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sábado, 23 de junio de 2012

Opinión: LEÓN TOSTOI, VIVE


Por: José Luis Aliaga Pereyra.
Leer a León Tolstoi es asomarse por una ventana a mirar la realidad. Es mirar un mundo de cuadros maravillosos como la misma creación de Dios. La transparencia, la claridad, el color y la vida, los misterios de la fuerza, el ardor fecundo, la imaginación y todos los elementos que este escritor imprime en sus obras, nos llevan a preguntarnos: ¿cómo un hombre pudo haber hecho algo tan perfecto? Perfecto al descubrir los sentimientos más profundos de las personas, el placer que siente un perro de caza al percibir el olor de la presa, la descripción exacta de los paisajes y de toda la naturaleza. Hombres, plantas y animales, generales y campesinos, todos descritos en sus más recónditos, profundos y diversos caracteres de manera exacta y sorprendente.

Si, leer al Conde Tolstoi es asomarse por una ventana y ver la realidad con tanta exactitud y claridad que todo parece muy fácil de lograr. Parece algo hecho sólo a fuerza de imitar y observar; pero eso no es verdad. Detrás de la sencillez y genialidad con la que escribe este gran hombre existe un trabajo arduo, meticuloso, infatigable y genial como el de aquellos pintores que primero buscan un fondo apropiado para sus cuadros, reparten las superficies de color, esbozan con cuidado los contornos y líneas y solo después se deciden a colocar los fondos distintos uno junto al otro, dando así el toque definitivo a sus fábulas, relatos, cuentos y novelas. Su obra, "La Guerra y la Paz ", fue copiada siete veces, pero antes los apuntes y croquis que sacó para ella, se contaron por montones. Para lograr esta obra Tolstoi se entrevistó con sobrevivientes, devoró bibliotecas, archivos de familias, cartas particulares y todo lo necesario para poder encontrar el mínimo detalle, ese granito de realidad que al final formaron la masa homogénea, redonda y perfecta de su obra.

Después de preocuparse por la realidad y por la verdad, Tolstoi se preocupa por la claridad de su narrativa: pule, cepilla, martillea, engrasa y forja cada palabra, cada frase de su prosa. Las revisa una y mil veces y no autoriza que la impriman cuando encuentra una palabra, una sílaba, una frase dudosa. Tolstoi, era siempre así, un artista nunca satisfecho siempre preocupado de todo y quizás, es por ello que en sus creaciones el esfuerzo de este oceánico hombre queda completamente invisible para nuestros ojos. Al Conde Tolstoi jamás se le pudo y puede llamar poeta, porque este nombre suena algo irreal, algo fantástico, lejano a lo humano, y es que León Nicolaievitch Tolstoi, no es un ser superior sino alguien como nosotros real. En sus escritos nunca pasó de algo que nuestros sentidos pudieran percibir pero, aun así llegó a la perfección.

En cuanto a la integridad, este homérico escritor fue 100% integro y jamás encontró diferencia alguna entre el más rico de los hombres, sus siervos, su perro y la naturaleza que los rodeaba. Para él todos eran de igual importancia. León Tolstoi no es como el músico que crea de la nada, a sus personajes, tan sencillos y comunes, los conduce por lo increíble, no al adornarlos sino al profundizarlos haciéndonos descubrir algo nuevo y profundo dentro de este mundo real Tolstoi jamás ha escrito un poema o poesía, pero supera en perfección a cualquier poeta porque para él la verdad y belleza son la misma cosa.

"Para Tolstoi cuerpo y alma no vuelan, sólo se transforman cual mariposa que sufre la metamorfosis de lucha constante por purificarse y perfeccionarse sin desprenderse jamás de la realidad a la fantasía". (Sic)

El Conde Tolstoi no se embriaga con la ilusión, nunca soñó ni se engañó sobre la realidad, su obra es como la ciencia que nos pone pensativos pero nunca alegres. Los ojos de Tolstoi miran la vida tal coma es: sombra, rodeada de muerte trágica. Y es de esta manera, con este convencimiento como agrega a su obra, al final de su vida, un deseo nuevo "edificar el reino de los cielos sobre este mundo". Desde este momento Tolstoi, ya no sólo describe la realidad sino que también intenta reformarla. En sus obras, con ejemplos, muestra dónde está lo injusto y dónde el bien. En "Ana Karenina" se puede observar esta práctica donde lo moral e inmoral se distinguen y donde toma partido a favor o en contra de sus personajes, por supuesto apuntando a la moral. Tolstoi llama libros "buenos" a los que inducen al bien, a aquellos que ayudan a ser al hombre un ser más paciente, más humano. Para Tolstoi, Shakespiere le parece artista "pernicioso”. Tolstoi lucha por el cambio en la sociedad, se convierte en un reformador, aparte de haber sido siempre un gran hombre moral.

En su diario, el 23 de marzo de 1894, escribe: "No es la perfección moral lo más importante para el que la alcanza, sino el proceso de su perfeccionamiento Máximo Gorki lo llamó "HOMBRE HUMANO". El Conde Tolstoi, fue enterrado sin ninguna ceremonia religiosa, en una pequeña loma cercana a Yásnaia Polonia, el 22 de noviembre de 1910, pero aunque ya no existan los zares ni los mujiks, leer o releer a León Tolstoi, es ver la realidad actual desde una ventana. Sus Obras: Infancia 1852, Adolescencia 1854, Juventud 1856, Sebastopol 1855-1856, Los cosacos 1863, Guerra y Paz 1863-1869, Ana Karenina, 873­1877, Confesión 1882, Historias para el pueblo 1885, La muerte de Iván Ilich 1886, La sonata a Kreutzer, 1889, El Poder y las Tinieblas, 1888, Amo y Criado, 1894.

De la revista Eco Sucrense, N° 2., octubre 2006.

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