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lunes, 10 de diciembre de 2012

Turismo y Paisaje: SANTA LUCÍA DE KORIQUINGUE

Por Tito Zegarra Marín.
Laguna Koriquingue
Cortesía de la Oficina
de Turismo de la Municipalidad
de José Gálvez

En las últimas semanas, tratando de sacarle la vuelta al tiempo lluvioso, visitamos por primera vez a dos pequeñas lagunas: El Corredor en Huasmín y Santa Lucía de Koriquingue en José Gálvez; también, con mis alumnos de Alas Peruanas, a la impresionante catarata El Cornelio, al valle de Shucamayo y Playa El Coco en el Marañón, frente a Balsas. En este último lugar, aprovechamos para observar el asfaltado (que no es tal), entre esa localidad y Leymebamba. Y qué lástima, comprobar que no cumplidos los tres meses de uso se está resquebrajando y levantando a pedazos esa endeble capa de brea (al ingresar a Chacanto viniendo de Balsas Viejo). En un artículo anterior anticipaba esos resultados
.
Molestias aparte, quiero compartir con ustedes los gratos momentos vividos en nuestra visita a la lagunita Koriquingue, hoy Santa Lucía, sugerida por el inquieto amigo Moisés Rojas Aliaga. La realizamos el último sábado de noviembre, día de poco sol más bien brumoso a la distancia, muy temprano y a la mano nuestro equipo y refrigerio de siempre. Trepar las escarpadas y duras praderas del Lanchepata ya no lo veíamos difícil, muchas veces lo hemos hecho no obstante la inexistencia de una ruta definida y la desaparición del camino antiguo, que hizo de un ramal del Cápac Ñan.

Laguna Koriquingue
Cortesía de la Oficina de Turismo
de la Municipalid de José Gálvez.
A media altura, nos cruzamos con una camioneta que subía en esa dirección, su conductor ofreció darnos una “jaladita”, agradecimos ese gesto y preferimos continuar a pie, creo, convencidos de que caminar es la mejor medicina para darle sustento a la vida. Mucho esfuerzo, sudor y por cierto el inevitable cansancio cuando se remonta los 60 años. Algunas obligadas paradas, no solo para recuperar fuerzas, sino para vivir de esa excelsa e incomparable belleza que depara la naturaleza, en especial, después de las lluvias. Cómo no amarla y cuidarla, y pensar que algún rato será otra. Cuando ya habíamos salvado la parte más empinada, incluso traspasado la temida cueva de Los Leones que no hace mucho la visitamos, un morador de la zona nos indicó que faltaba poco y orientó el camino. 

Habían pasado más de tres horas y al parecer nos encontrábamos en la parte más alta de esa cadena de montañas andinas. Particularmente me llamó la atención la ampliación de la frontera agrícola en esa zona, otrora cubierta de monte, nuevas chacras para siembra y la cría de ganado, aprovechando el agua de manantiales y la lluvia, que no siempre es generosa. Muy debajo de nuestro último recorrido escuchamos el ruido de la maquinaria pesada que rompe los cerros para sacar material útil al asfaltado. Al poco rato llegamos a Koriquingue.

Vista desde Santa Lucía
Cortesía de la Oficina de
Turismo de la Municipalidad
de José Gálvez.
Ese nombre no debe ser casual ni extraño, más bien se relaciona con el oro (Kori) e insinúa su existencia, debe ser así. Pequeña, repleta de agua, brillosa y solitaria está la lagunita, rodeada de un marco paisajista verde y deslumbrante. Nos sentamos en sus orillas, frígida y cristalina su agua de la que bebían los animalitos de la zona, y lo más importante, nunca se seca. Una moradora del lugar acompañada de otra adolescente pasaron cerca, y nos sorprendió cuando nos dijeron que era una laguna “madre”, en la que se encontraba (muy al fondo) un toro de oro que la cuida y que nadie lo puede sacar. Curiosas creencias del pasado que la combinan con las nuevas ideas impuestas por las activas sectas evangélicas. 

Vista hacia El Común, Macas,
Jorge Chávez...
Cortesía de la Oficina de Turismo de
la Municipalidad de José Gálvez.
Pero esta hermosa creación de la naturaleza en lo alto de los andes, también permite disfrutar de un inmenso panorama por todos sus costados: la ciudad de Celendín delineada en su magistral planicie, Teresaconga, el bello paraje de Cusichán, José Gálvez, Macas, Jorge Chávez y al otro extremo de esa sábana verde, Conga de Urquía, Sucre y Chaquil. Más al sur se ve parte de Oxamarca,  Huañambra y Molinopampa hacia el norte y tantos otros sitios, casi a nuestros pies, mirándolos desde lo alto, desde las nubes. Después de 7 horas, volvimos a las calles encementadas de Sucre, a las que hubiésemos preferido verlas empedradas, como lo fueron antes y como son los inmensos cerros que lo rodean.

En el presente año solicitamos un mínimo apoyo económico a la Universidad Nacional de Cajamarca y la Municipalidad Provincial de esa ciudad, lamentablemente no hubo voluntad para apoyarnos, lo que impidió visitar y estudiar a lugares de mucha importancia histórica y socioeconómica, como los Cápac Ñan San Marcos, Jecumbuy, Ucuncha y Bolívar; y Celendín, Leymebamba, Levanto y Chachapoyas, o el canal de piedra en la Playa del Inca, al borde del Marañón, distrito Cortegana. 

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