Por: Lic. Soc. Tito Zegarra Marín
En el pasado, mucho
antes que los españoles pisaran tierras del Tahuantinsuyo, importantes grupos
sociales que poblaron sitios estratégicos de las cumbres cordilleranas a ambos
lados del río Marañón lograron, progresivamente y por necesidades de
subsistencia y desarrollo, formar dos interesantes culturas: Cuismanco (luego
Caxamarca) y Chachapoyas.
Entre 500 y 800 años
vivieron esos pueblos casi consolidados socialmente y en franco proceso de
crecimiento socioeconómico y cultural. Sin embargo, al estar separados por el
torrentoso río, las relaciones entre ellos no fueron de las mejores; aun así,
lograron algunas formas de intercomunicación e influencias que permitieron compartir
patrones de comportamiento comunes y algunas similitudes en sus construcciones,
cerámica, tejidos, entre otros, de lo que poco se conoce.
Para vencer a las
caudalosas aguas y traspasarlas de un extremo a otro, idearon y armaron balsas
artesanales y construyeron los legendarios puentes colgantes en sitios
propensos para el intercambio y la movilidad social. Se sabe de 4 de ellos como
los más importantes: Mendán, Chacanto (que significa puente angosto),
Huanabamba (donde desemboca el río Cantange) y Jecumbuy. En todos esos sitios,
como es evidente, convergían los indispensables caminos que descendían
conectando pueblos y zonas productivas. Son precisamente esos caminos
ancestrales, conocidos como Caminos Reales ó Cápac Ñan, los que hoy merecen
nuestra atención.
Río Cantange, vierte sus aguas en el Marañón. |
Una primera mirada nos
dice que estos antiguos caminos se extendieron de oeste a este, desde la ciudad
de Cajamarca hasta Chachapoyas y más al oriente, o viceversa, y que su
existencia data de tiempos en que los reinados de los cuismanco y los chachapoya
estaban en pleno proceso de desarrollo. Con la conquista Inca esos caminos
fueron reconstruidos y como buenos expertos en ingeniería instalaron nuevos
puentes colgantes, ambos de utilidad para sus planes expansionistas. Varios
historiadores nos dicen que tres incas se desplazaron por esos caminos: Túpac
Inca Yupanqui, Huayna Cápac y Atahualpa. Durante la colonia y hasta mediados
del siglo pasado dichos caminos se convirtieron en medios fundamentales para el
despliegue de actividades socio- comerciales entre los pueblos nororientales.
Muchas familias desde Sucre, Celendín y Cajamarca la asumieron con éxito casi
toda su vida. Con la construcción de la carretera de penetración Olmos - Corral
Quemado y la carretera vía Balzas, el antiguo Cápac Ñan y sus necesarios
ramales casi sucumbieron como tales. Sin embargo, por razones que
sustentaremos, creo deben ser rescatados y valorados.
Nos hemos propuesto
recorrerlos y estudiar a esos Cápac Ñan, que siendo uno solo el que vinculó a
los caxamarcas con los Chachapoyas, se bifurcó en algunos ramales al pasar por
Celendín y el río Marañón para luego llegar a sitios de importancia: Kuélap,
Raymipampa (Leymebamba), Cochabamba (Chuquibamba) y Caxamarquilla (Bolívar). En
el presente artículo solo abordamos a un trocito de ellos, es el antiguo camino
comprendido entre Sucre, J. Chávez, Ayaconga y Limón, con dirección a Balzas.
En efecto, con fecha 15 de marzo, en compañía de los buenos amigos Práxedes e
Idelso nos enrumbamos a explorar esa corta ruta por la que transitaron nuestros
mayores y que siempre nos despertó interés. Iniciamos la caminata en horas de
la mañana protegidos por un día de sol intenso que nos permitió gustosamente
atravesar la verde avenida Amazonas cercada de sauzales y pastizales para
ganado lechero.
Pronto llegamos al
pequeño poblado de Macas, en el distrito Jorge Chávez, de donde comenzamos a
ascender por el camino que nos conduce hasta la cima para voltear con dirección
oriental. El camino en este trecho es algo sinuoso pero accesible y de pendiente
moderada, desde el cual, cuando por momentos volteábamos la mirada, se dibujaba
ante nosotros un panorama paisajista realmente deslumbrante. Todo el espléndido
valle retratado: pampa La Arena, Huacapampa, Cusichán, El Tambo, Chaquil, El
Común y Conga de Urquía, y al fondo, entre los cerros de Lanchepata y
Wishquimuna, la quebrada de La Quinitilla haciendo de cabecera a la ciudad de
Sucre. Una acuarela para no olvidar.
Estando sobre la cima,
lugar al que se conoce como Lajas Pampa, donde encontramos abundante piedra
caliza tipo lajas, dos solitarias casitas de techo de teja y pocos eucaliptos,
y ya volteando por esta corta abra, fuimos impactados por ráfagas de aire
cálido emanadas desde la hoya del río Marañón. Sin darnos cuenta este antiguo
camino fácilmente nos había puesto sobre otra realidad ecológica y climática,
que aunque parezca contradictorio se encuentra casi pegada a la nuestra,
lamentablemente ignorada pero no por ello de mucho futuro. Aquí nos sentamos a
descansar y estupefactos contemplamos la grandiosidad de la naturaleza.
Reiniciado el
recorrido, saltó a la vista la portentosa cordillera central extendida en la
amplitud del horizonte, cuyo bello perfil de color azul plateado, nos permitió
distinguir dos imponentes torreones que parecían juntarse al cielo. Para
algunos viajeros estos egregios monumentos son de origen natural y para otros,
de origen humano que podrían haber cumplido la función de miradores defensivos
y de tampus o tambos. El primero, ubicado al extremo sur y al parecer frente
del distrito de Oxamarca, es conocido con el nombre de Cóndor Zamana, y el
segundo, al norte, frente al distrito Cortegana, tiene de nombre Shubit. Al
contemplar ese infinito cuadro no podíamos dejar de imaginar que desde aquí,
muchos viajeros del ayer, divisaron límpidamente el histórico nevado sobre la
legendaria ciudad de Bolívar (provincia del mismo nombre) que por acción del
calentamiento climático se derritió para siempre en los años 60, del siglo
anterior.
Al legendario camino
por el que tantas familias desde la época prehispánica transitaron y por el
cual por primera vez nos enrumbábamos, lo vimos en toda su magnitud,
notoriamente llano y casi directo entre el abra de Lajas Pampa y la cima de
entrada a Limón que toma el nombre de Ayaconga, calculamos debe tener una
extensión no mayor a 4 Km. Sin duda es un camino antiguo e histórico, sólido y
bien conservado, mayormente angosto pero que garantiza seguridad a arrieros y
sus acémilas. Los terrenos que atraviesa son mayormente inclinados, no abismales
ni riesgosos y varios de ellos productivos. En su recorrido se cruza una sola
quebrada de nombre La Escalera por donde circula agua en forma permanente
aunque en poca cantidad. A esta quebrada los antiguos arrieros le dieron un
carácter enigmático y de peligrosidad, pero no tiene nada de ello ni tampoco
tiene la forma de escalera. Es una quebrada de paso fácil, cubierta de
vegetación, asentada sobre terreno rocoso ligeramente accidentado.
A paso normal, tomando
apuntes y muchas vistas, recorrimos esta sugestiva travesía en promedio de una
hora, desde la ciudad de Sucre, consideramos que debe utilizarse no más de 2
horas. En realidad, es tiempo suficiente para conocerla y disfrutar de la
variada ecología que la rodea y, en nuestro caso, al caminarla, convencernos de
su alto valor e importancia: origen claramente histórico, integrador de pueblos
y zonas productivas, ahorrador de tiempos y distancias, facilitador de mensajes
y comunicaciones, símbolo de poder del Tahuantinsuyo, y hoy, potencial recurso
de atracción turística. El pedacito del Cápac Ñan recorrido, nos dejó esa
certeza.
De la revista El Labrador, mayo 2011.
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