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domingo, 2 de enero de 2011

Sucre: PUNTO DE INFLEXIÓN EN SU HISTORIA


Por: Tito Zegarra Marín
Laguna del Huauco
Cuando éramos aún niños fuimos informados de la existencia de una inmensa laguna que cubrió la mayor parte del valle, donde hoy se asientan las localidades de Sucre, José Gálvez, Jorge Chávez, Macas, Chaquil entre otros; a la cual, hoy en día, probablemente muy pocos la recuerdan. Fue desecada por la década de los años 40 a través de la construcción del túnel de 509 m, de longitud y el auxilio de sumideros naturales. A partir de allí, súbitamente, cambió el destino de nuestros pueblos y un nuevo mapa productivo cubrió el valle: las siembras de maíz y colaterales fueron significativas contribuyendo, en mucho, al bienestar hogareño; poco después, irrumpió la ganadería lechera, aparentemente con más futuro, y que dio lugar, entre cosas, a la reconversión del inédito sistema de solares en manos de todas las familias en pequeñas y medianas propiedades. Sin embargo, no se alcanzó (ni aún se alcanza) los logros de producción lechera que se esperaba. La laguna, prácticamente desapareció.

El tragadero.
El Túnel
Muchas veces hemos reflexionado sobre esa histórica laguna como importante recurso natural acuático: su real magnitud, su incidencia en la vida cotidiana, su importancia ecológica, y en especial, sobre lo que hubiese significado hoy en día de seguir existiendo. El distinguido sucrense y amigo Mardonio Sánchez S. (cuyos dotes artísticos y musicales tenemos que reconocer), abogaba siempre porque regrese la laguna, cerrando los "tragaderos" y colapsando el túnel, sin duda, muchos otros pensaban igual y no sin faltarles asidero. Otro sueño similar escuchamos de los labios del destacado sucrense, ganadero y empresario, Arístides Camacho Silva: imaginaba una portentosa laguna sobre la pampa de Tincat, clausurando la entrada del río subterráneo. En fin solo sueños, no exentos de racionalidad a futuro.

Panorama de Sucre, al fondo el Común.
El agua será el recurso más preciado a pocas décadas, consecuentemente motivo de conflictos y guerras. El mundo al calentarse (efecto invernadero), impacta negativamente a este recurso: los glaciares y nevados se derriten (caso los nevados de cabecera de la localidad de Bolívar, provincia vecina, que, hasta los años del 60, exhibía sus hermosos nevados a enormes distancias), y el líquido elemento se torna cada vez más escaso. Pero quizá, esa no es la única justificación para añorar la laguna. La explicación tiene que ver con la situación y orientación económica que hubiesen asumido nuestros pequeños pueblos asentados a orillas de ella.

El Común.
En ese sentido, ¿Otro habría sido el destino de nuestros pequeños pueblos? Con seguridad que sí, y quizá en mejores condiciones: pueblos lacustres y a partir de allí orientados hacia una economía vinculada a dicho recurso, donde la cría acuática, la actividad pesquera, la artesanía, pero sobre todo, la opción turística de tanta incidencia socioeconómica en los últimos tiempos, serían los ejes principales de sustento y producción. 
Una laguna sin túnel y sumideros, la imaginamos enorme y fascinante, rodeada de pequeños villorrios, llena de fauna acuática diversa, con un cinturón de carretera y red servicios hoteleros, alimenticios, recreativos, de comunicaciones, etc.

El Común, desde La Conga de Urquía.
Pero, ¿a qué vienen estas elucubraciones que muchos las verán desfasadas y quijotescas? Tal vez hoy en día no se capte su significado, pero ello no importa. Interesa sí, comprobar que las tierras privadas o municipales de la otrora laguna, poco o nada contribuyen a mejorar la calidad de vida de la población y por ende a su desarrollo. Se sigue (más de medio siglo después) dentro de la grave precariedad económica, sin fuentes de trabajo para tanta juventud que viven casi obligados a una migración desesperada y a pisar la ruta peligrosa de la anomia social; con una población estacionaria y en algunos casos decrecientes: hace medio siglo bordeamos los 3 mil habitantes en todo el valle, sin poder crecer en forma significativa.

Pero lo más clamoroso es que no obstante de disponer de ese extenso y valioso recurso predial que nos dejó la laguna, llamado pampa El Común, de 69 hectáreas, seguimos siendo sencillamente incapaces para convertirlo en efectiva palanca de producción y desarrollo. Se prefiere terca y alegremente seguir invirtiendo en la siembra de cemento y más cemento en vez de invertir en algo que sea productivo, que genere fuentes de trabajo, que de rentas e ingresos, que es lo que realmente urge a nuestro pueblo. Se busca lo fácil y aparentemente presentable, y se pierden décadas tras décadas y tantas oportunidades desaprovechadas.

El Común desde Las Lajas.
 Cómo quisiéramos, cómo veríamos, y hasta nos jugaríamos por ello, que el nuevo equipo edilicio (que por Dios ya no sea más de lo mismo), tenga esa visión y la mirada suficientes para verdaderamente trasformar ese inmenso recurso de la pampa El Común en un gran centro ganadero lechero, con una pequeña industria de transformación láctea y un complejo recreativo de atracción turística. No creo que sea un sueño ni mucho menos. Como no lo fue, aquella enorme laguna, que de seguir existiendo, quizá, nos hubiese deparado un mejor destino.

Créditos: Revista El Labrador, Mayo 2006

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