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domingo, 4 de agosto de 2024

CELENDÍN: COLINA Y CAPILLA SAN ISIDRO

 Tito Zegarra Marín

        Pocas son las ciudades que tienen la suerte de contar con colinas naturales al borde de su área urbana, casi todas estratégicas, atrayentes y accesibles. Son los casos de las colinas Santa Apolonia en Cajamarca y San Isidro en Celendín. Al estar sobre ellas, pareciera acercarnos al límpido cielo azul y volar imaginariamente por su traza urbana y paisajista.

      A tres cuadras de la plaza de Armas se eleva en forma inclinada la colina San Isidro por alrededor de 100 metros. Hasta los años 40 del siglo pasado su estructura y fisonomía natural permanecían intactas, quizá aguardando se la convierta en un gran centro de atracción turística.

      Lamentablemente, ni autoridades ni comunidad hicimos algo para conservarla e iniciar su puesta en valor. Se hizo lo contrario: familias extrañas invadieron su territorio, con casas y espacios alambrados para criar animales y se alteró su integridad física al explotarla como cantera de arena.    

      Sobre dicha colina, en 1920 se construyó la pequeña capilla de adobe, madera y teja en honor a San Isidro Labrador. En sí, una ermita sencilla, bonita y acogedora, cual morada espiritual para cientos de devotos y templo del santo en referencia. El 2005, gracias a la mano del artista celendino Miguel Díaz Dávila, se edificó la vistosa estatua de Cristo acoplado al compacto mirador. Una bella escultura que quizá, debería erigirse a un costado de la capilla.

     Pasado el tiempo, la pequeña capilla comenzó a deteriorarse, hubo preocupación y reclamaba prestarle atención. Por fortuna, entre el último año y el presente, un grupo de celendinas dirigidas por la señora Rafaela Ortiz Zúñiga, secundada por un activo equipo y con el apoyo de algunas instituciones, autoridades y buenos vecinos, han logrado refaccionarla: renovación total del techo, cambio de ventanas, mejora y enlucido de paredes, cambio total del piso, cableado interno y externo para luz, mejora de la sacristía y demás. ¡Qué bien y vale de verdad felicitarlas!  

     La renovada capilla de San Isidro es una obra importante que enaltece a un pueblo imbuido de fe y que da cuenta que aún hay gente generosa y solidaria (aunque poca) que piensa y hace algo por su tierra querida (más de 300 aportantes y cerca de 30 mil soles reunidos). Falta sí, que la colina se convierta en un lugar bello y agradable: arborizado, con jardines, escalinatas de piedra pulida desde la base (calle Moquegua), bancas para descansar, accesos internos y otros; y también, amurallado en sus áreas críticas para evitar nuevas invasiones con las consecuencias que implica.

     Sin duda, la oportuna restauración de la Capilla honra con creces al santo labriego, pero también, motiva sobremanera interesarnos para recuperar y poner en valor a su espacio natural. Esto es, convertir a la colina (incluye capilla, estatua de Cristo y Mirador) en un hermoso lugar, capaz de deparar paz y relajo espiritual, de incentivar el turismo interno y externo, y de permitir gozar del excelso panorama celendino.  Los pocos trabajos realizados en parte de la colina apuntan a ello, pero falta mucho por hacer y pronto.

 Nota: Expreso mi extrañeza por el maltrato a la colina San Isidro realizado por una actividad ajena a nuestra tradición e historia: el motocross.









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