Tito Zegarra
Marín
Por varias oportunidades, en más de 4 décadas, ejercí
el deber cívico de votar en los diferentes procesos electorales, cumpliendo con
el mandato constitucional y esperanzado en que los nuevos gobernantes podrían
hacer algo mejor y distinto. Al recordar a aquellos candidatos por los que voté,
la mayoría electos, una desazón me embarga.
Cómo no decepcionarse cuando los titulares de la
mayoría de municipalidades y gobiernos regionales que elegimos, aprovecharon
esos cargos para, a media luz u ocultamente, lucrar y enriquecerse. Varios han concluido
su mandato teñido de corrupción, con edificios
a nombre de testaferros, fundos y flamantes camionetas 4 por 4, entre otros.
Pero lo que más defrauda es haber votado por
presidentes que sin un mínimo pudor, se dedicaron a acumular ingentes fortunas.
La revista Hildebrandt en su Trece, da cuenta que el expresidente Alan García
se hizo de un lujoso departamento en la avenida Pardo, una casa en Chacarilla,
una residencia playera en Naplo, un departamento en Paris (Francia) y otro
inmueble en Bogotá (Colombia).
Por su parte, el expresidente Alejandro Toledo, no
sabe cómo justificar la compra, a nombre de su suegra, de una lujosa mansión en
Miraflores y un amplio departamento en San Isidro. El expresidente Fujimori y
su heredera Keico, no explican cómo financiaron sus carísimos estudios (de ella
y hermanos) en universidades de EE. UU, y se estima que fueron varios los
millones que llevaron de las arcas del Estado. Y el presidente Ollanta,
trastabilla cuando se toca a los dineros que vinieron de Venezuela, las agendas
comprometedoras y algunas cuentas en París.
Son poquísimos los gobernantes que no se
aprovecharon del poder para amasar fortunas: Alfonso Barrantes Lingán, alcalde socialista
de Lima, murió con un Volkswagen viejo como única propiedad; Fernando Belaunde
Terry, expresidente, solo dejó un modesto departamento; Víctor Raúl Haya de La
Torre, presidente de la Asamblea Constituyente, se negó recibir sueldo y nunca se hizo de propiedades; agrego, al
destacado presidente de Uruguay Pepe Mujica, que dejó el gobierno teniendo como
única propiedad a un automóvil deteriorado.
Los valores que enaltecieron a esos presidentes
(honradez y transparencia) deberían guiar la conducta de políticos y
gobernantes. Pero casi nunca es así, y más de una vez, equivocadamente, votamos
por algunos de ellos. En el presente proceso electoral, veo que algunos
mercaderes de la política serán castigados con el voto (Alán y Toledo), pero aún
quedan otros (Keico y PPK), de la misma calaña. Quizá por eso, tenga razón el
director de la revista citada, cuando dice: “seguiremos teniendo los
presidentes que merecemos”.
*Fue preparado para Panorama Cajamarquino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario