"Lleve una flor blanca en el
ojal
si tiene a su madre muerta,
y roja, si ella vive".
Por Resolución Suprema
de 2 de Abril de 1924, se creó el DIA DE LA MADRE en nuestro país a iniciativa
del "Centro Universitario Ariel". Es desde entonces que celebramos este
hermoso día en el que se llenan de indescriptible regocijo los hijos que tienen
la dicha de poseerla y de nostalgia los que la han perdido. La Universidad
Mayor de San Marcos fue la que celebró por primera vez esta importante fecha el
2 de Mayo de 1924 siendo su Rector el Dr. Manuel Vicente Villarán, quien al
terminar su discurso en aquel solemne acto dijo: "Inclinemos nuestro
corazón lleno de humildad, ante la fuerza más grande y. fecunda que en el orden
moral ha creado la naturaleza humana; ante el amor maternal, flor y resumen de
todo interés, de toda abnegación, forma suprema del altruismo que no se fatiga
jamás, que ni se desalienta nunca ante ninguna fealdad ni desvío, que da sin medida,
sin pedir nada, que sólo acaba con el último aliento de vida".
En esta misma sesión,
el Presidente del "Centro Universitario Ariel" solicitó se celebre
el 17 de abril, pero la Asamblea acordó hacerlo cada año el SEGUNDO DOMINGO DE
MAYO, en Homenaje a las madres del Perú, bajo la invocación de la Virgen María que
se celebra en dicho mes.
Es así, como el alma
nacional vive en estos días una hora de infinita alegría frente a la
realización de la simbólica fiesta de la madre, que brilla con su propia
magnitud, cuya virtud es grande y sublime.
Bello es dedicar un día
al año a la vida más gigantesca de todas las edades, que resignadamente y con
el altruismo que le acompaña, sabe sobrellevar las fatigas y los sacrificios
cuando el destino de la vida muchas veces le es inclemente.
El Día de la Madre es
un mensaje de fe viviente, porque aquel manantial maternal, es el que vence
constantemente en el celestial sacerdocio; las innatas rebeldías del corazón
del hombre forjándolo viril, al par que dócil y audaz. Templo de virtud es para
hombres y mujeres, venero de valor y de fe, de fortaleza y perseverancia y sólo
la ceguedad del cariño al amado o amada hace que los hijos olviden en sus
mocedades la ventura inmarcesible que suele encontrarse en el amor casi divino
de las madres; único que simbolizan al de Dios por el noble desinterés que hay
en sus sacrificios y por el constante amparo e indulgencia que nos brinda.
Su amor maternal
muchas veces educa sin hablar y corrige sin argüir; sólo con la inefable y
benéfica influencia de su amorosa devoción y de austero ejemplo. En un beso
lleva todo su evangelio, en una caricia todo un libro de moral redentora.
Desde remotos tiempos
de la existencia humana, filósofos, poetas, artistas, escritores; no trepidaron
en enaltecer la perfección de la mujer y desde aquel entonces, han venido
inmortalizando sus cualidades sublimes de amor y virtud que no encuentran
límites en las profundidades de su inmenso corazón.
El amor de la madre es
completamente infalible, no requiere sacrificios, siempre triunfa y se impone
por obra incomparable de la Creación. Se entrega a su hijo y le transfiere a su
vida física; en la edad temprana, su vida moral cuando los golpes del Destino
torturan el alma del hijo ya adulto y por obra misteriosa, alienta desde la
tumba las almas angustiadas que previenen a su generación, su amor es pues
inmortal.
La madre que es
heroína que en todo instante rinde honores a su escudo, lucha contra la miseria
que las traba a menudo, para no desbarrancarse en el torrente humano, porque es
madre y ella lucha serena sin sucumbir jamás; ella no siente hambre cuando hay
hambre en sus hijos cuyos quejidos clamorosos le reclaman pan, la sobrecogen,
la torturan y siembran en su espíritu la angustia; pero no se deja vencer por
la negligencia, ya que un rayo que brilla en su inteligencia solidariza por la
virtud que alumbra los horizontes de su vida, le encamina a apagar el fuego que
le devora a sus hijos, proporcionándoles un pan. Ese rayo de luz que sólo
ilumina los corazones profundos, hace triunfar la virtud de una madre santa y
buena.
La maternidad es sin
duda la más alta y trascendental misión de la mujer, constituyendo así la base
y fundamento de la familia; el Creador le ha asignado esta sacrosanta misión y
hacia la cual tienden los mejores dones de la naturaleza; ella conserva en la perennidad
de los siglos la estirpe y la raza; forja nuestra personalidad moral con sus
ejemplos de abnegación y rectitud; nos inspira desde pequeños, nobles ideales,
elevados propósitos y nos señala invariablemente el camino tal vez espinoso y
augusto, pero recto y claro de la dignidad y del bien.
Ella encierra el
porvenir y de su acción estimuladora dependen los rumbos que toman las nuevas
generaciones y tan decisiva es su influencia, tan extraordinaria su poderío que
no hay hipérbole en las frases de un insigne pensador: "Quien educa a un hombre educa a una persona, pero quien educa a
una mujer, educa a una generación". En el crisol de sus propias
virtudes se fundan los grandes caracteres; de ellas se derivan esas figuras supremas
que a través de la historia cambian la faz de los pueblos y los orientan hacia
mejores destinos. También la madre acude presurosa, ante la llamada incesante
de la Patria en los momentos apremiantes; ella es la primera en elevar su voz
de aliento y sacrificio para que el ser amado cumpla sagradamente su deber de
ciudadano, y acuda presuroso al campo de batalla, para ofrendar su vida en aras
de la Patria si así lo exige el destino. La madre muchas veces no toma en
cuenta que el único sostén del hogar se aleja y que diversas situaciones, no le
permitirá luchar con éxito el resto de sus días, sólo piensa que cumple con su
deber de madre ante la llamada de la Patria.
Bendigamos pues con
unciosa veneración y reconocimiento, a la madre adorada y buena que piensa y se
desvela por proporcionarnos una buena salud, dicha y. porvenir. Lleguemos a su
lado en romería filial que nos espera con los brazos abiertos para estrecharnos
contra su pecho y besarnos tiernamente. Imploremos a la Providencia para que
guarde sus días a esa noble mártir de todas las zozobras cuyo rostro se
repliega con las arrugas del dolor; y en cuya cabellera se asienta la escarcha
cuando la adversidad agita sus negras alas sobre los frutos de sus entrañas. A
cada instante de nuestra vida, prometámosle obediencia sagrada, respeto y
adoración; cuando ya sus fuerzas se encuentran agotadas por la constante lucha
durante su vida, debemos ofrecerle toda comodidad, tranquilidad y fidelidad
como buenos hijos; muerta o viva pidamos al Creador, para que la tenga en su
reino lleno de bendiciones. Elevemos pues, nuestras plegarias para que desde el
infinito del cielo azul, llegue a nosotros su voz de aliento, pura y brillante
como una perla en las profundidades del mar, y para que desde allí ponga, el
bálsamo benéfico que mitigue nuestros dolores causados por el destino cruel que
nos brinda al separarnos para siempre de su lado. Bendigamos pues su santo
nombre y honremos su memoria con el mayor respeto en la vida o en el cielo,
viva o muerta.
Reproducimos los finos pensamientos del Obispo
chileno, Monseñor Dr. Ángel Jara, con motivo del "DIA DE LA MADRE".
"Hay una mujer que tiene algo de Dios por
la inmensidad de su amor y
ORACIÓN
"Madre dulce y
cristalina, que corres mansamente embellecida tu camino. Madre, suave brisa,
perfume de las flores, luz en mis tinieblas, alegría de mi pecho, sollozo en mi
garganta, grito triunfal de fe.
"Madre. Por ti
aprendí a creer, a conocer la dulzura de tus lágrimas, por ti se abrió mi
corazón a la esperanza. Tu suave manito ha sellado mis labios y ha abierto mis
ojos a la luz. A través de tu recuerdo creo y espero, madrecita mía.
Qué fácil se me hace
el camino guiada por tu mano. Me vuelvo niña y confiadamente me dejo llevar.
“Madrecita me llevas a Dios; Bendita seas".
UN ALTAR PARA MAMA
He adornado una
ermita,
con flores perfumadas,
para sentar a mi
Madrecita
en premio de sus
bondades;
erguida la margarita
junto conmigo
asombradas,
al ver tan preciosa, a
mi Madre Bendita
y en "Ella"
las virtudes acumuladas.
Con el matiz de los
colores
¡Qué linda y bella!
estás Madrecita,
tú eres el amor de mis
amores
y de este altar la más
preciosa florecita,
por eso: con perlas y
flores
quiero hoy adornarte
Madrecita,
borrar para siempre
tus dolores
y besar tu frente, tu
blanca y preciada cabecita.
Con nada podré pagar
tus sacrificios
pasados,
poco para ti es; este
altar
nada recompensa tus
cuidados
¡Nunca Madre Mía podré
olvidar!
por eso: hoy eres la
reina de este altar
y el tesoro que
adoramos.
María Arminda Sánchez de
Millones.
ERES EL TODO DE MI VIDA
Está en mis ojos tu
mirada,
está en mis labios tu
sonrisa,
y en mi alma tu alma
se eterniza
Eres el todo de mi
vida!
En la aridez de mi
jornada
eres oasis y eres
brisa,
y aunque en la senda
voy de prisa
no tengo miedo a la
llegada,
Desde el confín de la
partida
diste moneda de tu
vida
para lograr mi
floración.
Hoy que dar más ya no
queda
recibe la única moneda
que puedo darte: el
corazón.
Humberto Solari.
A MI "M A D R E"
Rompo la tradición; no
me consuela,
visitar tu sepultura
triste y fría;
te amo tanto y tanto
que al mirarla
quizá si mi razón
vacilaría.
Yo te busco en el
templo muy temprano
cuando nadie perturba
el pensamiento,
conozco tanto el
egoísmo humano
que no quiero que
escuches mi lamento.
Allí elevo mi espíritu
y creo,
que me guardas un
sitio madre amada,
y que juntas estaremos
en el cielo
al terminar esta fatal
jornada.
Yo te idealizo madre;
de ti me habla
todo lo bello, digno
de admirar:
por eso siempre fijo
la mirada
en el cielo, en las
flores y en el mar".
Luzmila.
Bibliografía.
El Jardín de mis poemas y
Fechas Cívicas de C.E.
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