Tito Zegarra Marín
Muy cerca de
Celendín y Cajamarca se encuentra la única ciudadela inca del norte del país,
Cochabamba, construida por ingenieros de esa estirpe y convertida en el
principal centro de operaciones para conquistar a los chachapoyas y,
consecuentemente, expandir los dominios del Tahuantinsuyo.
Se asienta en el
distrito Chuquibamba, provincia Chachapoyas, sobre una meseta estratégica desde la cual los incaicos se desplazaron a los principales pueblos preincas:
Raymipampa, Levantu, Kuélap, Papamarka y Cajamarquilla; de tierras aptas para
la agricultura (maíz en especial) y de gran panorama ecológico paisajista. Inge
Schjellerup, antropóloga danesa, que ha investigado proficuamente ese lugar, señala
que Cochabamba “pudo haber sido elegido debido a que facilitó las observaciones
astronómicas de los equinoccios solares y de la Vía Láctea”.
Allí, entre
otros, se edificó la residencia principal en la que pernoctaron los incas y su
entorno cuando se movilizaron para someter a los chachapoyas. Dos bellas y
monumentales portadas de piedra labrada, trapezoidales y doble jamba, hacen de
entrada a la residencia, lamentablemente la portada principal fue averiada y su
dintel de 4 metros de largo luce inamovible en el piso. La portada secundaria
permanece casi intacta e imponente y al interior de la residencia destaca la
poza o tina del inca. Otros restos de importancia están diseminados por todos
los sectores.
Las huellas y la
identidad histórica de este complejo siguen vigentes y se lo siente y vive
cuando estamos allí. Preocupa sí, que Chachapoyas, de tanto arraigo cultural y
turístico, casi ha olvidado a este complejo, que Celendín y Cajamarca, no la
tengan en cuenta en sus proyecciones turísticas y que los pobladores de la
comunidad hayan utilizado sus bellas y pulidas piedras para construir
viviendas. A pesar de eso, hay algo inmarcesible y mucho que rescatar y poner
en valor.
Tres incas han
estado y pasado por ese lugar: Túpac Yupanqui, Huayna Cápac y Atahualpa; así
como el conquistador español Alonso de Alvarado en su propósito de dominar a
los chachapoyas y fundar la ciudad del mismo nombre, el 5 de septiembre de
1538. También los famosos curacas chachapoyanos Huamán y Zuta, ejercieron su
poder desde allí e intervinieron a favor de la conquista española.
Hace algunos
días, hemos explorado la nueva carretera Balsas-Leymebamba, construida sobre
una geografía menos accidentada y de menos abismos, une a Balsas, San Vicente,
Púsac, Chuquibamba, Atuén y Leymebamba; atraviesa valles productivos,
espléndidos paisajes y atractivos recursos turísticos: Cochabamba (a 4 Km),
ruinas Cabildo Pata, pintura rupestre Peña del Sol, poza del inca en Atuén,
lagunas La Sierpe y Mishacocha (esta última a 5 Km). Desde La Sierpe, donde
nace el río Utcubamba, la carretera sigue pausadamente su curso hasta
Leymebamba y de allí a Chachapoyas. Por
cierto, visitamos Cochabamba y volvimos a admirarla.
Hermosa laguna Mishacocha en Atuén |
*Artículo preparado para el diario Panorama Cajamarquino.
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