(Relato de la Sra. Teófila Chávez de 110 años de
edad).
Se celebraba en el distrito de Sorochuco (Comprensión de
la Provincia de Celendín) la fiesta de la Inmaculada Concepción. Una vez que
concluyó la festividad, los miembros de una familia apellidada Atalaya se
dirigieron al monte para recoger leña. Cortaron la cantidad conveniente y
haciendo tercios los colocaron en la "Chúcara" de la carga de un
pollino.
Arreando los burros llegaron a casa, en donde bajaron
la carga y viendo que el tronco aún estaba verde lo subieron a su terrado, para
que se secara. Cuando, al cabo de algún tiempo se terminó la leña, acordándose
del indicado tronco, subieron al terrado y lo bajaron. El Señor, en vista de
que ya el tronco estaba seco, se dispuso a rajarlo. Efectivamente, le dio el
primer hachazo y del sitio donde cayó la herramienta, brotó sangre.
Sorprendido, el agricultor dejó su tarea y, pensándolo bien, en compañía de su
señora, decidió esculpir o mandar esculpir una imagen, utilizando ese tronco.
Esa misma noche, cuando el señor Atalaya dormía no sin
cierta preocupación por lo sucedido, se le presentó en sueños un viejito, que
le dijo: "De todo lo que ganes ahorraras la mitad, para que mandes hacer
mi imagen". Agregando: "Así, si ganas un sol. Cincuenta centavos para
mi imagen; de igual manera si ganas un real, cinco centavos serán para ti y
medio para mi imagen. Tan luego como terminen de esculpir mi imagen, la
colocarás en el mismo sitio en donde ahora he presentado a ti en sueños y allí
me mandarás hacer mí capilla.
El señor, obediente a la revelación que tuvo en sus
sueños, comenzó a ahorrar la mitad de todo cuanto ganaba, ya sea vendiendo sus
granas o vendiendo los sombreros que confeccionaba, cada vez en mayor número
para obtener el dinero que necesitaba para mandar hacer la imagen del viejito.
Una vez que reunió la cantidad adecuada, en compañía
de su señora y de sus hijos, se dirigió a la ciudad de Cajamarca, en busca de
un escultor o ebanista que pueda hacer una imagen utilizando el tronco que con
mucho cuidado portaba desde Sorochuco. Después de dos días de caminata llegaron
a la ciudad. Apenas habían alcanzado en la entrada de la ciudad, más o menos a
la altura de Pueblo Nuevo, cuando se le presentaban dos gringos jóvenes,
hermosos de pelos rubios y de verdes ojos, los mismos que acercándoselas
preguntaron al Sr. Atalaya que a donde iban o que es lo que buscaban. Los
dueños del tronco contaron que estaban en búsqueda de un ebanista para que les
tallara una imagen utilizando el tronco que se hallaba en su poder.
Los gringos, luego de cambiar algunas frases sobre la
forma que querían la imagen, aceptaron hacer la talla, pero indicado a los
dueños del tronco que debían conseguirles una casa nueva, recién construida y
que no hubiera sido ocupada anteriormente por nadie, además, que esta casa
debía tener una ventana. Los sorochuquinos buscaron la casa y tan luego como la
encontraron pagaron al dueño los alquileres y fueron en búsqueda de los
gringos, los mismos que ingresaron al aposento y ordenaron a los Atalaya
"Salgan y echen candado a la puerta, dejándonos encerrados hasta que
concluyamos la obra".
Los dueños del tronco levaban a los gringos el alimento necesario, alcanzándoles por la ventana y, por más que se esforzaron
por ver a los ebanistas y a la obra, no lo pudieron hacer, pues, por indicación
de los forasteros, las comidas debían dejarlas en la ventana, no pudiendo
reclamar los platos, cubiertos y demás utensilios. Al día siguiente, como en el
día anterior, se dirigieron a la casa y con gran sorpresa vieron que ya los
gringos no se encontraban en el domicilio y sólo estaba, en medio de la
habitación y descubierta, la imagen por ellos tallada. Cuando fueron a ver la
puerta, esta estaba sin candado y abierta de par en par, la comida intacta y los
utensilios limpios.
Algo repuesto de la sorpresa, contemplaron admirados
la imagen. El señor Atalaya, de inmediato, en el rostro reconoció la faz del
viejecito que se le había presentado. El santo estaba de pie, con el índice de
la mano derecha señalando al cielo y en la otra mano sostenía el mundo,
rematado por una cruz. En la parte inferior de las manos se hallaban esculpidos
dos ángeles grandes y en la parte baja de la talla, innumerables angelitos
pequeños. Rematando la imagen estaban inscritas las palabras "Padre
Eterno'', de las cuales se desprendía una luz que iluminaba la Imagen.
La familia Atalaya, deslumbrada por la belleza de la
imagen, buscó a los gringos para expresarles su agradecimiento; pero, por más
que los buscaron y preguntaron por estos desconocidos, todos les manifestaban
no haber visto nunca a los gringos y que no sabían nada de ellos. Tanto su
aparición como desaparición fue muy misteriosa.
Los señores de Sorochuco dieron aviso a la gente de su
tierra, haciéndoles conocer que había concluido la talla de la imagen y que se
llamaba Padre Eterno. Después emprendieron el retorno en la forma más rápida
posible y no tardaron en encontrarse con una gran cantidad de persona que en
forma multitudinaria habían salido a darles el encuentro y venerar a la imagen,
en el mismo camino, y de cuya belleza y forma misteriosa como había sido hecha
ya tenían conocimiento.
La imagen fue colocada en la casa de la familia
Atalaya, en donde todos los años, para el 10 de junio, le celebran pomposa
fiesta, en recuerdo a la fecha en que encontraron al santo ya concluido, por
obra de los misericordiosos gringos. Y año a año, desde el primer momento, los
devotos del Padre Eterno , que fue entronizado como Patrón de Sorochuco, han
aumentado considerablemente llegando, para el día de la fiesta, numerosos
feligreses no solamente de Celendín, sino también de Chota, Bambamarca, Cutervo
y otros lugares más lejanos.
Recuerdo de sus devotos:
Familias Chávez Cabanillas y Hoyos Fernández.
"Señor: Guía mis
pasos, bendice mi hogar, y haz que reine la paz en el corazón de los
hombres..."
"... Gracias por
estar con nosotros Padre, en todo momento..."
SOROCHUCO, JUNIO 2015
En qué año sucedieron estos hechos
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