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Pepito Sancho. |
Por José Alberto Zegarra Marín.
Para escribir sobre
José Sánchez o Pepito "Sancho"
es preciso esperar, que los académicos y los críticos de nuestro pueblo
hablasen o no hablasen, por fortuna nunca hablaron sino, una que otra vez de
alguna tragedia de su vida.
Pepito
"Sancho" era un niño y un artista, con un corazón angélico y una boca
seráfica por donde nunca pasó el insulto, dormía poco, comía poco, nunca le
inquietó la carne e ignoró la política. Sus dos apellidos forman un binomio tan
Huauqueño, tan sucrense después, tan íntimamente nuestro, que acaso basta para
calificar a un hombre. Pocas veces, quizás ninguna en nuestro pueblo han sido
cultivadas las cualidades como las cultivo Pepito
"Sancho", llevo la fotografía hasta convertirla en algo valioso como
los libros y tan seguro como los archivos, es un ejemplo implacable de amor a
nuestro pueblo, se quedo con esta porque necesito un trance de amor, necesito
un aire de patria chica, sabía que estaba en un pueblo donde el porvenir de la
inteligencia es incierto y triste como su niñez de huérfano, le hizo dar a su
inteligencia cuanto era posible, en un medio de escasa receptividad para obras
de inteligencia. En cambio le pidió a la vida tanto lo que la vida puede
ofrecerle a un desengañado. Su personalidad era dúctil, profunda y dulce, fue
discreto y reservado, lento y perezoso en apariencia.
Toda su vida desplazo
una fecunda e interrumpida actividad, fue: Cirujano, Dentista, Chocolatero,
Caramelero, Artesano de la luz, Agrónomo y sobre todo fue un fotógrafo del alma
y la personalidad de nuestro pueblo. Entendió como pocos el recóndito
significado de las emociones de su gente. Camarada que vio cosas
que nosotros no vimos, mientras nosotros seguimos cosas que vio muchas veces.
Sufrió con sus penas y buscó gozoso meditar en sus problemas, y acaso soñar en
resolverlos. Fue creyente de la necesidad del orden y de la eficacia de la
inteligencia. Pidió y rogó a todos los paisanos que defiendan a la esperanza de
nuestro pueblo y su posibilidad del porvenir, que lo defiendan como seres
inteligentes y lo ayudasen con lo bueno, dando consejos en las horas
crepusculares.
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Pepito en compañía de dos de sus hijos. |
Nuestro pueblo, que no
es afortunado en venerar a sus verdaderos creadores no ha tenido si quiera el orgullo
de ver que Pepito "Sancho" muera sobre la tierra de nuestro pueblo;
muere lejos, dentro de un ambiente que quizás nunca quiso y sin estar seguro de
lo que el porvenir depara por su querido Sucre. A este hombre de ideas le
hubiese encantado poder sospechar algo de luz lejana del porvenir de su pueblo,
quizás merezca una tumba común, una tumba simple y azul de pura piedra sucrense,
encima de la cual se alce una de las grandes estatuas de la antigüedad. Quizás,
la victoria de samotracia con sus inmensas alas inútiles.
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