Viernes 06 de julio 2012.
El educador sabe que
la educación física vigoriza y fortalece el organismo, mientras que la
educación intelectual despierta, aviva y estimula las funciones de la
inteligencia; como Currie hace diferencia de estos dos factores importantes de
la educación intelectual y dice: "El objeto de la educación intelectual es
formar hombres ilustrados e inteligentes. Para hacerlos ilustrados es necesario
dotarlos de conocimientos, lo cual se consigue con la instrucción. Para
hacerlos inteligentes es preciso poner en ejercicio todas las facultades de su
imaginación y esto es la educación".
Las actividades
desplegadas por el maestro en estos dos aspectos, físicos e intelectuales, no
bastan para que cumpla su misión en forma integral, sino toma en cuenta la
educación moral, ya que ella traza el camino del mejoramiento individual y
sirve de apoyo, guía, fuerza, psíquica complementaria de la perfección del
hombre. El maestro sabe que la educación moral es influencia decisiva, que
convierte en actuales las potencias y energías de la voluntad y que sólo la
forman hombres que aman la virtud; sólo él armoniza ésta con el saber y
coordina el corazón con el cerebro; sabe que la educación moral ha de tener
carácter práctico y por lo tanto despliega una labor más, sin tomar en cuenta
el desgaste de sus energías y la mísera recompensa de sus esfuerzos. sólo
piensa que el niño debe ejercitar la voluntad en la práctica del bien,
apartándolo del vicio; piensa que no basta ser fuerte, ni ser sabio, sino ser
bueno; de lo contrario nada serviría la salud y la ciencia, sino están completadas
por la virtud y por último, el educador sabe que el alma del niño mella aquello
de que es testigo, lo que ve y observa en la vida real y lo experimenta en su
contacto con el mundo; sabe que no le emociona una vida lánguida y rudimentaria
porque no le conmueve las fibras de su corazón, entonces sus obras, concurre a
la Naturaleza para ofrecerle al educando cosas reales y de emoción ya que su
vida infantil es activa y dinámica.
El maestro en la
actualidad lleva un ávida de mayores emociones que el siglo pasado, Ortega y
Gasset glosando a Hegel manifiesta: "El ayer es un auténtico ayer, un
definitivo pasado que no repetirá jamás; basta que haya sido, para que el
mañana se diferencie de él y lo supere a fin de que se liberte de él". Hoy
el maestro, no solamente se desenvuelve dentro de lo físico, intelectual y
moral, sino también dentro del aspecto social, ofreciendo al niño pobre y
desnutrido los elementos necesarios para su buena educación por intermedio de
los Patronatos Escolares; hoy los niños reciben medicamentos, tónicos; se
establecen refectorios con el fin de ofrecerles desayuno y almuerzos, así, como
roperos Escolares donde los educandos adquieren uniformes, calzados, útiles
escolares, elementos deportivos, etc., pues el maestro trata por todos los
medios hacer del niño un elemento preparado y útil a la Sociedad.
Elevada y difícil es
la función del maestro, a más que instruye educa: cultiva, vivifica,
desarrolla, robustece y fecunda el surco espiritual del niño, los gérmenes
buenos; extirpa los nocivos; pues la psicología infantil no se ofrece a la obra
de la escuela cómo una tabla rasa, en la que la naturaleza, el hogar y el medio
ambiente, no hayan inscrito ya sus primeros caracteres. Los maestros que en la fragosidad
de nuestra Selva o en el aislamiento de nuestra región Andina, modelan el alma
de la raza y redimen al indio del pecado de la ignorancia; no toma en cuenta
los sinsabores y desengaños de que está erizada su misión en el religioso
cumplimiento de sus excelsas funciones, sólo piensa que en sus manos está el
porvenir del país y espera la justa reivindicación moral y especialmente
económica, para situarse en el pedestal a que está llamado a ocupar. Así lo
exige su franciscana labor educacional y espera que el tiempo y la Sociedad de
todo un pueblo, que exige el engrandecimiento del país por obra del educador
como uno de los principales forjadores del engrandecimiento patrio, sepan aquilatar
la labor silenciosa y patriota del maestro, para perpetuar tanto en el corazón
de todos los peruanos como en el bronce el reconocimiento eterno de esta
incomparable misión educacional.
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LA LEYENDA DEL MAESTRO AMERICANO
(Dramatización)
(Dramatización)
Por Marcelo Mercado Z.
PERSONAJES:
Inca Roca. — Un
Emisario. — El Arquitecto. — El Médico. — El Abogado. — El Amauta.
Inca Roca. — ¡Yo soy el poderoso Inca Roca, del Tahuantinsuyo, heredero de
extensos territorios!.... ¡Oh, Padre Sol! No estoy contento aún de las
riquezas, ni de la paz que gozan mis vasallos, gracias a la buena organización
social. — Voy a llamar al Visitador del Imperio... ¡Tucuy Ricoc!...
Emisario. — (Hace entrada corriendo, se inclina y salta muy alto, exclamando): —
¡Causachum Inca Roca! (Este es el estilo a cada entrada y salida).
Inca. —No me satisface aún esta quietud de mi reino, basado únicamente en el
amor paternal. Hay algo que hace falta para llegar a la dicha completa. Pues, ve
a buscar por mis dominios a un hombre que sea capaz de poder hacer la
felicidad.
Emisario. — ¡Señor!.... Iré a buscar por las cuatro regiones sucesivamente.
Primero partiré hacia el Sur (y señalando con la mano y girando). ¡Collasuyo
manta!...
Inca. — ¡Qué el Padre Inti, te prodiga buena suerte!
Emisario.--(Vuelve con un hombre de porte erguido). (Se inclinan y saltan).
¡Causachum Inca Roca!
¡Señor...! Encontré a este hombre en Chuquisaca y con las manos iluminadas. Es un
arquitecto notable.
Inca. — ¿Qué sabes hacer súbdito mío?
Arquitecto. — Caminos amplios, grandes fortalezas, palacios reales, templos
esbeltos, monumentos magníficos, puentes perdurables, andenes admirables,
ciudades encantadas, tambos y canales vitalizadores.
Inca. — Pues... ¿Qué hará mi pueblo con estas obras maravillosas sino sabe
sentirlas ni apreciarlas?
Emisario y Arquitecto. — (Se despiden desconsolados). ¡Causachum
Inca Roca!
— ¡Señor! Entonces me
dirigiré hacia el Este... Contisuyo manta.
Inca. — Que el divino Inti, les derrame su granas de oro en el viaje.
Emisario. — (Regresa con un hombre de mirada penetrante) y cargado de yerbas).
(Saludan al estilo
conocido). ¡Señor! Hallé a este eminente hombre mitigando el dolor humano.
Curando terribles enfermedades y salvando pueblos íntegros de epidemias
horribles. Tiene el secreto de la salud a los hogares infestados.
Inca. — No basta gozar de la salud del cuerpo para ser feliz. Porque hay
hombres que parecen fuertes, pero que tienen el ser interior derruido. Hay
almas en ruinas por efecto mismo de un viento destructor. Hay espíritus donde
llueve y truena sin cesar.
Emisario. — (Se despiden con el estilo conocido). —Iré luego hacia el Oeste...
¡Contisuyo manta!
Inca. —No estaré tranquilo, mientras no retornes triunfante.
Emisario. — (Viene con un hombre altivo y de expresión serena) (que empuñaba una
vara de la justicia). (Saludan con el estilo conocido). Causachum Inca Roca.
— ¡Señor! Este hombre
posee el bálsamo del corazón. Devuelve el honor mancillado y levanta el
sentimiento de dignidad. Alimenta la raíz del Derecho Humano, que vale más que
la vida.
Inca Roca. — ¡¡NO!!!.... Tampoco es éste el hombre que necesito para dar la
felicidad exacta de mi raza. Porque no todos tienen sed de Justicia como no
todos sufren enfermedad, ni todos comprenden la belleza arquitectónica.
Yo quiero algo más
superior, un hombre que avive el fuego del corazón de mis súbditos, que ahora
parecen existir sin vivir. Porque en ellos el alma está encadenada, y si no amara
su corazón, semejaría una piedra funeraria insensible. Son alas quemadas que no
pueden volar en el espacio sin límites que abre su pensamiento. Su conculcada
dentro del pecho. Su inteligencia está yerta e ciencia está adormecida como un
monolito del Tiahuanaco. Son seres con forma de hombre pero sin alma.
Yo quiero un hombre
que encienda estas llamas apagadas, que ponga alas al pensamiento. Yo quiero en
fin, un hombre que construya el futuro de la niñez pura.
Emisario. — (Se alejan ambos y con el saludo). Causachum Inca Roca. ¡Señor! Me
dirigiré finalmente hacia el Norte y si ya no encuentro, entonces ya me mataré
señor y no volveré jamás. (Señalando) Chinchasuyo manta.
Inca Roca. — No importa Tucuy Ricoc, digno y leal. Andarás por breñas y quebradas,
montes altos y valles amplios, bus-cuando ese gran hombre del ideal. Las
conquistas de las cosas insuperables cuestan mucho.
Emisario. — (Retorna con un hombre de faz dominante). (Saludan con el estilo).
Causachun Inca Roca.
— ¡Por fin, Padre Inca
Roca! El divino Inti, me ha prodigado con sus rayos quemantes sobre las tierras
inholladas hasta entonces de los Huancas. Encontré cerca del Jatum Xauxa, a la
vera del camino un ranchito blanco, cercado de árboles frescos, pastos verdes,
flores perfumadas y pájaros cantarines. Allí estaba sentado este hombre, sobre
una piedra y a la sombra de un molle añoso. Allí encontré a este digno hombre,
todo aspecto venerable, con ojos soñadores y dulce faz, departiendo noblemente con
los labriegos, jóvenes, mujeres, ancianos, y principalmente con los niños, a
quienes les hablaba realmente, sobre el sentido supremo de la vida. Sobre el
honor, el deber y la moral, que son las únicas virtudes que enaltecen al
individuo.
Tuve que convencerles
del Gobierno paternal y humano y las bondades exquisitas de su majestad, y así
los traje.
Inca Roca. — ¡He aquí el hombre anhelado! El único esperado para la grandeza y el
esplendor de ¡¡EL AMAUTA!!!
Emisario. — Le oí decir, que de nada sirve el bienestar material sino se abre el
espíritu del hombre y del pueblo a la comprensión de los seres v de las cosas
nobles. A la posibilidad de obrar y crear. Le oí decir que cada uno lleva la,
felicidad en sus propias manos y que lo esencial es ver claro el ideal de las
cosas, le oí decir que los hombres son montones de alegría y de dolores. Que la
felicidad y la dicha no es un don únicamente de los justos, sino más bien una
adquisición del saber y el querer.
Inca Roca. — Con él haré la dicha mayor, la transformación superior de mis
dominios... y bien este sembrador de ideas sublimes, este conductor de pueblos,
paradigmas de generaciones.... ESTE ES, EL AMAUTA, vale decir "EL
MAESTRO", — el más ilustre y abnegado servidor de la grandeza del
Tahuantinsuyo. Y yo mismo me inclino ante él (se arrodillan).
¡Oh, Padre Sol, haz
hecho justicia al traer este hombre predestinado! (Cantan el Himno al Sol).
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PLEGARIA DEL MAESTRO
Por: Justo Arnaldo Salas
¡Señor!: en mi plegaria quemo el azul incienso
de los anhelos míos;
¡yo quiero que me escuches,
porque sembrando estoy!
Escúchame, Señor, para que mi semilla
con ansias de soñar
¡Jesús!: por la exquisita dulzura de tus labios
que sólo florecieron en sabias enseñanzas,
haced que el alma mía sea perpetua fuente
donde mis niños beban las mieles del saber.
Por aquellas dos rosas—divinamente humanas—
haced que yo repita:
"Dejad a los niños que vengan a mí",
y en la inocencia blanca de sus pequeñas almas
cincele con mis labios la luz del Porvenir.
¡Oh, tu palabra rauda como un vuelo de
alondras!
¡Cuándo admiro tu Verbo, Rabí de Galilea!
Maestro de Maestros, Prodigio de Armonía:
quisiera que en mi Escuela —pobre cuna de
niños—
se escondieran los ecos, aunque fueran los
últimos,
de la palabra tuya, amante y soñadora.
Yo sé que algún día me llegará con saña
el latigazo inicuo de las incomprensiones;
para entonces, Señor, humilde te lo pido:
¡regálame el consuelo de saber perdonar!
Mi escuela es muy pequeña;
pobre como ella sola,
pero es todo mi vida;
¡más grande que cualquiera!
¿No la has visto enjoyarse de voces cantarinas,
o vestirse, inquieta, con fisas de cristal?
¡Jesús, Maestro mío,
regálame el milagro de saber enseñar!
Abriendo estoy los surcos
para sembrar auroras y burilar estrellas!!!
Artífice callado,
modelo en cien arcillas las formas del
Futuro!!!
¡Señor!: dame tu aliento;
con él haré mi siembra, con él modelaré;
tus labios y tus manos me mostrarán la senda
que han de seguir mis pasos para enseñar mejor.
Tu corazón, tu aliento, suavizarán mi vida,
y en mi escuelita pobre, palpitará el amor.
MAESTRO
Por Jorge Lizardo Valiente.
Maestro que esculpes con mano paciente,
La arcilla fecunda de un pueblo doliente
Artista que labras con brazo seguro
El alma rebelde de un hombre futuro.
Antorcha radiante de un puerto querido
Vos de su aliento, alegría y esperanza,
Ancora de fe, baluarte en la espesura
Estrella de bondad y de amor en la llanura.
Yo te veo, que sufres y que luchas en esta
hora.
Pensando en tu obra redentora
Y te observo que caminas pensativo
Persiguiendo tan sublimes objetivos.
En el aula, en la calle, en tu santo hogar,
Tu templo es tan bello, tu misión de amar
Que sufres y cantas en tu gran quimera,
Haciendo de la vida una primavera.
Hermano sincero, sencillo y cordial,
Espíritu amplio, corazón leal,
Recibe en tu día, de excelsa virtud
El brazo fraterno, de inmensa gratitud.
Tomado del libro Fechas Cívicas del Calendario
Escolar, año 1965. Prof. Carlos A. La Torre B.
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