Tito Zegarra Marín
A tres horas de Celendín, pasando el río
Marañón en Chacanto (Balsas) y algunos kilómetros más aguas arriba, se
encuentra el valle Púsac, regado por las aguas del río del mismo nombre, de clima
cálido, productivo, imponente y acogedor.
Púsac, que en quechua significa ocho, alude
a los ocho manantiales u “ojos de agua” de los que mana el líquido elemento, ubicados
al extremo sureste del valle. Hasta antes de construirse la carretera de Púsac
a Uchucmarca, esos manantiales posaban dentro una densa vegetación, llenos de
encanto y pureza natural. Al abrirse dicha carretera, toneladas de piedra y
rocas cayeron sobre ese bello escenario, dañándolo totalmente.
Aún así, las aguas del río Púsac siguen
discurriendo limpias y agradables, irrigando las extensas tierras del valle y
abasteciendo a las casas vivienda. Dos pequeños y prósperos pueblos forman
parte del valle: Púsac y San Vicente, unidos umbilicalmente el uno del otro,
pero integrantes de dos distritos y provincias diferentes: Chuquibamba y
Chachapoyas, para el primero, y Longotea y Bolívar, para el segundo.
Ambos pueblos tienen idénticas
características socioeconómicas; tierras, clima y agua comunes para la
agricultura. Desde fines del siglo pasado, gracias a las gestiones de Diaconía
de Celendín y del ingeniero suizo Robert Funk, se introdujo la palta fuerte como variedad agrícola a
cultivarse, con resultados realmente exitosos. Los últimos años, está saliendo
de Púsac a mercados de Trujillo y Lima, entre 1000 y 1200 toneladas anuales de
palta.
Sin embargo, siendo encomiable y positiva
esa capacidad productiva, hay algo que preocupa a los productores. Se trata, de
la forma y condiciones de comercialización del producto: toda la palta es
comprada en la propia chacra por empresarios foráneos, cuyos trabajadores la
cosechan, sus camiones la trasladan y claro, imponen el precio.
El amigo y productor Paco Díaz, afirma que
hay una fuerte desproporción entre la cantidad de palta que compran y el dinero
que dejan. Una abismal e injusta diferencia. Por lo que piden que las instancias
correspondientes del Estado orienten y apoyen a los productores y su asociación,
para que sean ellos los que directamente saquen su producto al mercado externo
y obtengan mejores utilidades.
Púsac, es un valle privilegiado, de gran
potencial productivo y componentes turísticos; de allí, a menos de una hora, se
ubica la ciudadela inca de Cochabamba. Vale la pena apoyarlo.
*Publicado en Panorama Cajamarquino,
01-03-2016
Vista parcial del valle Púsac
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Portada de piedra labrada, trapezoidal y doble jamba, en Cochabamba |
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