Distrito de Sucre en todo el Perú y el mundo.

Buscar en este portal

Mostrando las entradas con la etiqueta huellas. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta huellas. Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de noviembre de 2021

HOMENAJE A JOSÉ GALVEZ

Desde los primeros tiempos de su historia, los pobladores de Huacapampa se valieron de sus testimonios en honor de sus valientes antepasados en donde contaban a familiares y vecinos que muy atentos los escuchaban, llegando así, a ser una parte necesaria de nuestras vidas, naciendo nuestro pueblo con sus narraciones, base fundamental para verme obligado a hablarles de él, en el artículo siguiente:

 HISTORIA DEL PUEBLO DE HUACAPAMPA

 Por Isidro Zamora Novoa.

 En tiempos antiguos a esta pequeña población se le llamó rastrojo siendo una parte ciénego y en mayor área una laguna que comprendía desde el pie del panteón viejo (sur) llegando hasta Macash en el sitio llamado los "Munshos" donde los habitantes de esta época en ciertas partes de la laguna (partes altas) sembraban maíz en tiempos de verano porque en invierno se llenaba la laguna, siendo el tiempo propicio para cosechar, haciendo sus pequeñas canoas para sacar el maíz en costales y en buen estado.

 Según la narración de Pedro A. García Escalante sobre la historia de José Gálvez lo tituló ¿Mito o realidad? Nos dice lo siguiente: Cuando llego la gran serpiente tricéfala que avanzaba del sur, una de sus cabezas tomó la dirección al sinchado de Choctamalca. El Sinchi Walquishaua venció a la falange invasora en Yuquibamba; mientras las otras cabezas vencían al Apu Sinchi Anco Huaraca de Cashamalca en Cuntibamba, Huacraruco y Matara, la suerte estaba echada y Sinchi Walqui Shaua, en rasgo de audacia al caer la noche, robó los coris del palacio del Apu Sinchi, siendo perseguido por el feroz Llancar, al mando de uno de los ejércitos del inca, trabándose mortal combate en las orillas de la laguna Mishacocha.

 Viéndose vencido Walqui Shaua ordenó el retiro de sus fuerzas y por una cueva secreta de la laguna pasaron al otro lado de Atun Mayo (Marañón) dejando despoblado el territorio en donde hoy se ubica la provincia de Celendín, incluyendo el gran Huachinorco (Huacapampa).

 En 1533 tras la muerte de Atahualpa, las ñustas y Coris de palacio real huyeron a las punas orientales, amparadas por Titu Atahuchi y fracciones del ejército imperial destruido hasta las verdes y floridas pampas del valle de huachinorco: en donde lloraron amargamente la pérdida del imperio de la felicidad.

 A este lugar Rumiñahui y Titu Atauchi le llamaron Huaccac Pampa "La llanura del llanto" de donde se deriva el nombre de Huacapampa.

 Cuando los españoles y portugueses que poblaban la zona, por sugerencia de Martínez de Compañón, compraron del rey de España la hacienda de este suelo, encontraron pocos indígenas entre 1660 y 1802 se repobló con familias de origen español y portugués.

 Cuando la nueva población se elevó a la categoría de Villa, exceptuada de la jurisdicción de Cajamarca en 1802, Huacapampa fue anexo de Celendín y en 1862 de Lucmapampa. Al proclamarse la Independencia en 1821, esta jurisdicción tomó la categoría de caserío de Huacapampa, perteneciente a Celendín y en 1862 al crearse el distrito de Lucmapampa fue incorporado a éste.

 Cuando Celendín fue elevado a la categoría de provincias, siguió dependiendo de Lucmapampa hasta 1887, año en que el presidente Andrés Avelino Cáceres lo exaltó a la categoría de distrito de la provincia de Celendín, con el nombre de Huacapampa.

El distrito conservó su nombre hasta 1940 en que el presidente Manuel Prado le cambió de nombre por distrito de José Gálvez, con su capital Huacapampa, hasta hoy.

 En su narración don Pelayo Montoya Sánchez (Celendino) nos narra sobre la hacienda de San Isidro de Huauco, dándonos a conocer sobre el origen de nuestros pueblos y es como sigue:

 Esta hacienda fue administrada por un jesuita superior que, en el año de 1767 aparece el reverendo Fray Francisco de Huerta Gutiérrez.

El 27 de febrero de 1767 el Rey Carlos III soberano español expidió la real pragmática sanción, por la que ordenaba perseguir a los jesuitas en España y expulsarlos de América confiscándoles todos sus bienes.

 Ejercía por entonces el virreinato del Perú, donde Manuel Amat y Juniet a quien le tocó dar cumplimiento a dicha disposición, haciendo perseguir a los jesuitas de todo el territorio y logrando confiscar los bienes que dicha orden tenía, no sin dificultades, porque los miembros de la compañía de Jesús en el Perú, habían adquirido gran influencia y preponderancia por su fuerza espiritual y su talento puesto al servicio de la congregación.

 Enterado Fray Francisco de Huerta Gutiérrez, de tal disposición ya fin de evitar la confiscación de los bienes de la Compañía de Jesús en estas comarcas, no tuvo más recurso que ofrecerlos en venta. El indio Rodrigo Carhuacushma, compró estas tierras.

 Don Rodrigo, donó la hacienda Chaquil a don Juan Marín Manzanero que fue uno de Los subalternos del corregidor de entonces y gozaba de absoluta confianza del donante.

 Muerto Carhuacushma, sus herederos se dividieron las tierras denominadas: San Isidro, El Rastrojo y Huashapampa, hoy, Jorge Chávez, fue heredada por la familia de Juan Marín Manzanero, tierras que fueron fraccionadas, pasando a ser gran parte de estas comarcas de propiedad de la Virgen de Natividad, por donación que hizo don Juan Marín Manzanero, pero como había urgencia de atender las necesidades del pueblo, las autoridades municipales, presididas por don José Zavaleta, acordaron la venta de lotes de dichas tierras quedando libre Chaupipotrero, el Guayo, Brasil Mayo Choropampa, Atunyunga, Pampa Tunas, Potrero Nuevo y otros de menor importancia.

 El 1° de enero de 1694 después de la muerte de Marín Manzanero, el Juez Sánchez Carrascal dio posesión de la estancia de Santa Ana de Chaquil a Francisco, Thomas, Juan Joseph, Ana María, María Magdalena y Clara Marín, con su esposa Juana de Rojas Guzmán y sus hijos legítimos, siendo repartidos a su entera satisfacción.

Primeros personajes notables en los tres distritos:

 Huacapampa: Dionicio Zamora, Clemente Aliaga, Toribio Zamora, Manuel Díaz y Bartolome Escalante

 Huauco: Catalino Zegarra, Agustin Quevedo, Benito Marín, Pedro Pablo Reyna y Manuel R. Chávez.

 Lucmapampa: Fernando Abanto, Pedro Mariñas, Rufino Rodríguez, Pedro Chávez y Antonio Bazán. Juan Marín Manzanero (1637) Juana de Rojas Guzmán (esposa) español, casado, ella fue mestiza hija natural del capitán Juan de Rojas Guzmán, Juan Marín Manzanera nació en el año 1604. Fue residente en Guacapampa y Celendín, murió a la edad de 90 años.

 Por otro lado, se recopiló del Almanaque del Perú. 1973 - 74 en donde dice: Huacapampa (pampa sagrada) con (nuestra señora del Rosario) capital del distrito de José Gálvez, a 2,560 m.s.n.m con presión barométrica de 599 mbs al pie del cerro o loma alta Huashminorco, hermosa altiplanicie llevada al lienzo por Alfredo Rocha. Sus coordenadas geográficas son 6°55’ L.S. y 78° 07’55 L.W. con 58 Km2 de área total. Se habla de que en estas tierras existe fuego interno probablemente de la litosfera - casi sensible; nombre que tuvo hasta 1940, el actual distrito José Gálvez, cuyo cambio de topónimo se debe a iniciativa del entonces diputado por Celendín, don Clodomiro Chávez Mariñas.

 Huacapampa es epicentro de la antigua tribu de los huacapampas, que habitaban en tierras feraces y hermosas como una "Arcadia griega" a decir del citado Alfredo Rocha, gran celendinista. Hoy está ciudad vive prestigiada, entre otros motivos, por su pueblo que es singularmente blanco, sus mujeres muy bellas.

 En su plaza principal hay tantos limoneros y naranjas que se asegura, es la más perfumada del Perú.

 Tomado de la Revista Eco Sucrense Año X Numero 10, 2015.

jueves, 18 de noviembre de 2021

DESECACIÓN DE LA LAGUNA HUAUCOCOCHA

 Grandes esfuerzos y no pocos recursos han desplegado los antiguos Huauqueños y diversas administraciones municipales en desecar la laguna Huaucococha, también llamada Millpo con el mérito de ganarle terreno y de esta forma ver acrecentados sus ingresos comunales, según reza el acuerdo de Concejo.

 El deseo ansioso por secar la laguna tuvo un fin doble para los sucrenses; económicos y de seguridad para el pueblo por la amenaza que Esta significaba, fue aprovechado por políticos bisoños utilizándolo como caballito de batalla, para sus propios intereses. En 1923 el Alcalde Don Francisco Sánchez presento en sesión de Concejo una moción en la que corrobor6 el vano esfuerzo, deplorando lo gaseoso de las ofertas electoreras dijo: "que desde tiempo inmemorial el Concejo Municipal de este distrito, viene poseyendo el terreno de la campifia que constituye el !echo de la laguna que se forma en la estación de lluvia, terreno cuya extensión superficial se calcula, aproximadamente, en 40 hectáreas, siendo la renta anual que produce tan insignificante que solo alcanza a 6o soles, suma que llegaría a ser décuplo si se llegaría a desecar el terreno, dando curso a las aguas llovedizas por medio de un corte o rompimiento de la Conga de Urquía (sic).

En esta corta sustentación el Sr. Sánchez continua enérgico: "No intentaré hacer en este momento, una larga historia de las empresas que se han iniciado y los fracasos que se han obtenido en el noble empeño de desecar los terrenos de nuestra campiña; desilusionado por amargas experiencias de lo que valen en realidad las promesas y apoyo que los han ofrecido los representantes de la provincia debemos encarar resueltamente el problema de la desecación de nuestra campiña ateniéndonos únicamente, a nuestro propio esfuerzo, porque solo son grandes los pueblos que marchan con resolución y entusiasmo hacia el ideal de sus engrandecimiento". La moción del señor alcalde después de sus persuasivas y enérgicas palabras fue aceptada, sin réplica.

 Sin embargo, la empresa de secar la laguna, pese a que se dieron pasos efectivos lográndose con la participación de 100 braseros, abrir un zanjón quedo solamente en intento como los anteriores. El sucrense del siglo pasado no conoció de debilidad y continuo tenaz para conseguir sus sueños de ver seca a la campiña que orla Sucre, después de 10 años en 1933 el alcalde Don Rafael Aliaga Horna se decidió echar al traste de los esfuerzos fallidos uno más a los muchos desde aquel lejano año 1905. En sesión del 15 de setiembre de 1933 el referido alcalde informo que en mérito a sus gestiones, el supremo gobierno ha enviado un comisionado para estudiar la obra de desecación de la laguna, misión recaída en el ingeniero Rabanal el mismo que ha manifestado ante este Concejo que la mente del gobierno es atender el memorial proporcionando herramientas y explosivos necesarios para verificar la obra de desecación con un corte al morro o conga trabajo que se realizó con la fuerza de los viales aplicado a los pueblos de Jorge Chávez José Calvez y al propio Sucre.

 Sin embargo ese nuevo ensayo, que incluyo la participación del estado también fracaso; los sucrenses desconcertados ante la imposibilidad de poder alcanzar sus deseos, no perdieron la esperanza de lograrlo algún día y ese día llegó el año 1940 cuando un hijo epónimo, don Clodomiro Chávez Marinas, logra una curul en la Cámara de Diputados; desde su butaca el diputado por Celendín; pidió al gobierno la realización de esa acariciada obra, advirtiendo al presidente Don Manuel Prado que si la obra no se emprendería la laguna acabaría engulléndose a 3 pueblos y a varios anexos.

La obra empezó el año de 1940, bajo la supervisión inicial del ingeniero Tisieres de origen italiano, después lo hizo el ingeniero José María Zegarra; 7 años más tarde la obra de desagüe de la laguna quedo terminada. Las aguas liberadas a través de un túnel de 608 metros formaron el rio Lealmayo. El terreno ganado a la laguna fue adjudicado al Concejo de Sucre mediante resolución suprema N° 234 del 18 de Julio de 1951. El alcalde que recepcionó la obra y las tierras ganadas a la laguna fue Don Alcibíades Horna.

 


Fuente: Revista Eco Sucrense Año X -número 10- 2015

miércoles, 12 de septiembre de 2018

CRÓNICA HABLADA, NUESTROS PUEBLOS: SUCRE Y CELENDÍN



Introducción
Con el propósito de contribuir al develamiento de nuestra historia local, publicamos un artículo que narra los apetitos personales y de grupo tras una falsa práctica política. Encontramos en él, tal vez, el meollo de las discrepancias y rencores entre dos pueblos hermanos: Celendín y Sucre, que fueron originados y alimentados por el caudillismo de ciertos personajes que lo único que ostentaban era su poder económico. Nuestra crítica va a aquellos sucrenses y celendinos que desde antaño y aun en la actualidad, buscan el distanciamiento y rencillas en el conglomerado social.

Es hora de dilucidar nuestras diferencias, enjuiciar y cuestionar los apetitos mezquinos y las bajezas de algunos de nuestros antepasados y mirar el porvenir con alturada conciencia que nos conduzca a la unidad.
(Jorge Horna)

CRÓNICA HABLADA
Por: Einar Pereira *

(Informativo Independiente Órbita No. 364. Lima enero de 2001)

Mediante artimañas vedadas, politiqueros de lengua puntillosa se habían adueñado de pomposos escaños en la casona ruidosa de aquel Parlamento Nacional; mamaron tetilla de lobezna más allá del hartazgo. Ocurrió en la década farragosa de los años treinta. En ese tiempo, las libertades democráticas fueron acribilladas cual mansas palomas y el destino de hombres y pueblos se acuñó a balazo limpio.

En noches despobladas, salteadores de caminos sometían a los postillones del correo a tiro de gatillo, y luego de acuchillar las valijas metían mano a las ánforas. Con desparpajo, reemplazaban las Cédulas válidas por otras de su conveniencia. El truculento oficio de matarifes, les permitió estropear el río de la opinión ciudadana y desviarlo a un molino donde los sueños eran triturados y sólo sabían ver con ojos ajenos.

Fue costumbre que el honorable membrete de Diputado Nacional se obtuviera teniendo veinte bandoleros a sueldo, media docena de mozas malas, barricadas de buen aguardiente, mucho dinerillo, y halagos para sobornar a funcionarios palaciegos.

Cuando los notables de Celendín se enteraron que Clodomiro Chávez —hijo dilecto de Huauco-, había resultado electo como diputado (pese a impugnaciones bien documentadas y remitidas a Lima) y, aquel muy suelto de huesos comunicó traer en portafolio la representación de la provincia, se armó grande escándalo. Los celendinos de cuño, sintiéronse tan mortificados que no sólo babearon de ira sino que además se les escaldaron los huevos.

Mucho peor aún, cuando aquel hombre iba a llegar al pueblo de un día para otro; en cabildo abierto que taimadamente había amañado el Alcalde, sería declarado "Huésped Ilustre". Compinche avezado y compadre contumaz, el burgomaestre había tramado fastuoso recibimiento al careado legislador: embanderamiento de la ciudad, banda de músicos, veintiún camaretazos, cuetería a cielo limpio, repique de campanas, desfile escolar, champañadas, bautizo de doce ahijados, pelea de gallos, y tijerazo final para inaugurar el pilón de la plaza Alameda, cuyo chorro gordo dizque traería agua limpiecita de Molinopampa.

A las diez de la mañana del día domingo de un año impar, Clodomiro Chávez entró a Celendín lleno de júbilo. Había bajado la cuesta de San Cayetano montado sobre jamelgo jalqueño que llevaba pellón de carnero, cabestro repujado en plata fina, y crines trenzados con cintillos viruteros. Llegó custodiado por treinta hombres que como él, iban a caballo; dada su traza semejaban montoneros: poncho nogal, bufanda oscura, ojos cuervinos, fuetecillo de piel de venado, escarpines empolvados, estriberas de caja egipcia, revolver enfundado , guerrillera de noventa municiones, hedor a cañazo. Y se metieron ruidosos a la calle Comercio dando balazos al aire.

Los que iban a caballo pronto se dieron cuenta que la ciudad estaba desierta. Ni una sola alma ante sus ojos impávidos. Sólo la purísima luz chorreando desde los tejados ocres y las sombras de los hilos del telégrafo. Sombras inmóviles, calladas, muertas. Puertas azules de grandes aldabones, cerradas. Al comienzo, Clodomiro ni siquiera pestañeó; luego frunció el seño y pensó: "La multitud me aguarda en la plaza mayor, y allí me brindará honores y reconocimiento".

Mas no fue así. Según iban avanzando por la calle ancha y los cascos de los caballos hacían castañuelear el empedrado, súbitamente se abrieron los balcones y asomaron matronas y damitas bellísimas que fingieron lanzar flores, volcaban sobre la cabalgata bacinicas llenas de fétida orina. Cuando Clodomiro llegó a la plaza daba pena, estaba ensopado y olía a zorrino. Ni acá ni allá había nadie. Salvo la "loca" Aurora que coja, tuerta y desarrapada, aplaudía porque sí; y tres perros vagos que perseguían a la cachorrita del Alcalde, pues andaba en celo. Fue cuando apareció la turba enfurecida por las bocacalles que dan al río Chico y Chacapampa, armada de piedras y palos. El hombre agasajado, no tuvo tiempo de apearse del caballo, muy pendejo y a medio trote, volvió con los suyos por donde había venido. Él y sus montoneros se refugiaron en el Huauco; y bebieron toda la noche y todo el día con desenfrenada amargura.

Al poco tiempo, la férula "chavista" asestó duras reprimendas. El primero en sucumbir fue Humberto Pereira Pinedo, Director del Centro Escolar 81. El Comisionado del Ministerio de Educación lo trasladó a Sorochuco. El "Piño" no se sometió a la arbitrariedad, con otros hombres vejados emprendieron el camino a Lima. Y sólo volvieron después de muchos aguaceros, cuando Clodomiro Chávez era una oscura leyenda. Entonces la Virgen del Carmen volvió a sonreír, y hubo fuegos artificiales en la noche celendina.

(*) Einar Pereira Salas. Nació en la ciudad de Cajamarca; publicó la novela Celendín tablero de ajedrez el año 2004. Falleció el 2007 en Lima.

Fuente: Revista EL LABRADOR, mayo 2017


jueves, 12 de abril de 2018

LOS ESPOSOS SALAZAR ZEGARRA, PRIMEROS MECENAS DEL COLEGIO SAN JOSÉ DE SUCRE.


Los esposos Rodolfo Salazar Chávez (1899 — 1971) y Ernestina Zegarra (1900 - 1971) fueron para el Colegio San José lo que la familia Curie fue para la ciencia.

Sus nombres están fuertemente unidos a la historia del Centro Educativo desde los primeros instantes de su fundación, pues fue en la casa de su propiedad donde funcionó por dos años consecutivos.

La casa solariega y decadente está ubicada en la intersección de las calles Nazario Chávez Aliaga y Simón Bolívar es una grande edificación de dos plantas; está construida de adobes y materiales propios del lugar, consta de amplias y altas divisiones, con varias puertas de doble hoja a la calle, la gran portada de cedro de ingreso, por el zaguán al patio de forma cuadrangular empedrado. Los anchos alares bordeados con duelas de piedra azul labrada y a cada distancia unas columnas cilíndricas de madera sobre base de piedra y capitel de forma rectangular, también de madera, que, cual Atlas, sostienen las soleras.

Por el mismo lado de la portada una puerta da acceso a través de la escalera ruidosa y sonora de madera al segundo piso construida de madera machihembrada.

La notable pareja de Mecenas, de holgada economía, procedía de una familia con fuerte arraigo católico, con fe en el trabajo y con amplia valorización de la solidaridad.





Revista Eco Sucrense, 2014.
Fotografía: Archivo Sucremus

jueves, 5 de abril de 2018

BOSQUEJO SOBRE LA COMPRA DEL TERRENO DEL MUS

Ceremonia de "La Primera Piedra", 
local institucional MUS

Por Teódulo Sánchez Aliaga.
La presente es un bosquejo de lo que aconteció en la lucha para lograr la compra del terreno del Movimiento de Unidad Sucrense, durante los años en que me encargaron la presidencia. Agradezco anticipadamente tengan a bien publicarlo, hoy que observamos a nuestro MUS en el completo caos, donde cada miembro quiere hacer su regalada gana.

Por los años de1978, me traslade a vivir con mi esposa y mi hijo de un año de nacido, a la casa de Don Julio Escalante, en cuya casa se reunían los miembros del MUS con su presidente el Señor Manuel Rodríguez....

Fue un día viernes en que participé de una reunión que lo conformaban: Manuel Rodríguez, Olindo Aliaga, José Aliaga Rodríguez. En esta reunión estaban decidiendo los destinos del MUS a tal punto que acordaron hacer entrega de los muebles y enseres a la Municipalidad del Distrito de Sucre, tal y como lo estipula el Estatuto vigente, dichos muebles constaban de una mesa pequeña, un franela verde, una campanita, una silla, y una banca de madera de 1.50 mts. de largo, eso era todo lo que tenía dentro de su patrimonio nuestro vapuleado MUS.

Entonces, disculpando la inmodestia, intervine en forma imperiosa y con gran congoja a la presencia inminente de una organización que estaba fracasada. Permitieron mi participación y consideraron mi petición de 90 días de plazo para reestructurar la nueva organización, comprometiéndome a tratar de lograr los objetivos trazados que estaban constituidos en el estatuto, quedando de esta manera establecido el comité reorganizador, quedando el suscrito como presidente.

Como primera autoridad del Comité de Organización, me faculté difundir las metas de la nueva organización y los objetivos del MUS. Difundiendo la necesidad de que la institución pasara a otro nivel, a un grupo de personas, paisanos, con los cuales estaba vinculado. De esta manera se hizo un engrosamiento con nuevos simpatizantes e interesados, dispuestos a sacar al MUS adelante con metas claras y los ánimos al tope.

En primer lugar, fijamos la fecha para la formación del Comité Electoral, sesión que se realizó, una vez más y muy desinteresadamente, en la casa del Señor Julio Escalante. En esta ocasión se reunieron aproximadamente unas 25 personas totalmente nuevas, con la asistencia de algunos socios antiguos y principales dirigentes.

En esta sesión, como cosa curiosa, los cargos a ocuparse se fueron eligiendo todos menos la del presidente el cual quedo para el último, y cuyo cargo recayó en forma unánime sobre mi persona, lo cual me sentí muy honrado y orgulloso comprometiéndome a hacer todo por lograr lo que nos habíamos trazado. Al recibir el cargo de manos del Dr. Orlando Aliaga, cite a una sesión extraordinaria a realizarse en el Jr. Huari 559, donde se dieron cita un aproximado de 65 personas de todas edades y condición social y económica pero muy interesados en ser miembros de la institución, en dicha sesión se trato con carácter de urgencia, impartiendo como primer caso la mensualidad de S/. 2.00, además, a pedido mío y muy especial, de un cuota extraordinaria voluntaria que fue aceptada por la concurrencia, reuniéndose un aproximado de S/. 1,750.00 soles oro, únicos fondos existentes hasta ese momento. Con estos fondos se da inicio a mi gestión realizando una serie de actividades sociales con el único fin de recaudar fondos para la compra de nuestro terreno para nuestro local institucional, pero al ver que los pasos eran lentos y no se iba a lograr mucho por este sistema, un poco anacrónico, por experiencia de lo que fue el fenecido Centro Progresista Sucre al cual orgullosamente pertenecí como directivo. En el año 1982, nos reunimos en el Club de la Unión, ubicada en la Plaza Mayor. El Sr. Dr. Wilson Zavaleta Pérez, el Sr. José Aliaga Rodríguez, el Sr. Olindo Aliaga Rojas y el suscrito. En dicha reunión se acordó elaborar los CERTIFICADOS DE ACCIONES del MOVIMIENTO DE UNIDAD SUCRENSE, numerados correlativamente, con un costo por acción de S/ 1.00 para que, al adquirirlas, el tenedor se sienta comprometido con su institución; así se logra obtener parte de la cuota inicial requerida con un faltante aproximado de 25%. Suma que tuve que cubrir con un cheque de mi cuenta personal, de esta manera se cubrió la cuota inicial del terreno. Luego nos apersonamos a las oficinas del Fundo Flores de Lima, nos entrevistamos con su Administrador el Sr. Altamirano con quien se realizo la compra venta del terreno; las personas que acudimos: como presidente Sr. Teódulo Sánchez Aliaga. Secretario Sr. Olindo Aliaga R. Secretario de Tesorería Sr. José G. Aliaga y como Secretario de Organización el Sr. Washington Aliaga Chávez. Efectuándose la compra en Representación del Movimiento de Unidad Sucrense, Así mismo me vi en la obligación de firmar 24 Letras de S/. 600. 00 soles oro c/u motivo por la cual se tuvo que trabajar duro con reuniones sociales, polladas, cuyadas, etc. Había meses que no alcanzaba el pago mensual entonces tenía que cubrir el pago por que yo había firmado las letras. Pero con tanto amor a la institución y después de tanto batallar se logro salir adelante.

En estos últimos tiempos, me he dado con la sorpresa que hay personas que quieren formar parte de la Junta Directiva para lograr satisfacer sus intereses personales. Tratan de pelearse la Presidencia de la institución, personas que nunca pertenecieron al MUS y que nunca colaboraron con nada, y más aún, hay por ahí un personaje inmundo que hace pasquines cochinos en vez de estar agradecido con su asociación. Sólo la historia sabrá quienes fueron los que lograron el fortalecimiento institucional del MUS.

Agradecimientos sinceros a los señores que nunca desfallecieron y siempre me acompañaron: Sr. Dr. Wilson Zavaleta Pérez, Sr. Olindo Aliaga Rojas, Sr. José Aliaga Rodríguez y Sr. Washington Aliaga Chávez. Y mis agradecimientos a muchos paisanos que depositaron su confianza en mi persona para así lograr la consecución de nuestro local institucional.
Muchas Gracias.

Revista El Labrador, mayo 2010.

lunes, 10 de julio de 2017

Huellas: NOSTALGIAS DEL CINE EN SUCRE

Por Salgud.

Hoy hablaré una vez más de aquel Sucre antiguo, de tiempos pasados, que hace honor a su época porque, valgan verdades, era un Sucre mejor. Contaba con una sucursal del Banco de la Nación, un mercado de abastos sabatino y con varias tiendas de comercio para el consumo diario, asimismo contaba con establecimientos de expendio de telas de corte inglés, como la de don Teobaldo Chávez, de don Agustín Marín y del viejito Samuel Silva; había una zapatería bien nutrida en la plaza de armas de propiedad del profesor Onésimo Silva denominada "Zapatería Danita"; estaba en boga el estanco de sal y de la coca de don José Zavaleta sin dejar de hablar de la embotelladora de gaseosas "La Sucreñita" y también se disfrutó con un cine cultural, mismo que llegó a funcionar con un proyector marca Lumiere modelo 9 mm en el patio de la casa de la señora Eloísa Zegarra, ambientado de manera precaria y poco sofisticada por el recordado Mardonio Sánchez.

A decir verdad, cuando seguimos enumerando todas estas cosas que se han perdido en el pueblo, no hace sino invadirnos la nostalgia, combinada con una suerte de coraje y de impotencia, al ver que nuestra querida tierra, pese a los grandes adelantos de la tecnología con la que se cuenta en la actualidad, no ha hecho menos que retroceder enormemente en su desarrollo natural. Los motivos, vaya usted a saberlos y sería un excelente "tema de tesis" para un estudiante de universitario, pero eso por ahora no nos interesa; lo que si nos avoca es recordar aquel gran portento de la tecnología del siglo pasado que fue el cine y que hizo su llegada por primera vez a Sucre, según cuentan, como cine mudo, y en blanco y negro, cuando a nuestro pueblo llegó un personaje llegado del sureño país chileno, cuyo nombre casi nadie recuerda ahora, pero que le apodaban cariñosamente "mono sucio". El, si es que no estoy equivocado, proyectó en varios patios y corralones del pueblo, algunas películas en blanco y negro que en ese entonces, pasaban de moda en Europa y los Estados Unidos, esto ocurría a fines del 60 y principios del 70 y, tales películas eran recortes seguramente de las de los primeros clásicos extranjeros, como el título "bomba" una especie de Tarzán mudo que fue una de las primeras proyecciones. Esto lo testifico, porque cuando yo era estudiante de secundaria, llegó a mis manos uno de estos rollos, incompleto y algo deteriorado a tal punto con la inquietud infantil que me caracterizaba, hice mi propio proyector casero de cartón y pretendiendo visionar esta película, obviamente sin sonido ni movimiento alguno y con las limitaciones propias de un aparato hecho "a machete".

Fue nuestro recordado amigo Mardonio Sánchez Sánchez quien trajo a Sucre, por primera vez al verdadero Cine sonoro y muchas veces a full color, que le puso el nombre de CINE CULTURAL SUCRE. Cómo no recordar la gran sensación de ansiedad que sentíamos, muchachitos todavía en aquel entonces, cuando después de pagar nuestro sol, a doña "Fija" (la mamá de Mardonio que hacía las veces de cajera del improvisado cine), nos sentábamos en las "butacas" hechas de tablón de eucalipto y esperábamos, previa música de valses y boleros, escrupulosamente escogidos por los dueños, a que empezaran a proyectarse "los rollos" (así le decíamos a la película), por Milton Odilón, quien hacía las veces de maquinista de proyección. Luego de la música, que estoy seguro sólo le gustaba a su dueño, no por fea sino por vieja, venían los preliminares y repetidos hasta la saciedad corto metrajes, entre ellos los que destacaban eran: "La caza del cachalote", "miel pura de abejas", "operación de almorranas", entre otros; sacados tal vez de los más olvidados archivos de la otrora productora fílmica alemana TRANSTEL y que estoy seguro se los conseguía don Mardonio en calidad de ofertas por el alquiler o préstamo de las películas de fondo que venían después. Como no acordarse de inolvidables títulos como el de las primeras proyecciones: "Molokay la Isla maldita", que narraba la historia dramática de un cura con verdadera vocación de fe, que se adentró en una isla española de leprosos, quedándose para siempre y muriendo en ella como uno más de ellos. Otra película de la cual tengo recuerdo fue "El príncipe encadenado", adaptación de la novela de Calderón de la Barca "La Vida es Sueño". Creo que entre las películas de acción mejores que vio Sucre estuvieron "Flint peligro supremo" y "Flint misión insólita", que eran una adaptación cursi del agente 007. También estuvo una de las pistoleras o westerns como "Duelo de gigantes" con John Wayne y Kirk Douglas; gozamos con la recordada "Un millón de años antes de Cristo" historia con dinosaurios de hule a lo Jurassic Park prehistórico. Otras de orientación religiosa como "Josie la Indomable" basada en las peripecias de una jovencita de corte puritano 
Molokay, la Isla Maldita
ambientada en Norteamérica de tiempos de la colonia inglesa, o "el encuentro", muy recordado film por el protagonismo del Alberto, un chiquillo que se mostraba por primera vez en pantalla, al público sucreño, su desnudo al ingresar en una piscina y muchas, muchísimas más.

Pero así como nos trajo buenas películas dignas del recuerdo, también nos trajo algunas terriblemente feas y aburridas, que por lo mismo no las olvidaremos nunca. Entre las más desagradables no podemos olvidar a "El Arpa Birmana", era un documental de la segunda guerra mundial en la zona de Camboya, que presentaba unos arenales a los cuales le disparaban ráfagas de metralleta cada vez que por ahí se aparecía algún chino con su sombrero en hongo y caía fulminado por las balas, teniendo como fondo musical el arpa Birmana; para colmo era largometraje, en blanco y sepia, como para dormirse sin necesidad de tomar valeriana. Pero la más aburrida de todas fue sin duda "Un señor y su perro", en la cual se escuchaba la narración de un sujeto que pasaba horas y horas con su perro por las calles, mercados, tiendas y plazuelas de Alemania y finaliza cuando al animalito le dieron ganas de hacer sus necesidades justo al frente de una monumental pileta de aguas burbujeantes y cristalinas. Recuerdo también que una vez, estando Mardonio en la plaza de armas en una charla, le pidieron que trajera algo sobre fútbol y el muy chiflado trajo una función completa sobre los entrenamientos del fútbol amateur alemán y cuando en plena función le reclamaban pidiendo partidos de mundiales, él, en tono burlón contestaba: "ahí está pué, no querían fútbol, pues fútbol estás viendo, jajaja...".

En otra ocasión, fue tal el despiste del maquinista Milton Odilón, que por equivocación o tal vez dejándose llevar por su temperamento un poco agriado, confundió los rollos de la película y comenzó la función por el final. Tal fue la sorpresa del público que luego de unos quince minutos de función y habiendo seguido la historia a medias, apareció la palabra FIN y salieron los créditos. Ante tal metida de pata, no le quedó más, a nuestro menudo amigo, que continuar con la proyección como quien dice de las patas a la cabeza, terminando la función con el título de la película.

Y para finalizar este recuento de algunas de las más recordadas anécdotas del cine cultural Sucre, quiero contarles lo que pasó en la última función que hubo o tal vez una de las últimas: Se proyectaba la cinta argentina "pelota de trapo", que narraba el sueño un niño, que tiene el sueño de ser "crack" de fútbol. Con sus amigos del barrio y una pelota de trapo crean un equipo modesto, al que llaman «Sacachispas» en las precarias canchitas callejeras del barrio de la boca al sur de la ciudad de Buenos Aires. En la tercera noche de proyección, no hubo luz en Sucre y por ello el loco magno alquiló un grupo electrógeno de Celendín. A media función, justo cuando iba a patear un penal el niño protagonista, el bendito motor se apagó y no arrancó más. La gente, llena en el patio de doña Eloísa, pedía a viva voz la culminación de la película y Mardonio muy suelto de huesos, sentenció; "no se preocupen, si quieren les cuento el final o si no, la próxima semana, cuando se reponga la luz, pasamos lo que falta de la película, tengan paciencia, tengan paciencia...".

La llegada del VHS se encargó de darle al cine, no solamente en Sucre si no en muchas partes del mundo, la estocada final. Los adelantos en cuestión de tecnología han hecho que ahora solamente queden estos lindos recuerdos que se constituyen en una parte importante de la historia de nuestra querida tierra de Sucre.


Tomado del folletín Zarzamora, mayo 2017.
Salgud: Douglas Rojas Zegarra.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Huellas: AFICION GALLISTICA EN SUCRE



Prof. Lizardo Escalante silva.

La afición a los gallos de pelea en Sucre, a semejanza al resto de pueblos del Perú, nace durante la época del coloniaje. Fueron los españoles los que la difundieron en toda la extensión territorial de nuestra Patria.

Quien escribe estas líneas hace un pequeño resumen histórico referente a los gallos de "RIÑA" a partir del año 1950 aproximadamente. En esa época todavía incipiente, se jugaban gallos sin ningún interés económico, papando como máximo jugar a "LA PLUMA" (Esto quiere decir que el dueño del gallo ganador llevaba aparte de su gallo el gallo perdedor).

Por aquellos tiempos se jugaban gallos en las calles, especialmente en aquellas donde crecía pasto.- Para tal efecto, peleaban los animales con sus espuelas naturales; no existía un juez determinando; tampoco se jugaba el tiempo que estipula el reglamento actual. Allí perdía el gallo que corría o moría en el combate.

Permítame hacer mención a los grandes aficionados de ese entonces, por quienes yo, aún niño, guardaba todo el respeto y consideración que merecían.- Entre otros, tengo que mencionar a:

- Julio ALIAGA ZEGARRA, con sus gallitos color "Cenizo"
- Eurípides ZEGARRA, con aquellos de lindo plumaje los "Ajisecos".
- Celestino DIAZ, con sus gallos "Flor de habas".
- Ambrosio CHAVEZ ZEGARRA, con sus famosos gallos los "Alazanes".
-"CALOCO", con los incomparables gallos "Carmelos" y su gallito "El cholo Cajabambino".
- Teobaldo CHAVEZ.- Aficionado apostador.
- Sergio ZEGARRA ZELADA, "Nevada", con sus gallitos "Ajisecos y Gallinos".

Gran recuerdo nos trae nuestro "Nevada" quien, so pretexto de pesar su gallito, pasaba de tienda en tienda como tomarse un traguito.

En nuestro pueblo actualmente, la afición gallística se ha modernizado. Hoy se preparan animales para competir con aficionados de José Gálvez, Celendín y Cajamarca; y, por su puesto, en nuestra feria Patronal se juegan gallos con espuelas postizas, las mismas que son de diente de pez sierra, o de carey, con armadores calificados con un juez que es la máxima autoridad y cuyos fallos son inapelables. Se juega un tiempo de 15 minutos; los dueños pactan la cantidad de dinero a jugarse. Estos depósitos los hacen al juez, montos que van desde los 20 a 100 nuevos soles.

Debo remarcar que en nuestro pueblo se hacen buenos cruces de razas entre animales criollos y otras, como la española, americana, inglesa, cubana, colombiana etc.

También, quiero mencionar a grandes aficionados de esta época como don:

- Noel ROJAS MARÍN e Hijos.
- Fernando CHAVEZ.
- Baldemar ALIAGA ALIAGA.
- Fabián ABANTO ARAUJO.
- Jaime ALIAGA REYNA.
- Gílmer ALIAGA REYNA.
- Julio ALIAGA DIAZ.
- Quintiliano VELASQUEZ.
- Oscar ROJAS MARIN.
- Augusto ARAUJO CALLA.

Pido disculpas de aquellos que, por el momento no recuerdo.


De la revista El Labrador, mayo 1992.

miércoles, 7 de octubre de 2015

CELENDÍN Y JUAN BASILIO CORTEGANA

                                                                  
Un año más cumple Celendín como provincia, desde su creación el 30 de setiembre de1862. No son muchos años (153), pero sí los suficientes para avanzar y hacernos soñar en un mejor futuro. Sobre ello, he reflexionado en oportunidades anteriores: sus problemas, logros, carencias y opciones de desarrollo; hoy, me referiré a quien fue el gestor de su creación: Juan Basilio Cortegana.

Juan B. Cortegana

Como muchos de esos grandes hombres, nació el 12 de octubre de 1801 en una humilde casita del anexo Chuco (caserío Caguaypampa, Celendín). Inquietos por ubicarla y registrarla fuimos tras ella, pero con pena solo encontramos sus cimientos en medio de chacras y cercos abandonados. No fue difícil imaginar cuánto sufrió por la pobreza que lo rodeaba y por quedar huérfano desde niño.

Pero J.B. Cortegana tenía un destino trazado. Ya en Celendín, se pone al cuidado del párroco José Cabellos, a quien sirve por algunos años. Se ilustra y se hace joven, y pronto viaja a España, donde las guerras napoleónicas modelan su espíritu libertario. Al volver al Perú, se suma y participa en la gesta de la independencia, gana el grado de Teniente y asciende  hasta Coronel, e interviene en combates decisivos para expulsar a los españoles (Junín y Ayacucho, entre otros).

Esas experiencias las iba documentando y describiendo, fruto de lo cual son los 13 tomos manuscritos bajo el título “Historia del Perú”, lamentablemente hasta la fecha no han sido editados no obstante que la Ley 23631, recomienda su publicación.

Al alejarse del campo militar e imbuido de ideales y cariño a su lugar de origen, incursiona en la vida política. Al lado de otros connotados celendinos, promovió y luchó porque su tierra adquiera el rango de provincia, lo que se plasmó en la fecha arriba indicada. En 1868 es elegido Diputado por Celendín, y años después impulsó la organización de La Sociedad Fundadores de la Independencia.

Creo que Celendín ha sabido honrar a este hijo predilecto: un distrito lleva su nombre, igual que el principal colegio secundario y una plazuela (hoy en remodelación) con su busto. En 1983, fue reconocido como Prócer, Historiador y Parlamentario, y se dispuso que sus restos se trasladen al Panteón de los Próceres, acto que se cumplió el 17 de abril de 1984.

Como otros personajes ilustres, J.B. Cortegana murió pobre y olvidado, el 11 de diciembre de 1877. En el aniversario de Celendín, estas breves palabras, en su memoria. 


 Tito Zegarra Marín

Fotografía: Cortesía de Celendín Pueblo Mágico.

jueves, 19 de febrero de 2015

Huellas: CAJAMARCA EN EL TIEMPO

Una presentación de la Asociación Cultural San Antonio de Caxamarca.

Este vídeo es una recopilación de fotografías de muchos fotógrafos cajamarquinos como Juan Villanueva (Bagate), Gabriel Barrantes, Eudoro , Teobaldo y José Cerna, Sattui, Alejandro Vélez Abanto, Lorenzo Cabrera Vélez y muchos otros que en el anonimato retrataron instantes del pasado de la vida de Cajamarca. Su propósito es mostrar a nuestros jóvenes como hemos perdido muchas joyas de arquitectura y arte de nuestra antigua ciudad, y hacer un llamado para que ellos que son el futuro de esta tierra puedan defenderla, cuidarla y preservarla para que sea expuesta al mundo como una muestra de nuestra identidad.

Este vídeo es una presentación de la Asociación Cultural San Antonio de Caxamarca , habiendo sido los encargados de la recopilación los socios: Evelio Gaytán Pajares, Luis Alberto Cerna Salas y Renato Chávarri Gionti. 

Disfruten de esta muestra histórica, que a más de uno de los antiguos cajamarquinos , los llenará de recuerdos de vida, durante este viaje al pasado de esta hermosa ciudad del Cumbe.


jueves, 9 de octubre de 2014

Huellas: LA LECCIÓN DE RAIMONDI


"En el libro del destino del Perú está escrito un porvenir grandioso".
"¡Jóvenes peruanos! Confiando en mi entusiasmo he emprendido un arduo trabajo muy superior a mis fuerzas. Os pido, pues, vuestro concurso. Ayudadme, dad tregua a la política, y consagraos a hacer conocer vuestro país y los inmensos recursos que tiene".


Jorge Guillermo Llosa.
La lección de Raimondi ha sido recogida en ediciones fragmentarias, que sólo comprenden una parte del vasto material acumulado en sus apuntes; así como en sus colecciones científicas y en la evocación constante que se hace de su memoria y de su obra. Sin embargo su figura siempre permanece algo distante y no pasea, como debiera, familiarmente entre nosotros. Los gruesos volúmenes repletos de abrumadoras observaciones, publicados en forma restringida no han podido llegar al gran público, a la muchedumbre del pueblo peruano y a esa juventud a la que el sabio tanto amó y en la que puso tantas, esperanzas.

La presente antología aspira a lograr ese acercamiento humano entre Raimondi y el Perú de hoy. Hemos seleccionado páginas de sus itinerarios viajeros, (Antonio Raimondi. "Notas de Viajes para su obra El Perú". Publicado por el ingeniero Alberto Jochamowitz. 4 tomos. Lima, 1948) buscando en ellas las líneas que nos revelan al hombre, las observaciones y narraciones amenas e ilustrativas que forman un libro de lectura incomparable y fundamental para el lector y, principalmente, para el estudiante peruano. Un libro de aventuras, en el más alto significado; peripecias y riesgos personales, emoción de descubrimientos, goce puro de la inteligencia, placer de abrir caminos, empaparse de naturaleza virgen, tratar de cerca a pueblos desconocidos, llegar —como dijera Alonso de Ercilla— "a donde otro no ha llegado", recoger en dibujos o en dulces pinceladas los rasgos de las ciudades muertas y la lozanía de flores núbiles. Un libro, pues, educativo, como quería la pedagogía ateniense: poético y racional, ejemplo de carácter y lección objetiva de sabiduría, acicate al vuelo de la imaginación y donoso recreo del pensamiento sobre la frescura de visiones inéditas.

Dejemos por un momento los textos, las especies raras, los hallazgos arqueológicos, vegetales y minerales, las cartas geográficas, las láminas y los dibujos. Busquemos el hilo conductor que sostiene esta masa ingente de ciencia elaborada. No es más que una débil vida humana tendida sin descanso, durante cuarenta años en el Perú, como la cuerda de un arco. Todo un país inmenso e inexplorado materialmente recorrido, recogido, ordenado y transcrito al lenguaje de las ciencias naturales. Este esfuerzo que es tanto de gabinete como de campo, intelectual como físico, levanta a Raimondi a la altura de los más grandes naturalistas clásicos; aquellos que palparon la tierra para arrancarle sus secretos y quisieron, como nuevos dioses, darle un nombre y un orden al mundo que nos rodea. En estos niveles de sobrehumana grandeza Raimondi se compara a Plinio y Aristóteles, a Linneo y a Buffon, a Darwin y a Humboldt.

Detrás de la obra maciza y monumental emerge el genio creador y en el fondo de él, el hombre, el niño milanés y el joven italiano que a los 23 años de edad desembarca en el Callao para no alejarse más hasta el año 1890 en que la muerte lo recoge.
Su competente biógrafo. Ettore Janni, nos ha transmitido algunas sugerentes imágenes del niño Raimondi. Aparecen nítidas, desde la infancia, dos virtudes dominantes: la voluntad emprendedora y la sed de conocer la naturaleza. Esta energía espiritual fue la que lo sostuvo y le permitió realizar una empresa que era superior no sólo a sus fuerzas, como él dijera, sino a las de cualquier ser humano. Tarea de investigador realizada con medios irrisorios, en un ambiente desconocido, teniendo que afrontar los pequeños miserables problemas de la subsistencia y de las obligaciones rutinarias. Hazaña vital cumplida con lúcido estoicismo, en climas inclementes, en alturas de aire enrarecido, frente a peligros como aquellos que recordaba San Pablo, de malos caminos, salteadores y naufragios. Raimondi pagó tributo a la verruga —el mal que inmortalizó a Carrión, mártir de la medicina peruana—, y no retrocedió ni ante el peligro de abismos ni ante el brebaje ofrecido en humeantes cabañas de salvajes.

Decía Momsen que la historia supera en interés y en sorpresa a las obras de pura ficción. Así se nos aparece Raimondi, más audaz y más sugestivo, en su mula caminera, que el sabio aventurero pintado por Julio Verne en la novela "Los sobrinos del Capitán Grant".

En el genio emprendedor y tesonero del sabio parece revivir el ímpetu de la raza lombarda que penetró, como un cuchillo, en la Italia medieval, asentándose en la Mediolanus latina, la Milán laboriosa y tenaz que es el hormiguero industrial de la península. Raimondi participó, según piensa su biógrafo, en las Cinque giornate que convirtieron a la capital lombarda en una hoguera lanzada contra el dominio austriaco.

La curiosidad científica empujaba al niño Raimondi a actos de valiosa calidad moral. Gastaba sus propinas en adquirir las obras del naturalista Buffon; empleaba sus feriados y horas libres en observar la naturaleza, los animales de los parques zoológicos y las plantas exóticas de los jardines botánicos. De esta entrega total a la ciencia nace su sentido ascético de la vida, su heroísmo cívico y su energía inagotable. Sus biógrafos y comentaristas han subrayado este fundamento moral de su personalidad como lo distintivo, lo más señero de su figura tan admirable en todos los conceptos. Refiriéndose a su significación dentro de la ciencia peruana, dice Honorio Delgado que "El espíritu de Raimondi es abierto al mundo y dominado por un entusiasmo lúcido, a la vez gozoso y grave, sin mezcla de propensión al caos ni a la doctrina de escuela. Encarna la fuerza plástica segura de sí misma a causa de la propia grandeza y de su dirección incondicional hacia lo auténtico".

Jorge Basadre, en la "Historia de la República del Perú", nos ofrece este retrato moral sabio: "Demostró siempre ser discreto y sereno aun ante el riesgo y la desgracia; lleno de buen sentido y de agudeza; propenso en todo momento a juzgar las cosas sin violencia; inmune a la fatiga, al abandono, a la pobreza y a la sociedad; inagotable en su curiosidad y en su constancia; dedicado íntegramente a la contemplación de la naturaleza y a la búsqueda de los secretos que en el campo de la botánica, la zoología, la química, la mineralogía, la geografía ella alberga y por eso, según sus propias palabras, "estimando en nada el interés y la gloria". Hizo suyas las horas de júbilo, las horas de penuria y las horas de aflicción de la patria adoptiva".

Raimondi, como todos los grandes hombres, es ejemplo de una vida que sigue una trayectoria y no se resuelve simplemente a desplazarse al capricho de las circunstancias. Su vocación se definió desde niño por la naturaleza; dentro de ella por los países tropicales y, entre estos, por el Perú. En la elección temprana de la que él consideraría su segunda patria, hubo influencias intelectuales —la fama del país, el hecho de haber sido relativamente poco estudiado, la variedad de climas y ambientes geográficos dentro de su territorio—, pero también algo así como un mágico y obscuro llamado. La vocación peruana de Raimondi nace cuando contempla, en un jardín botánico, la sorprendente figura del "cactus peruvianos". El joven acude al reclamo de esa naturaleza pródiga en formas grandiosas y extrañas y se embarca hacia nuestras playas. Sus primeras actividades en Lima, vinculadas al gran Cayetano Heredia, son de profesor, pero tan pronto puede se escapa del cerco de la ciudad para echar un vistazo a los alrededores. Entonces encuentra, humilde saludo, la presencia de una mata de higuerilla que le produce una gran emoción. Recién ante esta planta silvestre se siente realmente en el Perú, pues hasta ese momento aquel arbusto no lo había visto sino en el artificial escenario de los jardines dedicados a la botánica tropical.

Los cuarenta años de Raimondi en el Perú, de 1850 a 1890, corresponden a un período contradictorio y desorientado de nuestra nacionalidad. Es la falsa ilusión del guano y del salitre, lo que Basad re llama "la prosperidad falaz"; es la audacia de las obras públicas, los gastos rumbosos, la imprevisión que sería tan funesta, la confianza irresponsable en el poder de las riquezas fácilmente habidas. Hay esfuerzos meritorios de hombres de ciencia, de exploradores y estadistas peruanos que tratan de posesionarse efectivamente del país profundo. Pero junto a ellos, ¡qué frívola mentalidad virreinalicia!, ¡qué lamentable confusión entre la pasajera riqueza fiscal y la pobreza profunda de un país abandonado!

Las provincias y la masa indígena llevan una existencia soporífera. El tono que da Lima no es el de una capital rectora sino el de una desocupada corte en la que se gesta la sociedad criolla, con montoneras y juergas; los caudillos políticos tratan de halagar a un populacho mestizo burlón y sensual, acostumbrado a la pompa del Virreinato. En la literatura dominan los satíricos y costumbristas; Segura lleva a la escena la desfachatez de los tipos callejeros, los mismos que retrata Pancho Fierro en sus acuarelas. Una de ellas, precisamente, está dedicada al doctor Solari, médico italiano amigo de Raimondi.

El sabio italiano se incorpora a la vida de este Estado peruano, sujeto a tantas apostasías.
Forma parte de innumerables comisiones científicas, entre ellas una para inspeccionar el guano de las islas de Chincha y otra los depósitos salitreros de Tarapacá. Dos riquezas y dos símbolos. Raimondi presenció las guerras que de ellas nacieron. Se siente orgulloso de la conducta de los peruanos en el combate del 2 de mayo de 1866 contra la escuadra española y del heroísmo derrochado en la trágica contienda de 1879. Al ser ocupada Lima, el sabio confió sus tesoros científicos a la protección de la bandera italiana. No quiso enviar sus manuscritos a Italia: "Son del Perú —dijo-- que corran la suerte del Perú".

La paz precaria con Chile no aquietó las zozobras nacionales. Al contrario con ella se iniciaba un largo y difícil periodo de definiciones fronterizas con todos los vecinos. Raimondi fue designado miembro de la Comisión Consultiva de Relaciones Exteriores —junto con Ricardo Palma— y ofreció el concurso invalorable de su saber a la preparación de la defensa de los derechos territoriales de nuestra Patria.

De su monumental obra escrita fluyen la realidad y la lección del Perú. Lo que es la naturaleza y lo que el hombre debe realizar. Entre los precursores de los que han buscado la esencia nacional y un programa peruano de existencia, Raimondi ocupa un lugar de honor. El proceso del despertar de nuestra conciencia, después del sacudón del 79, ha sido doloroso y difícil. Solamente en las últimas décadas hemos hallado fórmulas de interpretación histórica y social que nos permiten evaluar todos los aportes que hacen a nuestra Patria y trazar con ellos una doctrina peruanista de vida colectiva.

El sabio midió toda la dilatada extensión de nuestro territorio —entonces más dilatado que ahora— y trazó cuidadosamente sus rasgos en el grandioso mapa mural que hoy podemos admirar. Desde las salitreras del sur hasta Tabatinga, en la amazónica frontera con el Brasil; desde las cumbres de las nacientes del Marañón y de volcanes desconocidos, como el Huaynaputina, hasta las espesuras del Ucayali, las quebradas perdidas de los Andes o los arenales interminables de la costa. Sus recuerdos transmiten una presencia poderosa de la magnitud física y natural del Perú y de sus caudalosas riquezas. Pero, al mismo tiempo, el estado social y político de la época que describe no puede ser más lamentable. La acción del Estado es prácticamente nula; no hay vías de comunicación, ni protección policial, ni planes de industria, ni aprovechamiento racional de los recursos. Sin embargo, el sabio no deja de anotar todos los signos positivos de vida laboriosa y progresista. Describe las pequeñas industrias, los cultivos, las diversas técnicas, las artes, el esfuerzo individual —como el del señor Monteblanco de Chancha mayo—, las posibilidades inmediatas, que de haber sido atendidas —como en el caso del caucho— habrían dado al Perú una riqueza actual incalculable. La primera lección del naturalista Raimondi es un inventario de nuestros recursos; un llamado de atención hacia aquello que somos físicamente, aquello con lo que contamos; nuestro patrimonio. Lección necesaria y urgente, entonces como ahora, en un país en el que se hizo costumbre el hábito virreinal de la riqueza monetaria y de aquella que se traduce exclusivamente como caudal exportable. Para Raimondi la riqueza verdadera es la que deben movilizar los peruanos en primer lugar para ellos mismos, para elevar su nivel de existencia, olvidándose del maleficio de una economía concebida en términos de coloniaje y de capitalismo foráneo.

El Perú que nos presenta es una unidad transitoriamente desarticulada. Indirectamente apreciamos que los personajes geográficos y los tipos humanos sostienen una personalidad característica, sellada por la naturaleza y por la historia como peruana. Raimondi quiso recoger esa unidad despedazada y lo hizo atando todos los cabos de la patria con sus propios viajes y reuniéndolos, en totalidad racional, dentro de las páginas de su libro múltiple, El Perú. En este sentido es un testimonio particularmente valioso el que nos ofrece sobre la vida en la región amazónica, que ignorantemente se osó disputarnos, en la que la obra de los colonos peruanos despierta a la selva con los primeros signos de la civilización moderna, levanta ciudades, tiende sobre los ríos la navegación a vapor y lleva hasta la obscuridad del mundo primitivo las luces de la conciencia y de la emoción nacional.

Raimondi representa la voluntad de rescatar al Perú de la enajenación económica y de devolverle la conciencia de su unidad. Unidad física pero, también y sobre todo, unidad de destino. Por eso debe ser considerado uno de los forjadores de nuestra nacionalidad y por eso, también, pudo decir Raúl Porras Barrenechea que él representa en la geografía, como Palma en la Literatura y Garcilaso en la historia, una de las grandes coordenadas de la cultura nacional.

Así como observa Raimondi que se ha producido una desintegración del cuerpo físico, también es sensible a la notoria ruptura en la tradición histórica que la República decimonónica no llegó a advertir. Como buen buscador del Perú el sabio quiso rescatar junto con las riquezas naturales, el alma del pasado, que es la única que puede vertebrarnos como un cuerpo social. Por eso su cuidadoso interés en anotar y copiar sobre el papel los monumentos arqueológicos y los vestigios artísticos de la época prehispánica. Sin ser un especialista, logra hallazgos felicísimos, como el más famoso, el de la estela pétrea de Chavín que hoy lleva su nombre. Lugares menos célebres, como Huánuco Viejo, Huanta y Tantamayo, son minuciosamente descritos. La obra de los antiguos peruanos, que él como hombre de ciencia estaba en aptitud de apreciar, despierta su admiración entusiasta. En algunos casos, como ante la fortaleza de Paramonga o ante las moles de Ollantaytambo, las compara ventajosamente con las construcciones medievales europeas. Intrigado por los restos antiguos, el sabio permite evasiones a su imaginación y formula algunas conjeturas sobre el destino y significado de los edificios. Atribuye al "dios del mal" el santuario de Chavín, y objeta las versiones populares sobre los métodos de trabajar la piedra que tenían los incas. Observa atentamente los canales subterráneos de Nazca y cavila sobre las "quilcas" o petroglifos de Tambo.

Dolido por la ignorancia o el despilfarro de las riquezas materiales se limita a comprobar y a sugerir soluciones. Pero la incuria frente a la irreparable destrucción de los monumentos prehispánicos le hace perder la paciencia. Aquí aparecen, entonces, las raras frases iracundas, contra los conquistadores españoles, "pelotón de vándalos" y contra la desidia de los propios peruanos que desmantelan ras ruinas para construir viviendas. Sus descripciones arqueológicas están inspiradas no sólo en un interés o curiosidad científica sino en el más alto empeño de preservarlas de la total destrucción y de atraer hacia ellas la atención de los estudiosos y la protección de las autoridades.

El etnólogo y el folklorista encontrarán en estas páginas de Raimondi un material interesantísimo. Es particularmente valiosa la pintura que traza de las costumbres de los indígenas del Ucayali. Revela ante ellos una sincera admiración por sus dotes artísticas y su sabia adecuación al ambiente. En cambio no oculta un ánimo burlón hacia el espíritu de algunos provincianos que han abandonado las antiguas tradiciones éticas de su raza a expensas de formas puramente decorativas y básicas de la cultura occidental. Su prosa, habitualmente llana, se matiza y colorea al contarnos la "Fiesta en Tomas", las "jaranas" de los chavinenses, y la manía de los coronguinos de trabajar en Lima como heladeros y mozos de café para regresar a su pueblo con una buena capa y derrochar las economías en sonadas borracheras.

Raimondi es parco en narrar sus penurias de viajero; sin embargo basta lo que cuenta para compartir sus largos viajes en mula, en lugares como la pampa de "matacaballos" cerca de Pativilca, o para que nos sintamos junto a él vadeando ríos o hundidos en inestables canoas. El hombre de aventura no desmerece, en tales casos, la talla del científico. Salpicadas con la emoción de las peripecias personales sus crónicas viajeras, tan instructivas y fecundas, se hacen aún más sugestivas. El lente objetivo y veraz de su pluma nos ha transmitido un retrato fiel del Perú de ayer y de siempre. Casi sin quererlo, desbordan los renglones el sentimiento del paisaje y la ternura del hombre que amó entrañablemente el suelo que nos sustenta.


Fuente: Antonio Raimondi, Libro viajes por el Perú 13 de julio de 1966. Jorge Guillermo Llosa.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

LOS SANTOS LIMEÑOS


Por Aurelio Miroquesada S.

El favor de Dios era también indicio de "lo mucho que había de ser servido y glorificado su santo nombre en esta cristianísima ciudad" —escribe el mismo ilustre jesuita—. Y en efecto, desde el primer siglo de vida de Lima brotaron místicas flores de santidad, que hicieron alternar su fino aroma con el perfume intenso de los jardines y las huertas. A la austeridad de los conventos se añadieron así estas galas valiosas y divinas, que hicieron que la ciudad no fuera sólo centro de Virreinato y capital religiosa y política, sino que se convirtiera en un retablo donde lucieran sus virtudes Santos criollos o españoles, pero de carne y hueso.

De España llegó Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, segundo Arzobispo de Lima, organizador y misionero, pródigo de limosnas y "celosísimo del bien espiritual de sus ovejas". De España vino también San Francisco Solano, evangelizador andariego y vibrante, que ha dejado tantas huellas ilustres en Lima, como las marcó en otras partes de América. Pera además en Lima surgieron temperamentos suaves, consagrados al culto de Dios y a la ternura, que, como un eco de los Reyes Magos que bautizaron el destino de Lima, supieron también unir en un mismo anhelo las tres razas: la criolla Isabel Flores y Oliva, Santa Rosa de Lima; el mulato Fray Martín de Porres; y el indígena nacido en Chiclayo, pero avecindado en Lima, Nicolás de Dios Ayllón.

De tales figuras religiosas, la más depurada y más poética es la de la delicada Santa Rosa. Lírica voz de santidad, numen propicio y permanente de la ciudad que la vio nacer y que la contempló ascender a la gloria, la leyenda nos cuenta que un día hizo llover rosas sobre Lima y otro día detuvo con sus rezos una amenazadora incursión de los piratas. Por eso los limeños la miran como un símbolo de gracia, de leve sonrisa y de cariño; y aunque se sabe que se desgarraba las carnes con cilicios, que se incrustaba clavos en las sienes y se encerraba en una celda obscura, prefieren imaginarla siempre fina, derramando ternuras y armonía, y aromando como una rosa auténtica que —con las palabras de Luis Fernán Cisneros— floreció en el jardín de Lima hace tres siglos,

y llena de perfume florece todavía...

Santa Rosa no tiene el drama íntimo ni la fuerza constante de una Santa Teresa de Jesús. No es en realidad, quizá, una mística, en el sentido de proceso mental, de adiestramiento del alma y la materia para vencer las clásicas etapas de la purificación, la iluminación y la fusión intensa y completa con Dios. En ella no hay aliento de vendaval, sino caricia suave y serena de brisa. Si dialoga con Cristo, no es ante una efigie amoratada y con llagas sangrantes, sino con Cristo Niño. Sus milagros son así bonancibles: un día siembra en su huerto plantas de romero, que crecen solas en forma de cruz; unas noches, su rostro sonriente se ilumina; otra vez alecciona a los mosquitos, que por ella ponen en paz sus aguijones y zumban santamente en alabanza del Señor.

Por eso también, cuando compone poesías, no alcanza un fervor de creación ni llega al ambiente ultraterreno de las canciones de San Juan de la Cruz. Lo que hace es suavizar y endulzar lo sabido. Y así como vuelve a lo divino una lejana canción amorosa:

(Las doce han dado,
mi Jesús no viene,
¿quién será la dichosa
que lo entretiene?)

En otra ocasión, jugando elegantemente con su nombre, vierte a su modo una copla andaluza en homenaje del Guadalquivir:

¡Ay, Jesús de mi alma
qué bien pareces
entre "flores" y "rosas"
y "olivas" verdes!

De la misma pureza, y del mismo sentido lírico y menudo, es el mulato Fray Martín de Porres. Hermano reducido y menor del Poverello, en él no hay tampoco ímpetus dramáticos, arrestos de novela de aventuras, pasión intensa y viva como en un libro de caballería a lo divino. En él todo es suave y apacible; frescura de huerto o de jardín, lírica sombra de garúa limeña. Sus atributos no son por eso una cruz, un corazón sangrante, o una iglesia en la mano como los Santos fundadores de órdenes. Al mulato Martín (Martín se le seguirá diciendo siempre, con deliciosa familiaridad, aunque se le haya llevado a los altares) sólo se le pinta con tres símbolos leves: con frascos de remedios, como enfermero; con una escobita, como humilde servidor del convento; y con un gato, un perro y un ratón, por su prodigio más raro y más sonado:

y comieron en un plato
perro, pericote y gato.

Amigo de los animales, enfermero y portero del convento, religioso que barre celdas y que toca campanas, Martín de Porres será siempre uno de los nombres tutelares de Lima; y en Malambo y en Santo Domingo, en Limatambo o en la Recoleta, en la iglesia de Nuestra Señora de la Cabeza o en el Puente, entre los libros de Santo Domingo que por él dejaron de comer los ratones, o en los olivos del nuevo barrio residencial de San Isidro, que son retoños de los troncos plantados por él, se le seguirá mirando siempre con su corazón iluminado; mulato de alma blanca, a quien, como en el verso de Clemente Althaus, puede decírsele:

En vano, gran Martín, la noche fría
vistió tu rostro con su sombra obscura;
más que la nieve era tu alma pura
y más clara que el Sol de mediodía...


Del libro Lima, Tierra y Mar.
 

©2009 Asociación Movimiento de Unidad Sucrense - "MUS" | Template Blue by TNB