Escribe: SACHAMA
Al fin llegamos al
Mes de las ofrendas y de los chanos; en este tiempo todos los
huauqueños recordamos a través de un suspiro muy profundo a nuestros seres
queridos que se fueron, para no regresar más. Hablando de las ofrendas,
estas eran preparadas con la habilidad del caso para ser colocadas en una
mesita con su mantel planchado, en ella, ponían los alimentos que más le
gustaba al difunto, se veía un bollo con sus ojos negros, un toro con su
collar. un quesillo con su miel traída en calabazo desde Llanguat, una palta,
una fruta, su chiclayo cangao, sus torcidillos, su vizcochuelo,
su caspiroleta
en cantarito
cajamarquino, etc., etc. una vez lista la mesa, se santiguaban y después de
rezar salían con la parsimonia que el acto exige, dejando la puerta a medio
lao, para que entre el alma. Pasaba el día de Todos los Santos, el día de Finados
y al tercer día recogían las ofrendas, la dueña de casa, en la hora del
desayuno y el almuerzo, repartía las ofrendas como hacer recuerdos del que fue
y después de lo cual, otra vez con el polvo del conformismo se cubría la figura
del ser querido, el cual un día juntos rodeaba esa mesa. La sobra de las
ofrendas lo coloca en su alacena los que tenían y los demás, en su shinge,
tanto era el respeto a nuestros padres que no las tocábamos y después de varios
días nos convidaban otra vez las famosas ofrendas, estas ya tenían hongos, o
sea, lo que nosotros decirnos ya estaban cucarshiadas; pero así sacudiéndolas
y limpiándolas en nuestras mangas o nuestra chupa, las aglutinábamos
y nunca teníamos trastornos gástricos.
Esta Ñaña es la parte formal de la Fiesta de Todos los Santos y Finados;
ahora veamos la parte recreativa: como antesala de estas festividades, o sea,
desde el mes de Setiembre en nuestro recordado Centro 83 todos jugábamos a los chanos,
donde los más expertos a cada rato cushaban.
En el juego de los chanos,
se distinguía mucho, el combudo del
Isaac y el menudo Jairo; tanto era nuestra afición por los chanos que nos
despreocupábamos de los estudios, era motivo, para que nuestros mestros,
nos quiten las talegas de los chanos y nos den encima unas señoras
tandas,
con varillas de sauce coposo o morocho.
Llegaba el día de
Todos los Santos, la cumpada nos dábamos cita en el atrio
de la Iglesia, a las quitadas subíamos a sus torres derruidas y desde la parte
más alta y previa prueba con saliva. se comenzaba a jugar el chano
docena; cuando ganaba el tirador, el cumpa que estaba parando, remitía
la docena ganada en un pañuelo carcoso, hacia el lugar donde se
encontraba el tirador; así pasaba el día del Juego de chano docena; en otro
ángulo de la plaza el resto de cumplas ju. jugaban a los chanos, pero en paradas;
más allá, o sea, más o menos al centro de la plaza, los mayores se entretenían
jugando tejas, de los palanganas sus tejas eran de soles de
nueve o cinco décimos y de los demás eran de gordos; en este juego se les veía
a ño Pog-Pog,
ño Shato, Ashuco, Tashungo, el Shon, el Jarabato, etc, etc, quienes se
disputaban sendas apuestas; ter minado el día, chicos y grandes nos recogíamos
a nuestras casas, para comenzar el otro día con nuestro quehacer diario.
Fuente: Ñañas en Prosa.
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