Por Nazario Chávez Aliaga.
Te basta adivinar una
duda en la conciencia de un descreído para pensar que estás ya en pleno camino
de su salvación. Alégrate, pero alégrate con toda la alegría de que eres capaz.
Quien duda está vencido ya. Entre la conciencia que duda y el labio que afirma
no hay sino un instante fugaz que se deslíe en una afirmación; en ese SI rotundo,
claro, fijo, que es como una gota de sangre en una porcelana.
Esa por allí, por
donde debes comenzar tu obra maravillosa.
Confronta, eso sí, cada
día, la expresión de esa conciencia ganada. No sea que las manos se muevan en
tentación. ¿No ves que los dedos del hombre rematan en uñas? Tuya tu obra,
préstale ternura y desvelos. Nadie se crea poseedor de una cosa que no la vive.
Para que la posesión se realice hay que vivir esa posesión. La posesión está al
alcance de la mano. La Vida de la posesión está espaciada en el espíritu.
Sólo cuando palpes que
tu obra es capaz de vida nueva y de alargarse como tú en otras vidas mejores,
debes sentirte en camino de perfección. Más no creas que ella es parto de horas
fáciles. ¿No sabes cuándo todavía los árboles ofrecen sus copas y sus ramas a
las aves que han de alegrar los campos y las selvas?
Entretanto, sin darte
cuenta, eres tú mismo el que, gloriosamente, en ese afán de perfeccionamiento
de los demás, estás ganando tu propia perfección.
Del libro Liberación, 1954.
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