Por Sachama
Las travesías, lomas y
pampas, han sido testigos mudos de aquellas épocas en que el poblador
huauqueño, hacía retozar sus ilusiones por estos parajes bien montado en un
zaino, en un huaycho o en un alazán, estos briosos caballos eran enjaezados con
muy buen gusto; cuando pasaban, la mentecata Ca-rucha tapando su linda majoma
con su bayeta azul, comentaba con su cuma Pancha: "¡Qué cholo pa'
palangana y prosa y sólo pasa como un rayo, para que lo veamos que ya tiene sus
reales, en fin, le servirá a él, que ha nosotras, sino trabajamos como burras,
no hemos de tener nada". Panchita, muy recatada, no dice nada, sola
mastica sus pensamientos y le invita a Carucha,
para seguir buscando hierba para sus guacchos;
terminada la tarea, regresan con dirección a su casa y en la esquina de Ño
Agucho se despiden hasta el otro día.
Los briosos corceles
que subían y bajaban por la Quintilla, los Amarillos y Rume-Rume, unas veces,
lo hacían de sus chacras de Cajén, Calconga, Vigas Mayo; pero otras veces
venían los provincianos a celebrar las Pastoras, los carnavales o el 15 de
Mayo. Aquellos que bajaban de los alrededores, lo hacían cuidando que sus
acémilas no se maltraten, mientras que los que venían de las provincias, como
sus caballos estaban bien herrados, bajaban haciéndoles shuturar y en cada
trance, estos se soltaban unos señores carajos, que retumbaban en las peñas y
el eco parecía que aplaudía tal expresión.
No solamente hacía
demostraciones de ser buen Chálan un joven bien apuesto y parrandero el cual ya
entradito en años demostraba ser un señor en el arte de montar; en él se hacía
realidad el viejo refrán: "Lo que ha sido bueno vino es buen
vinagre". Tal es el caso que el huauqueño de pura casta llamado • Darío,
quien no solamente amansaba mulas, potros o potrancas, sino también era mozo,
que a china que le ponía el ojo, no se escapaba ni al pie de su cama. Nuestro
personaje llamado Darío era de talla mediana, color trigeño, ojos vivos como
del gavilán, siempre lucía unos bien cuidados mostachos que a cada instante los
acariciaba, usaba siempre polainas que terminaban en gruesos zapatos chotanos
únicos que podían soportar a las dos roncadoras inseparables, o sea, su par de
espuelas que al andar sonaban acompasadamente con su timbre de voz gallarda y
mandona. Muchas leyendas se han tejido sobre su valentía y debe tener mucho de
cierto, porque una vez este huauqueñaso se cruzó en el camino con otro nacido
al pie del Hushquimuna y desmamantado con chochoca chuíta, el cual atestigua lo
que sucedió en el huauco de los cuarenta y picos; la historia es como sigue: Un
día otoñal en el que Jacinto merodeaba a una preciosa Huauqueñita; la hija del
Chálan llamada Clemira no tuvo ningún reparo para hablar su mal de la mamá de
Jacinto; este estaba acompañado de el shoro Pedro y el engreído Lasho no le
daba importancia a lo que estaba sucediendo, hasta que Natusha y Meshita, cumas
de Jacinto, le recriminan y le dicen: "Has respetar el nombre de tu
mamá", sin pensar dos veces Jashe va al lugar de los hechos y reprocha a
Clemira, hija de Ño Darío; está haciendo gala de su casta, no atiende a las
palabras del fogoso Jacinto, entonces Jashe comienza a darle una fogosa tanda a
Clemira, que si no hubiere sido por la intervención precisa del shoro Pedro y
Lasho, otro final hubiera sucedido en la Plaza Mayor del Huauco.
Este lío no termino
allí, la intocable Clemira corrió al Puesto de Guardia Civil y denunció al
joven Jacinto, el comandante de Puesto un gigante Sargento de apellido Urdaneta,
inmediatamente hizo buscar con un subalterno al atrevido Jashe, lo encontró y
de frente lo condujo al calabozo. Este acontecimiento sucedió un día sábado a
las 3:00 p.m. este día es cuando los jalqueños llegan a vender sus papas, ocas,
ollucos, etc. etc.
Los Chalanes |
El joven Jacinto era
muy conocido en el Huauco será su don de gentes, será su humor o será su manera
de conquistar amigos; pero lo cierto era que tenía cierta ascendencia en la
colectividad huauqueña, seguramente estas cualidades, hicieron a que este fuera
muy visitado en el calabozo; jashe estaba atabarditlándose con la cólera; el
gran mozo haciendo gala de su juventud, no aceptaba ningún remedio a nadie,
entonces buscan a la Abuelita de Jacinto y después de contarle lo sucedido la
viejecita viene con un tazón lleno de verbena en la mano y en la otra su
variana, llega al calabozo y sin rogar a nadie le dice a su nieto Jacinto:
"Trágalo todo este remedio, sino quieres que te rompa las costillas",
Jashe al oír la voz de su abuela Ña salmantina, agarra el tazón y sin respirar
lo acabó; terminada su labor la Mamita, sin preguntar nada se alejó del
calabozo y el gran Jacinto quedo cerrado hasta el otro día.
Cuando era más o menos
las 11 p.m. suena el ring de la puerta del calabozo y siente que de un empujón,
llega hasta su lado un Malatino ¡Uf!; este después de haberse percatado que
tiene compañía, cambian palabras el
malatino le dice: "A mí me han traído por borracho y le he faltado ño
Shilve" Jacinto le dice: yo estoy aquí por otra cosa más noble y no sé qué
tal me va a ir, al escuchar estas palabras el maletinero le dice: pruébelo Ud.
en la coca si le va ir bien, Jashe como no podía conciliar con el sueño, acepta
la invitación, comienza a masticar la coca, hoja sagrada de los Incas y después
de hacer un troj con el caldito de la que estaba masticando, lo prueba dulce,
el malatino insiste y le dice: póngale Ud. un poquito de cal Jacinto muy
solícito, coge el poro y después de hacerlo bailar, da la primera chufranada de
su vida convirtiéndose el bolo en manjar; Jacinto y el Malatino se cuentan sus
peripecias inspirados por la dulzura de la coca y sin darse cuenta a rayado el
día Domingo, se oye una voz ronca y potente en el patio del puesto, era Ño
Darío con su hermosa hija Clemira y acompañados de su séquito de juzga vidas;
tocan la puerta del calabozo a esta lo abre el guardia de servicio, Ño Darío
sombrero a lo guaso y arreglándose sus mostachos dice: "Quiero conocer al
zamarro que ha puesto sus manos en mi hija" se acerca mira bien a Jacinto,
este le prende más la mirada, ño Darío haciendo un bálaceo contra Jacinto
grita: ¡A este cholito lo voy a llevar amarrado con una soga y jalado en la
cola de mi mula a Celendín, Jacinto Huauqueño nato y con una señora casta le
contesta: ¡A ti carajo que eres un matón, nunca te han hecho llegar a Celendín
que será a mí! que lo único que he hecho es enseñarle a tu querida y p.... hija
saber comportarse y respetar el honor de una santa mujer como lo es mi Madre;
al oír estas palabras ño Darío, sacó su aludo sombrero y arrodillándose le
contestó a Jacinto: ¡Primera vez en mi vida que un huauqueño me dice en mi cara
y en mis barbas, que soy un matón, pues te felicito, porque eres un hombre y
bien macho y tu grandísima p…, arregla tus líos sola, porque yo no me voy a
manchar las manos con un hombre a carta cabal, Don Darío se puso el sombrero y
meditabundo cruza el patio empedrado del Puesto, llega a la calle y sube a su
briosa mula con destino desconocido. La creída Clemira, habla hasta por los
codos toda clase de improperios contra Jacinto, éste la atisba con el debido
desprecio y ella siempre astuta y cual gacela en celo, mira por todas partes,
hasta que ve al sargento Urdaneta al que lo llama, éste se acerca con paso
lento, porque la mala noche se reflejaba en su rostro ojeroso; Clemira le
reprocha en al sargento en el sentido, de cómo no ha valdeado al cholo Jashe,
el sargento Urdaneta encogiendo los hombros le contesta: ¡No son mis
atribuciones!.
Jacinto en un ángulo
del patio del Puesto con la jeta que le pesa más de tres kilos; ni mira al
papujo sargento, porque después de ser su mejor amigo lo haga dormir en el
calabozo, el sargento no dice nada. Llega las 10 de la mañana y se oyen pasos
por los corredores del Puesto, eran el de ño Benjacho, el jefe de Línea, estos
personajes familiares de Jacinto, acercándose a éste le preguntan: ¿Por qué
estas preso? El mozuelo sacando muy merecido el pecho contesta: Ayer hice
respetar el nombre de mi Madre y por esas cosas que la justicia no comprende,
me tienen aquí. El jefe de Línea llama al sargento comandante del Puesto. éste
le informa todo lo sucedido y le ordena que después de llenar todos los
tramites debidos, dé libertad a Jacinto; Jashe, satisfecho por la intervención
de los antes dichos personajes y diciéndoles se acerca al pachalango sargento
le increpa su comportamiento; éste le dice: Jashe ven a mi oficina y ahí te voy
a contar el porqué A la famosa Clemira, desde que llegué a esta bendita tierra
de Huauco le hice proposiciones amorosas; pero ésta muy engreída, me ha
basureado hasta ayer; ayer antes que yo sepa nada de lo que tú has hecho, llega
al Puesto, sería más o menos las cuatro de la tarde y me dice: ¡Sargento! ¡Si
lo valdeas al cholo Jashe esta noche, desde ahorita soy tu moza! ¿Qué querías
que haga mi querido Jacinto? ¿Te ha hecho mella una noche de arresto?
Ahora tú has cometido
un delito y grave, espérate, en eso llega Clemira otra vez a saber el resultado
de su alegato, de esto aprovecha el sargento Urdaneta, para que se careen los
protagonistas de esta riña; el sargento hace pasar a los dos a su despacho,
Jacinto esta hirviendo de cólera, Clemira después de mirarlo de pies a cabeza
murmura, entonces el vivísimo sargento dice: bueno arreglen, ya pasó y estas
son cosas de la vida; el morboso sargento dirigiéndose a Clemira le dice:
muéstrale lo que te ha hecho, esta sin ningún pudor, levanta su falda y deja al
descubierto unas señoras carnes que ha consecuencia de la paliza de blancas se han
convertido en moradas; el libidinoso sargento interviene para decirle a Clemira
baje Ud. su vestido y arreglemos de una vez; el sabido sargento le dice a
Jacinto, cuanto quiere pagarle a la señora para que se cure, ella pide cien
soles; pero Jashe contesta, si quieres cuarenticinco, que son los únicos que me
acompañan el controvertido sargento se acerca a Clemira la palmea y le dice:
acéptale y yo me encargo del resto; Clemira al oír esta respuesta acepta y sale
con sus cuarenticinco solifacios. Jacinto se despide del sargento y va en busca
de sus cumpas en la esquina estaba esperándole su íntimo compadrito Tashungo,
éste lo acompaña hasta su domicilio y quedan que después del almuerzo se
encuentran.
En la tarde del
Domingo cuando las huauqueñas, unas venían del río con sus bateas llenas de
ropa lavada, otras en sus puertas estaban preparando su paja, para empezar sus
pintos o blancos, cuando esa tranquilidad reinaba por las calles del Huauco, aparece la famosa Clemira muy oronda y
bien tapada con un pañolón azul diciendo a los cuatro vientos ¡Ve I lo que me
ha regalado mi entenado, para que no lo enjuicie!, las personas que la oían lo
único que decían: "Que mujer para descarada, ayer nomás le han sonado como
habas y hoy ya está buscando otra vez".
Las vivencias antes
mencionadas y narradas son el producto de las chalaneadas que daban los mozos
huauqueños en todos los rincones de aquel solar que está encerrado entre el
Hushquimuna, Lanchepata, Huashag, Las Lajas y los Chalanes y las eternas
culpables son las caritas de capulines de Huacapampa, las de cinturitas finas
de Lucmapampa y las Cholazas del Huauco.
De Llareando el Pasado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario