Por: Tito Zegarra Marín
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Laguna del Huauco |
Cuando éramos aún niños
fuimos informados de la existencia de una inmensa laguna que cubrió la mayor
parte del valle, donde hoy se asientan las localidades de Sucre, José Gálvez,
Jorge Chávez, Macas, Chaquil entre otros; a la cual, hoy en día, probablemente
muy pocos la recuerdan. Fue desecada por la década de los años 40 a través de
la construcción del túnel de 509 m, de longitud y el auxilio de sumideros
naturales. A partir de allí, súbitamente, cambió el destino de nuestros pueblos
y un nuevo mapa productivo cubrió el valle: las siembras de maíz y colaterales
fueron significativas contribuyendo, en mucho, al bienestar hogareño; poco
después, irrumpió la ganadería lechera, aparentemente con más futuro, y que dio
lugar, entre cosas, a la reconversión del inédito sistema de solares en manos
de todas las familias en pequeñas y medianas propiedades. Sin embargo, no se
alcanzó (ni aún se alcanza) los logros de producción lechera que se esperaba.
La laguna, prácticamente desapareció.
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El tragadero. |
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El Túnel |
Muchas veces hemos
reflexionado sobre esa histórica laguna como importante recurso natural
acuático: su real magnitud, su incidencia en la vida cotidiana, su importancia
ecológica, y en especial, sobre lo que hubiese significado hoy en día de seguir
existiendo. El distinguido sucrense y amigo Mardonio Sánchez S. (cuyos dotes
artísticos y musicales tenemos que reconocer), abogaba siempre porque regrese
la laguna, cerrando los "tragaderos" y colapsando el túnel, sin duda,
muchos otros pensaban igual y no sin faltarles asidero. Otro sueño similar
escuchamos de los labios del destacado sucrense, ganadero y empresario,
Arístides Camacho Silva: imaginaba una portentosa laguna sobre la pampa de
Tincat, clausurando la entrada del río subterráneo. En fin solo sueños, no
exentos de racionalidad a futuro.
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Panorama de Sucre, al fondo el Común. |
El agua será el
recurso más preciado a pocas décadas, consecuentemente motivo de conflictos y
guerras. El mundo al calentarse (efecto invernadero), impacta negativamente a
este recurso: los glaciares y nevados se derriten (caso los nevados de cabecera
de la localidad de Bolívar, provincia vecina, que, hasta los años del 60,
exhibía sus hermosos nevados a enormes distancias), y el líquido elemento se
torna cada vez más escaso. Pero quizá, esa no es la única justificación para
añorar la laguna. La explicación tiene que ver con la situación y orientación
económica que hubiesen asumido nuestros pequeños pueblos asentados a orillas de
ella.
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El Común. |
En ese sentido, ¿Otro
habría sido el destino de nuestros pequeños pueblos? Con seguridad que sí, y
quizá en mejores condiciones: pueblos lacustres y a partir de allí orientados
hacia una economía vinculada a dicho recurso, donde la cría acuática, la
actividad pesquera, la artesanía, pero sobre todo, la opción turística de tanta
incidencia socioeconómica en los últimos tiempos, serían los ejes principales
de sustento y producción.
Una laguna sin túnel y sumideros, la imaginamos
enorme y fascinante, rodeada de pequeños villorrios, llena de fauna acuática
diversa, con un cinturón de carretera y red servicios hoteleros, alimenticios,
recreativos, de comunicaciones, etc.
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El Común, desde La Conga de Urquía. |
Pero, ¿a qué vienen
estas elucubraciones que muchos las verán desfasadas y quijotescas? Tal vez hoy
en día no se capte su significado, pero ello no importa. Interesa sí, comprobar
que las tierras privadas o municipales de la otrora laguna, poco o nada
contribuyen a mejorar la calidad de vida de la población y por ende a su
desarrollo. Se sigue (más de medio siglo después) dentro de la grave
precariedad económica, sin fuentes de trabajo para tanta juventud que viven
casi obligados a una migración desesperada y a pisar la ruta peligrosa de la
anomia social; con una población estacionaria y en algunos casos decrecientes:
hace medio siglo bordeamos los 3 mil habitantes en todo el valle, sin poder
crecer en forma significativa.
Pero lo más clamoroso
es que no obstante de disponer de ese extenso y valioso recurso predial que nos
dejó la laguna, llamado pampa El Común, de 69 hectáreas, seguimos siendo
sencillamente incapaces para convertirlo en efectiva palanca de producción y
desarrollo. Se prefiere terca y alegremente seguir invirtiendo en la siembra de
cemento y más cemento en vez de invertir en algo que sea productivo, que genere
fuentes de trabajo, que de rentas e ingresos, que es lo que realmente urge a
nuestro pueblo. Se busca lo fácil y aparentemente presentable, y se pierden
décadas tras décadas y tantas oportunidades desaprovechadas.
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El Común desde Las Lajas. |
Cómo quisiéramos, cómo
veríamos, y hasta nos jugaríamos por ello, que el nuevo equipo edilicio (que
por Dios ya no sea más de lo mismo), tenga esa visión y la mirada suficientes
para verdaderamente trasformar ese inmenso recurso de la pampa El Común en un
gran centro ganadero lechero, con una pequeña industria de transformación
láctea y un complejo recreativo de atracción turística. No creo que sea un
sueño ni mucho menos. Como no lo fue, aquella enorme laguna, que de seguir
existiendo, quizá, nos hubiese deparado un mejor destino.
Créditos: Revista El Labrador,
Mayo 2006
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