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sábado, 6 de febrero de 2010

Los Carnavales


Por Nazario Chávez Aliaga

Como en muy pocos lugares del departamento, se celebra en el Huauco esta tentadora fiesta de carnestolendas.
Carnavales en Sucre año 2002

Figúrese el lector que las gentes tenían que prepararse un mes antes de la fecha para celebrarla. La preparación consistía en viajar a diferentes zonas de la provincia, sobro todo a Llanguat, en busca de yucas, naranjas, papas, uno o dos carneros, chanchos, aves, quesos y cuanto hay para celebrar como era debido, esta fiesta. En cada casa no podía faltar, ni las empanaditas de maíz, bizcochuelos (vasa), los famosos pucheros de seis carnes, la afamada chicha y sobre todo, el carnero (o gasto colgado). De esta manera cuando las “Comparsas” o los “Shalalages” llegaban a jugar carnaval a las casas, los dueños, indefectiblemente, estaban obligados a dar de comer y beber a los visitantes. Y esto ocurría en todas las casas.

Los “Shalalages”, a los que acabamos de referirnos, eran jóvenes montados a caballo que, en número de 15 a 20, recorrían, a todo galope, las calles de la ciudad, fomentando el juego con naranjas que lanzaban al cuerpo de las damas, sin mirar las consecuencias, quienes en represalia, arrojaban sobre los “Shalalages” baldes de agua y muchas veces agua sucia de la cocina.

Las “Comparsas”, eran grupos, de 15 a 20 jóvenes, que recorrían la ciudad de casa en casa, con concertina en mano, guitarras, rondines, u otros instrumentos, pertrechados suficientemente de polvos y naranjas partidas con bastante anilina. De modo que a la muchacha que agarraban, no sólo, que la besaban todos los de la “Comparsa” y la bañaban con agua, sino que la hacían la “Pucha-pucha” y el “Batán”. La “Pucha-pucha” consistía en pasarle por la boca de la muchacha la naranja pintada, de modo que quedaba hecha una máscara la víctima del “atropello”; y la “batanada”, consistía en que dos hombres la colocaban en medio a la muchacha y la ajustaban de tal manera que sólo la soltaban cuando hubiera besado a los dos sátiros.

Las “Cuadrillas” y las “Unshas” eran, a su vez, motivos de suma distracción.

Había también el jueves de tornabodas; es decir que el carnaval se prolongaba hasta el jueves Santo, día en que el juego se trasladaba al río. Ya puede figurarse el lector las escenas que se producían. También había “La tirapa” que consistía en los hombres les tiraban de los cabellos y de las orejas a las mujeres.

Olvidábamos decir que cada hombre de la “Comparsa” llevaba una faja ancha blanca amarrada a la cintura, con una inscripción que se leía claramente.

“No me vendo,
ni me doy
tan sólo de mi dueño soy”

De modo general se reunían en esta ocasión todos los miembros de la familia y pasaban los tres días del carnaval en íntima y estrecha unión fraternal. También con este motivo del carnaval los dueños de cada casa, durante todo el día y toda la noche, mantenían abiertas las puertas de su casa para que pudieran entrar los “Shalalages” o lo “Comparsas” a jugar el carnaval con todas la mujeres que allí se encontraban, sin respetar edades ni condición civil.

Ahora los carnavales son distintos. Estilizados. Un tanto serios pero llenos de malicia. Los bailes son de los rocanroleros. La música es la del rocanrol. Las chiquillas pizpiretas todas han conquistado su independencia paternal. Ellas mandan ahora. ¡Todo, ha cambiado!


Fuente: Sucre (El Huauco), 1967 NCHA




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