Por Eduardo González Viaña.
La semana pasada mientras –con decenas de académicos del mundo-
celebraba en Londres los 120 años del nacimiento de César Vallejo, me
encontré con un artículo aparecido en la prensa peruana destinado a
demoler por fin a nuestro gran poeta.
Un señor- de nombre, Diego La Torre- condenaba a Vallejo por haber
escrito una, según él , « letanía derrotista que tanto daño le hizo al
país. » Para el escribiente de « Correo », Vallejo « influyó de manera
negativa en el subconsciente de los peruanos. » Sería necesario
acallarlo, y decirles a nuestros hijos que « han nacido un día en que
Dios estaba contento y que el Perú es un país maravilloso. »
La Torre no es el primero. Hace un lustro, en « El Comercio » , un
tal Fernando Berkemeyer culpó al poeta y a su relato « Paco Yunque » de
haber incitado la rebelión campesina de Combayo contra los detentadores
de Yanacocha, la primera mina de oro de América, la segunda del mundo.
Según el sesudo articulista, influidos por ese texto provocador, los
comuneros que defendían su medio ambiente, su dignidad y su vida, en
realidad se alzaron « para atropellar los derechos de los grandes. » « Los débiles de ayer tienen hoy poder »- se lamentaba Berkemeyer.
Para él, ese conflicto no se debía al envenenamiento de los cultivos y
del ganado, ni al asesinato de un comunero a manos de los gorilas de la
seguridad de Yanacocha sino a la idea del socialismo y a la presencia en
los púlpitos de sacerdotes aue recuerdan la pobreza de Cristo y su
mensaje de justicia social. Flotaba en el escrito el mensaje de prohibir
la lectura de Paco Yunque y de toda la perniciosa obra vallejiana.
La Torre y Berkemeyer solo han leído « Paco Yunque » porque es breve y
porque se lo exigieron en el colegio. De lo contrario, la novela « El
tungsteno » habría pasado bajo sus pestañas. En ella, Vallejo retrata
una mina hasta hoy existente, Quiruvilca, donde fue testigo presencial
de cómo salían ciegos, tuberculosos o mutilados los trabajadores y de
cómo la tierra se convertía en un negro hoyo del infierno.
De haber sido mejores lectores, La Torre y Berkemeyer habrían exigido
que se quemen esos textos o que se declare terroristas, antiperuanos y
enemigos de la inversión extranjera a los maestros que dan clases con
Vallejo o a los curas que lo mencionan en sus sermones como se hizo
antaño… y como se pretende que se haga ahora.
En diversas publicaciones y blogs se ha dicho que La Torre y Berkemeyer son idiotas. No lo creo así.
Ambos son la expresión inocente, casi naif, de algo que está presente
en casi todos los grandes medios de expresión del Perú. Los antiguos
enemigos de la candidatura del actual presidente suponen que él es ahora
uno de los suyos, y tratan de persuadirlo todos los días para que
emprenda acciones antidemocráticas, pero según ellos necesarias para
mantener un orden injusto y fatal o un anacronismo perverso.
El masacrador de Accobamba declaró hace muchos años ante una co,isión
del Congreso que personalmente había matado niños en esa aldea, pero
que lo había hecho con buena intención, para evitar que de adultos se
convirtieran en comunistas.
De la misma forma, los antes nombrados « columnistas » y los
periódicos que profesan un integrismo de derecha azuzan a las
autoridades para que se revisen los textos escolares y para que de allí
se eliminen lecturas como las que mencionamos o lo han hecho ellos :
Montaigne, Voltaire, Marx, la teoría de la evolución de Darwin, los
cuentos de Ribeyro, los poemas de Alejandro Romualdo y para que borren
de la historia los retratos de Túpac Amaru o del general Velasco
Alvarado.
Para el integrismo derechista, los peruanos del futuro, en vez de ser
hombres completos deberán ser sujetos del mercado, esto es seres
previsibles, robotizados, incapaces de soñar utopías y felices, tan
felices como La Torre y Berkemeyer.
De nuestras escuelas y universidades, según ellos, debe salir el
nuevo hombre hábil solamente para aceptar todo lo se le diga, pero
incapaz de escribir un poema como Vallejo o Eguren, o de soñar con la
salvación como Túpac Amaru.
En resumen, quememos los libros de César Vallejo. En su lugar,
tendremos niños del futuro acaso muy parecidos a La Torre y Berkemeyer.
Tendremos maravillosos chimpancés que manejan celulares.
Tomado de: http://elcorreodesalem.lamula.pe/, http://www.elcorreodesalem.com/archives/781
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