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jueves, 31 de marzo de 2016

EL COSTO DE EQUIVOCAR EL VOTO*



Tito Zegarra Marín
Por varias oportunidades, en más de 4 décadas, ejercí el deber cívico de votar en los diferentes procesos electorales, cumpliendo con el mandato constitucional y esperanzado en que los nuevos gobernantes podrían hacer algo mejor y distinto. Al recordar a aquellos candidatos por los que voté, la mayoría electos, una desazón me embarga.

Cómo no decepcionarse cuando los titulares de la mayoría de municipalidades y gobiernos regionales que elegimos, aprovecharon esos cargos para, a media luz u ocultamente, lucrar y enriquecerse. Varios han concluido su mandato  teñido de corrupción, con edificios a nombre de testaferros, fundos y flamantes camionetas 4 por 4, entre otros.

Pero lo que más defrauda es haber votado por presidentes que sin un mínimo pudor, se dedicaron a acumular ingentes fortunas. La revista Hildebrandt en su Trece, da cuenta que el expresidente Alan García se hizo de un lujoso departamento en la avenida Pardo, una casa en Chacarilla, una residencia playera en Naplo, un departamento en Paris (Francia) y otro inmueble en Bogotá (Colombia).

Por su parte, el expresidente Alejandro Toledo, no sabe cómo justificar la compra, a nombre de su suegra, de una lujosa mansión en Miraflores y un amplio departamento en San Isidro. El expresidente Fujimori y su heredera Keico, no explican cómo financiaron sus carísimos estudios (de ella y hermanos) en universidades de EE. UU, y se estima que fueron varios los millones que llevaron de las arcas del Estado. Y el presidente Ollanta, trastabilla cuando se toca a los dineros que vinieron de Venezuela, las agendas comprometedoras y algunas cuentas en París.

Son poquísimos los gobernantes que no se aprovecharon del poder para amasar fortunas: Alfonso Barrantes Lingán, alcalde socialista de Lima, murió con un Volkswagen viejo como única propiedad; Fernando Belaunde Terry, expresidente, solo dejó un modesto departamento; Víctor Raúl Haya de La Torre, presidente de la Asamblea Constituyente, se negó recibir sueldo y  nunca se hizo de propiedades; agrego, al destacado presidente de Uruguay Pepe Mujica, que dejó el gobierno teniendo como única propiedad a un automóvil deteriorado.

Los valores que enaltecieron a esos presidentes (honradez y transparencia) deberían guiar la conducta de políticos y gobernantes. Pero casi nunca es así, y más de una vez, equivocadamente, votamos por algunos de ellos. En el presente proceso electoral, veo que algunos mercaderes de la política serán castigados con el voto (Alán y Toledo), pero aún quedan otros (Keico y PPK), de la misma calaña. Quizá por eso, tenga razón el director de la revista citada, cuando dice: “seguiremos teniendo los presidentes que merecemos”.


*Fue preparado para Panorama Cajamarquino.

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