"El día internacional de la Madre Tierra
es nuestra oportunidad de reafirmar nuestra responsabilidad y armonía con la
naturaleza en una fase en que el planeta está bajo amenaza de cambio climático,
exploración insostenible de los recursos naturales y otros problemas causados
por el hombre”.
Ban Ki-moon, secretario
general de la ONU.
Por Moisés Rojas A.
Eran aproximadamente las seis de la mañana del día dieciséis de mayo del año 2011, el sol brillaba limpio y sus rayos casi horizontales, parecían sostenerse sobre los techos del pueblo de Sucre; se sentía un frío suave y agradable, en la pampa se veían los sauces envueltos de neblina tal cual fantasmas.
Ya seguros de que iríamos solos, sin la agradable compañía femenina que, después observamos, mejor haya sucedido así por lo ardua que resultó la ruta. Llegamos a la primera curva de la carretera que conduce a la Loma del Indio, muy cerca a la popular “poza brava”, justo allí donde empieza el camino de herradura que antaño era muy utilizado por arrieros y viajeros. Iniciamos la caminata en ascenso en un lugar plagado de hermosas rocas llamado “Rume Rume”, seguimos caminando hasta llegar a los “amarillos”, junto a un bosque de eucaliptos y donde el camino gira a la derecha en zigzag. En ese mismo punto y hacia la izquierda se encuentra una entrada de una pequeña senda, en medio de un bosque de eucaliptos y follaje de variada vegetación, que conduce al río y la toma de agua que los pobladores de Sucre han construido para proveerse del líquido elemento.
Llegamos al río, Gonzalo decidió esperarnos en la entrada junto al camino de piedra. El estruendo era fuerte por el discurrir del agua fría y cristalina. El paisaje se tornó más impresionante aún y la expresión de Edison fue: “¡Qué lugar para maravilloso!”, “¡Y tan cerca al pueblo!”
Entre grandes piedras húmedas y cubiertas de musgo, seguimos subiendo saltando entre éstas y trepando hasta alcanzar el manantial de “La Quintilla”. Al instante me vino el recuerdo de un personaje, muy excéntrico, que conocimos en uno de nuestros viajes de promoción al poblado de Púsac, en la época del colegio; éste personaje dijo, entre otras cosas, descender directamente de Atahualpa y según él “Quintilla” significaba “ojo de agua ubicado justo entre la base de dos peñas”. La Quintilla, se nos mostraba exactamente así, con sus burbujas de agua emergiendo de las entrañas de la tierra, entre peñas de rocas cubiertas de bejucos, helechos, cauchas (bromelias), shapras (musgos) y una gran variedad de plantas. Bebimos algunos tragos de agua cristalina. Le comenté a Edison que: “Quien bebe agua de la Quintilla…, regresa siempre…”. El agua seguía su curso natural río abajo con agradable estruendo.
Después de algunas fotos, eternizando el instante y poder mostrarlas posteriormente, volvimos al lugar donde nos esperaba Gonzalo. Continuamos con el ascenso sobre el pedregoso camino cual escalinatas bien talladas y macizas, entre algunas curvas y sendero recto pero siempre en subida, discurrimos por el lugar llamado “La mala muerte”, seguimos caminando en un entorno más estrecho, donde el camino, se hace más impresionante y único… entonces, la escalera de piedra desciende un poco, cruza la quebrada de la Quintilla, asciende un trecho en sentido contrario, como si alcanzara el cielo para luego, entre rocas impresionantes y vegetación exuberante, voltear con dirección al Caserío de La Laguna…
Al final del camino de piedra se abre el panorama, cambia el paisaje, se presentan varios senderos solo de tierra, uno que conduce al poblado de “La Laguna” y otros dos que siguen por la izquierda con dirección a Vaquero, La Quinuilla, Calconga…, .
Uno de estos últimos fue el que tomamos, por indicación de un viajero que descendía hacia Sucre cuando le preguntamos que nuestro deseo era llegar al “Cráter de Silvapampa”. El camino, por las recientes lluvias, estuvo muy lodoso y resbaloso… Seguimos ascendiendo entre bosques de aliso y otras plantas. Sin embargo, para llegar al cráter, nos dimos cuenta que teníamos que cruzar una quebrada, descendimos a ella entre alisos y resbalando a cada momento, logramos cruzarla y alcanzar el otro lado. Esta parte de la quebrada resultó mucho más difícil de ascender por lo enmarañado de la vegetación llena de espinas y rocas cortantes, lo que allá llamamos “rangra”. No obstante la dificultad del caminar, siempre nos veíamos impresionados al encontrar una que otra flor hermosa que nos salía al paso. Seguimos ascendiendo hasta alcanzar una loma donde crecía sólo yerba y de acceso más fácil. Después de caminar un trecho de unos treinta minutos nos encontramos en la parte superior del impresionante cráter que se dibujó ante nosotros con una profundidad de unos cien metros y de igual diámetro. Se podía notar que era fácil descender allá abajo porque vimos que algunos animales pastaban apaciblemente. Decidimos dejar para otra oportunidad el descenso al cráter de Silvapampa.
Desde esa ubicación se alcanzaba a ver gran parte de la campiña de los pueblos de Sucre, José Gálvez, su entorno y mucho más… Después de las “tomas fotográficas”, descansar un poco y comer los sabrosos tamales que Martha nos preparó seguimos con nuestra agradable caminata sobre el Huishquimuna… Como que bajando a una hondonada, entonces, nos encontramos con algo sorprendente, algo más que la generosa naturaleza nos tenía reservado para ese día. Entre arbustos y rocas se presentó ante nuestros ojos, un “Talalán”, otro cráter, pero esta vez, con apariencia diferente, una sima parecida a las que hay en el Tepuy de Sarisariñama, en Venezuela; El cráter, sima o talalán denotaba un corte vertical en la roca por alguna fuerza desconocida y a diferencia del anterior, el de Silvapampa, de difícil acceso, pudimos calcular aproximadamente unos 40 metros de diámetro y su profundidad difícil de precisar, puesto que su base está cubierta de mucha vegetación. Nos quedamos contemplando esta maravilla natural y…
…Continuamos con la caminata sobre la cumbre del Huishquimuna, en lo más alto de ese sagrado cerro, desde allí contemplamos el espectacular panorama que nos rodeaba por unos momentos y, antes de iniciar el descenso notamos que, al costado de un pequeño montículo o huaca, en el suelo llano y sin vegetación había unas figuras extrañas acondicionadas con piedras y ramos de flores, denotaba que alguien recientemente había practicado algún ritual místico y desconocido.
Sin mayores comentarios, iniciamos el descenso con dirección a la cruz, de pronto, entre una lomas nos encontramos con un terreno llenó de flores silvestres con precioso contraste amarillo y azul, nos fue imposible resistirnos a eternizar ese momento ante tamaña alfombra natural.
Más abajo disfrutamos de los frutos del “Mio Mio”, dispuestos en racimos de color guinda y sabrosos; alguien comentó que comer en demasía este fruto, podría ser muy venenoso.
Llegamos a la cruz, a un costado de ella en una pequeña "pampita" de verde pasto, descansamos un poco recordando todo lo arduo del camino. De ese lugar, bajamos, por un angosto sendero, acompañados de una pequeña lluvia, cruzamos un bosque de eucaliptos jóvenes hasta la “Sequia Madre”, caminamos un trecho en uno de su bordes y bajamos con dirección a la plaza de Sucre buscando una "chingana" para disfrutar de unos sabrosos chicharrones con mote y ají molido en batán…
"No dejes que muera el sol sin que hayan muerto tus rencores"
Mahatma Gandhi.
.
Moisés:
ResponderBorrarHe leído tu informe sobre el recorrido por los parajes de la Quintilla; los abundantes datos y las fotos respectivas son abrumadoras, fascinantes.
Ya tenía datos sobre este hermoso lugar, hoy han aumentado mis deseos de concer La Quintilla de >Sucre.
Gracias por tus excelentes fotos que perennizan la belleza natural.
Un abrazo
Jorge Horna
Hacemos notar que estas caminatas las estamos haciendo en los últimos años. Esta nota está hecha con la única finalidad de mostrar los bellos paisajes que tiene nuestro querido Sucre. Reencontrarnos con viejas amistades. Invitamos a todos nuestros paisanos a realizar una caminata por lo menos una vez al año, en nuestra fiesta patronal (mayo).
ResponderBorrarAtte.
Gonzalo Mujica Muñoz.
Que hermosas vistas de la tierra nuestra.
ResponderBorrarPara ustedes: Moisés, Gonzalo, Pashe, Tito, Edinson y Calín Esta nota del retorno sobre las faldas del Huishquimuna y el abra de la Quintilla .
Han regresado con el tiempo
a transitar nostálgicos
sobre lamidas piedras
de cansancios y recuerdos
de la corcovada cuesta de la Quintilla
Han vuelto en años
a caminar meditabundos
por senderos de piedras
escaleradas
de zigzagueantes angustias
de faldas espejeantes
de verdes cebadales
y doradas espigas
de los trigales
Han retornado de temporada
a escuchar embelesados
la ancestral sinfonía
de aves multicolores
entre riscos y matorrales de nostalgia
Han regresado con su sueño
a observar absortos
del roquedal y los puquiales
la fluencia cristalina
y límpida de sus aguas
Han vuelto con su objetivismo
a meditar pacientemente
en el camino que serpea
por la cansada cuesta
de piedras cimentadas
de inquebrantable mudez
filosofía perenne de poetas
murmuración dialectal de eternidad.
GAZ
Que hermosas vistas de la Tierra nuestra.
ResponderBorrarPara ustedes: Moisés, Gonzalo, Tito, Pashe, Edinson y Calín. Esta nota del retorno sobre las faldas del Huishquimuna y el abra de la Quintilla.
Han regresado con el tiempo
a transitar nostálgicos
sobre lamidas piedras
de cansancios y recuerdos
de la corcovada cuesta de la Quintilla
Han vuelto en años
a caminar meditabundos
por senderos de piedras
escaleradas
de zigzagueantes angustias
de faldas espejeantes
de verdes cebadales
y doradas espigas
de los trigales
Han retornado de temporada
a escuchar embelezados
la ancestral sinfonía
de aves multicolores
entre riscos y matorrales de nostalgias
Han regresado con sus sueños
a observar absortos
del roquedal y los puquiales
la fluencia cristalina
y límpidas de sus aguas
Han vuelto con su objetivismo
a meditar pacientemente
en el camino que serpea
por la cansada cuesta
de piedras cimentadas
de inquebrantable mudez
filosofía perenne de poetas
murmuración dialectal de eternidad.
GAZ