su atención a nuestro patrimonio cultural ancestral, en la medida que merece el Perú?

Es necesario señores autoridades encaminar a nuestra juventud hacia una verdadera IDENTIDAD CULTURAL PERUANA.

De la revista El Labrador, 1996.

Pluma de la altura: LECTURAS LITERARIAS CELENDINAS


Por Secundino Silva Urquía.
Actualmente, el INTERNET y demás medios informáticos, se han convertido en herramientas imprescindibles para la enseñanza y difusión de conocimientos. La creación y arte literarios, como es lógico, ha ingresado también a la era digital, a tal punto, que ya existe una demanda creciente del llamado libro virtual o electrónico. (En Inglés: eBook o eBook reader)

El eBook ofrece a la sociedad actual las ventajas de ahorrar espacio, aligerar pesos, conservación no degradable de la producción, disminución de la demanda de papel; y por ende, sobrevivencia de los árboles y contribución a la conservación de la naturaleza.

Pero, aún cuando el uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) se intensifique, estén en auge y en desarrollo acelerado; en el campo literario, el libro tradicional aún goza de buena salud y cuenta con defensores de mucho prestigio, como el escritor y filósofo italiano Umberto Eco. Y es que, como muchos sostienen, no es lo mismo leer en un medio electrónico, que hacerlo oliendo el papel, sintiendo la textura de una encuadernación y teniendo la libertad de marcar lo que nos parece interesante o de utilidad.
Las tecnologías de la información y comunicación, sirven también para una mejor comunicación entre individuos y grupos humanos; así como para convocarlos y concentrarlos en actos de su propio interés. En ésta dirección se facilitan las convocatorias a eventos artísticos (literarios, musicales, culturales, deportivos, etc.); ya que estos también contribuyen al crecimiento y valoración de aquellos. El desarrollo humano no puede darse sin la interacción de individuos o personas; a través de la cual, deben manifestarse: los sentimientos, afectos y abrazos amicales; las expresiones de respeto, valoración y admiración al talento y creación artísticos; y la lógica o sincera felicitación a los creadores por sus éxitos que lo sentimos nuestros.

Prof. Jorge Horna.
Por todo esto debemos comprender y valorar la gran iniciativa que tuvo el vate celendino, Prof. Jorge Horna, para organizar el evento: LECTURAS LITERARIAS, llevado a cabo el pasado 23 de septiembre, en el local de la Asociación Celendina, y en el marco de los 149 años de creación política de la provincia de Celendín. Los asistentes a tan interesante evento tuvimos la oportunidad de escuchar en vivo y en directo, extraordinarios poemas e historias leídos por sus propios creadores, nuestros paisanos celendinos. En mencionado evento, en el que el respetable copó el salón principal del local, estuvieron presentes y hermanados, poetas y escritores nacidos en la ciudad de Celendín y distritos, cada uno de los cuales dio lectura a una pequeñísima parte de su producción, pero la suficiente como para que el público haya alimentado su espíritu, quedara contento y saliera satisfecho. Allí estuvieron:

- Antonieta Inga del Cuadro. Poetisa celendina. Estudió Primaria y secundaria en su tierra natal. Se graduó como Lingüista en la En la U. de San Marcos, donde también fue docente.
El año 2006 publicó su poemario “Otra armonía todo”, del que en el evento leyó algunos de sus emocionantes  poemas.

-Elmer Chávez Silva. Nació en Celendín. Ginecólogo, Doctor en Medicina. Egresado de la facultad de San Fernando (U. Nac. Mayor de San Marcos). Fue docente en su alma mater, la U. Villarreal y U San Martín de Porres. Laboró en la Maternidad de Lima.
El año 2007, publicó el libro Memorias del corazón (Anecdotario celendino), del mismo que en el evento, con espíritu juvenil, leyó uno de sus relatos en el que él mismo hace de personaje.

-Marcos Sánchez Rojas. Poeta nacido en Celendín. Profesor de Lengua y Literatura egresado de U. Nac. de Cajamarca. Desempeñó la docencia en la ciudad de Tumbes, donde se vinculó a los grupos culturales y literarios. Su poema "Padre Nuestro" apareció en el suplemento cultural del diario La Crónica en Lima.
En el evento leyó una pieza de su poemario publicado bajo el nombre de “Lejanías”.

- Jorge Antonio Chávez Silva. Celendino; profesor de educación primaria. Como artista plástico, sus óleos gozan del reconocimiento y valoración tanto en su tierra como en el resto del país.
Como narrador, escribe cuentos y novelas, cuyos textos están próximos a publicarse en libro.
El Charro, Antonieta Inga y Luis Aliaga
En el evento del viernes leyó el cuento “Mesapata", impregnado éste de poesía y mucha sensibilidad, y lo regaló impreso al público.
Administra los blogs “Celendín Pueblo Mágico” y “Espina de Maram”. Es Director de la revista impresa FUSCÁN.

-José Luis Aliaga Pereyra. Nació en Sucre. Es un persistente lector, hábito que le permite deleitarse aprendiendo los secretos de la escritura; y adquirir autoridad para ser catalogado como un verdadero autodidacta.

Es fundador de la revista FUSCÁN. Administra el blog “Chungo y batán” de formato ágil y contenido diverso.

Sus cuentos, aún inéditos, retratan la idiosincrasia de la gente común del pueblo, y el sustento de su narrativa es un cuestionamiento a la hipocresía  y otros defectos de nuestra sociedad. 

En el evento destacó leyendo el cuento "Los castillos". Obsequió impresos al público tres de sus cuentos: el leído y “Leoncio”, de profundo contenido social; y “El Preso”, de contenido ambientalista.
Tiene en preparación la próxima publicación de su libro de cuentos.

Esperemos que la loable la labor e iniciativa de profesionales de las letras, como la de Jorge Horna, sirva de ejemplo a otros, sea imitada y tenga un efecto multiplicador. Asimismo, que otras instituciones de nuestra provincia tengan la apertura de la Asociación Celendina, presidida por el Prof. Wilson Silva, a la materialización de eventos como el antes mencionado.

Finalmente, esperemos que este tipo de iniciativas, sirvan también para llevar a la reflexión a nuestras autoridades y a tomar la decisión política de crear un Fondo Editorial para apoyar la edición impresa de los libros de nuestros talentosos narradores y poetas. El actual Alcalde de Celendín Dr. Mauro Siles, que estuvo presente en primera fila del evento comentado, espero que tome nota de ésta sugerencia o propuesta, y ojalá lo haga realidad en común acuerdo con los Alcaldes distritales. Así la pureza y belleza del arte literario quedarían protegidas del manoseo advenedizo y del auspicio interesado del poder económico minero, que bajo el rótulo falso de “apoyo a la cultura”,lo busca mellar las aristas de lucha y rebeldía de nuestros artistas; o al menos, dividirlos para tratar de acrecentar el grupúsculo de los indiferentes o vacilantes al cuestionamiento ético de su verdadera esencia contaminante y depredadora. 

Lima, 27 de septiembre del 2011

Temas relacionados: Literatura Celendina.
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Lima 24 de Septiembre del  2011
Señor Profesor:
Jorge Horna Chávez
Ciudad
Muy estimado Jorge:
A través de la presente nos permitimos hacerte llegar nuestro afectuoso saludo, nuestra permanente admiración a tu persona y desde luego, nuestras mas sinceras felicitaciones por la organización y desarrollo del último evento Literario-Musical realizado en el local de la Asociación Celendina, el 23 del presente mes. Actuaciones de esta naturaleza, elevan considerablemente el prestigio de nuestra Institución. Agradecimiento especial, por la invitación como participante.
                                                Atentamente
Elmer Chávez Silva                                                  Emma Loyaga de Chávez     
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lunes, 26 de septiembre de 2011

Memorias: ERNESTO AMIGO



"Ahora que tienes vida en tu propia muerte inventa una luz para ir a buscarte".

Por Emil Leoncio Aliaga Díaz.
Parecería que fue ayer cuando nos dimos el primer saludo, mientras jugábamos en la Escuela Primaria N° 83 de Sucre, sin saber que esa naciente amistad se alargaría hasta emparentarnos ya que Ernesto terminó casándose con una prima mía.

Corría el mes de Abril del año I971, gobernaba aún don Juan Velasco Alvarado, era medio día, un niño de aspecto citadino había llegado al pueblo para estudiar primaria en la escuela, tomando la calle Nazario Chávez, cuesta arriba hacia la Plaza de Armas nos encontrábamos porque ambos vivíamos en el barrio del Centro, de esa rutina nació nuestra amistad.

Amigos inseparables solíamos acompañarnos para seguir el camino hacia nuestras casas sea al medio día o en la tarde; porque en esa época se estudiaba dos turnos. Recuerdo que después de almuerzo nuestra siesta era jugar a los trompos, la pelota, a la pega pega o una partidita de ajedrez con el "mini" que teníamos, el cual era una pieza de colección y le prestábamos especial cuidado, también degustábamos las chirimoyas que nos ofrecía Eli Díaz Velásquez de su fundo localizado en Cantange, caramba era el mejor postre que habíamos probado, sin perder de vista a las lindas compañeras cuya belleza aceleró el palpitar del corazón.

Ernesto era un eterno enamorado, recuerdo que tenía su bicicleta, sus discos y su cantante favorito fue Nino Bravo, a tal punto que su perro se llamaba "Nino"; los temas como: Noelia, América y otros le tocaban su alma romántica y siempre los escuchó en su tocadiscos a todo volumen.

Claro que si hablamos de su capacidad intelectual, era uno de los mejores alumnos que haya tenido el 83 y el San José, donde estudió sólo tres años maravillosos, en el cual su amor por Sucre y ni que decir por las chicas se hizo evidente; quería vivir en Sucre con sus amigos y amigotes, haciendo planes para el futuro, en Sucre, creo que a todos nos sucede lo mismo se pasa una vida de ensueño.

Ernesto Sánchez Macías.
Sucre con su cielo lindo, sus campiñas de Postal y sus mujeres hermosas acepta su destino y se levanta para despedir al soñador, inteligente, bueno y buen crítico que por cuestiones de salud dejó de estudiar en Sucre para trasladarse a Lima, donde al finalizar sus estudios secundarios obtiene una beca para estudiar en la Universidad, siendo unos de los mejores alumnos de la Facultad de Medicina de San Marcos.

En Sucre hizo su SERUMS, durante su época de serumista, con mayor rigor científico, siguió las huellas de su abuelo Pepe Sánchez quien tenía una capacidad creadora de las mejores, pues, fue fotógrafo, enfermero, dentista y una cantidad de dotes adicionales entre las cuales no debemos dejar de mencionar su inconmensurable amor a la tierra.

Luego de hacer su SERUMS y después de su internado se, gradúa en la especialidad de Pediatría e ingresó a trabajar en el Hospital del Niño.

Sus padres y sus hermanos forman una familia maravillosa ellos supieron, imprimirle el sello que solo lo tenemos los Sucreños: nuestro amor a la tierra que nos ve crecer y a San Isidro Labrador.

La Revista ECO SUCRENSE en su primer número a querido rendirle un justo homenaje al Dr. Ernesto Sánchez Macías, encargándome tamaña responsabilidad, el sabe lo mucho que lo estimamos y como hombre de ciencia que fue y porque la revista tiene ese porte cultural es que nos animamos a incluir la semblanza de un profesional que partió, prematuramente hacia la eternidad, a quien todos los compañeros de la promoción entre los años 1966 y 1977 lo recordamos como al verdadero amigo y al intelectual de las ciencias médicas y de la salud.

De la Revista Eco Sucrenses, N° 1, 2005.

Cuento:MESAPATA


Por Jorge A. Chávez Silva, "Charro".

Mi padre era un extraordinario artífice de cometas. De él debo haber heredado, aparte de otros sentimientos muy hondos, la fascinación que tengo por el viento y las cometas.

Las hacía tan grandes y sólidas que, cuando se elevaban en el éter, generaban tal potencia, que mis exiguas fuerzas infantiles eran insuficientes para mantenerlas siquiera un instante. Entonces, él tenía que hacerlo por mí. Estoy seguro que, en el fondo, mi padre seguía siendo un niño, o volvía a serlo cuando tenía una cometa en las manos, desafiando al viento.

Era sastre y conocía de hilos. Para las cometas siempre elegía el mejor: el “Cadena” del diez; casi irrompible. Cuando estábamos sumergidos en el éxtasis de volar, soltábamos uno, dos y hasta tres carretes de hilo. La inmensa cometa se veía tan lejana, tan pequeña, tan sola, como si fuera apenas una pincelada de color en el inmenso piélago azul.

Aquella tarde de agosto, íbamos con mi hermano menor. Mientras yo subía a duras penas la empinada cuesta, cometa a la bandolera, mi pequeño hermano iba feliz, montado a horcajadas sobre los hombros de papá; a la manera típica y ancestral de los shilicos… ¡El santo piñuño!

A poco de llegar a lo alto de la colina y, gracias a una racha de vientos favorables, nuestra cometa se elevó rápidamente, tanto, que era la más alta de todas. Las de mis amigos, pequeñas y mal hechas, apenas se habían alzado unos palmos del suelo. Quizás por ello, picado de soberbia, los miraba por sobre el hombro.

Nuestra cometa se encontraba en el cenit. De pronto, presa de un viento aleve, arrancó y se fue, rápida y moribunda, como una gaviota herida, dando bandazos y doblegándose espasmódica, como si se le corroyeran las entrañas: tan presto, que no pude seguir con la mirada anegada en llanto, la tumba anónima que escogió.

Bajábamos tristes. Mi hermano y yo presas de un llanto incontenible y convulso, mientras nuestro padre, sereno y cariñoso, nos calmaba:

-Ya no lloren, hijos. Mañana haremos otra más grande y volveremos, ya verán, ya no lloren.

Cerca al pueblo, ya un poco calmados por la seguridad que trasuntaban sus palabras, con una leve esperanza rondándome el alma, tímidamente le pregunté:

-Papá, ¿hasta dónde se iría? ¿No podríamos ir a buscarla?

-No, hijito, imposible. Por lo menos se ha ido hasta Mesapata.

El nombre de ese lugar quedó resonando en mi cerebro, tanto, que en mis pesadillas infantiles lo imaginaba triste y desolado, como un inmenso cementerio de cometas; pleno de carrizos rotos, jirones de papel descolorido, zumbadores moribundos emitiendo roncos estertores, y, en los rincones, divagando en las volutas de los remolinos, las cartas que enviábamos a las cometas, con el mensaje alevemente borrado por el tiempo.

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Han pasado muchos años desde entonces, y ese nombre quedó grabado a fuego en mi corazón: ¡Mesapata!... yo no sé lo que significa y ni siquiera conocía el lugar, pese a que en mi adolescencia, muerto ya mi padre, era, como dice la gente, un “pat’e perro”, es decir, un andariego empedernido y conocía como la palma de mi mano la bellísima comarca natal. Pero nunca encontré a nadie que me mostrara el lugar.

Hace poco, en una pausa de mi eterno volver, anduve caminando por los alrededores del pueblo, fotografiando a pinceladas la hermosa campiña. A la vuelta de un recodo, dime con unos campesinos que construían su casa de barro. Sus siluetas semidesnudas, sudorosas y cetrinas, destacaban en el cielo sobre los ocres nuevos de las paredes. Haciendo un alto en su faena, el más audaz me gritó:

-¡Hey, maestro, tómenos una foto para el recuerdo!

Desde que vivo exilado en la capital, las tareas de los hombres del campo, tan vigorosas y genuinas, me apasionan; por eso les imprimí una placa con mucho aprecio. Deseándoles suerte, proseguí mi camino, rumbo a San José de Pilco y Malcat, caseríos de honda significación en mi añorada y romántica juventud. El paisaje era impresionante. En la lejanía destacaban, bajo el turquesa del cielo, los grises y los violetas de los cerros. Más abajo, en la verde llanura, entre el tenue sopor de la tarde y bostezos difusos, dormitaba Celendín.

Al voltear otro quengo del camino, sobre el desvaído azul de la puerta, había un viejo letrero que en toscos caracteres decía: “Gobernación de Mesapata”. Por fin conocía el mítico lugar donde fueron a parar las cometas de mi niñez, junto con mis sueños e ilusiones. Ahora, en el incontenible avance urbano, es apenas un tamo alejado de la calle que, serpenteando, escala la cuesta a San José.

Fascinado por la circunstancia, me dirigí hacia esa puerta: en el vano, Una linda campesina, de ojos azules y mejillas capulí, me observaba con ruborosa curiosidad.

-¿Te tomo una fotografía para el recuerdo?- le dije a guisa de saludo.

-¡No!- me contestó entre tímida y alarmada, y, en un revuelo de encajes y bayeta, desapareció.

Me quedé perplejo, meditando, ¿sería ella otra de las etéreas y gráciles cometas que se escaparon, como en mi niñez?

Cuando regresaba al pueblo, caía la tarde y el viento, juguetón, me acariciaba el rostro, alborotaba mis canos cabellos y susurraba un nombre:

-¡Mesapata!

sábado, 24 de septiembre de 2011

Cuento: EL PRESO


 Por José Luis Aliaga Pereyra.

Quince de mayo, once de la mañana. El preso cogió el retrato y con sumo cuidado lo apretó contra su pecho. La celda donde purgaba condena era pequeña; había allí dos camarotes con cuatro colchones y sus respectivas frazadas. Junto a la puerta, sobre una tosca mesa, una cocinilla a kerosén, una tetera y una olla, ambas con tapas rojas, ayudaban a mejorar, en los días de visita, la ración alimenticia de la cárcel. En la pared, frente a la misma puerta, improvisados colgadores de ropa sostenían dos pantalones y una casaca de corduroy negro. A un costado de los colgadores brillaba un clavito de acero, sostén del retrato que ahora el preso mantenía entre los brazos y su pecho.

Habían transcurrido ya tres años. Su situación en lugar de mejorar iba empeorando. El Fiscal había solicitado diez años de prisión.

Emeterio, así se llamaba el preso, se arrodilló y rezó más que nunca. Todos los días lo hacía pero, para él, este quince de mayo era muy especial. Los días quince de los mayos anteriores también había rezado con igual devoción. Sin embargo, esta vez, un presentimiento le anunciaba algo diferente. Con el rostro serio, contrito, sin dejar el cuadro, estiró los brazos; miró fijamente la imagen enmarcada y, cerrando los ojos, la besó sintiendo una frescura como si hubiese bebido agua del ojo de la Quintilla (1); luego un estremecimiento sacudió su cuerpo y, de pronto, se vio bañado por los abrigadores rayos de un sol que acababa de esquivar a una nube impertinente. El preso se vio ingresando al pueblo donde había nacido; se vio caminando despacio, mirándolo todo con ternura, como queriendo llevar en sus pupilas lo que observaba: las pampas, los eucaliptos y sauces, el colegio adornado con descoloridas cadenetas de papel, los puentes de barandas conversadoras, la Posta Médica y Puesto Policial; la casita destruida por el tiempo entre las calles Cajamarca y Clodomiro Chávez, a la que miró, deteniéndose un momento, curioso y dolido; para después avanzar igual, lentamente, tocando, como un niño, las paredes de las casas; observando sus veredas y la sombra de sus techos sobre el mudo asfalto. Emeterio escogió el jirón Venecia para llegar a la Plaza de Armas, desplazándose a media sonrisa, recordando, triste, las calles empedradas donde antes, por una acequia embaldosada, correteaba alegre el agua cristalina.

A la altura del jirón Bolívar, donde hay una casa de material noble y a medio terminar, como si saliera de un sueño, Emeterio se dio cuenta de algo sumamente extraño: el pueblo parecía deshabitado. Al ingresar, notó que el campo amarillento y seco, cubierto de un polvo blanquecino, moría de sed; no habían rastros de cosechas, ni rastrojos; no observó a los animales que siempre pastaban; no escuchó el balido de las ovejas ni el mugido de algún buey que araba la tierra concentrado en su trabajo; tampoco oyó el trinar de los pájaros, ni llenaron sus oídos los gritos de los niños que alegraban los minutos y las horas y, por último, no encontró vecino alguno a quien saludar.

¡Seguro que están en la iglesia!, pensó. Llegó a la Plaza de Armas. Subió las gradas de la casa de Dios. Alzó la pierna derecha para cruzar el umbral del portón, porque encontró abierta su pequeña puerta, e ingresó escuchando el eco de sus pasos. Recorrió, aun con la mirada larga y nostálgica, las hileras de bancas silenciosas. Buscó bajo el altar, como si el cura y el sacristán allí se hubieran escondido y, entonces, recién entonces, comprobó que estaba completamente solo. ¡Parecía que los habitantes de su pueblo, incluyendo en ellos a su familia, se hubieran puesto de acuerdo y huían de su presencia! Un sabor amargo tragó su garganta. Él no había cometido nada malo, sólo defendió a su pueblo descubriendo la falsedad de algunos de sus habitantes, denunciando su hipocresía, su falso amor. Dirigió su mirada al altar mayor donde se hallaba San Isidro Labrador, patrón del distrito. Se detuvo un instante y sentóse en la banca más cercana como si hubiera sido empujado por alguien.

De pronto escuchó una voz que parecía provenir del interior de un baúl: ¡Emeterio! ¡Emeterio!

Entonces, sorprendido, salió de la iglesia. Cruzó la Plaza de Armas y se puso a mirar por los cuatro costados sin encontrar un alma; ni siquiera sintió el zumbido del viento que otras veces y a esas horas alborotaba las hojas de los árboles del convento y hacía flamear los ponchos de los que salían de la iglesia. ¡Sucre era una ciudad muerta, fantasmal! Subió por la calle Jorge Chávez, por la vereda del costado del local municipal. Arrastró sus zapatos por el jirón 2 de Mayo. Pasó por el frente de la piscina, a la que miró con curiosidad: era una piscina amplia pero se hallaba en completo abandono, cubierta de polvo y sin agua.

Siguió su camino pasando por la “Escuelita de mujeres”. Extrañó los pinos que antes adornaban la casita de don Romelio. Subió cuesta arriba por la calle de Los “Pajuros” donde sintió mucha pena al ver que de estos árboles quedaban sólo negros esqueletos que parecían sobrevivientes de algún incendio.

¡Emeterio! ¡Emeterio! —se escuchó nuevamente la voz.

Emeterio aligeró el paso mirando al cielo cuyas nubes permanecían, increíblemente, estáticas.

Después de cruzar la antigua y “natural” “plaza de toros”, llegó a la capilla del santo casamentero y, ¡Emeterio! ¡Emeterio!, se escuchó de nuevo la voz; pero, esta vez, parecía que eran dos personas las que habían gritado su nombre que lo escuchó provenir del cementerio.

Al llegar al camposanto, un zumbido igual al que hacen las abejas en su panal aturdieron sus oídos. Las puertas estaban cerradas; pero, cuando intentó empujarlas con las manos, se abrieron bruscamente de par en par antes de que pudiera tocarlas, y la colina donde se ubicaba el cementerio comenzó a temblar. Emeterio se detuvo al costado de una vieja pileta. Las cruces, los nichos y todos los adornos de las tumbas empezaron a caer y abrióse, de trecho en trecho, la tierra, y de cada una de las aberturas, que eran verdaderas zanjas, se escucharon voces que repetían su nombre y una pregunta seguida de una explicación que lo desconcertó:

¡Emeterio! ¡Emeterio! ¿Por qué no te hicimos caso? decían las voces—. Al comienzo todo era hermoso. La prosperidad llegó con la mina, dijimos; pero después, a los pocos años de que te llevaron preso por defender el medio ambiente de nuestro pueblo, lo reconocemos hermano, esa prosperidad poco a poco se fue transformando: primero comenzaron las enfermedades pulmonares, después el polvo secó a las plantas y, luego, murieron nuestros animales. Los empresarios mineros construyeron un tren donde, fácilmente, trasladaron el fruto de las entrañas de nuestro suelo, y con ellos también se llevaron nuestras vidas. Como verás todo se ha perdido y los únicos que pudieron salvarse ya no viven más en Sucre.

—¡Emeterio! escuchó su nombre fuerte y claro.

¿Sí? preguntó levantando la cabeza de golpe sujetando, veloz, el cuadro que estuvo a punto de caerse; entonces, miró asombrado a su compañero de celda y dijo:

¡Ya son tres veces que se repite esta maldita pesadilla!

No es pesadilla amigo dijo su compañero. Escucha los gritos fuera del penal.

Hasta su celda había llegado un emisario de su pueblo quien le comunicó que su libertad era un hecho, ya que las pruebas de contaminación al medio ambiente eran contundentes; mientras, en las afueras de la cárcel se oía a una muchedumbre que gritaba:

—¡Emeterio es inocente! 

—¡Emeterio libertad!

—¡Emeterio es del pueblo y el pueblo vencerá!

(1) Ojo de la Quintilla.- Especie de manantial de donde brota el agua del río Quintilla.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Cuento: LA INSIGNIA



Por Julio Ramón Ribeyro.
Hasta ahora recuerdo aquella tarde en que al pasar por el malecón divisé en un pequeño basural un objeto brillante. Con una curiosidad muy explicable en mi temperamento de coleccionista, me agaché y después de recogerlo lo froté contra la manga de mi saco. Así pude observar que se trataba de una menuda insignia de plata, atravesada por unos signos que en ese momento me parecieron incomprensibles. Me la eché al bolsillo y sin darle mayor importancia al asunto regresé a mi casa. No puedo precisar cuánto tiempo estuvo guardada en aquel traje, que por lo demás era un traje que usaba poco. Sólo recuerdo que en una oportunidad lo mandé lavar y con gran sorpresa mía, cuando el dependienta me lo devolvió limpio, me entregó una cajita, diciéndome: "Esto debe ser suyo, pues lo he encontrado en su bolsillo".

Era, naturalmente, la insignia y este rescate inesperado me conmovió a tal extremo que decidí usarla.

Aquí empieza verdaderamente, el encadenamiento de sucesos extraños que me acontecieron. Lo primero fue un incidente que tuve en una librería de viejo. Me hallaba repasando añejas encuadernaciones, cuando el patrón que desde hacía rato me observaba desde el án­gulo más oscuro de su librería, se me acercó y con un tono de complicidad, entre guiños y muecas convencionales, me dijo: "Aquí tenemos algunos libros de Feifer". Yo lo quedé mirando intrigado porque no había preguntado por dicho autor, el cual, por lo demás, aunque mis conocimientos de literatura no son muy amplios, me era enteramente desconocido. Y acto seguido añadió: "Feifer estuvo en Pilsen". Como yo no saliera de mi estupor, el librero terminó con un tono de revelación, de confidencia definitiva: "Debe Ud. saber que lo mataron. Sí, lo mataron de un bastonazo en la estación de Praga". Y dicho esto se retiró hacia el ángulo de donde había surgido y permaneció en el más profundo silencio. Yo seguí revisando algunos volúmenes maquinalmente, pero mi pensamiento se hallaba preocupado en las palabras enigmáticas del librero. Después de comprar un librito de mecánica salí desconcertado del negocio.

Durante algún tiempo estuve razonando sol) el significado de dicho incidente, pero como no pude solucionarlo acabé por olvidarme de él. Más, pronto, un nuevo acontecimiento me alarmó sobremanera. Caminaba por una plaza de los suburbios, cuando un hombre menudo, de faz hepática y angulosa, me abordó in tempestivamente y antes que yo pudiera reaccionar me dejó una tarjeta entre las manos, desapareciendo sin pronunciar palabra. La tarjeta, en cartulina blanca, sólo tenía una dirección y una cita que rezaba: SEGUNDA SESION: MARTES 4. Como es de suponer, el martes 4 me dirigí a la numeración indicada. Ya por los alrededores me encontré con varios sujetos extraños que merodeaban, y que por una coincidencia que me sorprendió, tenían una insignia, igual a la mía. Me introduje en el círculo y noté que todos me estrechaban la mano con gran familiaridad. En seguida ingresamos a la casa señalada y en una habitación grande tomamos asiento. Un señor de aspecto grave emergió tras un cortinaje y desde un estrado, después de saludarnos, empezó a hablar interminablemente. No sé precisamente sobre qué versó la conferencia, ni si aquello era efectivamente una conferencia. Los recuerdos de niñez anduvieron hilvanados con las más agudas especulaciones filosóficas, y a unas disgresiones sobre el cultivo de la remolacha fue aplicado el mismo método expositivo que a la organización del estado. Recuerdo que finalizó pintando unas rayas rojas en una pizarra con una tiza que extrajo de su bolsillo.

Cuando hubo terminado todos se levantaron y comenzaron a retirarse comentando entusiasmados el buen éxito de la charla. Yo, por condescendencia, sumé mis elogios a los suyos, mas, en el momento que me disponía a cruzar el umbral, el disertante me pasó la voz con una interjección, y al volverse me hizo una seña para que me acercara.

—Es Ud. nuevo, ¿verdad? --me interrogó, un poco desconfiado.
—Sí —respondí, después de vacilar un rato, pues me sorprendió que hubiera podido identificarme entre tanta concurrencia—. Tengo poco tiempo.
— ¿Y quién lo introdujo?
Me acordé de la librería, con gran suerte de mi parte.
—Estaba en la librería de la calle Amargura, cuando el...
— ¿Quién? ¿Martín?
—Sí. Martín.
--¡Ah, es un gran colaborador nuestro!
—Yo soy un viejo cliente suyo. — ¿Y de qué hablaron?
—Bueno... de Feifer.
— ¿Qué le dijo?
—Que había estado en Pilsen. En verdad... yo no lo sabía.
— ¿No lo sabía?
—No —repliqué con la mayor tranquilidad.
— ¿Y no sabía tampoco que lo mataron de un bas­tonazo en la estación de Praga?
—Eso también me lo dijo.
— ¡Ah, fue una cosa espantosa para nosotros!
—En efecto —confirmé— Fue una pérdida irreparable.
Mantuvimos luego una charla ambigua y ocasional, llena de confidencias imprevistas y de alusiones superficiales, como la que sostienen dos personas extrañas que viajan accidentalmente en el mismo asiento de un ómnibus. Recuerdo que mientras yo me afanaba en describirle mi operación de las amígdalas, él, con grandes gestos proclamaba la belleza de los paisajes nórdicos. Por fin, antes de retirarme, me dio un encargo que no dejó de llamarme la atención.

—Tráigame en la próxima semana —dijo— una lista de todos los teléfonos que empiecen con 38.

Prometí cumplir lo ordenado y, antes del plazo concedido, concurrí con la lista.
— ¡Admirable! —exclamó—. Trabaja usted con rapidez ejemplar.

Desde aquel día cumplí una serie de encargos semejantes, de los más extraños. Así por ejemplo, tuve que conseguir una docena de papagayos a los que ni más volví a ver. Más tarde fui enviado a una ciudad de provincia a levantar un croquis del edificio municipal. Recuerdo que también me ocupé de arrojar cáscaras de plátano en la puerta de algunas residencias escrupulo­samente señaladas, de escribir un artículo sobre los cuerpos celestes que nunca vi publicado, de adiestrar a un mono en gestos parlamentarios, y aún de cumplir ciertas misiones confidenciales, como llevar cartas que jamás leí o espiar a mujeres exóticas que generalmente desaparecían sin dejar rastros.
De este modo, poco a poco, fui ganando cierta consideración. Al cabo de un año, en una ceremonia emocionante, fui elevado de rango. "Ha ascendido Ud. un grado", me dijo el superior de nuestro círculo, abrazándome efusivamente. Tuve, entonces, qué pronunciar una breve alocución, en la que me referí en términos vagos a nuestra tarea común, no obstante lo cual, fui aclamado con estrépito.

En mi casa, sin embargo, la situación era confusa. No comprendían mis desapariciones imprevistas, mis actos rodeados de misterio, y las veces que me interrogaron evadí las respuestas, porque en realidad, no encontraba una satisfactoria. Algunos parientes me reco­mendaron, incluso, que me hiciera revisar por un alienista, pues mi conducta no era precisamente la de un hombre sensato. Sobre todo, recuerdo haberlos intrigado mucho un día que me sorprendieron fabricando una gruesa de bigotes postizos, pues había recibido dicho encargo de mi jefe.

Esta beligerancia doméstica no impidió que yo siguiera dedicándome, con una energía que ni yo mismo podía explicarme, a las labores de nuestra sociedad. Pronto fui relator, tesorero, adjunto de conferencias, asesor administrativo, y conforme me iba sumiendo en el seno de la organización, aumentaba mi desconcierto, no sabiendo si me hallaba en una secta religiosa o en una agrupación de fabricantes de paños.

A los tres años me enviaron al extranjero. Fue un viaje de lo más intrigante. No tenía yo un céntimo; sin embargo, los barcos me brindaban sus camarotes, en los puertos había siempre alguien que me recibía y me prodigaba atenciones, y los hoteles me obsequiaban sus comodidades sin exigirme nada. Así me vinculé con otros cófrades, aprendí lenguas foráneas, pronuncié conferencias, inauguré filiales a nuestra agrupación y vi cómo extendía la insignia de plata por todos los confines del continente. Cuando regresé, después de un año de intensa experiencia humana, estaba tan desconcertado como cuando ingresé a la librería de Martín.

Han pasado diez años. Por mis propios méritos he sido designado Presidente. Uso una toga orlada de púrpura con la que aparezco en los grandes ceremoniales. Los afiliados me tratan de Vuecencia. Tengo una renta de cinco mil dólares, casas en los balnearios, sirvientes con librea que me respetan y me temen, y hasta una mujer encantadora que viene por mí por las noches sin que yo la llame. Y a pesar de todo esto, ahora, como el primer día y como siempre, vivo en la más absoluta ignorancia, y si alguien me preguntara cuál es el sentido de nuestra organización, yo no sabría qué responderle. A lo más, me limitaría a pintar rayas rojas en una pizarra negra, esperando confiado los resultados que produce en la mente humana, toda explicación que se funda inexorablemente en la cábala.

De antología del cuento peruano.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Arqueología y paisaje: LA FORTALEZA DE KUÉLAP


Por Tito Zegarra Marín.
En Kuélap se resume la grandeza histórico - cultural de los pueblos primigenios del nororiente del país. Su colosal estructura física aún pareciera irradiar la fuerza telúrica de los hombres que la edificaron, y las huellas creativas y visionarias de los Chachapoyas se encuentran allí, inamovibles, para la eternidad. Junto a Machu Picchu, es el mayor monumento de los antiguos peruanos.

Allí estuvimos varias veces. La primera, a inicios de la década del 70, como profesor del Colegio Blas Valera de la añorada ciudad de Lámud (capital de la provincia de Luya). Por esos tiempos no había carretera y subimos a pie desde la localidad El Tingo, utilizando algunas horas y con algo de cansancio. Cuando llegamos a posarnos a la sombra de esa majestuosa muralla, la admiramos de veras y guardamos muy dentro. Volvimos a ella, pasado el cuarto de siglo, con alumnos de la Universidad Nacional de Cajamarca y también en forma particular por el deseo de estar en ella y acopiar alguna información para el presente trabajo.

Kuélap siempre nos ha asombrado y la visión que tenemos, sin ser especializada ni menos resultante de alguna investigación rigurosa, es sencillamente valorativa a partir de lo que hemos podido informarnos, de lo apreciado directamente y desde nuestra óptica social, que en mucho orienta nuestros modestos estudios.

DATOS DE INTERÉS
Los restos de Kuélap son conocidos recién a partir de 1843. Ese año el juez de la ciudad de Chachapoyas Juan Crisóstomo Nieto, en cumplimiento de funciones judiciales, estuvo muy cerca de dichos restos. Al ser informado, los visitó y realizó el reconocimiento respectivo; poco después, a través de un informe exclusivo titulado "Torre de Babel en el Perú", hizo de conocimiento público la existencia del valioso patrimonio. A partir de entonces, investigadores reconocidos del país y el extranjero, la han visitado y estudiado, cuyos resultados, progresivamente, vienen dando cuenta documentada de la naturaleza, sentido y misterios de tan singular legado. Consecuentemente, a la fecha, existe información seria y fundamentada, aunque siempre habrá algo más que investigar y decir.

En lo relativo a su ubicación, los restos se encuentran en territorios andinos de la provincia de Luya, región de Amazonas, emplazados casi al centro de los dos grandes ríos que la recorren de sur a norte: Utcubamba y Marañón, a una altura que sobrepasa los 3.000 msnm. Como estructura arquitectónica se extiende longitudinalmente por casi 600 m, mientras que su ancho sólo se aproxima a los 150 m y en algunos sectores se reduce hasta medir 70 m. Las paredes han sido levantadas con piedras calcáreas de tamaño regular, y se elevan en ciertos sectores hasta aproximarse a los 20 metros.

En la parte central se observa plataformas artificiales superpuestas, sobre las cuales se ha construido el núcleo de viviendas y recintos típicos de los Chachapoyas, pero lo más impresionante de Kuélap es la enorme muralla que la rodea haciendo de compacta circunvalación que sólo se interrumpe por la presencia de profundos abismos en el sector nororiental; y, digamos, cortado por tres conductos especiales que hacen de únicas entradas. En el nivel superior se encuentran alrededor de 100 construcciones circulares y ovaladas y tres de planta rectangular, dos destacan por su particular estructura y la función que habrían cumplido: El Castillo y El Torreón. Varios de esos recintos se adornan con exposición de sus singulares frisos simbólicos (figura2l).


En el extremo sur se distingue la extraordinaria construcción de una planta circular denominada El Tintero, que se caracteriza por tener la forma de un cono invertido o de una botella de más de 5 metros de Profundidad que, lo dicen todos los estudiosos, fue una especie de templo mayor destinado a cumplir funciones ceremoniales y rituales.

En el extremo norte se encuentra El Torreón que tiene 7 metros de altura y debe haber cumplido una función comunicativa básicamente en relación a lo defensivo. Desde allí se obtiene una vista panorámica amplia y de incomparable belleza.

Con relación a su origen, existe coincidencia en considerar que la arquitectura fue trabajada por la cultura Chachapoyas, entre los años 800 a 1200 d. C. y albergaría algunos restos característicos de la cultura Cajamarca, que es más antigua, pues se desarrolló entre los años 600 -700 d. C. (piezas de cerámica). Entre esos años, Kuélap, como pequeña llacta, debe haber alcanzado cierto grado de organización, crecimiento y condiciones laborales como para poder ensamblar una de las estructuras arquitectónicas de mayor magnitud y funcionabilidad en la región. Muy cerca de dicho complejo y dentro del reino de los Chachapoyas, también se desarrollaron otros pueblos importantes y poblados: Pampamarca, Vira - Vira, Cajamarquilla, Raymipampa, entre los más distinguidos, con características afines en sus construcciones y estilo, pero sin esa inherente particularidad fortificada y magnitud de la misma.

SOBRE SU FUNCIÓN
El complejo de Kuélap siempre concitará la atención e invitará a reflexionar sobre su significado y aspectos básicos: origen y traslado de las ingentes cantidades de bloques de piedra utilizados en la muralla y demás recintos, lugar de procedencia y forma cómo se trasladó el agua de utilidad en el consumo doméstico, entre otros. Sobre esta temática la explicación cada vez más fundamentada, tiene que ver básicamente con el componente social: movilizaciones masivas y disciplinadas para disponer del recurso piedra y predisposición para contar con la habilidad de verdaderos arquitectos.

Pero lo que aún sigue siendo motivo de controversias y análisis, aunque en los últimos años un tanto menos, es lo referente a la función que habría cumplido. A juzgar por el carácter monumental, Kuélap debió desempeñar un rol protagónico en el pasado de la cultura Chachapoyas, sobre todo por su condición de bastión arquitectónico casi inexpugnable dentro de un ámbito abierto a pugnas y enfrentamientos. Adolph Bandelier y Louis Langlois, trataron de demostrar que más que fortaleza Kuélap pudo ser lugar fortificado, destinado a brindar refugio en casos de emergencia por motivos belicistas. F. Kauffmann y A. Narváez, consideran que pudo haber sido morada de una poderosa elite que ejercía control tanto administrativo como de las prácticas mágicas, orientado a su vez, a garantizar una satisfactoria producción de alimentos acorde con las necesidades crecientes, generadas por el aumento poblacional. Descartaron toda posibilidad de haber sido fortaleza.

Sin embargo, la imagen que se tiene de Kuélap es la de una egregia fortaleza, monumental y defensiva, que ha perdurado en el tiempo y que debe haber cumplido funciones inherentes a su condición de tal. Los últimos estudios realizados por connotados especialistas niegan esa probabilidad afirmando que no se han encontrado piezas o recursos guerreros y no hay referencias documentadas a conflictos que se hayan producido en sus inmediaciones; aún así, creemos que quedan dudas, que hay algo más que investigar y que nos es fácil borrar esa imagen (figura 22).

Kuélap tiene la estructura de fortaleza. Su portentosa muralla sobrepasa fácilmente las funciones de un muro de contención de terraplenes y de acondicionamiento para guarecerse de las inclemencias climáticas. Tampoco, por su magnitud, se justifica haberla construido para que haga de un inmenso cerco que rodee y proteja una morada o centro administrativo y ritual, en forma exclusiva. Sus tres especiales y estratégicas entradas, amplias al inicio y angostas (para el paso de una persona) al final, requieren de respuestas serias al por qué de esas características. Es tan simplista decir que simboliza abundancia por semejarse a una vulva.

Por otro lado, no hay que soslayar las referencias de cronistas e historiadores sobre el carácter y actitudes belicistas a los antiguos Chachapoyas, "Sus hombres fueron aguerridos y aficionados a las conquistas haciéndose notables por su valor y talento militares", nos dice Horacio Villanueva. Es probable que tuvieron algo o mucho de ello, y acaso el levantamiento de enormes estructuras fortificadas como Kuélap y Pirca - Pirca (pequeño complejo fortificado), tuvo relación directa con esa necesidad de contar con medios defensivos. Los Chachapoyas, como otros pueblos, no fueron ajenos a inevitables enfrentamientos internos, pero sobre todo, se pusieron al frente y combatieron, cuando los incas y españoles pisaron sus tierras.

Al margen de esa controversia, Kuélap seguirá siempre allí, imponente y admirada, o como lo canta, lleno de profundidad y belleza, el distinguido amazonense Mariano Peláez Bardales, "sobre la cima de la montaña/ sobre el vuelo del cóndor/ donde anida el águila/ y reposa el viento/, junto a la nieve eterna/ donde surge el trueno/ y la luz del relámpago/, cerca de las estrellas...con su pétrea arquitectura/ hecha de granito y eternidad/ de piedra en armonía/ de roca y de silencio".

Para la provincia de Celendín, Kuélap significa mucho, incluso históricamente. En tiempos primigenios, hemos indicado, existían algunos acercamientos con los pueblos de los cuismanco particularmente con las pequeñas llactas cercanas al Marañón, lo que se evidencia en las construcciones circulares del sitio arqueológico La Lechuga; pero también se ha comprobado la existencia de cerámica estilo caxamarca tanto en Kuélap como en otros pueblos de los antiguos Chachapoyas. Se sabe también de la existencia de una antigua ruta de vinculación entre Kuélap y los grupos preincas del norte de la provincia de Celendín, que partiendo de dicha fortaleza y pasando por las localidades de María y Choctamal, continuaba con dirección occidental y un tanto en línea recta hasta llegar al río Marañón en el sitio de Mendán. De aquí, atravesándolo, se sube al sitio arqueológico preinca Las Portadas, en el distrito de Chumuch, para luego dirigirse al reino de los cuismanco. Esta es una importante ruta aún no investigada de la que hay huellas y que algunos campesinos ocasionalmente la utilizan. En junio del 2007, se encontraron en las cercanías a esta ruta 6 momias similares a las de la laguna Los Cóndores. Desde la ciudad de Chachapoyas, al tener conocimiento de ese camino ancestral, se está promoviendo su uso, como producto turístico de importancia.

Pero Kuélap también está ligada a la provincia de Celendín en tanto nuestra articulación socioeconómica con los pueblos de ese gran espacio en el que se asienta tiende, progresivamente, a tomar fuerza y consolidarse. También porque la nueva visión de integración interoceánica involucra necesariamente a esos pueblos, lo que significará mayor cohesión y mejora en las relaciones socioeconómicas. A corto plazo y en el marco de impulso a la actividad turística, Kuélap y los recursos arqueológicos y paisajistas de nuestra provincia deberán integrarse, formando eslabones fundamentales del Circuito Turístico Nororiental (CTN), al que urge sí, potenciarlo.

Del libro Celendín en la Cuenca del Marañón /Arqueología y Paisaje
 

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