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martes, 12 de octubre de 2010

Autobiografía: Con el fusil al hombro


Escribe Nazario Chávez Aliaga.
Cabe recordar con gran vergüenza y sólo para los fines de esta autobiografía, las luchas fratricidas que, después del colapso que sufrió la Nación, con motivo de la guerra con Chile, se desencadenaron en el departamento de Cajamarca, encarnizadas luchas de predominio político que no querernos manchar nuestra pluma describiéndolas. Una de esas bandas de montoneros, compuesta de 200 hombres a caballo, más o menos, provistos de armas diversas, llegó a Celendín, de donde, después de cometer toda clase de exacciones, se dirigió al Huauco, con idénticos propósitos. Después de que tomaron por asalto a este pueblo humilde pero aguerrido, como veremos enseguida, lo primero que hicieron dichas fuerzas fue reducir a prisión a mi padre don Manuel R. Chávez Reina y otros hombres representativos del lugar. Mi padre con gran coraje, altivez y temple, decidió correr su propia suerte, antes que rendirse a las im­posiciones de sus verdugos.

Por eso, tan pronto como las tropas del Gobierno, llegaron a la Plaza de Armas del Huauco, asediadas por el cansancio, lo primero que hice con la ayuda de los 25 muchachos que llegué a organizar, fue exigir a las fuerzas del Gobierno que nos facilitaran sus fusiles y sus cananas y nos constituimos en la Cárcel Pública donde se encontraba preso mi padre por su negativa de pagar el cupo de mil soles que le impusieron los montoneros. Libre mi padre, nos unimos a los hombres y mujeres del pueblo, que portando hachas, machetes, palos y piedras se disponían a emprender la persecución de los asaltantes, cuya acción conjunta dio lugar a la derrota definitiva de las tropas que huían despavoridas por las faldas de "Cantange", donde los derrotamos fulminantemente, muriendo en la refriega el Coronel Verástegui y cayendo herido el segundo jefe, Coronel Zanoni.
Es lo cierto que el batallón "Malcriados" —que así nos llamaban— supo cumplir su deber a la altura de su dignidad, poniendo así el primer hito de un episodio que tuvo el alto significado de valor y de heroísmo del Huauco. El Batallón "Malcriados" impuso su autoridad por mucho tiempo después, logrando la unión inquebrantable del pueblo para su propia grandeza y para el progreso y bienestar de sus hijos.

Así pagaron sus fechorías, tanto el jefe de los montoneros como sus tropas en manos de la acción decidida del pueblo del Huauco, que en todo instante, supo enfrentarse con firmeza a las formas de injusticia y humillación.

Como mi deseo era continuar estudiando y terminar mi instrucción primaria, un grupo de padres de familia del Huauco, comprometieron a un maestro cajamarquino, que no sé por qué circunstancias llegó al Huauco, de esos tantos estudiantes que al terminar sus estudios secundarios no saben por dónde dispararse. El problema consistía en la remuneración que excedía a las posibilidades económicas de los 14 padres de familia, la mayoría de escaso vivir.

Con todo, funcionó la Escuela. Me matriculé en el 4to. año. El tal profesor no era ni bueno ni malo, era de regular para arriba. Era pegador y por pegar mucho nos dopábamos con aguardiente antes de entrar a clase para no sentir las docenas de palmetazos en las manos y correazos en las nalgas.

Tal situación, de no haber mediado nuestros padres, hubiera tenido desgraciadas repercusiones. Estábamos deci­didos a suplantar al maestro. Pedir la clausura de la escuela y abandonarnos a nuestra propia suerte.

Este hecho de la intervención familiar tuvo sus efectos consiguientes. Se enmendó el maestro. Dejó de castigarnos. Normalizada la situación comenzamos, en serio y sin miedo, nuestras faenas escolares.

Como se ve, hace mucho bien la bondad y la afabilidad de un maestro, frente al problema de la educación, así como la responsabilidad que asumen el educador y el educando. Maestros y alumnos nos reconciliamos francamente a tal punto que existía entre ambos ese sentimiento de lealtad en la consecución de la tarea común de la educación.

Cuantos visitaron nuestra escuela, se quedaban sorprendidos de su organización, de su docencia y de su espíritu noble y altruista que la informaba.

Fuente: Autobiografía, Nazario Chávez Aliaga

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