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martes, 4 de octubre de 2011

Remembranza: CARTA DE UN HIJO A SU FAMILIA, LUEGO DE LA MUERTE DE SU PADRE

Lima, marzo de 1,998.
Queridas madres, queridos hermanos y sobrinos:

Cómo quisiera estar a su lado, acompañándolos, en estos difíciles días. El sufrimiento que sentimos es muy grande; pero más grande, intenso y desesperante, es el dolor de ustedes madres. Es más intenso y desesperante el dolor de ustedes hermanos míos: de ti hermana; de ti hermano, de tu sencilla e incomparable esposa y de tu hijo, el pequeño corazoncito, que ya sabe lo que es sufrir y lo que es llorar.

¡Oh cuántas lágrimas nuestro padre observa!

¡Oh cuán impotente se sentirá al ver tantos corazones desangrarse!

¡Oh cuán impotente se sentirá al no poder decirnos que nos observa, al no poder decirnos que está junto a nosotros!

En el mundo real de los espíritus, las despedidas no existen; porque, entre seres queridos que se aman y que siempre fueron uno, el adiós desaparece. El amor con nuestro padre, como no podía ser de otra manera, fue y es recíproco. Él sigue y seguirá junto a nosotros, como lo estuvieron y están nuestros abuelos y quienes antes que él partieron a lo que realmente es la verdadera vida. Seguirá haciendo feliz nuestra existencia.

El gran Amado Nervo en un poema dedicado a su difunta adorada dijo:

¡Feliz quien a su lado tiene
el alma de un muerto idolatrado,
y en las angustias del camino siente,
sutil, mansa, impalpable, la delicia
de su santa caricia,
como un soplo de paz sobre la frente¡

Y nosotros madres, hermanos míos, tenemos una, dos, tres y muchas almas más que hoy nos acarician y cuidan: allí están observándonos los ojos de nuestra bisabuela, los pensativos ojos del abuelo paterno, los casi angustiantes ojos de nuestro abuelo materno y ahora lo tenemos a él con su mirada esperanzada de ángel de la guarda en que se ha convertido.

¿Acaso podemos decir que ellos se han ido?

Dios no es materia, no tiene cuerpo carnal. Él es Espíritu. Por lo tanto, las gracias que Él nos concede no son de naturaleza material y sí de naturaleza espiritual. Jesús dijo: “Dios es Espíritu y en espíritu y verdad es que lo deben adorar los que lo adoran”.

“¿Acaso no podemos comprender que sólo muere el cuerpo, lo palpable, la materia?”

La muerte no existe para el alma. La vida, que es voluntad y energía, triunfó siempre ante ella.

¿Porqué doblegarnos entonces ante la muerte del cuerpo que albergó el alma de nuestro padre?
¿Porqué martirizarnos si sabemos la verdad?

¡Demostrémosle que más que su desaparición física valen sus consejos, su alma y por supuesto la sangre que dejan en nuestras vidas! Pero es en nuestro pensamiento, en nuestra alma, donde verdaderamente existen y luego nosotros continuaremos existiendo en el pensamiento, en el alma de nuestros hijos, de nuestros nietos, de nuestros bisnietos y así hasta encontrarnos nuevamente en el reino de Dios Todopoderoso!

“El río toca las raíces de la planta que en él se refleja y sigue su curso
Y, sin embargo, su agua quedará en él árbol y se hará color y perfume en sus flores”.

Nuestro padre fue como un río y nosotros como las plantas, como los árboles y el agua como sus consejos, como la sangre que llevamos dentro.

¿Acaso no viven nuestras madres, acaso no viven nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros sobrinos, nuestros nietos y después vivirán nuestros bisnietos?

Preguntémonos entonces: ¿por qué nos tenemos que preocupar? Y la respuesta es muy simple: ¡por nuestra familia, por nuestros hermanos, por nuestros hijos, por nuestros sobrinos! ¡Por el mundo! 

“El pájaro besa suavemente la flor por un momento y luego se confunde con el cielo. Y, sin embargo, ha dejado en los pétalos el corazón del fruto del mañana”.

Así, nuestro padre, un atardecer, besó los capullos de su jardín que somos nosotros; soñó con ellos durante la noche y, al despertar los vio con gozo, convertidos en flores. Ahora, ¡hoy!, él quiere que hagamos las cosas buenas que hizo y que no tengamos en cuenta las malas, porque fue humano; quiere que besemos los capullos de nuestro jardín y que después soñemos junto a ellos, junto a las flores que son nuestros hijos, ¡junto a las flores que son y serán nuestra familia!

Sí, para nuestro cuerpo, para la materia, el morir es el fin; pero, para nuestra alma es el inicio del camino que conduce a la eternidad, a la Gloria desde donde, hoy, nuestro padre nos ve con gozo convertidos en flores de su jardín.

¡Continuemos su sueño, él es el ángel que nos observa! ¡Hagamos su voluntad!

Podemos llorar y preocuparnos por un tiempo ¡somos humanos!; pero: ¿estar tristes? ¿Por qué?
La vida es más hermosa después de la muerte que Dios escribe y autoriza. El infierno del que tanto hablan no existe. La gloria es como un hospital del alma en el que todos vamos a entrar y después curar si es que nos hemos portado mal en esta tierra. Dios no es malo, como lo dicen y se engañan tantos, para crear el infierno.

“¿Quién le daría una piedra a su hijo cuando le pide un pan, o una serpiente cuando le pide un pez?” 

Con mucha más razón Dios que es nuestro padre, infaliblemente nos abrigará en su Gloria.
Nosotros pensamos que nuestro padre no nos escucha pero en realidad escuchándonos esta. Esa es la verdad.

Es verdad madres, hermanos míos, nosotros somos él, ¡Nuestro padre vive en nosotros! ¡Agradezcamos a Dios por habérnoslo dado!

Cuantas personas sufren por no ver más a sus seres queridos. Hay miles en el mundo que lloran sus ‘desgracias’ y habrán miles de millones de personas más que seguirán llorando ante éstas ‘desgracias’.

Pero, ¿quién puede decirle a Dios que tal o cual ‘desgracia’ no suceda? ¡Nadie!. Nadie puede indicarle a Dios que corrija lo que ya ha escrito. Sería como decirle que está equivocado y eso es insultar a la ‘causa de las causas’ que es nuestro Señor creador del cielo y de la tierra.

Dios lo ha llamado, él sabrá por qué. Llegará el momento que a nosotros también nos llame. La vida del cuerpo, de la materia es corta. ¡Aceptemos con respeto su designio!

Jesús, siendo Hijo de Dios, le dijo desde la cruz: “Hágase tu voluntad, en el cielo y en la tierra”; pues aceptemos eso, de lo contrario estaríamos pecando y haciendo sufrir a nuestros seres queridos, ¡a las almas de nuestros seres queridos!

Esforcémonos por hacer más buenos nuestros corazones; comprendámonos más; tratemos de hacer nuestras vidas más felices como nuestro padre lo quiso, como nuestros abuelos siempre lo quisieron.
Madre, hermanos, sobrinos, dentro de nosotros y alrededor nuestro, está nuestro padre. Si lo queremos, que no lo dudo, alegrémonos de tenerlo presente aunque no lo podamos ver. Seamos fuertes para vencer cualquier obstáculo y seguir adelante, triunfando para el bien de los que nos acompañan y de los que vienen tras nosotros. Venzamos el dolor, venzamos a la muerte como lo venció Jesús muriendo por nosotros y ahora nos mira a la diestra de Dios Padre, como también nos miran nuestros seres queridos que partieron antes que nosotros.

¡Unámonos y amémonos más, hermanos míos! ¡Amemos más a nuestro prójimo!

¡Eso hará feliz a nuestro padre y a todos los que nos antecedieron!

Hasta pronto

Su hijo, hermano y tío.

Anónimo .

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