Escribe: Mazarino Bazán Zegarra
No sé cuál sea la
etimología de tu nombre que, en todo caso, debe provenir de tu fruto natural el
lanche; pero si adivino la lid que sostienes con tu vecino el Wishquimuna, con
arrestos de grandeza por su lado, por la primacía de ser el cerro mayor de
Sucre. Me inclino por ti por muchas razones. En principio, te corona con oro el
sol que se esconde diariamente por tus cumbres, después de recoger su blonda
cabellera que ha iluminado el valle durante el día, para que te acoja la noche
y te arrope con su manto negro salpicado de estrellas; privilegio tuyo
coterráneo con la fantasía obsequiada por el afecto de tus hijos, entre ellos,
el de Urfilas Bazán, cuya mentalidad creadora convirtió a tu cima en lugar de
reposo de las danzarinas de villancico, con lo cual aplacaba nuestra curiosidad
infantil, para seguir tras ellas y no encontrarlas; pero sí divisar, desde tus
cumbres, la belleza inconfundible de tu campiña citadina compañera, a la que da
inicio tu tributario El Chullipampa y termina allende las Lajas; aquella
campiña, don Zenobio Rocha, recorrida palmo a palmo por su afán de labriego,
suscitando en Ud. El apego por la canción melancólica, motivado por el mensaje
de los ariscos del camino y el aroma de las flores silvestres; de esa misma
campiña pintada en el lienzo multicolor por el pincel maestro de su hermano
Alfredo, con su visión de lejanía como era su estilo en su naturaleza de hombre
cosmopolita, afincado por su propio querer y saber en todos los lugares del
mundo; y que, finalmente, ha impregnado de sabor todos mis recuerdos para
rellenar con ellos la almohada de mis sueños.
Suficientes títulos
para erigirte vencedor.
Pero, hay algo más. Te
engalana y te da lustre la nostalgia de tus paisanos ausentes, con vivencias de
toda edad, amontonadas en tus laderas. Dice don Miguel de Unamuno, en uno de
sus bellísimos ensayos, que el amor, a
diferencia del odio, necesitado de realidades presentes para existir, crece con
la ausencia. A ello se debe probablemente la magnificencia de tu perfil
distante en nuestros corazones.
Ahora, la modernidad
te ha hecho partícipe del progreso, permitiendo pase por tus filas de carretera
troncal de unión con el resto del departamento. Pienso, aquí, si esta circunstancia
no producirá, en detrimento de nuestros afectos, el desplazamiento del
espectáculo nocturno del El Torno, por donde irrumpía la luz del faro de los
vehículos venidos de lejos, aligerando nuestros pasos, caminito de La Misionera
adentro, para ir al encuentro del rugir de los motores; pero, pienso a la vez,
en el deseo de cada generación por moldear su propio entorno y modificar sus
perspectivas y talvés, con el correr de los años, sea mejor ver bajar los
carros por tus laderas. Con el permiso de la tradición, incompatible con los
cambios, estaremos a la expectativa, si Dios permite.
Laderas petreas del cerro Lanchepata aún mantienen su belleza natural |
Cerro Lanchepata, ¡Evitemos su "sangrado"! |
De todas estas
vicisitudes es testigo presencial tu eterna permanencia, entrañable Lanchepata.
Por eso, por tu
eternidad, participas, por añadidura, del privilegio de los dioses.
Fuente: Revista el Labrador, mayo 1999.
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