Escribe Nazario
Chávez Aliaga.
Cabe
recordar con gran vergüenza y sólo para los fines de esta autobiografía, las
luchas fratricidas que, después del colapso que sufrió la Nación, con motivo de
la guerra con Chile, se desencadenaron en el departamento de Cajamarca,
encarnizadas luchas de predominio político que no querernos manchar nuestra
pluma describiéndolas. Una de esas bandas de montoneros, compuesta de 200
hombres a caballo, más o menos, provistos de armas diversas, llegó a Celendín,
de donde, después de cometer toda clase de exacciones, se dirigió al Huauco,
con idénticos propósitos. Después de que tomaron por asalto a este pueblo
humilde pero aguerrido, como veremos enseguida, lo primero que hicieron dichas
fuerzas fue reducir a prisión a mi padre don Manuel R. Chávez Reina y otros
hombres representativos del lugar. Mi padre con gran coraje, altivez y temple,
decidió correr su propia suerte, antes que rendirse a las imposiciones de sus
verdugos.
Por
eso, tan pronto como las tropas del Gobierno, llegaron a la Plaza de Armas del
Huauco, asediadas por el cansancio, lo primero que hice con la ayuda de los 25
muchachos que llegué a organizar, fue exigir a las fuerzas del Gobierno que nos
facilitaran sus fusiles y sus cananas y nos constituimos en la Cárcel Pública
donde se encontraba preso mi padre por su negativa de pagar el cupo de mil
soles que le impusieron los montoneros. Libre mi padre, nos unimos a los
hombres y mujeres del pueblo, que portando hachas, machetes, palos y piedras se
disponían a emprender la persecución de los asaltantes, cuya acción conjunta
dio lugar a la derrota definitiva de las tropas que huían despavoridas por las
faldas de "Cantange", donde los derrotamos fulminantemente, muriendo
en la refriega el Coronel Verástegui y cayendo herido el segundo jefe, Coronel
Zanoni.
Es lo
cierto que el batallón "Malcriados" —que así nos llamaban— supo
cumplir su deber a la altura de su dignidad, poniendo así el primer hito de un
episodio que tuvo el alto significado de valor y de heroísmo del Huauco. El
Batallón "Malcriados" impuso su autoridad por mucho tiempo después,
logrando la unión inquebrantable del pueblo para su propia grandeza y para el
progreso y bienestar de sus hijos.
Así
pagaron sus fechorías, tanto el jefe de los montoneros como sus tropas en manos
de la acción decidida del pueblo del Huauco, que en todo instante, supo
enfrentarse con firmeza a las formas de injusticia y humillación.
Como
mi deseo era continuar estudiando y terminar mi instrucción primaria, un grupo
de padres de familia del Huauco, comprometieron a un maestro cajamarquino, que
no sé por qué circunstancias llegó al Huauco, de esos tantos estudiantes que al
terminar sus estudios secundarios no saben por dónde dispararse. El problema
consistía en la remuneración que excedía a las posibilidades económicas de los
14 padres de familia, la mayoría de escaso vivir.
Con
todo, funcionó la Escuela. Me matriculé en el 4to. año. El tal profesor no era
ni bueno ni malo, era de regular para arriba. Era pegador y por pegar mucho nos
dopábamos con aguardiente antes de entrar a clase para no sentir las docenas de
palmetazos en las manos y correazos en las nalgas.
Tal
situación, de no haber mediado nuestros padres, hubiera tenido desgraciadas
repercusiones. Estábamos decididos a suplantar al maestro. Pedir la clausura
de la escuela y abandonarnos a nuestra propia suerte.
Este
hecho de la intervención familiar tuvo sus efectos consiguientes. Se enmendó el
maestro. Dejó de castigarnos. Normalizada la situación comenzamos, en serio y
sin miedo, nuestras faenas escolares.
Como
se ve, hace mucho bien la bondad y la afabilidad de un maestro, frente al
problema de la educación, así como la responsabilidad que asumen el educador y
el educando. Maestros y alumnos nos reconciliamos francamente a tal punto que
existía entre ambos ese sentimiento de lealtad en la consecución de la tarea
común de la educación.
Cuantos
visitaron nuestra escuela, se quedaban sorprendidos de su organización, de su
docencia y de su espíritu noble y altruista que la informaba.
Fuente:
Autobiografía, Nazario Chávez Aliaga
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