Distrito de Sucre en todo el Perú y el mundo.

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domingo, 11 de marzo de 2012

Pluma de la Altura: LA QUINUILLA Y OTROS ANEXOS DE SUCRE EN LAS ETAPAS DE LA HISTORIA


Por: Secundino Silva Urquía.

1.00.- Generalidades y Toponimia de La Quinuilla.

La Quinuilla. 
Vista panorámica del barrio “Los Agüitas”
La Quinuilla, está actualmente entre los más importantes anexos del distrito de Sucre (Celendín -Cajamarca). Durante las últimas décadas ha mantenido una población promedio de aproximadamente 400 habitantes. Ubicado Aproximadamente a unos treinta Km. al suroeste de la ciudad de Sucre, capital del distrito del mismo nombre, y a unos aproxi­madamente 83 Km. al noreste de la ciudad de Cajamarca. Típico villorrio andino con casas de muros de adobe y/o tapial y techos generalmente con cobertura de tejas o calaminas que a partir de la década de los sesenta del siglo pasado, paulatinamente han ido reemplazando al "hualte" o paja ichu. Está a una altitud de aproximadamente 3,125 m.s.n.m, y asentado sobre planicies que en la era terciaria eran parte del lecho de una laguna de regular magnitud que abarcaba incluso toda la actual pampa de Tincat.

La palabra Quinuilla deriva de la voz quechua: "kinúailla". El nombre del pueblo se debe a la existencia de una planta, ya extinguida al menos en la zona; a la que los primeros pobladores la reco­nocieron con el nombre de quinuilla; por su parecido con la quinua El tallo y las hojas de la quinuilla son mucho más pequeñas que los de la quinua, por eso quinuilla es el diminutivo de quinua. Cuentan que esta planta creció a orillas de la pequeña laguna que existía en el centro de lo que es hoy el barrio "Laguna Seca", al costado del Centro Educativo de Educación Primaria No. 82429. Los pobladores usaban a la lagunilla como bebedero de su ganado, cuyo permanente trajinar debió acelerar la desaparición de la referida planta.

Esta pequeña laguna fue desecada por los padres de familia del Centro Educativo local, quienes construyeron un corto pero profundo canal de derivación hacia un tragadero natural cercano. Así el 22 de agosto de 1984, desapareció para siempre de ese lugar, consolidando para la posteridad el nombre de "laguna seca" para el barrio del pueblo que lo albergaba.

El lecho de la desecada lagunilla incrementó el área del terreno del Centro Educativo Primario, sir­viendo a los alumnos para su recreación; hasta que en Julio del año 2006, la Municipalidad Distrital de Sucre inició la construcción una plataforma deportiva en la que la niñez y la juventud del pueblo, siguen practicando su deporte favorito.

2.00.- El caserío La Quinuilla y sus orígenes.
La Quinuilla. 
Vista panorámica del barrio Laguna Seca.
La Quinuilla ya tenía cierta población a la fecha en la que Sucre fue creado como distrito, 15 de noviembre de 1940, no la necesaria como para ser considerado caserío, pero si la suficiente como para que siendo anexo del caserío de Calconga influyera con buen peso democrático en las decisiones comunales. Prueba de esto son acuerdos compensatorios que se lograron como producto de las deliberaciones de los ciudadanos de ambos lados, como por ejemplo aquel que dispuso que el Centro Educativo Primario se construya en Calconga y el cementerio en La Quinuilla. Aún viven algunos quinuillanos que desde 1940 hasta los últimos años de la década de los cincuenta del siglo XX, estudiaron su primaria en el viejo Centro Educativo de Calconga ubicado al este del poblado y al costado del camino de herradura que conduce a La Quinuilla, y hasta la actua­lidad algunos ya mayores pobla­dores de Calconga rinden homenaje a sus muertos, cada 02 de noviembre en el cementerio de La Quinuilla.

La Quinuilla nace como caserío en un impreciso año de mediados de la década de los años cincuenta del siglo pasado, gracias a la iniciativa del Sr. Neptalí Chávez Carranza, las gestiones de sus autoridades apoyadas por él y al empuje unitario de sus pobladores. El gran esfuerzo que desplegaban los niños estudiantes de entonces para trasladarse, caminando a veces bajo intensa lluvia hasta Calconga, el crecimiento poblacional, las injustificadas pero entonces inevitables rivalidades que se gestaron entre ambas comunidades cercanas; así como la aspiración de progreso de la colectividad de quinuillanos, fueron las causas para que el caserío de Calconga se subdivida y surja La Quinuilla como un caserío más del ya entonces denominado distrito de Sucre.

Nazario Chávez Aliaga, en su libro titulado: SUCRE (EL HUAUCO) editado en Lima en 1967, en su acápite: CASERÍOS, menciona a: La Conga de Urquía, Santa Rosa, Cajén, Calconga, Sumbat, La Artesa, La Victoria y El Porvenir, como caseríos integrantes del distrito de Sucre. Pues debo decir, con respeto a la memoria de nuestro muy reconocido intelectual sucrense, que esta relación es errónea por dos razones: La primera porque Sumbat era y es un atractivo paraje entre los caseríos de Calconga y Muñuño, como lo era y es La Artesa en caserío El Porvenir (Antes Guangazanga), pues nunca fueron caseríos; y la segunda porque San Martín, La Quinuilla y Muñuño eran ya caseríos de Sucre con anterioridad a 1967. Las múltiples responsabilidades que tenía que afrontar nuestro ilustre paisano, deben haberle impedido informarse a cabalidad sobre los temas allí tratados. Los últimos párrafos de su mencionado libro corroboran mi afirmación cuando al referirse a "la Manibombo", uno de sus personajes anecdóticos de Sucre dice: "No sabemos si vive aún la Manibombo, pero para muchos estará seguramente vivita y coleando en su recuerdo agra­decido". (El resaltado en negrita es mío).

3.00.- La Quinuilla y otros anexos de Sucre en las etapas de la Historia.

3.01.- Etapa preinca.
Para muchos registros de esta etapa de la historia del Perú los historiadores más renom­brados se han guiado y se guían de lo que muestran los restos y descubrimientos arqueológicos, así como de lo poco que han escrito los cronistas. Garcilaso de la Vega en su obra "Los Co­mentarios Reales", escrita en 1606, escribe lo siguiente, en relación a la idolatría, vida, costumbres y dioses que adoraban las tribus preincas:

"Para que se entienda mejor la idolatría, vida y costumbres de indios del Perú, será necesario dividamos aquellos siglos en dos edades: diremos como vivían antes de los Incas y luego diremos como gobernaban aquellos Reyes, para que no se confunda lo uno con lo otro ni se atribuyan las costumbres ni los dioses de los uno a los otros. Para lo cual es de saber que en aquella primera edad y antigua gentilidad unos indios había poco mejores que bestias mansas y otros mucho peores que fieras bravas. Y principiando de sus dioses, decimos que los tuvieron conforme a las demás simplicidades y torpezas que usaron, así en la muchedumbre dellos como en la vileza y bajeza de las cosas que adoraban, porque es así que cada provincia, cada nación, cada pueblo, cada barrio, cada linaje y cada casa tenía dioses diferentes unos de otros, porque les parecía que el dios ajeno ocupado con otro, no podía ayudarles, sino el suyo propio....
Y así adoraban yerbas, plantas, flores, árboles de toda suerte, cerros altos, grandes peñas y los resquicios dellas, cuecas hondas, guijarros y piedrecitas, a las que en los ríos y arroyos hallaban, de diversos colores como el jaspe... En lugar dellos adoraban diversos animales, a unos por su fiereza, como al tigre, león y oso, y por esta causa, teniéndolos por dioses, si acaso los topaban no huían dellos, sino que se echaban en el suelo a adorarles y se dejaban matar y comer sin huir ni hacer defensa alguna. También adoraban a otros animales por su astucia, como a la zorra y a las monas. Adoraban al perro por su lealtad y nobleza, y al gato cerval por su ligereza.... Otras naciones adoraron a los halcones, por su ligereza y buena industria de haber con sus manos lo que han de comer; adoraban al búho por la hermosura de sus ojos y cabeza y al murciélago por la sutileza de su vista, que les causaba mucha admiración que viese de noche. Y otras muchas aves adoraban como se les antojaba. A las culebras grandes por su monstruosidad y fiereza, que las hay en los Antis de a veinticinco y de a treinta pies, y más menos, de largo y gruesas muchas más quel muslo. También tenían por dioses a otras culebras menores, donde no las habían tan grandes como en los Antis; a las lagartijas, sapos y escuerzos adoraban".

Estamos completamente seguros que en la era preinca las colinas y cerros de lo que hoy es La Quinuilla, Calconga, San Juan de Tincat, La Lechuga, La fortaleza, Santa Rosa, Etc.; estuvieron ocupadas por grupos humanos cuyas costumbres y forma de vida encajan en gran parte con lo descrito en el anterior texto garcilacino. Sin embargo, los especialistas tienen mucho que investigar sobre esto; pues existe harto material en la zona: Allí están las ex­puestas y semienterradas ruinas pétreas de "Los Chuyos", "el poyo shuito", "sombrerillo", "Ventanillas", "La púcara", "La Lechuga"; así como los restos óseos encontrados en naturales cavidades pétreas como la "Cueva del Telar", "Cóñor" y otras.

En relación al tipo de vivienda, alimentación y relaciones de las colectividades preincas, el mismo Garcilaso de la Vega, escribió lo siguiente:

"En la manera de sus habitantes y pueblos tenían aquellos gentiles la misma barbaridad que en sus dioses y sacrificios. Los más políticos tenían sus pueblos poblados sin plaza ni orden de calles ni de casas, sino como un recogedero de bestias. Otros, por causa de las guerras que unos a otros se hacían poblaban en riscos y peñas altas, a manera de fortaleza, donde fuesen menos ofendidos de sus enemigos. Otros en chozas derramadas por los campos, valles y quebradas, cada uno como acertaba a tener la comodidad de su comida y morada. Otros vivían en cuevas debajo de tierra, en resquicios de peñas, en huecos de árboles, cada uno como acertaba a hallar hecha la casa, porque no ellos no fueron para hacerla. Y destos hay todavía algunos, como son los del cabo del Pasau y los chirihuanas y otras naciones que no conquistaron los Reyes Incas".

La gran cercanía y similitud de forma y del aparejo de las piedras rústicas de las ruinas existentes en La Quinuilla con las de "La Lechuga" y alrededores, hace pensar que podrían haber sido construidas en la misma época y que pertenecieron a colectividades del tipo descrito en el anterior texto de Garcilaso. Pues la decisión de asentarse y vivir en la zona se debió indudablemente a la existencia de varias especies de fauna y flora que les servían como parte de su alimentación: Los venados que existían en los bosques del actual Vigasmayo, Santa Rosa, La Quinuilla y El Porvenir; "El cuy Ulluay" que habitaba en los pantanos de Tincat; los patos silvestres, los sobrevivientes conejos silvestres, las moras o frutos de las zarzas, los pepinillos, "el poro poro", "el coto coto", "el chuico", "el cirimbache", etc.

Los antepasados preincas que ocuparon las áreas rurales del actual distrito de Sucre, se ha demostrado que eran guerreros y como tales, es muy probable que hayan participado en la guerra de defensa de sus territorios frente a la invasión de Los Incas; o guerra de resistencia de "los caxamarcas" frente al sometimiento de los Incas en la época del reinado del Inca Pachacútec. Al respecto el cronista Pedro Cieza de León (1533) relata que los "Caxamarcas" ofrecieron a los invasores cuzqueños gran resistencia, por ser gente "valiente y belicosa". Para ello tenían "apercibidas las armas y los bastimentos y estaban fortalecidos en sus plazas fuertes y tenían tomados los malos pasos de los caminos (...) ganosos de pelear por vencer o morir". El cronista asegura que la última ofensiva tomó a los Incas por lo menos cuatro meses de cruentos combates para imponerse en la región.

También es harto probable que nuestros antepasados guerreros hayan vivido en constantes enfrentamientos con sus similares, los pueblos de la cultura "Chacha-puya" (Que se desarrolló entre los años 800 a 1470 D.C, al este del río Marañón).

La condición guerrera de los preincas que se asentaron en lo que hoy es La Quinuilla y demás áreas rurales del actual distrito de Sucre, ha quedado patéticamente demostrada con el hallazgo de los restos de sus construcciones, que son de tipo fortificado y ubicadas en lo alto de los cerros y colinas, para tener visibilidad frente a agresiones enemigas; asimismo de objetos de piedra y metal encontrados por huaqueros en algunas ruinas de la zona. Varios de estos objetos habían sido vendidos a un coleccionista aficionado radicado en Lima, en cuya casa tuve la oportunidad de apreciarlos en 1995. Al escribir estas líneas (setiembre del 2008) tuve la necesidad de llamarlo y pedirle permiso para fotografiarlos; pero lamentablemente la colección ya no estaba ni estará más en su casa. Pues según lamentos del mismo coleccionista aficionado: un día mientras él trabajaba, su hija mayor imbuida de prejuicios y creencias evangélico-religiosos, los desapareció como "objetos satánicos" entre la basura de su casa.

Danza Ceremonial de los pobladores preincas de La Quinuilla,
grabado en ceràmica hallada en el cerro “Ventanillas.
Dibujo de Nèstor Silva Urquía.

También están los restos de cerámica encontrados en la cima del cerro llamado "Ventanillas", en los que se han conservado grabados en tinta rojiza, de guerreros entre­lazados de las manos en actitud de danza. Estos restos fueron hallados por el agricultor Benigno Medina, quien los vendió al Sr. Camilo Alvarado Sánchez. El publicista Néstor Silva Urquía, felizmente rescató las imágenes dibujándolos en papel y fue él quien me los ha facilitado para que el lector lo pueda apreciar. Como se puede ver, el guerrero aparece disfrazado con una máscara con tocados o crestas que aparentemente imitan a las de la cabeza de un ave (probablemente del pájaro carpintero, "la gargacha" o carpintero andino; o del "indio pishgo", algunas de las más conocidas aves de la zona que poseen cresta); porta vestimenta corta y adornada, además de hojotas. No se puede descartar que entre las figuras geométricas de los brazos o alas, esté representada alguna arma de guerra, de no ser así, no anula la condición guerrera o ceremonial de la danza. Las figuras de peces y culebras que aparecen en la parte inferior de los grabados, podrían representar a algunos de sus dioses o los animales que formaban parte importante de su dieta alimenticia.

Algunos rasgos "chavinoides" de estos gravados, nos hacen pensar también que es muy probable que las etnias o grupos humanos que ocupaban lo que actualmente es La Quinuilla y alrededores, hayan recibido también en la etapa preinca, influencia y apoyo de la cultura Chavín, que hacia el año 800 a 900 de la era cristiana tuvo influencia también en la civilización que se asentó en la zona del distrito de Oxamarca (La Chocta), y en la de la actual provincia de San Pablo ("Kunturhuasi"), tal como lo demostró el ilustre Arqueólogo peruano Julio César Tello.

3.02.- Etapa del Incanato.
Es sabido que la conquista de la zona por los Incas, luego de cruentas luchas con los "caxamalcas" o "caxamarcas", continuó con la conquista de los "Chachapuyas" o "Chachapoyas", hasta aproximadamente el año 1470 de la era cristiana, en el que fueron sometidos por las tropas del Inca Túpac Yupanqui. Obviamente estas guerras causaron grandes conmociones, muertes, apresamientos, éxodos y huidas en las colectividades que habitaban la zona del ámbito rural de lo que hoy es el distrito de Sucre; y otras. Sin embargo, los pocos que deben haber quedado paulatinamente se tuvieron que adaptar a los designios y leyes de sus nuevos soberanos y gobernantes. Este razonamiento y afirmación, tiene parte de su sustento en los restos y notorias huellas de un camino Inca, parte quizás de la red del Capaq Ñan del Chinchaysuyo; que va desde La Lechuga, por Sumbat, Muñuño, La Artesa, Cantange hasta que por algún lugar debe haber cruzado el río Marañón en dirección al oriente. La serpenteante huella de este camino va por la margen izquierda del río Cajapotrero y es vista en su mayor dimensión desde el camino que va hacia el caserío de Cajén.

Algunos estudiosos han seguido las huellas de la red de caminos inca en otras provincias y distritos de Cajamarca, detectando a otro en Cauday (Cajabamba); el mismo cruza al río Crisnejas, remonta hacia Chancay; pasa por Ichocán, luego por San Marcos y Namora. Es probable que en San Marcos se haya empalmado con el camino que desde La Lechuga, avanza por Güanico y La Pauca. Este gran camino que atraviesa Cajamarca de sur a norte, sale por la zona de Bellavista y bordea la laguna estacional de Sulloscocha, donde entre los sembríos aún son visibles las bases de piedra de lo que fueran los muros laterales del tramo que se dirige hacia Los Baños del Inca y Cajamarca, cruza el valle del río Mashcón en dirección al puente de piedra natural Rumichaca, cerca a la actual Granja Porcón. Entre más de diez mil hectáreas de pinos y pajonales, el Capaq Ñon continúa hacia Ingatambo, en San Pablo, donde se aprecian las ruinas de un tambo inca. De aquí se remonta hacia el noreste en dirección a las a las aguas termales de Chancay baños, pasa por la quebrada "Hueco del Inca" y la antigua hacienda de Quilcate (*); pasa por Chota y Jaén, cruzando varias veces al río Huancabamba llega a Ayabaca y desde aquí avanza en dirección a Ecuador.

Menos de setenta años después de la conquista de "los chachapuyas" por los Incas, los españoles llegaron a la actualmente denominada Cajamarca, capturaron al Inca Atahualpa el 16 de noviembre de 1532. La caída del Imperio Incaico, debe haber significado otra catástrofe para las diezmadas colectividades asentadas en las zonas rurales de Celendín y otras provincias. La relativa cercanía al lugar de los sangrientos e históricos sucesos de Cajamarca, seguramente les permitió enterarse de los mismos a pocos días, tal vez al día siguiente o al tercer día como máximo. Es seguro que estos hechos y las consecuentes noticias sobre el armamento y la fiereza de los barbudos españoles causaron mucho susto y aterradora confusión, que muchos indígenas habrían optado por el suicidio o la huida ante la captura y muerte del Inca, como lo relatarían los propios conquistadores y cronistas españoles. Finalmente el camuflaje o la destrucción de sus viviendas y fortificaciones, fue­ron seguramente algunas de las últimas actividades que llevaron a cabo los pocos indígenas de la zona; para luego abandonarlas definitivamente y emprender la migración o fuga hacia lugares más seguros como los que hay en la selva, en los que es muy probable que muchos murieron y otros sobrevivieron.

Algunas personas de los caseríos de Sucre, generalmente las más mayores, suelen hacer uso de la tradición oral y se refirieren a estos restos, señalándolos como "casas de los gentiles" y en relación a sus ex ocupantes usan términos y frases muy semejantes a los si­guientes: "Dicen que los gentiles, cuando supieron de la llegada de los españoles y vieron que la vida ya les era insostenible, entonces enterraron sus cosas y sus casas.

Lo que ya no pudieron enterrarlo lo rompieron para no dejar nada que sirviera; luego se mataron y algunos se mandaron a otros lugares muy lejanos". Corrobora en parte a las aseveraciones como ésta, la existencia de construcciones de piedra enterradas o semienterradas en los caseríos de La Lechuga, la Fortaleza y otros. En parajes cercanos a La Quinuilla como "El Velo", "Los agujeros", "Ventanillas", etc., existen también restos de construcciones de piedra, de cerámica y óseos, que evidencian la existencia de vida comunitaria preinca e inca.

3.03.- Etapa del Virreinato.-
No se descarta que parte de la población de finales de la etapa incaica, sobre todo la más joven, haya sido obligada por los españoles a ir como esclavos a trabajar en los llamados obrajes y centros de explotación minera. Se sabe que esta sobreexplotación fue la causa prin­cipal de la drástica disminución de la población indígena en las primeras décadas del virreinato.

Pero también es muy probable que durante la época del Virreinato, los terrenos de lo que hoy es el caserío La Quinuilla y algunos otros de Sucre, hayan sido parte de las Reparticiones y Encomiendas, que la corona española dio a los conquistadores como premio. De la siniestra vigencia de esta modalidad española de usurpación y explotación no escaparon ni tierras ni aborígenes porque Cajamarca y sus alrededores fueron los primeros lugares dónde muchos de los primeros españoles se asentaron.

Al revisar la Historia de Celendín, en el período de la colonia, encon­tramos que los textos son un tanto centralistas o localistas; es decir que refieren en gran parte solo la historia de la ciudad capital, menciona que ya en esta etapa se habían establecido haciendas españolas en la que hoy es la provincia de Celendín, una de ellas era la Hacienda de San Hernando de Llamadín. Textualmente refiere que la campiña donde hoy se asienta la ciudad capital de la provincia de Celendín, era un lugar: "a modo de puerto, donde pernoctaban los viajeros que venían de Cajamarca de paso hacia Chachapoyas".

Refiere también que "el día 12 de julio de 1782, de paso al oriente, el Obispo de Trujillo, Monseñor Jaime Baltasar Martínez de Compañón, visitó Zelendín; y allí se dio cuenta que los españoles, portugueses y oriundos, vivían esparcidos en todo el ámbito de las tierras Zelendinas, hecho que causó mucha preocupación a su ilustrísima y aprovechando que la gente se había reunido para saludarlo y participar en la Santa Misa, les sugirió que deberían construir una población en la pampa de Zelendín, que deberían comprarla formando una bolsa común entre todos los vecinos".

Más adelante el relato menciona: "Posteriormente se hace la tasación de la hacienda de Zelendín realizándose la Linderación y Tasación y Remate:

En 1802, antes que se entregue oficialmente las tierras, se hizo el reparto de todas las tierras compradas en proporción al aporte monetario de cada vecino:

a) Reparto de solares, dentro de cada manzana, de la urbanización; cada una de 50 varas de fondo por 25 de frente...
b) Reparto de tierras de pan llevar, en Llanguate, en solares de 100 por 50 varas y.
c) Reparto de potreros, jalcas, montes, pastos, abrevaderos." Los dos últimos párrafos nos sugieren que la hacienda de Zelendín tenía gran extensión, pero no podemos afirmar que abarcaba hasta las mal denominadas "jalcas" que hoy ocupan los anexos de Sucre, sino tal vez se refería a las de otras zonas como Pallán, Chalán, Molinopampa, Jelic, etc.

El escritor sucrense Nazario Chávez Aliaga, en las primeras páginas de su libro ya antes mencionado hace referencia a que fueron los sacerdotes jesuitas de "La Compañía de Jesús", liderados por Fray Francisco de Huerta Gutiérrez los que de­ben haber ostentado la propiedad de los terrenos de la campiña que hoy ocupan los distritos de Sucre y José Gálvez, hasta las últimas décadas del siglo XVIII, ya que en el 27 de febrero de 1767, el Rey Carlos III, expidió la Real Pragmática Sanción con la que se ordenaba perseguir a los Jesuitas, confiscar sus bienes y expulsarlos de América.

De igual manera no podemos afirmar que los terrenos actualmente ocupados por los anexos de Sucre, hayan sido controlados por los Je­suitas, en tiempos de La colonia; pero por lo menos sabemos que los primeros españoles, portugueses y oriundos, que llegaron y se establecieron en lo que hoy es la provincia de Celendín, José Gálvez y Sucre, han estado cerca de estos y tal vez los hayan pisado o visitado esporádicamente. Lo cierto y seguro es que varias décadas más tarde esas tierras fueron ocupadas por sus descendientes los de las familias de apellidos: Aliaga, Collantes, Chávez, Díaz, García, Sánchez, Salazar, Rey­na, Silva, Torres, Machuca, Malaver, Mendo, Yupanqui, Urquía, Zegarra, etc; de quienes van pasando su vida en estos pueblos por lo menos, alrededor de seis a más generaciones de descendientes.

3.04 – Etapa de la República.
Desde la segunda mitad del siglo XIX (Años de 1800 al 1900), los terrenos de la zona eran mayormente bosques con algunas áreas descubiertas en las que crecían pastos naturales, por esto eran eventuales potreros del ganado de los nacientes terratenientes de la época; pues debemos tener en cuenta que luego de 1824 año en el que se selló la independencia del Perú, el concepto de posesión y propiedad de las tierras de poca fertilidad y acceso al agua, tuvo que variar. Esta es la razón por la que los entonces poderosos hacendados empezaron a considerarlas como potenciales áreas de expansión para sus haciendas, no era fácil que las per­sonas reclamaran individualmente posesión ni menos propiedad porque los hacendados tenían mucho poder. Pero de modo paralelo el crecimiento poblacional de la villa El Huauco y el cada vez más difícil acceso a la propiedad de las tierras de su campiña, inquietaba a los jóvenes o ciudadanos con vocación de agricultores y muchos de ellos empezaron a ver en las tierras comunales de lo equivocadamente empezaron a llamar "La jalca", un factor de oportunidad para trabajar y buscar su crecimiento familiar. Así fue como a partir de las últimas décadas del siglo XIX, algunos "huauqueños" empiezan a emigrar de la ciudad hacia el ámbito rural.

Los Testimonios de Marciano Marín Mendo (87) y de Silvestre Mendo Carranza (QEPD) dan fe de hechos contados por sus abuelos y padres, acerca de las disputa de los terrenos que actualmente conforman varios anexos del distrito de Sucre, entre Manuel Cacho Gálvez entonces dueño de la hacienda Polloc y los García Zelada de la hacienda Cantange: El primero reclamaba jurisdicción hasta lo que actualmente es el caserío de Santa Rosa y los segundos hasta lo que hasta hoy es Vigaspampa. Esta disputa se inició en los últimos años del siglo XIX y se prolongó hasta la primero década del siglo XX.

Una tercera parte se sumó entonces a la disputa, reclamando los terrenos como suyos e intangibles: "Las Comunidades del Huauco". Con esta conveniente personería y la ventaja de que como comuneros ya venían usufructuando de dichas áreas, con el pastoreo de su ganado, la extracción de madera para construir sus casas y la siembra de algunas chacras aisladas; se enfrentaron con coraje a las pretensiones de los hacendados. Entre estos co­muneros, resaltó la figura del Mercedes Mendo Cabanillas y su cónyuge, valiente congueña, Dorotea Urquía Zelada, quienes participaron activamente en choques decisivos con el hacendado Manuel Cacho Gálvez, uno en la "Loma del Indio" y el último en lo que hoy es "La conga del sumidero", en la entrada oeste del pueblo La Quinuilla; cuentan que allí Doña Dorotea Urquía Z., haciendo caso omiso a las amenazas del acaballado y bien armado terrateniente, se abrió paso desafiante entre los pocos comuneros, se colocó frente a él y le espetó la firme decisión de que "ella y su gente no le temían y que solo muertos serían sacados de esas tierras". El hacendado enfurecido se retiró con sus lugartenientes, al ver la suicida determinación de los comuneros. Posteriormente emprendió la lucha judicial contra las "comunidades del Huauco", valiéndose de sus influencias económicas y políticas. La actitud tesonera de los comuneros, que no le dieron tregua ni siquiera en ese campo, más los propios cálculos políticos del hacendado, hicieron que el litigio se resolviera a favor de los primeros. Pues, efectivamente años más tarde su hijo Manuel Cacho Souza estable­ció buenas relaciones con algunos sucrenses, se hizo devoto de San Isidro Labrador y como tal llegó a obsequiar a la comuna sucrense, el Fundo "El Sauco". Fue así el devenir de los hechos, al punto que Manuel Cacho Souza resultó elegido dos veces parlamentario por Cajamarca con la suma de los votos de los sucrenses de entonces, llegando a ocupar incluso el cargo de Vicepresidente del Congreso de la República. Se sabe que como tal visitó la ciudad de Sucre en 1951.

Nazario Chávez Aliaga, en el acápite: "DESLINDE DE SUCRE CON LA HACIENDA POLLOC" de su ya mencionado libro, se refiere a los hechos antes comentados, sin precisar lu­gares ni personas, aunque si resalta de muy buena manera la figura del extinto hacendado Manuel Cacho Gálvez y la de su hijo Manuel Cacho Souza. Señala el año de 1899 como el que marca el inicio de aproximadamente diez años de disputa judicial por las tierras que se encontraban en la divisoria de hacienda Polloc, Hacienda Cantange y El Huauco-.

El nieto de Dorotea Urquía Z., Sr. Marciano Marín Mendo, refiere con precisión que entre 1971y 1972 se parcelaron los últimos terrenos de la comunidad de La Quinuilla. La decisión colectiva para este hecho fue justamente la construcción en ese año de la carretera Cruzconga — La Quinuilla, por la que los terrenos comunales adquirieron mayor valor y la mejor medida para evitar la concentración de mayores áreas en pocas familias, fue sin duda la repartición equitativa entre los ciudadanos de entonces.

Existen muchos testimonios que confirman el gran potencial humano que ha tenido Sucre (Antes El Huauco) en su ámbito rural: Hipólito Malaver Calla y otros que en Guangazanga (hoy El Porvenir) se jugaron la vida protegiendo a Ciro AlegríaBazán, célebre escritor. Sin su coraje no hubiéramos tenido la satisfacción de leer "La serpiente de oro", "el mundo es ancho y ajeno" y otras hermosas obras del laureado escritor. Asimismo; a esos hombres y mujeres que defendieron valientemente en "La conga del sumidero de La Quinuilla", los linderos de lo que posteriormente fue y es nuestro distrito.

Hoy podemos entender mejor como fue que diecinueve de los veintidós anexos del distrito de Sucre, han encontrado el espacio para nacer y crecer a tal punto que actualmente albergan más del 75 por ciento de su población. Hay poca distancia geográfica entre éstos y la capital distrital; pero desgraciadamente existe una considerable distancia empática entre los individuos. Las actuales y futuras generaciones de sucrenses, están llamados a corregir los errores de sus antepasados y optar por una visión integracionista de su distrito. Frente a las dificultades y a los grandes retos hay que imbuirse de ansias de superación que solo suelen surgir en éste tipo de circunstancias.

Los pueblos de Calconga, San Juan de Tincat, La Quinuilla, Cruzconga, Vigaspampa, El Milagro, La Lechuga, San Francisco, La Florida, La Fortaleza, Muñuño, San Martín, El Porvenir, Cajén, Bellavista de Cajén, Santa Rosa, San Pedro, Uñigán, La Laguna, tienen que adoptar una actitud colectiva de unidad, de identidad e integración en torno a su distrito, ni el medio geográfico ni su altitud son obstáculos parta lograrlo.

A las autoridades y Gobiernos Municipales, les recordamos que el distrito es uno solo, que no hay ciudadanos, pueblos o anexos de segunda o tercera categoría; y por lo tanto deben mirar siempre a las necesidades de los anexos del ámbito rural e invertir en su desarrollo. Hay que dar primero si se quiere recibir después, en la misma lógica de sembrar para esperanzarse en la cosecha.

Los negativos efectos de la globalización exigen que los pueblos se unan para sortearlos, un distrito grande sufrirá menos esos efectos que otro más pequeño. La integración es una tarea que tiene que ver con el cambio de mentalidad y actitud de los individuos; con su rom­pimiento con paradigmas obsoletos y lastres del pasado, para dar paso a la adopción de una cultura de calidad que produzca familias más unidas y solidarias. Con las células de la sociedad descontaminadas y revitalizadas, los pueblos encontrarán el transitable camino hacia su desarrollo sostenido.

Autoridades, profesionales de las diversas especialidades, organizaciones socio culturales y comunales tienen la gran responsabilidad de orientarse en pos de estos objetivos.

Puede ser que subsistan y surjan algunas posiciones conservadoras o discrepantes, ese es su derecho; pues luego de varias décadas en las que se practicó y trasmitió la equivocada cultura del "divorcio urbano-rural" o "la soberbia urbana", son comprensibles, pero a la vez nos permiten darnos cuenta de cuánto daño se ha hecho a muchísimos pueblos andinos. Esta realidad no se cambiará con una reflexión, hacen falta miles de reflexiones y decisiones para desarrollarnos humanamente y ser mejores.

El centralismo provinciano, el racismo, la discriminación y la exclusión, desgraciadamente aún constituyen rémoras para la integración y progreso de los pueblos y el distrito de Sucre lamentablemente no ha quedado ni está exento de sus negativos alcances. Pero finalmente creo que hay oportunidad para las rectificaciones: Es tiempo de que los sucrenses templemos nuestro espíritu en la unión, sembremos ambiciones colectivas con ideas nuevas, para en adelante hacer las viejas y pendientes tareas.

(*). Esto explicaría la existencia de Pueblos con nombres de terminaciones verbales similares a lo largo de esta antigua red de caminos incas: Cajén (Sucre), Tumbadén, Lladén (San Miguel) y hasta Jaén. En Sucre: Sumbat (e), Tincat (e); en San Miguel: Quilcat (e); en Huasmin: Salacat (e).

La Quinuilla, vista satelital:

Ver mapa más grande

De las revistas Eco Sucrense, 2008, 2009.
Fotografía: Blogg Eco Sucrense.

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