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martes, 16 de agosto de 2011

Huellas: LOS CHALANES



Por Sachama
Las travesías, lomas y pampas, han sido testigos mudos de aquellas épocas en que el poblador huauqueño, hacía retozar sus ilusiones por estos parajes bien montado en un zaino, en un huaycho o en un alazán, estos briosos caballos eran enjaezados con muy buen gusto; cuando pasaban, la mentecata Ca-rucha tapando su linda majoma con su bayeta azul, comentaba con su cuma Pancha: "¡Qué cholo pa' palangana y prosa y sólo pasa como un rayo, para que lo veamos que ya tiene sus reales, en fin, le servirá a él, que ha nosotras, sino trabajamos como burras, no hemos de tener nada". Panchita, muy recatada, no dice nada, sola mastica sus pensamientos y le invita a Carucha, para seguir buscando hierba para sus guacchos; terminada la tarea, regresan con dirección a su casa y en la esquina de Ño Agucho se despiden hasta el otro día.

Los briosos corceles que subían y bajaban por la Quintilla, los Amarillos y Rume-Rume, unas veces, lo hacían de sus chacras de Cajén, Calconga, Vigas Mayo; pero otras veces venían los provincianos a celebrar las Pastoras, los carnavales o el 15 de Mayo. Aquellos que bajaban de los alrededores, lo hacían cuidando que sus acémilas no se maltraten, mientras que los que venían de las provincias, como sus caballos estaban bien herrados, bajaban haciéndoles shuturar y en cada trance, estos se soltaban unos señores carajos, que retumbaban en las peñas y el eco parecía que aplaudía tal expresión.

No solamente hacía demostraciones de ser buen Chálan un joven bien apuesto y parrandero el cual ya entradito en años demostraba ser un señor en el arte de montar; en él se hacía realidad el viejo refrán: "Lo que ha sido bueno vino es buen vinagre". Tal es el caso que el huauqueño de pura casta llamado • Darío, quien no solamente amansaba mulas, potros o potrancas, sino también era mozo, que a china que le ponía el ojo, no se escapaba ni al pie de su cama. Nuestro personaje llamado Darío era de talla mediana, color trigeño, ojos vivos como del gavilán, siempre lucía unos bien cuidados mostachos que a cada instante los acariciaba, usaba siempre polainas que terminaban en gruesos zapatos chotanos únicos que podían soportar a las dos roncadoras inseparables, o sea, su par de espuelas que al andar sonaban acompasadamente con su timbre de voz gallarda y mandona. Muchas leyendas se han tejido sobre su valentía y debe tener mucho de cierto, porque una vez este huauqueñaso se cruzó en el camino con otro nacido al pie del Hushquimuna y desmamantado con chochoca chuíta, el cual atestigua lo que sucedió en el huauco de los cuarenta y picos; la historia es como sigue: Un día otoñal en el que Jacinto merodeaba a una preciosa Huauqueñita; la hija del Chálan llamada Clemira no tuvo ningún reparo para hablar su mal de la mamá de Jacinto; este estaba acompañado de el shoro Pedro y el engreído Lasho no le daba importancia a lo que estaba sucediendo, hasta que Natusha y Meshita, cumas de Jacinto, le recriminan y le dicen: "Has respetar el nombre de tu mamá", sin pensar dos veces Jashe va al lugar de los hechos y reprocha a Clemira, hija de Ño Darío; está haciendo gala de su casta, no atiende a las palabras del fogoso Jacinto, entonces Jashe comienza a darle una fogosa tanda a Clemira, que si no hubiere sido por la intervención precisa del shoro Pedro y Lasho, otro final hubiera sucedido en la Plaza Mayor del Huauco.

Este lío no termino allí, la intocable Clemira corrió al Puesto de Guardia Civil y denunció al joven Jacinto, el comandante de Puesto un gigante Sargento de apellido Urdaneta, inmediatamente hizo buscar con un subalterno al atrevido Jashe, lo encontró y de frente lo condujo al calabozo. Este acontecimiento sucedió un día sábado a las 3:00 p.m. este día es cuando los jalqueños llegan a vender sus papas, ocas, ollucos, etc. etc.

Los Chalanes
El joven Jacinto era muy conocido en el Huauco será su don de gentes, será su humor o será su manera de conquistar amigos; pero lo cierto era que tenía cierta ascendencia en la colectividad huauqueña, seguramente estas cualidades, hicieron a que este fuera muy visitado en el calabozo; jashe estaba atabarditlándose con la cólera; el gran mozo haciendo gala de su juventud, no aceptaba ningún remedio a nadie, entonces buscan a la Abuelita de Jacinto y después de contarle lo sucedido la viejecita viene con un tazón lleno de verbena en la mano y en la otra su variana, llega al calabozo y sin rogar a nadie le dice a su nieto Jacinto: "Trágalo todo este remedio, sino quieres que te rompa las costillas", Jashe al oír la voz de su abuela Ña salmantina, agarra el tazón y sin respirar lo acabó; terminada su labor la Mamita, sin preguntar nada se alejó del calabozo y el gran Jacinto quedo cerrado hasta el otro día.

Cuando era más o menos las 11 p.m. suena el ring de la puerta del calabozo y siente que de un empujón, llega hasta su lado un Malatino ¡Uf!; este después de haberse percatado que tiene  compañía, cambian palabras el malatino le dice: "A mí me han traído por borracho y le he faltado ño Shilve" Jacinto le dice: yo estoy aquí por otra cosa más noble y no sé qué tal me va a ir, al escuchar estas palabras el maletinero le dice: pruébelo Ud. en la coca si le va ir bien, Jashe como no podía conciliar con el sueño, acepta la invitación, comienza a masticar la coca, hoja sagrada de los Incas y después de hacer un troj con el caldito de la que estaba masticando, lo prueba dulce, el malatino insiste y le dice: póngale Ud. un poquito de cal Jacinto muy solícito, coge el poro y después de hacerlo bailar, da la primera chufranada de su vida convirtiéndose el bolo en manjar; Jacinto y el Malatino se cuentan sus peripecias inspirados por la dulzura de la coca y sin darse cuenta a rayado el día Domingo, se oye una voz ronca y potente en el patio del puesto, era Ño Darío con su hermosa hija Clemira y acompañados de su séquito de juzga vidas; tocan la puerta del calabozo a esta lo abre el guardia de servicio, Ño Darío sombrero a lo guaso y arreglándose sus mostachos dice: "Quiero conocer al zamarro que ha puesto sus manos en mi hija" se acerca mira bien a Jacinto, este le prende más la mirada, ño Darío haciendo un bálaceo contra Jacinto grita: ¡A este cholito lo voy a llevar amarrado con una soga y jalado en la cola de mi mula a Celendín, Jacinto Huauqueño nato y con una señora casta le contesta: ¡A ti carajo que eres un matón, nunca te han hecho llegar a Celendín que será a mí! que lo único que he hecho es enseñarle a tu querida y p.... hija saber comportarse y respetar el honor de una santa mujer como lo es mi Madre; al oír estas palabras ño Darío, sacó su aludo sombrero y arrodillándose le contestó a Jacinto: ¡Primera vez en mi vida que un huauqueño me dice en mi cara y en mis barbas, que soy un matón, pues te felicito, porque eres un hombre y bien macho y tu grandísima p…, arregla tus líos sola, porque yo no me voy a manchar las manos con un hombre a carta cabal, Don Darío se puso el sombrero y meditabundo cruza el patio empedrado del Puesto, llega a la calle y sube a su briosa mula con destino desconocido. La creída Clemira, habla hasta por los codos toda clase de improperios contra Jacinto, éste la atisba con el debido desprecio y ella siempre astuta y cual gacela en celo, mira por todas partes, hasta que ve al sargento Urdaneta al que lo llama, éste se acerca con paso lento, porque la mala noche se reflejaba en su rostro ojeroso; Clemira le reprocha en al sargento en el sentido, de cómo no ha valdeado al cholo Jashe, el sargento Urdaneta encogiendo los hombros le contesta: ¡No son mis atribuciones!.

Jacinto en un ángulo del patio del Puesto con la jeta que le pesa más de tres kilos; ni mira al papujo sargento, porque después de ser su mejor amigo lo haga dormir en el calabozo, el sargento no dice nada. Llega las 10 de la mañana y se oyen pasos por los corredores del Puesto, eran el de ño Benjacho, el jefe de Línea, estos personajes familiares de Jacinto, acercándose a éste le preguntan: ¿Por qué estas preso? El mozuelo sacando muy merecido el pecho contesta: Ayer hice respetar el nombre de mi Madre y por esas cosas que la justicia no comprende, me tienen aquí. El jefe de Línea llama al sargento comandante del Puesto. éste le informa todo lo sucedido y le ordena que después de llenar todos los tramites debidos, dé libertad a Jacinto; Jashe, satisfecho por la intervención de los antes dichos personajes y diciéndoles se acerca al pachalango sargento le increpa su comportamiento; éste le dice: Jashe ven a mi oficina y ahí te voy a contar el porqué A la famosa Clemira, desde que llegué a esta bendita tierra de Huauco le hice proposiciones amorosas; pero ésta muy engreída, me ha basureado hasta ayer; ayer antes que yo sepa nada de lo que tú has hecho, llega al Puesto, sería más o menos las cuatro de la tarde y me dice: ¡Sargento! ¡Si lo valdeas al cholo Jashe esta noche, desde ahorita soy tu moza! ¿Qué querías que haga mi querido Jacinto? ¿Te ha hecho mella una noche de arresto?

Ahora tú has cometido un delito y grave, espérate, en eso llega Clemira otra vez a saber el resultado de su alegato, de esto aprovecha el sargento Urdaneta, para que se careen los protagonistas de esta riña; el sargento hace pasar a los dos a su despacho, Jacinto esta hirviendo de cólera, Clemira después de mirarlo de pies a cabeza murmura, entonces el vivísimo sargento dice: bueno arreglen, ya pasó y estas son cosas de la vida; el morboso sargento dirigiéndose a Clemira le dice: muéstrale lo que te ha hecho, esta sin ningún pudor, levanta su falda y deja al descubierto unas señoras carnes que ha consecuencia de la paliza de blancas se han convertido en moradas; el libidinoso sargento interviene para decirle a Clemira baje Ud. su vestido y arreglemos de una vez; el sabido sargento le dice a Jacinto, cuanto quiere pagarle a la señora para que se cure, ella pide cien soles; pero Jashe contesta, si quieres cuarenticinco, que son los únicos que me acompañan el controvertido sargento se acerca a Clemira la palmea y le dice: acéptale y yo me encargo del resto; Clemira al oír esta respuesta acepta y sale con sus cuarenticinco solifacios. Jacinto se despide del sargento y va en busca de sus cumpas en la esquina estaba esperándole su íntimo compadrito Tashungo, éste lo acompaña hasta su domicilio y quedan que después del almuerzo se encuentran.

En la tarde del Domingo cuando las huauqueñas, unas venían del río con sus bateas llenas de ropa lavada, otras en sus puertas estaban preparando su paja, para empezar sus pintos o blancos, cuando esa tranquilidad reinaba por las calles del Huauco,      aparece la famosa Clemira muy oronda y bien tapada con un pañolón azul diciendo a los cuatro vientos ¡Ve I lo que me ha regalado mi entenado, para que no lo enjuicie!, las personas que la oían lo único que decían: "Que mujer para descarada, ayer nomás le han sonado como habas y hoy ya está buscando otra vez".

Las vivencias antes mencionadas y narradas son el producto de las chalaneadas que daban los mozos huauqueños en todos los rincones de aquel solar que está encerrado entre el Hushquimuna, Lanchepata, Huashag, Las Lajas y los Chalanes y las eternas culpables son las caritas de capulines de Huacapampa, las de cinturitas finas de Lucmapampa y las Cholazas del Huauco.

De Llareando el Pasado.

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