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martes, 11 de diciembre de 2012

Autobiografía: LA SUBLEVACIÓN DEL COMANDANTE JIMÉNEZ EN CAJAMARCA


Por Nazario Chávez Aliaga.
Mi apartamiento del APRA no fue de ningún modo doctrinario, aunque, necesariamente, había muchos puntos que era un imperativo rectificar o modificar, de acuerdo a las nuevas tendencias y cambios que, día a día, se vienen produciendo en el nuevo ordenamiento social político y económico de los pueblos. El se produjo debido, en gran parte, a la falta de hombres capaces de poder orientar y dar rumbos a un movimiento político, que hace más de 40 años que pudo dirigir los destinos del País y cumplir, de este modo, su programa de gobierno. Otra causa que determinó mi alejamiento fue el monopolio del poder político, en manos de un jefe, que no supo colocarse al nivel del pueblo que lo seguía. Todo esto y otros factores determinaron mi posición, como así lo hice saber a mis condepartamentanos, en un mensaje que les dirigí con tal motivo.

Hecha esta aclaración, jamás dejé de lado a mis amigos del APRA, que eran muchísimos. Por eso, cuando asumí las funciones de la Secretaría General de la Presidencia de la República, serví a muchos de ellos, tanto de la clase alta, como del primer piso y del sótano. Acciones que no podrán dejar de ser reconocidas, aunque olvidadas las sean.

De modo general, las puertas de la Secretaría estuvieron siempre abiertas, de par en par, para todo el mundo, sin distingos de hombres, de clases o partidos políticos. Mis funciones no estaban restringidas, ni influenciadas, ni orientadas a otra cosa que no fuera el del servicio público.(…)

(…)Como se ve, mi función se extendía a todos los hombres dirigentes de la Administración en toda la República, a los gremios de trabajadores y en general a todos los ciudadanos, hombres y mujeres que tenían necesidad de ser atendidos.

Dedicado por entero a mis tareas ordinarias, el Comité Ejecutivo Nacional de ese partido, me hizo llegar una nota invitándome a una reunión que yo acepté.

Cuánta no sería mi sorpresa encontrar en esa reunión, que creía reservada, al Comandante del Ejército Juan de dios Cuadros, Ex-Jefe del Regimiento N° 11, acantonado, entonces, en esa capital, el mismo que me combatió con saña la madrugada del levantamiento de Cajamarca.

Fue tal la indignación y sorpresa que produjo en mi espíritu, la presencia de ese militar, que no pude contener mi encono y me abalancé sobre él. La oportuna intervención de algunos presentes, me impidió llevar a los hechos tal determinación, y salí del salón, sin despedirme de nadie. Es lo menos que pude hacer.

En esa reunión debía tratarse dos cosas: Primero, la cuestión de mi informe sobre los sucesos de Cajamarca y la franca condenación al Jefe del APRA, Haya de la Torre, que ordenó el levantamiento, bajo pena de ser expulsados todos los miembros del Comité Ejecutivo Departamental; y segundo, el viaje del Comandante Gustavo Jiménez a Trujillo, que se encontraba deportado en Arica.

Debo hacer una aclaración sobre el particular. Con el Comandante Gustavo Jiménez, distinguido amigo mío, sostenía yo una permanente comunicación sobre diversos asuntos relacionados con su situación y la remoción de algunos obstáculos dentro del proceso revolucionario, que podrían alterar el curso de las operaciones conspirativas.

Por eso, cuando decidí mi viaje a Arica, de acuerdo con el Comandante Jiménez, lo hice de modo muy reservado y por mi propia cuenta, sin que se enteraran los jerarcas del APRA. Es decir un viaje de incógnito.

El Comandante Jiménez no quería nada con el APRA, apenas se permitía aceptar su contingente electoral, llegado que fuera el momento. Esta posición me lo venía repitiendo mucho tiempo. De ahí que cuando Jiménez se levantó en armas en Cajamarca, con el Regimiento N° 11, en una vibrante proclama expresó que la acción de armas producida, era un levantamiento exclusivamente militar, y que, cualquier civil que tratara de infiltrarse en sus filas, sería fusilado de inmediato.

Entretanto, cuando yo llegué a Arica, el Comandante Jiménez, con gran serenidad, tomó su maletín y nos dirigimos juntos al muelle, disfrazando con una franca sonrisa, la impresión nerviosa de este viaje. Me sorprendió encontrarme allí con una persona amiga del Perú, encuentro que tuve que explicar con bastante cordura y las cosas quedaron sin sospecha.

Durante nuestro viaje a bordo del barco que nos condujera al Callao, el Comandante Jiménez, me hizo conocer, con suma reserva, el Programa que debería realizar, en caso de llegar al Gobierno. Jiménez era uno de esos raros hombres de exagerado optimismo. No conocía, ni la duda, ni el miedo. Se jugaba entero en todas las más graves circunstancias de su vida. Era de esos hombres, firmes a plomada, y además, un militar lleno de humanidad. Alguna vez incursionando en el campo de la política social, llegó a decirme: "Vea amigo Chávez, para mí el bienestar individual, es el bienestar de la comunidad, y a esa comunidad, es mi frenético deseo llegar a todo andar. Volviendo al caso amigo Chávez, son cinco los puntos que destaco fundamentalmente en mi Programa de Gobierno, a saber:

1). —La última jerarquía que debe presidir las funciones de la Fuerza Armada, debe ser el de Capitán, que está en contacto permanente con los militares subalternos.
2).—Producción total de la tierra, de tal modo que no quede un sólo palmo de ella sin dar fruto, principalmente las enormes extensiones de tierras ociosas, sin acudir a la violencia y sin comprometer en nada a nuestros Institutos Armados, los que deben estar exentos de toda intervención política interna.
3). —Eliminar de cuajo las Cortes de Justicia, los Tribunales y los Juzgados de la República, verdaderos antros de la extorsión de la justicia y todos sus derivados.
4). —Supresión de Universidades, colegios y otros centros Educativos, que sólo sirven para desviar la conciencia de las juventudes. Fábricas de abogados y tinterillos que extravían la conciencia de nuestro pueblo. Necesitamos fuerzas de producciones honestas y saneadas.
5). —Proscribiremos el expedienteo en la administración del Estado, colocando hombres capaces en los puestos y de responsabilidad en sus funciones. Acabaremos con el parentesco en la función pública. El inepto y el holgazán no tendrán cabida en las filas de una administración decente y honorable.

Es todo cuanto puedo decir a usted, amigo Chávez, por ahora. Lo demás correrá de mi cuenta".

Como se ve, el Comandante Jiménez tenía ideas propias y radicales, susceptibles de realizarlas, con la cooperación de gentes virtuosas tan necesarias para bien del País.

Sabía el Comandante Jiménez, que un distinguido abogado lo esperaba en el Callao. Se lo recordé, y sacó varias cartas de su maletín para entregársela. Me agradeció el recuerdo. Efectivamente, el citado abogado se entrevistó con Jiménez por espacio de media hora y no más. (…)

(…)Una hora antes de abandonar el Callao, Jiménez se dio cuenta que un gran número de soldados de la Guardia Civil, se embarcaban al norte de la República. Cosa que no advertí yo. "Amigo Chávez —me dijo— ¿Ha visto usted el embarque de tropas de la Guardia Civil?" Ya me han olfateado los sabuesos de Sánchez Cerro" —agregó.

Jiménez vestido de mecánico, ropa sucia y una gorrita que le cubría media cara, se puso de pie y me dijo: "He trazado mi camino y adelante". "Considero como una de las medidas de seguridad, la conveniencia de que usted desembarque en Chimbote. Demasiado conocido es usted por estas regiones y temo que por su presencia podrían descubrirme". "Le pido este favor. Hágalo por nuestra revolución" —me agregó—. "Usted no pide, mi Comandante" —le dije— "Usted ordena y sus órdenes se cumplen". Así lo hizo. Desembarcó en Chimbote y emprendió por tierra rumbo a Trujillo. Eran las 10 de la noche más ó menos.

Tomó un automóvil enviado expresamente de Trujillo y emprendió viaje en compañía de una dama de la alta sociedad trujillana.

El levantamiento Militar de Jiménez, que debiera producirse en Trujillo, tuvo lugar en Cajamarca el 14 de Marzo de 1933; en razón de la borrachera de un teniente de ejército que delató dicho movimiento, cuando en una reunión de oficiales expresó: "Faltan muy pocas horas para que el país cambie de rumbos políticos. Ya estaremos juntos amigos y compañeros" —agregó—. La develación ya estaba hecha, a las pocas horas, ese grupo de oficiales, incluso el delator, recibían órdenes de viajar inmediatamente a Piura.

Frustrado el movimiento de Trujillo, el Comandante Jiménez, forzó levantar al Regimiento N° 11, acantonado en Cajamarca, sin conseguirlo. La oficialidad de ese Regimiento, hizo conocer al Comandante Jiménez la imposibilidad de sus intentos. Le exigieron su presencia en Cajamarca, como condición previa para su realización. Jiménez marchó sobre Cajamarca un día de carnaval, en que las multitudes celebraban estas fiestas con gran alborozo. Jiménez se alojó discretamente en casa del que fue Sr. Pedro Mejía Burga, insospechable por cierto, circunstancia que facilitó grandemente sus entrevistas con la oficialidad del Regimiento, que por lo demás, estaba situado el cuartel junto a la casa de su alojamiento. Jiménez con el objeto de darse cuenta y conocer la ciudad de Cajamarca se disfrazó de indio, con poncho, chullo y caja que tocaba como podía y quería. Nadie se dio cuenta de este hecho original. Arregladas las cosas así, y tomadas las precauciones, la Oficialidad sacó de sus cuarteles al regimiento y lo emplazó en la avenida de la "Recoleta", en perfecta formación. Cinco oficiales del Regimiento a órdenes del Capitán Tirado se encargó de conducir a Jiménez desde su alojamiento hasta la "Recoleta", donde lo esperaban; Jiménez se presentó con los rituales de Ley debidamente uniformado y arengó a las tropas, tomándoles el juramento del caso. Hechas estas formalidades, Jiménez, en tono imperativo ordenó a la oficialidad partir inmediatamente a Trujillo y como todas las cosas ya habían sido organizadas se cumplió sus órdenes con celeridad.

Antes de salir de Cajamarca, Jiménez dejó a un oficial y a su secretario, Dr. Luis Gálvez como jefes políticos de la plaza de Cajamarca. Jiménez pensaba tomar Trujillo por sorpresa. Se olvidó que existía el teléfono Cajamarca-Huacraruco-Trujillo y por medio de él se hizo conocer el levantamiento que acaba de producirse.

La movilización de las tropas de Cajamarca a Pacasmayo se hizo en camiones, automóviles y tren. Uno que otro pequeño incidente se produjo en el camino, que pretendían descarrilar el tren por parte de los sanchecerristas, que no tuvieron mayor importancia. No alteraron el itinerario del viaje. Fueron incidentes pequeños que se repararon de inmediato. Al llegar a Pacasmayo, Jiménez recibió una llamada telefónica del Mayor Cervantes, Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil que se encontraba en Guadalupe, a quien Jiménez lo trató muy despectivamente, peor que a un sirviente y cortó el teléfono.

Exceso de precauciones determinaron para que Jiménez ordenara que en el automóvil que él debiera viajar al frente de sus tropas de Pacasmayo a Trujillo, colocaran a uno y otro lado del automóvil en la parte delantera dos ametralladoras, con el objeto de dejar libre el camino de franco tiradores que se habían apostado a lo largo de la carretera. Esta maniobra dio su resultado. Cayeron varios Guardias Civiles en esta operación, y permitió a Jiménez y a sus tropas llegar hasta cerca de las Pampas de Paiján, el 15 de Marzo de 1933, donde tomó los primeros contactos con las fuerzas enemigas procedentes de Trujillo. La lucha se arreció minuto a minuto, y cuando las tropas de Jiménez se vieron rodeadas y forzadas a atender tres frentes de lucha, que estaban a punto de dominar y definir la situación, se hicieron presentes en el campo de lucha dos escuadrones de caballería que acababan de llegar de Lima. Este hecho y la falta de municiones en plena lucha, a causa de la traición del Teniente Zapatero, encargado de la conducción del parque desde Cajamarca a Paiján, dio lugar a que la oficialidad, en ese momento de desesperación, pidiera al Comandante Jiménez continuar la lucha a bayoneta calada. Tan temeraria decisión fue negada, y al contrario, Jiménez reunió a la oficialidad y al calor de las discusiones sobre el camino a tomar en tan graves momentos, el Comandante Jiménez, en un momento de descuido del Capitán Tirado, que era el que más acaloradamente discutía, extrajo del fundillo de Tirado una pistola "Colt" y diciendo: "Así muere un militar de Honor", se disparó un tiro en la sien. Jiménez cayó fulminado. La oficialidad se rindió a manos del enemigo.

Con esta explicación, damos en seguida los nombres de los civiles que intervinieron en la sublevación armada de Jiménez y que, después del triste fin que ella tuvo, fueron conducidos al departamento de La Libertad para su juzgamiento por las respectivas Cortes Marciales que se constituyeron al efecto. Ellos fueron: doctores Luis Benjamín Gálvez, Secretario Privado del Jefe del Movimiento; Mariano Burga Chávez y Alfredo Merino y los señores Ricardo Revilla Pérez, César Cueva Arce, Rodolfo Rojas R., Eugenio Car y Corona, Augusto Nicolás Puga Arroyo, Aubín Becerra, Ángel Macciota Rivas Plata y Francisco Cobos. Cuando se produjo la rendición de Paiján fueron fusilados inmediatamente el Subteniente Saldaña y el Dr. Luis B. Gálvez, el Mayor Castillo Vásquez y los Capitanes Tirado y Villafuerte. Los Tenientes: Collantes Dávila, Arce, Tasaico, Barreto, Merino, Castro y Urteaga fueron llevados a Trujillo por el Comandante Mena, Jefe de la Guardia Civil y Policía, quien no intervino en la revuelta por encontrarse enfermo en los Baños del Inca, cuando se produjo el levantamiento. Todos fueron sentenciados por la Corte Marcial a penitenciaría.

Así terminó su vida política y militar el Comandante Gustavo Jiménez, dando ejemplo de arrojo, frente a la adversidad.

El cadáver de Jiménez, fue trasladado a Trujillo, y sepultado en el panteón de esa heroica ciudad. Más tarde sus familiares exhumaron sus restos y los trasladaron a Lima.

Recuérdese que el Capitán Tirado, cuando la sedición de Trujillo, formó parte de la Corte Marcial, que juzgó a buen número de militares que resultaron comprometidos en esa acción de armas, organizada y realizada por los apristas, tal actitud del Capitán Tirado, no sólo que disgustó, sino que mereció del Comandante Jiménez que todavía se encontraba en Arica, su condenación más expresiva. Le escribió una carta desde Arica, en la que le decía:

"Capitán Tirado, sólo levantándose en armas y muriendo en la Revolución podrá usted salvarse". Terrible sentencia que se cumplió en los arenales de Paiján.

Como consecuencia de esta insurrección y de la derrota final que las fuerzas del orden infligieron a los sediciosos, la Corte Marcial de Trujillo, juzgó de inmediato a los responsables directos de la sublevación del Regimiento, condenando a la pena de fusilamiento a cuatro militares y un civil, el Dr. Luis Gálvez, Secretario del Comandante Jiménez, quien, como se recordará, quedó como Jefe de la Plaza de Cajamarca, a la salida de las tropas subversivas rumbo a Trujillo. El fusilamiento se llevó a cabo, con los ritos de Ley, en las famosas Pampas de Chanchan, con cuyo hecho quedó definitivamente cerrado este desgraciado capítulo de nuestra historia.

Tomado de libro Autobiografía

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Nota del Autor en la fotografía: Comandante Gustavo Jiménez, Jefe de la sublevación militar en la ciudad de Cajamarca, sede del Regimiento de Infantería N° 11, cuyo trágico desenlace se produjo en los arenales de Paiján (Trujillo), el 14 de marzo de 1933.

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