No ha transcurrido un
año todavía en que un grupo de mujeres de la ciudad de Celendín, cuya ocupación
cotidiana es la confección de sombreros de paja toquilla, se agruparon, bajo la
dirección del señor Alfredo Rocha Zegarra, en lo que podía haber sido tal vez
una floreciente y hasta redentora parte Cooperativa.
Sin embargo, lo que
sucedió con esta Cooperativa; es decir, con su romántico organizador, es de
todos conocidos. La Cooperativa quedó allí mismo donde empezó. La más buena
intención de celendino puro, de enseñar a la anónima sombrera, entre otras
grandes cosas, el acabado ayacuchano, por ejemplo, que bien hubiese podido
hasta revolucionar algo la industria del toquilla, vale decir, la industria
celendina, la industria del CELENDIN HAT como se enorgullecía llamarle el
acaudalado Augusto G. Gil Velásquez cuando lo ofrecía a los príncipes de
Edimburgo o al Füerer Hitler o a Gandi, para no citar otras grandes personalidades
del mundo. Eso y otras inesperadas benéficas cosas quedaron en la más pura
buena intención. Y la mujer proletaria se ve abandonada a su triste destino
otra vez... ¿Cosas del momento político que vivíamos? No, cosas de mi tierra
únicamente.
¿Quién siendo
celendino, o ya "autentico" o celendino al fin; esto es quien
habiendo nacido y crecido entre los confines de Chota y el Miriles el Sendamal
y el Marañón no conoce hasta la saciedad, el drama que envuelve la vida de la
mujer celendina que se dedica a trenzar la paja toquilla días tras día, noche
tras noche, para procurarse unas cuantas pesetas cada vez que entrega al
intermediario de esta industria un sombrerito? ¿Quién siendo celendino no
conoce este doloroso drama de nuestras tejedoras? Todos naturalmente, pero
quien o quienes se han dedicado a hacer algo por la solución de este tremendo
problema social, que no deja de enrojecer las mejillas de los celendinos de
pudor. Pocos poquísimos. Y esto es lo más triste y vergonzoso para nosotros,
que muy pocos se hayan interesado, a través de las edades por puntualizar
siquiera este oprobió que pesa cual carga siniestra, sobre nuestras desvalidas
mujeres proletarias. Celendín con una unidad racial con sus hijos esclarecidos
en todos los tiempos, con hombres capaces de dominar cualquier situación dentro
y fuera del país, nunca sin embargo, vio alguien, aparte alguno, en pequeñísima
escala acometiera con franqueza y decisión, esta tragedia que desdice con su
enseñoramiento de la valía de los nacidos en tierras de Bacilio Cortegana.
En consecuencia no
habiendo hecho los mayores nada o casi nada, se espera de la Juventud haga de
la redención de la víctima de este negocio el fruto de sus desvelos. La
juventud debe pensar que la tragedia de esta víctima puede ser conjurada,
superada fácilmente. Que no está bien que el intermediario, el frió
intermediario , viva y hasta capitalice con el producto de esta manufactura
casera, de tipo económico familiar consuntivo libre estacionaria etc., pues no
tiene tipificación única propia, sus elementos concurrentes son muchos, ya es
abierta para el mercado ajeno al de la jurisdicción de la Provincia del lugar
donde se elabora y hasta para el mercado externo o extranjero; ya de acuerdo
con la teoría de las "coyunturas" la fabricación de sombreros de paja
se realiza sin intervención estatal, invirtiéndose íntegramente el producto de
la primera venta en la satisfacción de algunas pocas necesidades propias de la
manufacturera o ya puede señalársele un lugar en la economía estacionaria, porque
según Cassel permanecen constantes en su número sus trabajadores y sus
necesidades individuales y sociales. Aparte otras sus pequeñas explicaciones,
que sería un tanto engorrosa hacerlas. Por ejemplo una cooperativa bien
organizada, desde todo punto de vista, comenzando por el moral, con
planificación a la orden del día, evitando así las vivezas de la clásica oferta
y demanda, en la que el Estado intervenga ampliamente con su acción protectora
de la industria legislando por un lado a su favor y de otro con subsidios; con
la formación de seguros y de todos los beneficios sociales posibles, con la
conquista de mercados donde se pueda colocar el producto en condiciones
exclusivas de ventaja para la mano de obra la tejedora, anulando al
intermediario naturalmente, procurando el continuo mejoramiento la
tecnificación creciente de la industria, tal como lo quiso Rocha Zegarra; o si
se puede más mejor, protegiendo a la industria de los contrabandos operados
desde tierras ecuatorianas con productos similares; o tal vez, celebrando
acuerdos diplomáticos con aquel país para evitar una competencia desleal, a
modo de dumping, en el extranjero. Y en todo caso una reforma agraria que
socialice el suelo, liquidando el latifundio y procurando todos los medios de
progreso socio agrario al nuevo tenedor de la tierra al poblador no solo
celendino sino de Rioja y pueblos aledaños donde también se produce el sombrero
de paja toquilla, sería igualmente gran parte de la solución de este nuestro
problema regional, problema que encarna la miseria de nuestras conformistas y
silenciosas tejedoras, que no hacen sino suspirar amargamente en el fango de su
pobreza, clavando de cuando en cuando durante su dura y larga jornada, una
tristísima mirada a su alrededor en el suelo, como ensimismadas en su vida de
martirio; teniendo muchas veces en su regazo al fruto de sus entrañas que llora
desesperadamente pidiendo que comer, y sobre él, el sombrero en fabricación,
remojado de rato en rato por la clásica "tusa" y la luz tenue de un lamparín,
puesto sobre la "horma", acompañando a esta huérfana en sus noches de
desdicha.
¡Ay ... hasta cuando
mujer celendina sufrirás resignada la amargura de tu vida!
¡Hasta cuándo será
cortada de un tajo, cual nudo gordiano, tu miseria!
De la revista Eco Sucrense N° 2, 2006 (Tomado
del Quincenario El Lucero de la Quintilla)
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