Distrito de Sucre en todo el Perú y el mundo.

Buscar en este portal

miércoles, 12 de septiembre de 2018

CRÓNICA HABLADA, NUESTROS PUEBLOS: SUCRE Y CELENDÍN



Introducción
Con el propósito de contribuir al develamiento de nuestra historia local, publicamos un artículo que narra los apetitos personales y de grupo tras una falsa práctica política. Encontramos en él, tal vez, el meollo de las discrepancias y rencores entre dos pueblos hermanos: Celendín y Sucre, que fueron originados y alimentados por el caudillismo de ciertos personajes que lo único que ostentaban era su poder económico. Nuestra crítica va a aquellos sucrenses y celendinos que desde antaño y aun en la actualidad, buscan el distanciamiento y rencillas en el conglomerado social.

Es hora de dilucidar nuestras diferencias, enjuiciar y cuestionar los apetitos mezquinos y las bajezas de algunos de nuestros antepasados y mirar el porvenir con alturada conciencia que nos conduzca a la unidad.
(Jorge Horna)

CRÓNICA HABLADA
Por: Einar Pereira *

(Informativo Independiente Órbita No. 364. Lima enero de 2001)

Mediante artimañas vedadas, politiqueros de lengua puntillosa se habían adueñado de pomposos escaños en la casona ruidosa de aquel Parlamento Nacional; mamaron tetilla de lobezna más allá del hartazgo. Ocurrió en la década farragosa de los años treinta. En ese tiempo, las libertades democráticas fueron acribilladas cual mansas palomas y el destino de hombres y pueblos se acuñó a balazo limpio.

En noches despobladas, salteadores de caminos sometían a los postillones del correo a tiro de gatillo, y luego de acuchillar las valijas metían mano a las ánforas. Con desparpajo, reemplazaban las Cédulas válidas por otras de su conveniencia. El truculento oficio de matarifes, les permitió estropear el río de la opinión ciudadana y desviarlo a un molino donde los sueños eran triturados y sólo sabían ver con ojos ajenos.

Fue costumbre que el honorable membrete de Diputado Nacional se obtuviera teniendo veinte bandoleros a sueldo, media docena de mozas malas, barricadas de buen aguardiente, mucho dinerillo, y halagos para sobornar a funcionarios palaciegos.

Cuando los notables de Celendín se enteraron que Clodomiro Chávez —hijo dilecto de Huauco-, había resultado electo como diputado (pese a impugnaciones bien documentadas y remitidas a Lima) y, aquel muy suelto de huesos comunicó traer en portafolio la representación de la provincia, se armó grande escándalo. Los celendinos de cuño, sintiéronse tan mortificados que no sólo babearon de ira sino que además se les escaldaron los huevos.

Mucho peor aún, cuando aquel hombre iba a llegar al pueblo de un día para otro; en cabildo abierto que taimadamente había amañado el Alcalde, sería declarado "Huésped Ilustre". Compinche avezado y compadre contumaz, el burgomaestre había tramado fastuoso recibimiento al careado legislador: embanderamiento de la ciudad, banda de músicos, veintiún camaretazos, cuetería a cielo limpio, repique de campanas, desfile escolar, champañadas, bautizo de doce ahijados, pelea de gallos, y tijerazo final para inaugurar el pilón de la plaza Alameda, cuyo chorro gordo dizque traería agua limpiecita de Molinopampa.

A las diez de la mañana del día domingo de un año impar, Clodomiro Chávez entró a Celendín lleno de júbilo. Había bajado la cuesta de San Cayetano montado sobre jamelgo jalqueño que llevaba pellón de carnero, cabestro repujado en plata fina, y crines trenzados con cintillos viruteros. Llegó custodiado por treinta hombres que como él, iban a caballo; dada su traza semejaban montoneros: poncho nogal, bufanda oscura, ojos cuervinos, fuetecillo de piel de venado, escarpines empolvados, estriberas de caja egipcia, revolver enfundado , guerrillera de noventa municiones, hedor a cañazo. Y se metieron ruidosos a la calle Comercio dando balazos al aire.

Los que iban a caballo pronto se dieron cuenta que la ciudad estaba desierta. Ni una sola alma ante sus ojos impávidos. Sólo la purísima luz chorreando desde los tejados ocres y las sombras de los hilos del telégrafo. Sombras inmóviles, calladas, muertas. Puertas azules de grandes aldabones, cerradas. Al comienzo, Clodomiro ni siquiera pestañeó; luego frunció el seño y pensó: "La multitud me aguarda en la plaza mayor, y allí me brindará honores y reconocimiento".

Mas no fue así. Según iban avanzando por la calle ancha y los cascos de los caballos hacían castañuelear el empedrado, súbitamente se abrieron los balcones y asomaron matronas y damitas bellísimas que fingieron lanzar flores, volcaban sobre la cabalgata bacinicas llenas de fétida orina. Cuando Clodomiro llegó a la plaza daba pena, estaba ensopado y olía a zorrino. Ni acá ni allá había nadie. Salvo la "loca" Aurora que coja, tuerta y desarrapada, aplaudía porque sí; y tres perros vagos que perseguían a la cachorrita del Alcalde, pues andaba en celo. Fue cuando apareció la turba enfurecida por las bocacalles que dan al río Chico y Chacapampa, armada de piedras y palos. El hombre agasajado, no tuvo tiempo de apearse del caballo, muy pendejo y a medio trote, volvió con los suyos por donde había venido. Él y sus montoneros se refugiaron en el Huauco; y bebieron toda la noche y todo el día con desenfrenada amargura.

Al poco tiempo, la férula "chavista" asestó duras reprimendas. El primero en sucumbir fue Humberto Pereira Pinedo, Director del Centro Escolar 81. El Comisionado del Ministerio de Educación lo trasladó a Sorochuco. El "Piño" no se sometió a la arbitrariedad, con otros hombres vejados emprendieron el camino a Lima. Y sólo volvieron después de muchos aguaceros, cuando Clodomiro Chávez era una oscura leyenda. Entonces la Virgen del Carmen volvió a sonreír, y hubo fuegos artificiales en la noche celendina.

(*) Einar Pereira Salas. Nació en la ciudad de Cajamarca; publicó la novela Celendín tablero de ajedrez el año 2004. Falleció el 2007 en Lima.

Fuente: Revista EL LABRADOR, mayo 2017


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

 

©2009 Asociación Movimiento de Unidad Sucrense - "MUS" | Template Blue by TNB