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viernes, 19 de septiembre de 2014

Turismo y paisaje: REINO DE LAS NUBES

  
La ruta entre Celendín y Leymebamba, atravesando la garganta del Marañón, es una de las más notables del Perú.

Por Álvaro Rocha.

Solo unos pocos han recorrido este tramo que une las regiones de Cajamarca y Amazonas, a pesar de acoger a uno de los paisajes más sobrecogedores del Perú. Ella tampoco había paladeado esta ruta, pero algo presentía. Por eso, cuando nos detuvimos en el Abra Jelic (3.060 m.s.n.m.), echó una mirada lánguida a la campiña de Celendín, ciudad que acabábamos de dejar atrás luego de tomar un sabroso caldo verde. Después se frotó las manos para combatir el frío, subió al carro y entonces iniciamos uno de los descensos más alucinantes del planeta.

La pista asfaltada viborea entre una geografía improbable, que cambia con cada curva: desaparecen los eucaliptos, asoman árboles de limón, de palta, descomunales cactus y al fondo de este escalofriante cañón se atisba al enorme y silencioso río Marañón cortando en dos la cordillera. Ella parece hipnotizada por un océano de montañas azules sobre el cual danzan traviesas nubes que a veces dejan apreciar seductores panoramas. Los turistas australianos que nos acompañan no dejan de decir "wow" y "amazing" a cada rato.

Cruzamos el Marañón por el puente Chacanto y paramos en el pueblo de Balsas (700 m.s.n.m.), donde comemos fruta mientras nos despojamos de la ropa de abrigo. Luego la carretera asciende, también en forma abrupta, solo que el entorno natural corresponde ahora al bosque montan, con orquídeas, cataratas, helechos y una selva húmeda desdibujada por la bruma que se incrementa en el Abra Barro Negro (3.600 m.s.n.m.).

Después casi resbalamos hasta Leymebamba. Ella bajó y respiró hondo. Su pelo negro estaba revuelto y parecía más delgada que antes, como si la tarde la estuviera deshaciendo, pero al mismo tiempo se la veía más hermosa: la ruta había hecho su trabajo.

Tomado de la Revista Somos del 9 de agosto 2014 (Fugas)

Fotografía: KmrojasA.

lunes, 24 de marzo de 2014

Pluma de la altura: ORQUÍDEAS EN LAS ALTURAS DE SUCRE-CELENDÍN.


Por: Secundino Silva Urquía.
Mi admiración por la naturaleza y la oportunidad de trabajar en las alturas del distrito Sucre, en Celendín-Cajamarca, me han permitido centrar mi atención en las orquídeas que crecen al costado de los caminos, entre arbustos o árboles, sobre o entre las rocas, y en los peñascos o riscos.

Los niños pastores de los caseríos La Quinuilla y El Porvenir; en cuya jurisdicción pude ubicar diecinueve especies de orquídeas, entre diciembre del 2013 y principios de marzo del 2014, tienen contacto con algunas de estas plantas exóticas; y sin saber que manipulan orquídeas, usan sus flores en sus juegos infantiles: “El lorito”, “el gallito”, “la gallinita”, “los triguitos”, llaman con cariño a algunas especies; y a sus hojas consistentes las llaman “cucharillas”.

Se sabe que el interés por las orquídeas data desde épocas muy antiguas. El filósofo griego Teofrasto, las llamó orchis (testículo), en alusión a la parte basal de la planta de algunas especies (el tuberoide), que tiene forma de testículos. En América precolombina, algunos registros indican que las orquídeas también fueron apreciadas por algunas culturas preincaicas y la propia civilización inca. En nuestra provincia de Celendín y distritos no se registran trabajos serios en relación al tema “orquídeas”; es más, nunca hubo preocupación por parte de sus gobiernos locales para descubrirlas, clasificarlas, cuidarlas, promocionarlas; menos aún cultivarlas o reproducirlas.

Experimentados botánicos sostienen que  la gran familia de las orquídeas es el grupo de plantas más evolucionadas y por ende el de las más valiosas. Vegetativamente, las raíces presentan periféricamente un tejido especial de aspecto blanquecino y de consistencia esponjosa ­llamado velamen­, que les permite captar agua y nutrientes de los suelos y rocas. Las hojas generalmente son coriáceas (textura y consistencia similares al cuero). Otra característica que solo algunas especies presentan en su tallo, es el pseudobulbo.

Lo más admirable y fascinante de las orquídeas son sus flores, caracterizadas por su belleza extraordinaria, simetría excepcional, y las más sorprendentes formas, tamaños y colores. Por su apariencia, algunas reflejan semejanza con humanos, animales, aves, insectos y otros. Los especialistas afirman, que por su tamaño, es posible hallar flores que van desde los dos milímetros (como Trizeuxis falcata), hasta los 70 centímetros (como Phragmipedium caudatum, la flor más grande).

De acuerdo a los estudios de David Bennett Jr. y Eric Christenson, el Perú posee alrededor de tres mil especies de orquídeas, distribuidas de Tumbes a Puno. La mayor diversidad se concentra en la ceja de selva, comprendida entre los 500 y 3,600 m.s.n.m. La menor diversidad corresponde a la selva baja (entre los 300 m.s.n.m.) y la serranía entre los 2,600 y 3,600 m.s.n.m. Este estimado es producto de los limitados estudios, la escasez de recursos económicos, falta de apoyo estatal y el total incumplimiento de los reducidos dispositivos legales de protección al medio ambiente y especies de flora.

Sin embargo, a pesar de lo antes mencionado, se van reportando nuevas especies, gracias al tenaz esfuerzo de algunas personas que con entusiasmo y recursos propios exploran y colectan en diferentes lugares, algunos de los cuales implican un alto riesgo. Si este tipo de labor continúa, se afirma que podríamos superar en número de especies nativas a Colombia y Ecuador, que figuran como los países más ricos en orquídeas a nivel sudamericano, por haber hecho más estudios y tener adecuadas medidas legales para el control de sus recursos naturales. Hecho que además sostienen con la gran labor que despliegan sus respectivos ministerios del Medio Ambiente, cuya contraparte peruana vendría a ser el Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA), y el Consejo Nacional del Medio Ambiente (CONAM). El INRENA es una institución que aún no cumple eficazmente su labor, porque se dice que no cuenta con el personal especializado, ni con los recursos tecnológicos adecuados para un correcto control en la exportación de orquídeas y de otros valiosos recursos.

Mi presencia en la zona alta del distrito de Sucre durante los últimos cuatro meses, me ha permitido además, pese a mis limitaciones naturales, hacer conocer a muchos pobladores, acerca de  las características de los tallos, hojas, flores y modo de reproducción de las orquídeas existentes en la zona, y ellos se comprometieron trasmitir la información a sus hijos. Este tipo de labor debemos intensificarla para a su conservación; puesto que los campesinos que no saben de la existencia de este valioso patrimonio en sus terrenos, les prenden fuego en los meses de julio o agosto a fin de que con las primeras lluvias tengan pastos naturales frescos para su ganado.

Finalmente, abrigo la esperanza que con la suma de esfuerzos y perseverancia, podríamos valernos de este valioso patrimonio, para desde el gobierno local, formular y financiar un proyecto de turismo ecológico que implique: manejar la reproducción in vitro de las orquídeas, comercializarlas y atraer a los turistas a la zona. Así podríamos ayudar a mejorar la calidad de vida de gran parte de los pobladores de la parte rural del distrito Sucre-Celendín.

La Quinuilla, 18 de marzo del 2014

























lunes, 22 de abril de 2013

Paisajes de mi tierra: LA QUINTILLA, ESCALERA DE PIEDRA, HUISHQUIMUNA LUGAR DE CRÁTERES Y TALALANES.

"El día internacional de la Madre Tierra es nuestra oportunidad de reafirmar nuestra responsabilidad y armonía con la naturaleza en una fase en que el planeta está bajo amenaza de cambio climático, exploración insostenible de los recursos naturales y otros problemas causados por el hombre”.
 Ban Ki-moon, secretario general de la ONU.

Por Moisés Rojas A.

Eran aproximadamente las seis de la mañana del día dieciséis de mayo del año 2011, el sol brillaba limpio y sus rayos casi horizontales, parecían sostenerse sobre los techos del pueblo de Sucre; se sentía un frío suave y agradable, en la pampa se veían los sauces envueltos de neblina tal cual fantasmas. 

Con Edison y Gonzalo iniciamos la caminata programada para ese día. Partimos de la plaza de armas. Nos dirigimos al barrio La Toma en busca de unas amigas limeñas que, la noche anterior, prometieron acompañarnos; pero en ellas pudo más el sueño que el deseo de caminar tan temprano. Sin embargo, tuvimos suerte de encontrarnos con Martha, sucreña simpática, quien nos vendió tamales y nos regaló sabrosos panes que fueron de gran utilidad para saciar el hambre que más tarde nos acosaría…

Ya seguros de que iríamos solos, sin la agradable compañía femenina que, después observamos, mejor haya sucedido así por lo ardua que resultó la ruta. Llegamos a la primera curva de la carretera que conduce a la Loma del Indio, muy cerca a la popular “poza brava”,  justo allí donde empieza el camino de herradura que antaño era muy utilizado por arrieros y viajeros. Iniciamos la caminata en ascenso en un lugar plagado de hermosas rocas llamado “Rume Rume”, seguimos caminando hasta llegar a los “amarillos”, junto a un bosque de eucaliptos y donde el camino gira a la derecha en zigzag. En ese mismo punto y hacia la izquierda se encuentra una entrada de una pequeña senda, en medio de un bosque de eucaliptos y follaje de variada vegetación, que conduce al río y la toma de agua que los pobladores de Sucre han construido para proveerse del líquido elemento. 

Llegamos al río, Gonzalo decidió esperarnos en  la entrada junto al camino de piedra. El estruendo era fuerte por el discurrir del agua fría y cristalina. El paisaje se tornó más impresionante aún y la expresión de Edison fue: “¡Qué lugar para maravilloso!”, “¡Y tan cerca al pueblo!”
Entre grandes piedras húmedas y cubiertas de musgo, seguimos subiendo saltando entre éstas y trepando hasta alcanzar el manantial de “La Quintilla”. Al instante me vino el recuerdo de un personaje, muy excéntrico, que conocimos en uno de nuestros viajes de promoción al poblado de Púsac, en la época del colegio;  éste personaje dijo, entre otras cosas, descender directamente de Atahualpa y según él “Quintilla” significaba “ojo de agua ubicado justo entre la base de dos peñas”. La Quintilla, se nos mostraba exactamente así, con sus burbujas de agua emergiendo de las entrañas de la tierra, entre peñas de rocas cubiertas de bejucos, helechos, cauchas (bromelias), shapras (musgos) y una gran variedad de plantas. Bebimos algunos tragos de agua cristalina. Le comenté a Edison que: “Quien bebe agua de la Quintilla…, regresa siempre…”. El agua seguía su curso natural río abajo con agradable estruendo.

Después de algunas fotos, eternizando el instante y poder mostrarlas posteriormente, volvimos al lugar donde nos esperaba Gonzalo. Continuamos con el ascenso sobre el pedregoso camino cual escalinatas bien talladas y macizas, entre algunas curvas y sendero recto pero siempre en subida, discurrimos por el lugar llamado “La mala muerte”, seguimos caminando en un entorno más estrecho, donde el camino, se hace más impresionante y único… entonces, la escalera de piedra desciende un poco, cruza la quebrada de la Quintilla, asciende un trecho en sentido contrario,  como si alcanzara el cielo para luego, entre rocas impresionantes y vegetación exuberante, voltear con dirección al Caserío de La Laguna… 

Al final del camino de piedra se abre el panorama, cambia el paisaje, se presentan varios senderos solo de tierra, uno que conduce al poblado de “La Laguna” y otros dos que siguen por la izquierda con dirección a Vaquero, La Quinuilla, Calconga…, .
Uno de estos últimos fue el que tomamos, por indicación de un viajero que descendía hacia Sucre cuando le preguntamos que nuestro deseo era llegar al “Cráter de Silvapampa”. El camino, por las recientes lluvias,  estuvo muy lodoso y resbaloso… Seguimos ascendiendo entre bosques de aliso y otras plantas. Sin embargo, para llegar al cráter, nos dimos cuenta que teníamos que cruzar una quebrada, descendimos a ella entre  alisos y resbalando a cada momento, logramos cruzarla y alcanzar el otro lado. Esta parte de la quebrada resultó mucho más difícil de ascender por lo enmarañado de la vegetación llena de espinas y rocas cortantes, lo que allá llamamos “rangra”. No obstante la dificultad del caminar, siempre nos veíamos impresionados al encontrar una que otra flor hermosa que nos salía al paso. Seguimos ascendiendo hasta alcanzar una loma donde crecía sólo yerba y de acceso más fácil. Después de caminar un trecho de unos treinta minutos nos encontramos en la parte superior del impresionante cráter que se dibujó ante nosotros con una profundidad de unos cien metros y de igual diámetro. Se podía notar que era fácil descender allá abajo porque vimos que algunos animales pastaban apaciblemente. Decidimos dejar para otra oportunidad el descenso al cráter de Silvapampa. 

Desde esa ubicación se alcanzaba a ver gran parte de la campiña de los pueblos de Sucre, José Gálvez, su entorno y mucho más… Después de las “tomas fotográficas”, descansar un poco y comer los sabrosos tamales que Martha nos preparó seguimos con nuestra agradable caminata sobre el Huishquimuna… Como que bajando a una hondonada, entonces, nos encontramos con algo sorprendente, algo más que la generosa  naturaleza nos tenía reservado para ese día. Entre arbustos y rocas se presentó ante nuestros ojos, un “Talalán”, otro cráter, pero esta vez, con apariencia diferente, una sima parecida a las que hay en el Tepuy de Sarisariñama, en Venezuela; El cráter, sima o talalán denotaba un corte vertical en la roca por alguna fuerza desconocida y a diferencia del anterior, el de Silvapampa, de difícil acceso, pudimos calcular aproximadamente unos 40 metros de diámetro y su profundidad difícil de precisar, puesto que su base está cubierta de mucha vegetación. Nos quedamos contemplando esta maravilla natural y…

…Continuamos con la caminata sobre la cumbre del Huishquimuna, en lo más alto de ese sagrado cerro, desde allí contemplamos el espectacular panorama que nos rodeaba por unos momentos y,  antes de iniciar el descenso notamos que, al costado de un pequeño montículo o huaca, en el suelo llano y sin vegetación había unas figuras extrañas acondicionadas con piedras y ramos de flores, denotaba que alguien recientemente había practicado algún ritual místico y desconocido. 

Sin mayores comentarios, iniciamos el descenso con dirección a la cruz, de pronto, entre una lomas  nos encontramos con un terreno llenó de flores silvestres con precioso contraste amarillo y azul,  nos fue imposible resistirnos a eternizar ese momento ante tamaña alfombra natural.

Más abajo disfrutamos de los frutos del “Mio Mio”, dispuestos en racimos de color guinda y sabrosos; alguien comentó que comer en demasía este fruto, podría ser muy  venenoso.

Llegamos a la cruz, a un costado de ella en una pequeña "pampita" de verde pasto, descansamos un poco recordando todo lo arduo del camino. De ese lugar, bajamos, por un angosto sendero, acompañados de una pequeña lluvia, cruzamos un bosque de eucaliptos jóvenes hasta la “Sequia Madre”, caminamos un trecho en uno de su bordes y bajamos con dirección a la plaza de Sucre buscando una "chingana" para disfrutar de unos sabrosos chicharrones con mote y ají molido en batán…

"No dejes que muera el sol sin que hayan muerto tus rencores"
Mahatma Gandhi.
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