Obra de belleza inobjetable y
reliquia del pueblo de Sucre.
La parroquia del
Huauco hoy Sucre, data del año 1870, según consta en los archivos del Obispado
de la ciudad de Cajamarca, como lo señala el Obispo de ésta Diócesis, Monseñor
José Dammert Bellido, en su libro "DIRECTORIO DIOSESANO" - 1980, pág.
40 - Parroquia San Isidro de Sucre.
Por coincidentes
referencias de personas mayores de edad, de seriedad intachable y de honrosa
reputación en nuestro pueblo, que bien conocían los acontecimientos habidos en
el Huauco por esos años de su juventud, se conoce que un día Domingo de Pascua,
abril 1903, llegó al pueblo el Sacerdote Samuel O. Haya, cuya presencia
sorprendió a los pobladores por no estar enterados de su venida al lugar, pero,
repuestos de su asombro fue para ellos un grato suceso que alegremente
comentaran.
Poco a poco, fueron
tratándolo y encariñándose con él, no sólo por su sencillez y afable trato,
sino también por su tierna preocupación e interés en atender sus necesidades,
ayudándolos humanamente como le fuera posible. Así se desenvolvía este cariñoso
Sacerdote no sólo en el Huauco sino también por los pueblos colindantes como
Huacapampa y Lucmapampa, hoy con el nombre de José Gálvez y Jorge Chávez,
respectivamente, como a la vez por el Utco y Oxamarca, lugares que bien
conocían su labor pastoral y que, con el tiempo, acrecentó la general
estimación a su persona y toda su feligresía ya lo trataba como el curita Haya.
A parte de su cotidiano quehacer sacerdotal, también se dedicaba a otras
actividades como el deporte y laboriosidades que lo hicieron muy popular en el
Huauco y lugares vecinos.
En el desarrollo de su
ardua misión pastoral, su mente concibió el propósito de construir una nueva y
moderna Iglesia que reemplazara a la pequeña que por ese entonces existía en el
lugar, propósito que lo inició sin tardanza y sin mayores preámbulos a partir
del mes de junio del año en que arribó al pueblo, con la cooperación de pobladores
que entusiasmados por tener un nuevo templo, no vacilaron en prestar sus
máximos esfuerzos para la realización de tan codiciada obra. Como el lógico,
los trabajos comenzaron por los consistentes cimientos para luego seguir con
las amplias paredes y complemento de su estructura, todo de acuerdo a los
planos que el mismo sacerdote los confeccionara ya que tenía conocimientos de
ingeniería por ser ex-estudiante de esta rama profesional.
Sus esfuerzos fueron
grandes y agotadores para el logro de su propósito, sintiéndose feliz y complacido
de su ejemplar acción en el trabajo, apoyado por los hijos del pueblo que no lo
defraudaban en la diaria y dura brega, desempeñándose cada cual en el oficio
que conocía como albañil, carpintero, picapedrero, labrador de adobes y otras
actividades con las que coadyuvaron al éxito de la edificación de nuestro
honroso actual templo, orgullo de nuestra tierra.
Los trabajos de esta
importante obra terminaron por el mes de enero del año 1907, quedando
inconclusa y por levantarse sus torres. Se observa en su trazo además de la
solidez de su estructura, la forma perfecta de una cruz, constituyendo sus
brazos los altares laterales que están antes del Altar Mayor. La magnífica
edificación de nuestra Iglesia, jamás debe alejarse de la mente como de quien
la ejecutó para felicidad y gozo de todo hijo sucrense a través del tiempo.
Allí exteriorizamos con fervor nuestra fe al Divino Hacedor y veneramos al
eterno intermediario nuestro ante él, San Isidro Labrador, su humilde y fiel
labriego madrileño, que por sus reconocidas virtudes ha sido elevado a los
altares de la Iglesia Católica, el 22 de marzo de 1622, por el Papa Gregorio
XV.
Posteriormente el
Sacerdote Samuel O. Haya, viajó a la ciudad de Moyobamba en donde permaneció
muy corto tiempo, regresando nuevamente a su Huauco querido que lo recibió
apoteósicamente, oportunidad en que dijera:
"PUEBLO QUERIDO
DE HUAUCO, MIL VECES QUERIDO POR MI, HE VUELTO PARA MORIR Y VIVIR
PERMANENTEMENTE EN TU SENO, QUIERO QUE MI CARNE Y MIS HUESOS, AL DEJAR ESTE
MUNDO, SE CONVIERTAN EN TIERRA DE ESTA TIERRA". Su noble y vehemente deseo
no se cumplió porque malvados elementos que no faltan en todo pueblo, lo
agraviaron al robarle por tres seguidas oportunidades su ropa, máquina de
escribir y otras prendas personales, alevosos actos que además de ocasionarle
un hondo sentimiento de pesar, motivaron para que optara por retirarse de su
amado Huauco por el año 1911, llevando en su adolorido corazón el dulce
recuerdo de la tierra que tanto quiso y de la misma que fue su alcalde por el
año 1908, meritoria función edilicia por lo que lleva una de las calles que
circundan la Plaza de Armas de la ciudad, honrosamente su nombre. Cuanto de
bien hiciera a nuestro pueblo el prestigioso Sacerdote Haya, será recordado con
cariño y gratitud por todo buen sucrense, porque cuanto él dejó con desvelos y
fatigas mil, son perdurables.
Sobre el desenvolvimiento
de su vida en el Huauco, ya ha habido uno o dos escritos, comentándose en uno
de ellos casos tan inverosímiles que trata de ensombrecer el bien ganado
prestigio en nuestro pueblo por este ilustre Sacerdote. Como no se ajustan a la
verdad, es de suponer que recibieran informaciones de quienes no estaban bien
enterados de los hechos o éstos lo hacían por una gratuita animadversión contra
el Sacerdote Haya, para decir perversamente que por los perjuicios (robos) que
sufriera, maldijera al pueblo del Huauco y que por ello no progresa y vive
atrasado. Blasfemia que no podía pronunciar persona sensata, de alta moral y de
acrisolados sentimientos humanos como él. También es inadmisible la absurda e
inconsciente inculpación que se le hace de tapar los tragaderos de aquella
otrora Laguna del Huauco, con fines que sólo pueden maquinar mentes insanas.
Por eso, ante esas malévolas incriminaciones se levanta la luz inextinguible de
la verdad y que, con los verídicos antecedentes que se conocen en nuestro
pueblo del Sacerdote Samuel O. Haya, cual bella claridad crepuscular, no puede
darse credibilidad a ésa insensata inculpación que se le hace a un
representante de Cristo en la Tierra.
Resultado económico de Construcción de techo del templo de Sucre |
Ya por los años 1948-1949,
fueron levantadas las torres de la Iglesia, construyéndolas con la cooperación
unánime de los sucrenses, contribuyendo unos con su trabajo personal y otros
con su aporte económico. Esta realidad que dice muy alto del espíritu de
cooperación del hijo sucrense para obras de bien común, sirva siempre de
ejemplo a las futuras generaciones de nuestro pueblo, sintiéndose orgullosos de
su fecunda labor en pro del progreso y mejor suerte de la tierra que los viera
nacer.
Con el paso de los
años se hicieron muchas mejoras en el interior del templo, como el enlocetado
total del piso y colocación de bancas para comodidad de los asistentes a las
misas y otros actos religiosos.
Por el año 1977, la
antigua puerta principal de nuestra Iglesia, fue reemplazada con la moderna que
hoy tiene. Su construcción se realizó con los saldos a favor que obtuvieran las
mayordomías del "Día de la festividad patronal "San Isidro
Labrador" de los años 1976 por S/. 14,795.00 y de 1977 por S/. 28,546.00,
que hicieron un total de S/. 43,341.00. Cantidades entregadas por los
representantes de dichas mayordomías, señores Almanzor Chávez Díaz y Aurelio
Teodoro Rojas Silva, respectivamente.
Como la confección de
la puerta costó S/. 45,000.00, la diferencia de S/.1,659.00, fue solventando
por los mayordomos de 1977, señores Santos Marín Aliaga, Urbano Escalante
Marín, Pelayo Rojas Malaver y Aurelio Teodoro Rojas Silva; los mismos que
aportaron S/. 9,330.00 para la adquisición de las sesenta (60) incrustaciones
de bronce (DIAMANTES de 4" de diámetro) que lleva de adorno la puerta.
Esta fue trabajada por el carpintero - ebanista señor Silvestre Chavarry Rojas,
vecino del distrito de José Gálvez.
Últimamente, la
fachada de la iglesia ha sido adornada con dos ángeles en piedra esculpida que están
colocados a la derecha e izquierda de la puerta principal y que, armonizando
con su modernizado Atrio, hacen un bello conjunto de singular admiración.
Fueron donados por los esposos Sr. Ramiro Chávez Rojas y Sr. Asela Octavila
Aliaga de Chávez.
Como es de
conocimiento general, la parroquia de Sucre por sus escasos recursos económicos
no tenía Párroco permanente que atendiera el sentimiento espiritual de la
feligresía y por lo mismo, pasaban períodos consecutivos sin representantes de
la Iglesia hasta que, en el último de estos lapsos, se hizo cargo de la
parroquia en enero de 1981, el Diácono Permanente de la Iglesia Católica, don
Reynaldo Rojas Silva. Todos conocemos de sus actividades y preocupaciones por
mejorar la prestancia del templo y de la casa parroquial, como hijo de la
tierra nuestra en que naciera. (Ver escrito "LABOR PASTORAL DE UN HIJO DE
SUCRE" - 13 julio 1995).
Durante los 11 años de
su permanencia a cargo de la parroquia, plasmó el fruto de sus inquietudes y
sacrificados esfuerzos que están a la vista de propios y extraños, para recibir
el veredicto que les merezca. Alejándose de su misión clerical por límite de
edad con la satisfacción del deber cumplido. Los sucrenses sabrán reconocer sin
ambages sus meritorios afanes y efectivas realizaciones que le ameritan
gratitud.
Ese 20 de diciembre de
1997, marca un hito histórico en Sucre, porque en esa fecha el Diácono Reynaldo
deja la parroquia "San Isidro Labrador", y el Obispo de Cajamarca
Monseñor Ángel Piorno, hace entrega Oficial de la misma, al Sacerdote José
Esteves Vargas, previa misa concelebrada en compañía del Párroco de Celendín
Antero Mundaca Peralta, el Sacerdote Vargas y el Diácono Reynaldo; siendo así
que la parroquia de nuestro querido y añorado Sucre, continúa con representante
de la Iglesia Católica, para bien y felicidad de la grey.
Estamos seguros que el
joven Sacerdote José Esteves Vargas, con la bendición del altísimo, con
inteligencia y su dedicación honrosa a su misión Sacerdotal, sabrá lograr que
su fieles se encaminen hacia el bien con amor, condoliéndose del sufrimiento
ajeno y prestando ayuda al necesitado; como alejando de sus mentes la
desconfianza, la perversidad y el odio que envenena al corazón humano, alejando
también el desatino de cometer actos reñidos contra la moral y el buen vivir.
Por esa maldad humana, nuestro salvador Jesucristo sufrió lo indecible, maltratando
y azotado con crueldad, conducido al calvario cargado de su pesada Cruz a
cuestas, crucificado y atormentado sin piedad hasta su último suspiro.
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