Por Jorge Horna
La celebración del día del Maestro tiene como referente la creación de la primera Escuela Normal del Perú (6 de julio de 1822) realizada por el general José de San Martín, un año después de la proclamación de la Independencia. Años más tarde esta institución pasó a convertirse en la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle”, situada en los predios de La Cantuta (Chosica).
Antaño el magisterio peruano de Educación Básica Regular (Ed. Inicial, Primaria y Secundaria) solía celebrar su día con un ánimo festivo y de jolgorio. Con el devenir de los años, las crisis provocadas por los sucesivos gobiernos determinaron el abandono paulatino de la educación estatal, por lo tanto un cambio de actitud de los maestros.
En un proceso organizativo en el que no faltaron las traiciones, felonías y oportunismos, el magisterio nacional logró unificarse. Un hito de ese camino fue la fundación, en un Congreso Nacional, del Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP), en la ciudad del Cusco el año 1972.
Hogaño la conmemoración del día del Maestro se fortalece con un espíritu de reflexión, crítica y autocrítica sobre la situación de precariedad del sistema educativo de nuestra patria.
Horacio Zeballos Gámez, quien nació en Carumas (Moquegua) en 1942 y falleció en Lima el año 1984, fue formado como maestro para laborar en escuelas primarias; representó al magisterio como primer Secretario General del SUTEP. La coherencia entre sus ideales y la praxis de su proceder, le valieron la consideración y reconocimiento de los sectores de izquierda y de otras vertientes ideológicas y políticas del país. Sufrió sucesivas carcelerías por su fidelidad y consecuencia en la consecución de las reivindicaciones del magisterio.
Como un homenaje a los maestros peruanos publicamos un conjunto de poemas que pertenecen al libro Alegrías de la prisión, que Horacio Zeballos escribió en las pausas breves entre las duras jornadas de la lucha popular, sindical y política.
Maestro
Maestro
en tu libro de lucha
he aprendido
que no traicionar es un mandamiento
Me enseñaste a vencer montañas
y ciudades
a no retroceder como el agua constante
Vives en mi sangre
y el pueblo abraza tu esperanza
Eres el Huascarán que de puro hermoso causa espanto
En ti aprecio al Urubamba que baja vivando
y al amanecer pareces el Titicaca que se ahoga
en las orillas de mis ojos
Nada importan abrojos y enemigos
para vencer requiero tu ternura
la transparencia humana
tus brazos de cóndor
Quiero lealtad
como los niños que siembras con tus palabras
Un ideal color de lirio un país como tú
donde el fusil hable y derrame cantos
Maestro
cuando te miro me acuerdo que estoy venciendo
y no tengo miedo de los descuartizadores
de la luz y el canto
De los presos soy el último
De los presos soy el último
dame por descontado en las filas del encanto
De qué les sirve mi cuerpo
si el corazón lo tengo libre
Difícil no es vivir
sino entender porqué se vive
Bebiendo el cristalino trago de tus senos
aprendí a no llorar
y no lloro
Soy de los que se resolvieron
en el mismo vientre
como la flor en la rama
Flores y pájaros trinan
en la ventana de mi exilio
Hagamos con mi valor un puño
Hagamos con mi valor un puño
con tus pechos que encendieron
las farolas de mi cuerpo
encendamos la ciudad
Tus palabras de rocío
pueden volverse de fuego
y cubrir la pradera
Tu belleza y amor nos unen
si buscamos al hombre nuevo
forjémoslo con rosas y acero
No hay comentarios.:
Publicar un comentario