Por: José Luis Aliaga Pereyra.
Leer a León Tolstoi es
asomarse por una ventana a mirar la realidad. Es mirar un mundo de cuadros
maravillosos como la misma creación de Dios. La transparencia, la claridad, el
color y la vida, los misterios de la fuerza, el ardor fecundo, la imaginación y
todos los elementos que este escritor imprime en sus obras, nos llevan a
preguntarnos: ¿cómo un hombre pudo haber hecho algo tan perfecto? Perfecto al
descubrir los sentimientos más profundos de las personas, el placer que siente
un perro de caza al percibir el olor de la presa, la descripción exacta de los
paisajes y de toda la naturaleza. Hombres, plantas y animales, generales y
campesinos, todos descritos en sus más recónditos, profundos y diversos
caracteres de manera exacta y sorprendente.
Si, leer al Conde
Tolstoi es asomarse por una ventana y ver la realidad con tanta exactitud y
claridad que todo parece muy fácil de lograr. Parece algo hecho sólo a fuerza
de imitar y observar; pero eso no es verdad. Detrás de la sencillez y
genialidad con la que escribe este gran hombre existe un trabajo arduo,
meticuloso, infatigable y genial como el de aquellos pintores que primero
buscan un fondo apropiado para sus cuadros, reparten las superficies de color,
esbozan con cuidado los contornos y líneas y solo después se deciden a colocar
los fondos distintos uno junto al otro, dando así el toque definitivo a sus
fábulas, relatos, cuentos y novelas. Su obra, "La Guerra y la Paz ",
fue copiada siete veces, pero antes los apuntes y croquis que sacó para ella,
se contaron por montones. Para lograr esta obra Tolstoi se entrevistó con
sobrevivientes, devoró bibliotecas, archivos de familias, cartas particulares y
todo lo necesario para poder encontrar el mínimo detalle, ese granito de
realidad que al final formaron la masa homogénea, redonda y perfecta de su
obra.
Después de preocuparse
por la realidad y por la verdad, Tolstoi se preocupa por la claridad de su
narrativa: pule, cepilla, martillea, engrasa y forja cada palabra, cada frase
de su prosa. Las revisa una y mil veces y no autoriza que la impriman cuando
encuentra una palabra, una sílaba, una frase dudosa. Tolstoi, era siempre así,
un artista nunca satisfecho siempre preocupado de todo y quizás, es por ello
que en sus creaciones el esfuerzo de este oceánico hombre queda completamente
invisible para nuestros ojos. Al Conde Tolstoi jamás se le pudo y puede llamar
poeta, porque este nombre suena algo irreal, algo fantástico, lejano a lo
humano, y es que León Nicolaievitch Tolstoi, no es un ser superior sino alguien
como nosotros real. En sus escritos nunca pasó de algo que nuestros sentidos
pudieran percibir pero, aun así llegó a la perfección.
En cuanto a la
integridad, este homérico escritor fue 100% integro y jamás encontró diferencia
alguna entre el más rico de los hombres, sus siervos, su perro y la naturaleza
que los rodeaba. Para él todos eran de igual importancia. León Tolstoi no es
como el músico que crea de la nada, a sus personajes, tan sencillos y comunes,
los conduce por lo increíble, no al adornarlos sino al profundizarlos
haciéndonos descubrir algo nuevo y profundo dentro de este mundo real Tolstoi
jamás ha escrito un poema o poesía, pero supera en perfección a cualquier poeta
porque para él la verdad y belleza son la misma cosa.
"Para Tolstoi
cuerpo y alma no vuelan, sólo se transforman cual mariposa que sufre la
metamorfosis de lucha constante por purificarse y perfeccionarse sin
desprenderse jamás de la realidad a la fantasía". (Sic)
El Conde Tolstoi no se
embriaga con la ilusión, nunca soñó ni se engañó sobre la realidad, su obra es
como la ciencia que nos pone pensativos pero nunca alegres. Los ojos de Tolstoi
miran la vida tal coma es: sombra, rodeada de muerte trágica. Y es de esta manera,
con este convencimiento como agrega a su obra, al final de su vida, un deseo
nuevo "edificar el reino de los cielos sobre este mundo". Desde este
momento Tolstoi, ya no sólo describe la realidad sino que también intenta
reformarla. En sus obras, con ejemplos, muestra dónde está lo injusto y dónde
el bien. En "Ana Karenina" se puede observar esta práctica donde lo
moral e inmoral se distinguen y donde toma partido a favor o en contra de sus
personajes, por supuesto apuntando a la moral. Tolstoi llama libros
"buenos" a los que inducen al bien, a aquellos que ayudan a ser al
hombre un ser más paciente, más humano. Para Tolstoi, Shakespiere le parece
artista "pernicioso”. Tolstoi lucha por el cambio en la sociedad, se
convierte en un reformador, aparte de haber sido siempre un gran hombre moral.
En su diario, el 23 de
marzo de 1894, escribe: "No es la perfección moral lo más importante para
el que la alcanza, sino el proceso de su perfeccionamiento Máximo Gorki lo
llamó "HOMBRE HUMANO". El Conde Tolstoi, fue enterrado sin ninguna
ceremonia religiosa, en una pequeña loma cercana a Yásnaia Polonia, el 22 de
noviembre de 1910, pero aunque ya no existan los zares ni los mujiks, leer o
releer a León Tolstoi, es ver la realidad actual desde una ventana. Sus Obras: Infancia
1852, Adolescencia 1854, Juventud 1856, Sebastopol 1855-1856, Los cosacos 1863,
Guerra y Paz 1863-1869, Ana Karenina, 8731877, Confesión 1882, Historias para
el pueblo 1885, La muerte de Iván Ilich 1886, La sonata a Kreutzer, 1889, El
Poder y las Tinieblas, 1888, Amo y Criado, 1894.
De la revista Eco Sucrense, N° 2., octubre
2006.
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