Por:
Secundino Silva Urquía.
Mi
admiración por la naturaleza y la oportunidad de trabajar en las alturas del
distrito Sucre, en Celendín-Cajamarca, me han permitido centrar mi atención en
las orquídeas que crecen al costado de los caminos, entre arbustos o árboles, sobre
o entre las rocas, y en los peñascos o riscos.
Los
niños pastores de los caseríos La Quinuilla y El Porvenir; en cuya jurisdicción
pude ubicar diecinueve especies de orquídeas, entre diciembre del 2013 y
principios de marzo del 2014, tienen contacto con algunas de estas plantas
exóticas; y sin saber que manipulan orquídeas, usan sus flores en sus juegos
infantiles: “El lorito”, “el gallito”, “la gallinita”, “los triguitos”, llaman
con cariño a algunas especies; y a sus hojas consistentes las llaman
“cucharillas”.
Se
sabe que el interés por las orquídeas data desde épocas muy antiguas. El
filósofo griego Teofrasto, las llamó orchis (testículo), en alusión a la
parte basal de la planta de algunas especies (el tuberoide), que tiene forma de
testículos. En América precolombina, algunos registros indican que las
orquídeas también fueron apreciadas por algunas culturas preincaicas y la propia
civilización inca. En nuestra provincia de Celendín y distritos no se registran
trabajos serios en relación al tema “orquídeas”;
es más, nunca hubo preocupación por parte de sus gobiernos locales para
descubrirlas, clasificarlas, cuidarlas, promocionarlas; menos aún cultivarlas o
reproducirlas.
Experimentados
botánicos sostienen que la gran familia
de las orquídeas es el grupo de plantas más evolucionadas y por ende el de las
más valiosas. Vegetativamente, las raíces presentan periféricamente un tejido
especial de aspecto blanquecino y de consistencia esponjosa llamado velamen,
que les permite captar agua y nutrientes de los suelos y rocas. Las hojas
generalmente son coriáceas (textura y consistencia similares al cuero). Otra
característica que solo algunas especies presentan en su tallo, es el
pseudobulbo.
Lo más admirable y
fascinante de las orquídeas son sus flores, caracterizadas por su belleza extraordinaria,
simetría excepcional, y las más sorprendentes formas, tamaños y colores. Por su
apariencia, algunas reflejan semejanza con humanos, animales, aves, insectos y
otros. Los especialistas afirman, que por su tamaño, es posible hallar flores
que van desde los dos milímetros (como Trizeuxis falcata), hasta los 70
centímetros (como Phragmipedium caudatum, la flor más grande).
De acuerdo a los
estudios de David Bennett Jr. y Eric Christenson, el Perú posee
alrededor de tres mil especies de orquídeas, distribuidas de Tumbes a Puno. La
mayor diversidad se concentra en la ceja de selva, comprendida entre los 500 y
3,600 m.s.n.m. La menor diversidad corresponde a la selva baja (entre los 300
m.s.n.m.) y la serranía entre los 2,600 y 3,600 m.s.n.m. Este estimado es
producto de los limitados estudios, la escasez de recursos económicos, falta de
apoyo estatal y el total incumplimiento de los reducidos dispositivos legales
de protección al medio ambiente y especies de flora.
Sin embargo, a pesar
de lo antes mencionado, se van reportando nuevas especies, gracias al tenaz
esfuerzo de algunas personas que con entusiasmo y recursos propios exploran y
colectan en diferentes lugares, algunos de los cuales implican un alto riesgo. Si
este tipo de labor continúa, se afirma que podríamos superar en número de
especies nativas a Colombia y Ecuador, que figuran como los países más ricos en
orquídeas a nivel sudamericano, por haber hecho más estudios y tener adecuadas
medidas legales para el control de sus recursos naturales. Hecho que además sostienen
con la gran labor que despliegan sus respectivos ministerios del Medio
Ambiente, cuya contraparte peruana vendría a ser el Instituto Nacional de
Recursos Naturales (INRENA), y el Consejo Nacional del Medio Ambiente (CONAM). El
INRENA es una institución que aún no cumple eficazmente su labor, porque se
dice que no cuenta con el personal especializado, ni con los recursos
tecnológicos adecuados para un correcto control en la exportación de orquídeas
y de otros valiosos recursos.
Mi presencia en la zona
alta del distrito de Sucre durante los últimos cuatro meses, me ha permitido
además, pese a mis limitaciones naturales, hacer conocer a muchos pobladores,
acerca de las características de los
tallos, hojas, flores y modo de reproducción de las orquídeas existentes en la
zona, y ellos se comprometieron trasmitir la información a sus hijos. Este tipo
de labor debemos intensificarla para a su conservación; puesto que los
campesinos que no saben de la existencia de este valioso patrimonio en sus
terrenos, les prenden fuego en los meses de julio o agosto a fin de que con las
primeras lluvias tengan pastos naturales frescos para su ganado.
Finalmente, abrigo
la esperanza que con la suma de esfuerzos y perseverancia, podríamos valernos
de este valioso patrimonio, para desde el gobierno local, formular y financiar
un proyecto de turismo ecológico que implique: manejar la reproducción in vitro
de las orquídeas, comercializarlas y atraer a los turistas a la zona. Así podríamos
ayudar a mejorar la calidad de vida de gran parte de los pobladores de la parte
rural del distrito Sucre-Celendín.
La Quinuilla, 18 de marzo del 2014
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