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Prof. Neptalí Zegarra Sánchez. |
Por: Gutemberg Aliaga Zegarra.
Hace ya varios años, Neptalí
Zegarra Sánchez, a quien cariñosamente llamábamos "Tincho”, partió de esta
vida a la eternidad; pero espiritualmente, vive y vivirá en el recuerdo de
muchos sucrenses que jamás lo olvidaremos. Pero claro, quién va olvidarlo, especialmente
los que tuvimos la suerte de vivir aquellos momentos infantiles en nuestra
recordada escuela 83, viendo a nuestros maestros, con sus figuras magistrales
sentados en sendas sillas, al borde de nuestro campito de fútbol. Ahí estaba
siempre inquieto, Neptalí, tan solo un momento; al instante se le avistaba
atravesando una esquina a paso ligero para entrar en una casa y otra, como si
fuera la suya haciendo sus acostumbradas visitas de enfermero singular.
Quién no recuerda a
Neptalí, batallando en el campo de fútbol en su puesto de defensa impenetrable,
defendiendo los colores de su glorioso "Rambler", guapeando y
avanzando, sofocándose y gritando a sus compañeros para no dejarse ganar de sus
acostumbrados rivales.
Quién no recuerda a
Neptalí, salvando vidas de niños, jóvenes y ancianos, acertando con los
remedios que les recetaba. Y lo que es más, regalando muchas de las medicinas
de que disponía por obsequio de su hermano el Dr. Napoleón Zegarra, pero es
bueno conocer que Neptalí cursó estudios de Pre Médicas en la Universidad de
Trujillo. Tal vez la medicina fue su auténtica vocación; pero, llegó a ser
Maestro, profesión hermana de la medicina, en tanto son profesiones de amor y
servicio humano.
Quién no recuerda a
Neptalí, cuando en las festividades de nuestro Santo Patrón, en que nuestros
hermanos sucrenses que nos visitan comen y beben en demasía, y como resultado.
las complicaciones en la salud, pero allí estaba nuestro "Tincho",
con tensiómetro en mano auscultando a sus paisanos y dejando a la vez el medicamento
eficaz; o, ya terminada la fiesta, los días del retorno, a las cuatro de la
mañana, parado en su inevitable esquina, despidiendo a la paisanada.
Quiénes de los
maestros, olvidaremos esos dones acostumbrados de Neptalí, cuando llegado
diciembre, nos pasaba a máquina todos los informes, las actas y como
culminación de sus bondades, obsequiándonos lapiceros de las mejores marcas, que
traía de Lima, después de habérselos adquirido de sus mejores amigos.

¡Hermano, sigue en tu paz infinita y la Gloria
eterna sea tuya!
De la revista El Labrador, mayo 1994.
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