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sábado, 26 de diciembre de 2009

Los Trovadores Huauco Sucrenses

Por: Mardonio Sánchez Sánchez
La tierra natal para el espíritu del hombre tiene la misma fuerza evocadora, del primer abrazo del adolescente...dulce es su recuerdo, profundas son sus raíces de su permanencia en el corazón.


Este pueblo, nuestro pueblo, nutrió el alma de los hombres de varias generaciones, con el barro de su gleba, y la sangre espesa de la inolvidable laguna, el aliento y la irradiación de nuestro abuelo Marañón. El sol, el Inti sol ardiente en este paisaje de pastizales y maizales en flor amasó la greda intima de sus personalidades unas contradictorias, turbulentas y apasionadas, y otras tranquilas, serenas y apacibles para cantar el madrigal soñador de la primera juventud, en el pórtico de nuestro terruño.

Así fueron, así son los hombres que tenemos el privilegio de haber nacido en este mágico suelo...muchos se fueron sin saber siquiera lo que significó el nombre de su tierra HUAUCO, pues hasta su hijo predilecto y el mas querido, lo ignoró y le cambió de nombre.

Según los cronistas, ahora se sabe con toda certeza que HUAUCO fue el nombre de la danza canción de los Chinchaysuyos. Los incas a partir del siglo XV empezaron a conquistar el norte del país traspasando sus fronteras. ¿Pero qué misterio encierra este insondable designio, que si existiendo un sin fin de pueblos, escogieron a este humilde suelo, con su angustia de siglos para dejarle como herencia, el nombre musical de su danza canto? ¿Será por eso que en el pecho de todos nosotros late ocultamente con una fuerza atávica y arrolladora el amor a la belleza...al arte?

La prosa y la poesía y el arte en general fueron y son sus instrumentos preferidos abrieron surcos, trazaron caminos para la inquietud fervorosa del culto a la belleza.

En el desarrollo de las actividades intelectuales y artísticas de nuestra región estos hombres han contribuido desde este arrinconamiento en lejanías con su aporte expresivo y humilde pero valioso, que persiste ante la indiferencia de nuestro medio, y ellos, unos que se fueron ya...y los que están aquí, están para señalar rumbos a las nuevas promociones que puedan alcanzar la madurez que da el tiempo cuando se ha trabajado con amor y disciplina.

Alguien ha dicho: cualquiera puede ser hombre, pero no cualquiera puede ser artista. El artista es un ser anhelante que sufre y goza que se inquieta ante la hoja que nace y muere, ante la aurora que fulge y ante la tarde que expira. El goza y se angustia, siente dolor y es feliz al templar las cuerdas de su sensibilidad artística, al purificar las emociones, al filtrar la realidad exterior hasta los más agudos y dolorosos extremos, porque ve esta realidad no prosaicamente1 como los demás mortales. Y al contemplar esta realidad y al profundizar en todas sus esencias, adquiere el poder de la magia para consumirse así mismo y repartir a todos el alma y el fulgor maravillado de las cosas.

En proceso doloroso y lento los artistas queman sus vidas como árboles henchidos de resinas aromáticas entre la voracidad de un incendio, en pleno corazón gigantesco de la selva de la vida.

Mientras los filósofos y científicos con fórmulas estereotipadas2, fríamente afirman sus hipótesis, los artistas erigen el monumento de su credo y de la belleza incomprensible para los demás, con el lenguaje del genio del pueblo; es que ellos son una paradoja – AL EMBELLECER LA DURA Y ÁSPERA MATERIALIDAD DE LA EXISTENCIA. En el laboratorio de la química y de la física existen fórmulas y filtros, pero en el corazón y en el cerebro de los artistas solo tiene cabida la utilidad de las cosas de los seres y la vida convertidos en belleza.

Ellos son pues una paradoja viva en un cristal de roca.


1. PROSAICAMENTE:
Sin importancia.
2. ESTEREOTIPADAS:
Fijas, invariables.
Colaboración: Luis Aliaga P.

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