Distrito de Sucre en todo el Perú y el mundo.

Buscar en este portal

miércoles, 13 de octubre de 2010

Cuento: El Brillante


Escribe: Gutemberg Aliaga Zegarra.

Histórico toro...

Más bien, toro de leyenda...

Había cumplido seis meses y su pelambre era fina, suave y brillosa; de color mulato.

La madre, también una legendaria vaca negra, que un día cualquiera de esos, de lluvia, viento y sol cerró para siempre los ojos a la vida, dejando al atribulado huérfano comprometido con su destino.

Allí estaba la pobrecita patitiesa y con los ojazos vidriosos y ausentes.

El crío, ajeno a su tragedia, trataba de ahuyentar a un perro impertinente, ansioso de festín.

En el azul del cielo se dibujaban ya las siluetas de unas aves negras con picos tonos, que merodeaban el cadáver.

- ¿Y ahora? - plañía Julcamoro, caporal de la hacienda Malat - ¿Qué será de tu vida, pobre huérfano?

La menuda gana que estaba cayendo, a la luz de un sol mortecino, intensificaba la brillantez casi metálica del crío.

- ¡Brillante! - exclamó el cholo caporal - ¡Brillante te llamarás!
Y este fue acaso el origen en síntesis del torete que, años después, se convirtiera en el "toro de capa" más admirado en las festividades del Patrón Isidro. El Brillante llegó a héroe de inolvidables jornadas en la Plaza de toros de Sucre.

Huérfano y solo, plenamente libre, empezó a recorrer los potreros. Se lo avistaba buyando, subiendo y bajando esmeraldinas lomas, comiendo de lo mejorcito; irrumpiendo en las quebradas o recortando airoso su esbelta figura contra el espejo celeste del cielo.

Tal vez el torete añoraba a su fogosa madre, batiéndose airosa con un puma hambriento, al que ahuyentó con coraje de pura sangre.

Claro que no encontró potrero fijo. Se hizo badulaque y renegado también.

Tres rodeos se realizaron, siendo el brillante el único ausente. Menudearon entonces las cábalas: Quizás algún león hambriento o un talalán traicionero habían dado fin a su aventurera existencia.

Una tarde, cuando menos lo esperaba, Julcamoro lo avistó en una huaylla cercana.

Pasmado se sintió el cholo: ¡Cómo había crecido el bandido! ¡Vaya la estampa de aquel mancebo, lejano descendiente, quien lo negaría, tal vez de un Miura lejano!

- ¡Por fin te veyo, zambito! - gritó - Corriendo luego después hacia su choza para dar la buena nueva a su familia. Reunió a varios indios y planeó una emboscada, porque lo quería para padrillo.

Días después, en el centro de una hoyada, Brillante rumiaba impávido, ajeno a las malignas intenciones de la indiada.

Luego estalló la gritería india y se desgranó una briosa caballada desde las lomas cercanas, agitando serpentean­tes maromas que, de momento, aturdieron al solitario. Las astas blanquinegras, que destacaban arrogantes y seguras, se sintieron presionadas por gruesos lazos. Mas dio un salto acrobático hacia un matorral cercano, desapareciendo cuesta arriba.

- ¡Pshhhh, carajo!, fue la frase interjectiva de los decepcionados indios, que volvieron cabizbajos a sus hogares.

Pero las intentonas por cogerlo continuaron hasta que, una mañana brumosa, en un encañonado difícil, lo sorprendieron sus captores. Esta vez con más eficiencia actuaron y lo llegaron a coger.

Pero ya el Brillante habla señalado con acuarelas bien definidas su peligrosidad a cuantos caminantes, muchas veces desprevenidos, alcanzaban a encontrarlo en la ruta. Algo más, Brillante dizque se hizo un toro asaltador. Se esparció esa suerte de comentario por los confines cercanos hasta quedar prácticamente sellados los caminos a Tallambo, especialmente para quienes por primera vez lo recorrían.

El Brillante era el magno tirano y dictador en sus extensos dominios.

- Allá en aquella falda estuvo esta mañana - comentaba Julcamoro a sus dos extraños visitantes.

- Nosotros quisiéramos llevarlo a toda costa a Sucre para la corrida del Patrón- replicaron decididos los recién llegados.

- Creo que no podrán, señor, nosotros fuimos varias veces a lacearlo y traerlo, pero nada.
- El bárbaro no se aguanta pulgas y es un asesino.
- Eso es problema nuestro. Sentenciaron los comisionados.
- Bueno allí lo tienen. Pues si lo chapan, lo llevan, no hay problema, - respondió Julcamoro.
- ¡Es hermoso el bandido! ¡Será la muerte!

----------000---------

Mes de mayo en todo su esplendor, días de deslumbrante sol; noches tachonadas de estrellas; mayordomos y fieles en general a todo vapor. La fiesta religiosa se realizaría mañana mismo.
Mientras, una veintena de voluntarios alistan caballos y lazos para ir a traer al Brillante.

Minutos después, la garganta de la Quintilla engullía a la comitiva. Abajo en el pueblo aleteaba fuerte la esperanza de tenerlo.

Bravos los sucrenses lograron su cometido. Y dos días después, por la bajada de Vaquero, en medio de densa polvareda, camina el prisionero, hirviéndole la sangre y con infinitas ganas de despanzurrar a los traidores que le acababan de destrozar su libertad, alejándolo de su querencia.

Por fin, después de penosa caminata, por el ojo de la Quintilla asoman el guapo Brillante, como desafiando al nuevo horizonte y la comitiva numerosa que trasuntaba alegría desbordante.

Más de un jinete se destaca a la vanguardia del grueso del pelotón para prevenir a las gentes que, a pesar del pánico latente, se arremolinaban en calles, esquinas y puertas para contemplar al bicho esperado.

----------000---------


Primera tarde de toros. 3 p.m. El toril, como coloso guardián de los bravos, aguanta impertérrito las acometidas y cabezazos de los bravos. Los bramidos se filtran en las venas, arterias y capilares de los fisgones.

Se escucha, abanicando el ambiente, las notas de una alegre marinera, a cuyos acordes una pequeña mancha de garbosos jinetes exhiben una linda y coqueta "moña" que, alada mariposa de múltiples colores, se verá prendida en el lomo del ansiado, minutos después.

En el palco oficial, una voz de barítono declama los versos, dedicados al Brillante por un vate de Conga de Urquía.

En el fondo del redil
pastaba sin embarazo;
hoy me encuentro en el toril,
preso de este odioso lazo.

Abandoné mi potrero
por lucir en esta plaza;
admirará el Huauco entero
lo valiente de mi raza.

Soy Brillante asaltador
y asalto con mucha suerte;
sepa el torero traidor
que hoy mismo le doy la muerte.

Las montañas y las peñas
escucharon mi bramido;
viví metido en las breñas
porque muchos me han temido.

He luchado con el oso,
con el tigre y el león;
hoy lucharé con un mozo,
al que abriré el corazón.

Hermosa copla pueblerina que, apenas terminada, dio paso a un ruido procedente del toril. Brillante acaba de pisar la arena, rasca iracundo y brama con rabia homicida. El torero, más por miedo que por arte, paso a paso, midiendo el peligro y sus temores, avanza hacia el bicho. Este lo descubre y embiste raudo, apenas dando tiempo para que el diestro lo reciba con un pase de Verónica, que el público aplaude. Pero, ¡Oh decepción!, vuelve el burel al ataque y el "indiestro" se ve levantado por los aires, sobre los pitones del bravo, cayendo aparatosamente al santo suelo, donde queda quieto, mientras gritos de espanto revientan en el aromático espacio del ruedo, a la par que sacan al infeliz torero hacia el salvavidas más muerto de susto que herido.

Allá, en su dominio, Brillante sigue rascando y bramando.

Repuesto el matador, vuelve al coso, esta vez armado de bermeja muleta, con la cual logra una faena inolvidable, pues el toro tallambino se comportó con bravura, pureza de sangre y juego limpio que encantó a los millares de personas que atestaban los tendidos.

Después sucedió el retorno al lar añorado. Y Brillante, como ufanándose de su odisea, se veía casi siempre junto a hermosas terneras que le hacían todo género de festejos e insinuaciones.

Doce lunas han pasado desde aquella gloriosa tarde en que el Brillante dejara tras su debut el recuerdo fantasioso de su primera faena.

De nuevo se ha prendido en Sucre la antorcha de la feria patronal. Dos semanas antes, hacia el primero de mayo, han llegado los pirotécnicos que engalanarán las noches de vísperas, incendiando con estallidos multicolores el cielo de Sucre. "Bishojo" es un personaje célebre para la turba de pilluelos que lo rodean, constantemente por todas las calles que aquél recorre. El que menos quiere trabar amistad y conversar con el célebre "cuetero".

En los urpos las chichas han empezado a hervir hace días.

Tres "agencias" han transportado a una buena masa de sucrenses procedentes de distintos confines.

La banda de músicos "La Julcanera" deja escuchar sus vibrantes piezas de todo tipo: pasodobles, valses, boleros, rumbas, marineras y huaynos.

Y de nuevo, culminando una nueva jornada de pesquisa y traslado, los sudorosos jinetes de siempre irrumpen por la "Toma" conduciendo vencedores al famoso Brillante, preso de varias maromas de seguridad, pero ardiéndole la mirada de odio salvaje y ansias locas de venganza.

Y allí lo tenemos en la primera tarde de toros: Hosco pero hermoso; desconfiado pero valiente; calmado, pero peligroso, resignado a la suerte de su encierro, listo para el aviso del trompeta.

En los tendidos los palcos asisten a una dura competencia de lucimientos, orlados con pañolas, colchas y tapetes, a cual más hermosos y llamativos.

Una abigarrada multitud se halla expectante y bulliciosa.

El Juez de Plaza y su "corte de gorrones" han llenado el palco oficial.

El ruedo se ve de pronto despejado de heladeros, fotógrafos y enamorados, que van tomando sus emplazamientos.
El trompeta rasga el espacio con su ansiado ta - ta - taaaaaagáa, que anuncia la salida del burel.

Algazara y tumulto en el toril. Y de pronto aparece el testuz del Brillante, albigris y desafiante la gallarda cornamenta. Se libra de palos y maromas y paso a paso, como alelado se planta en el ruedo. Unas décimas de segundo mira a todas partes como buscando al enemigo retador.

Detrás de los burladeros los diestros y sus cuadrillas miran, temen, desconfían y luego se animan.

Y empieza la secular lucha del toro y el hombre, espectáculo cautivante para unos; abominable y criminal para otros.

Brillante baja la cabeza, rasca con sus fuertes pezuñas, taimado, mira, echando como chispas por los ojos.

"Maravilla", el matador del año, avanza con pasos cautelosos, después, claro está, que sus peones han probado al bicho con dos o tres arremetidas que ellos han burlado posesos de terror, y en fulmínea carrera hacia los burladeros.

Brillante embiste; el diestro recibe en tan mala forma y peor cálculo que se ve impulsado por los aires como un pelele. Cae pesadamente, se revuelca en la arena y hunde, más por instinto que por destreza, la cara, tratando de evitar nuevas embestidas. Los peones corren presurosos y sacan del apuro a "Maravilla".

- ¡Ese animal tiene que morir! ¡Qué muera!, es el grito unánime de los espectadores. ¡Qué se lo mate! ¡Qué mueeeraaaaaaa!

Después de un breve suspenso vuelve "Maravilla" al ruedo, más de fuerza que de ganas, a cumplir el inapelable mandato del Juez: a matar el toro.

Y allá los tenemos después del tercio de banderillas, en el cual "Poma" ha deslucido la tarde con su miedo sin precedentes.

El uno frente al otro, odiándose, temiendo el hombre y atacando el toro, burlando en un sin fin de citas y estatuarias, culminadas con una más bien risible suerte de desplante.

Hasta que llega la "hora de la verdad". El diestro se cuadra. Brillante se ha aquietado y mira fijo a su rival. Las patas delanteras alineadas y juntas. Todo bien. El diestro levanta lentamente el trapo rojo con la mano zurda, mientras la derecha levanta el estoque y apunta al centro de la "cruz". Como un destello el torero carga hacia el toro; éste medio embiste y el estoque se hunde en un punto algo ladeado del centro., Se ha hundido hasta la empuñadura.

Brillante ha saltado al impacto de la estocada, que ha sido certera. Luego trastabilla, se arrodilla y, como pidiendo con la mirada mortecina perdón al mundo que lo rodea, cae lentamente..., muy lentamente.

---Fin---

Fuente: Revista El Labrador N° 1 año 1992.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

 

©2009 Asociación Movimiento de Unidad Sucrense - "MUS" | Template Blue by TNB