Por Marco Arana Zegarra.
La
Cajamarca que se FUE
Aunque
nunca esperamos que así fuera, desde que llegó la minería, Cajamarca se
convirtió para los propios cajamarquinos en terreno minado, en muchos
sentidos: dejaron de llamarnos en Lima la tierra del queso y la leche para
llamarnos, casi sin que nos diéramos cuenta, “región minera”. Nuestra ciudad
comenzó a crecer vertiginosamente y a llenarse de gente extraña, las puertas
de nuestras casas ya no podían permanecer abiertas y las bicis de los niños
nunca más volverían a quedar seguras en la vereda; el hermoso valle fue
comenzando a desaparecer para dar paso a mega almacenes, negocios que van
desde la venta de maquinaria pesada hasta el prostíbulo clandestino; los ríos
en los que chapoteábamos cuando niños y en los que terminábamos pescando
charcoquitas (un tipo de diminuto pez
parecido al pejerrey) y bagrecitos no existen más, y no solo porque la
mina terminó con las fuentes naturales que dejaron agónicos los ríos Mashcón
y Chonta, sino porque la poco agua que queda, entre los grifos, las mototaxis
y la propia municipalidad que hasta ahora no trata bien las aguas servidas
les dan, cada día, un nuevo tiro de gracia. Y si tienes prisa, en la aún
pequeña ciudad, no se te ocurra entrar en horario punta al centro histórico
o, mejor dicho, anda en esa hora para respirar tu dosis de modernidad de aire
contaminado al estilo Parque Universitario de Lima.
Del kentucky al anticucho de pata de pollo
Dijeron
que la minería traería progreso: inversiones, trabajo, negocios, etc., etc. Y
nadie duda que algunos “beneficios” llegaron: más acero y cemento, más
vehículos, más vuelos aéreos, restaurantes y hoteles más caros (aquellos para
los pobres prácticamente desaparecieron), tiendas de todo tipo y hasta con
escaleras eléctricas para no tener nada que “envidiar a las grandes capitales
del mundo” cómo dijeron en la inauguración del centro comercial El Quinde. Y
así estamos, también modernizados con un pequeño porcentaje de la población,
cada vez más creciente, enganchada al negocio de las tarjetas de crédito que
se usan hasta para comprar dos rollos de papel higiénico y medio kilo de
pollo, aguardando el magro sueldo para que te descuenten en el mundo feliz de
la ciudad que tiene la mina de oro más grande del mundo! Poco importa si a la
salida del centro comercial compites por subirte a la insegura mototaxi o
alejarte un poquito a pie para embutirte dos anticuchos de pata de pollo y tu
rico plato de frito con cebiche de a sol cincuenta porque para más no
alcanza, mientras dentro del Quinde los que pueden compran su helado de a
cinco lucas. Para qué tener en cuenta que a unas cuadras no más te hallas con
decenas de niños que hasta pasadas las diez de la noche te suplican compres
“chiclecito o caramelitos” o “le limpio las lunas de su camionetaza mister” y
te sientes más, que has triunfado. Así es la vida, “el que tira, tira y el
que no mira” o, como me dijo Fernando Rospigliosi en la entrevista de Jaime
de Althaus, eso no es culpa de la mina, y así es, pues “unos ganan otros
pierden” a lo que han añadido otros periodistas, “formadores de opinión”, de
los grandes medios: “no sean envidiosos” o como seguramente me dirán en las
redes sociales, por escribir estas líneas: “¡cura de mierda, siembra el amor,
no la envidia. Fracasado!”
¡Pero
qué va, la cosa no es tan mala! Los centros comerciales son los de “mayor
integración social y de igualamiento”, como decía uno de mis profes de la
PUCP. Allí todos se encuentran y pueden verse (no tocarse claro, ni menos
entrar al Long Horn ni a chatear al Starbucks con su netbook) y, en Cajamarca,
como nos dijo una vez uno de los dueños de la mina, “¡los que no puedan
comprar podrán ir a divertirse paseando en la escalera eléctrica, los niños
gozan!”… Y muchos piensan: ya llegará la hora, hay que tener tu varita para
irte a trabajar en la mina.
Pero
mientras el paraíso del mercado moderno se ha ido instalando no solo en el
territorio, sino en el subconsciente colectivo, terribles cambios han ido
ocurriendo en las montañas que rodean la ciudad que se moderniza acelera y
caóticamente, la que ha llegado a tener letreros al estilo del viejo oeste:
“si paras, hay orden de disparar, propiedad privada” y no es broma, así están
las cosas en la Cajamarca que se ha ido y que se resiste a ir.
La
minería limpia y responsable
Subiendo
a la colina de Santa Apolonia (la patrona del dolor de muelas) se puede
divisar cómo avanza el zarpazo de la mina sobre la cadena de montañas que le
dieron a este valle el clima bueno que permitió que tengamos uno de los
valles más hermosos de los andes del Perú. La minera Yanacocha llegó el año
1993 pregonando “minería limpia y ecológica”. Así nos la vendieron. Al cabo
de unos años la tecnología de punta había perforado miles de kilómetros en el
corazón de la tierra y, cuando comenzaron a operar, varias lagunas fueron
convertidas en los tajos abiertos que extendieron partida de defunción a la
laguna Yanacocha, San José, Maqui Maqui, Patos y Corazón. Las aguas
subterráneas que afloraban en los tajos comenzaron a ser bombeadas, mientras
que otras, acaso huyendo de la dinamita y las palas que la amenazan de muerte
se refundieron tierra adentro como lo acredita el EIA de La Quinua. Los
cursos de las quebradas y de los ríos fueron alterados, decenas de
manantiales desaparecieron, las otrora límpidas aguas de los canales y
manantiales comenzaron a emitir fétidos olores y los cambios en la coloración
sea rojizo, anaranjado, verduzcas o blancas (cuando les meten cal y cloro
para acelerar la degradación del cianuro) comenzaron a ser denunciadas
frecuentemente por quienes hoy son llamados en la gran prensa limeña
“ignorantes, manipulados, electarados y enemigos del desarrollo” y acusados,
con sorna, de ser lo que más ensucian las aguas “con su pilita y sus
caquitas” o de ser los minifundistas más depredadores que la gran minería
como sostiene un sociólogo venido a menos que sin embargo ha tenido eco en la
gran prensa defensora de la mina en Lima. Los innumerables sucesos de muerte
de truchas por contaminación con mercurio acreditados por la Dirección
Regional de Pesquería, la presencia de metales pesados en canales comprobados
por el monitoreo del ombusdman del Banco Mundial, las fugas de cianuro
demostradas por la evaluación ambiental de Ingetec.
A la
beatificada “tecnología de punta”, le han añadido la canonizada
“responsabilidad social empresarial”. No hay entonces por qué preocuparse.
Todo solo puede ser mejor. Los cajamarquinos que nos movilizamos y defendemos
las aguas y los derechos humanos de las campesinos que han sido denunciados,
reprimidos y judicializados somos unos desagradecidos. Otros que
evidentemente se hallan ligados, de algún modo a los beneficios que les ha
traído la minería pueden afirmar entonces que “No éramos nada antes de que la
mina llegara y si se paraliza Conga, los cajamarquinos volveremos a ser los
pobres de mierda que éramos”. Por eso, en estos días de protestas ciudadanas
pacíficas para defender las aguas de las lagunas Azul, Mala, Perol,
Chaillaguón para que no sean destruidas como las anteriores, los defensores
del crecimiento, la inversión y el progreso piden a gritos que mejor se
decrete el estado de emergencia y se restablece el estado de su derecho, y no
haya tantos miles de manipulados y extremistas radicales que se opongan a la
bendición minera que a Cajamarca le ha tocado. Se olvida el crimen ambiental
que Yanacocha y sus socios cometieron con los campesinos de San, Juan
Choropampa y Magdalena que siguen clamando con dolor una solución hasta hoy.
Se olvidan que el mismo gerente que aparece con carita de arrepentido para las
cámaras de TV en los grandes medios de Lima; es el mismo que dirigía la mina
durante los más graves conflictos sociales que han convulsionado la apacible
Cajamarca: 2000: Choropampa; 2001: Tembladera con paro de pescadores del
Gallito Ciego por derrame de cianuro; 2002: Cajamarca (con incendio de uno de
sus locales en la ciudad); 2003: campesinos de Bambamarca que denunciaban
contaminación en el Llaucano (con toma de 3 días de la ciudad de Cajamarca;
2004: Quilish; 2006: Combayo (con el primer muerto a disparo de fúsil) y
operativo de espionaje y amenazas descubierto y denunciado ampliamente; 2007:
Porcón (con más de 30 campesinos denunciados); 2009: Quishuar; 2010:
Totoracocha (con pedido de sanciones impuesta por la OEFA); y ahora en el
2011 en que la población dice No a Conga, Conga inviable y no está dispuesta
a que una nueva historia de violaciones de derechos humanos y de destrucción
de aguas se instale en las cabeceras de cinco nuevas cuencas.
Tienen
ojos y no ven, tienen oídos y no oyen: El conflicto se pudo evitar
El
conflicto de Conga no lo comenzó el pueblo de Cajamarca y sus autoridades que
ahora son denigradas. Fue un Estado débil, corrupto, obnubilado por las metas
de crecimiento, sin importarle a quien ambientalmente y socialmente afecte, y
la acción de una empresa minera con desempeños delincuenciales los que han
llevado a mi región a una nueva convulsión social.
Los
cajamarquinos buscamos hasta el cansancio mostrar que el proyecto minero
Conga no debía ir. El año 2004, la alcaldía provincial de Celendín promulgó
la ordenanza 020 por la cual se protegía las lagunas que hoy quiere
desaparecer el proyecto minero Conga. El 05 de abril del año 2005, un
conjunto de autoridades de La Encañada presentaron al Director General de
Asuntos Ambientales Mineros del MINEM un memorial donde pedían que se declare
inviable el proyecto de exploración Conga. El 2010 el Gobierno Regional de
Cajamarca emitió la ordenanza regional de zonificación ecológica y económica
por el cual la zona de las lagunas se identificaba como de alta
vulnerabilidad ecológica y se sentaban las bases para declararla como zona de
conservación.
El año
2011 el gobierno regional volvió a emitir una ordenanza que declaraba de
interés público regional la conservación y protección de las cuencas entre
las que se incluía las que ahora son zona de disputa. En Agosto de 2011,
diversas organizaciones sociales y ambientales solicitaron al Ministerio del
Ambiente que revisara el EIA de Minas Conga. Pero nadie oyó, y luego tienen
el descaro de decir que todo iba bien hasta que todo fue aprobado y fue
electo el presidente Humala a quien también, con cierta razón, se le quiere
echar la culpa de todo el conflicto. Pero no es así, aunque las decenas de
“expertos” que han aparecido en Lima se sientan con autoridad para opinar
sobre todo y sobre todos, menos sobre lo que realmente sembró esta minera y
ahora, con sobradas razones, cosecha: el rechazo de la inmensa población de
la región.
El
conflicto de Conga se pudo evitar. Lo dije, lo escribí y en estos últimos
días hasta lo hemos gritado en las plazas y calles. El conflicto ya está en
las calles y las montañas. Miles de campesinos llevan pernoctando nueve
noches en las orillas de sus lagunas. Miles de ciudadanos se movilizan en las
calles, aunque en Lima no entiendan que en Cajamarca no existen tanto
antimineros, cuando una minera que está contra los cajamarquinos.
¿Hay
luz al final del túnel?
Habiéndonos
pasado en Cajamarca todo lo que nos ha pasado con la minería moderna,
consideramos que con los actuales marcos jurídicos, con la debilidad del
Estado para ejercer serios y creíbles controles, con la corrupción y las
violaciones de derechos humanos que están quedando impunes, con las actuales
tecnologías mineras modernas, con la ubicación del proyecto minero en
cabeceras de cuenca, con la reputación que tiene Yanacocha, con la falta de
procesos adecuados de participación ciudadana y consulta, el proyecto minero
Conga no Va.
Lo
mejor sería que el proyecto sea declarado inviable. La institucionalidad
ambiental que tenemos no sirve para seguir impulsando la minería como los
gobernantes y empresarios quieren hacer por todo el país. El EIA de Conga
adolece de graves vacíos de información y además es de dudosa calidad técnica
y científica (como lo han demostrado la evaluación del Minan y el Colegio de
Ingenieros de Cajamarca). Por lo demás, se trata de un EIA aprobado bajo el
errático mecanismo de conflictos de intereses sectoriales (Minen promueve y
él mismo aprueba el EIA y autoriza el inicio de operaciones).
La
capacidad del Estado para garantizar que, incluso con EIA bien hecho y bien
aprobado, no se va a contaminar es nula, puesto que los estándares de calidad
ambiental y los límites permisibles del Perú llevan un atraso de casi 30 años
y están lejos de cumplir con estándares internacionales mínimos. Tenemos una
OEFA que no tiene capacidad de hacer que se cumplan sus sanciones que, la
verdad, son bastante benignas. Fiscalías Ambientales que actúan bajo presión
de intereses políticos y económicos (como lo denunció el renunciante
coordinador de las fiscalías ambientales), una policía ambiental que está
pintada en la pared (a diferencia de la Dinoes que es contratada por las
mineras y tiene toda la logística) juzgados ambientales que, aunque nadie lo
crea, son inexistentes! Una Procuraduría Ambiental centralizada y con escasos
recursos, a lo que se suma las débiles capacidades de los gobiernos
regionales y locales para hacer eficiente gestión ambiental. No menos grave
es la aún débil conciencia ambiental que se va abriendo paso a pesar del carga
montón y los insultos de una mayoría de prensa nacional ambientalmente
irresponsable.
En las
actuales condiciones, un proyecto que, como ha afirmado la evaluación del EIA
que ha hecho el MINAM va a transformar “de manera significativa e
irreversible la cabecera de cuenca, desapareciendo varios ecosistemas y
fragmentando los restantes, de tal manera que los procesos, funciones,
interacciones y servicios ambientales serán afectados de manera irreversible”
o que, como ha dicho el Colegio de Ingenieros de Cajamarca, tiene un impacto
ambiental y específicamente hidrogeológico de tal envergadura que “afectará
gravemente a cinco cuencas de tres provincias perjudicando el acceso al agua
en calidad y cantidad para los pobladores y las actividades agrícolas, en un
grado mayor al que ya lo ha hecho Yanacocha en sus actuales operaciones”
racionalmente no va.
Queda
pues encontrar un camino para solucionar por vía de diálogo este conflicto
que el pueblo de Cajamarca, insisto, no creó. Veamos si debido a los marcos
jurídicos buenos para las empresas mineras y malos para las comunidades, el
gobierno puede encontrar una salida para declarar inviable, suspender
indefinidamente, o postergar para después este proyecto (como lo ha hecho
recientemente el presidente Barack Obama con el oleoducto de Keystone con una
inversión mucho mayor a la de Conga, 7 mil millones de US$). El gobierno
tiene que encontrar una solución: modificar los marcos jurídicos, mejorar la
institucionalidad ambiental, garantizar el proceso de consulta ciudadana,
ordenar un nuevo EIA, suspender indefinidamente el proyecto, ordenan una
evaluación ambiental independiente de Yanacocha, plantear un plan de
remediación de pasivos en Hualgayoc, realizar compromisos para erradicar la minería
ilegal en la región, ayudarnos a concluir con los planes de ordenamiento
territorial a nivel provincial, destrabar mecanismos de gasto de canon para
proyectos productivos sostenibles. Escuchemos pues lo que nos tienen que
decir.
Los
cajamarquinos movilizados, decimos simplemente Conga No Va! Y si alguna
concesión estamos dispuestos a hacer es que la minería sí puede seguirse
haciendo en Cajamarca, pero sometida a nuestros proceso de zonificación
ecológica y económica, a procesos de consulta ciudadana, a mayor
participación en el proceso de toma decisiones de tal modo que la minería se
haga allí donde no amenace otras actividades económicas, con mejores
prácticas y controles ambientales, con respeto irrestricto de los derechos de
sus trabajadores y con mejor uso de los recursos provenientes del canon
minero de tal modo que se garantice que cuando las actividades mineras
terminen, no vamos a pasar a hacer parte de la larga lista de ghost towns
existentes en el mundo: abandonados, pobres y contaminados. Por eso, aunque
en Lima nos insulten, valoren en algo que la lucha ambiental cajamarquina no
ha reclamado, porque ya no podemos dar marcha atrás, que las actuales
operaciones de Yanacocha se cierren, sino que se hagan mejor y comencemos a
discutir su plan de cierre de minas para los próximos 7 u 8 años y a la
minera Goldfields se le esté diciendo, señores hagan mejor las cosas en
Hualgayoc, y a AngloAmerican, veamos en qué condiciones va a ir, si es que
va, su importante proyecto minero. Pero aunque les duela a los defensores
mediáticos y políticos de santa Yanacocha, así como han estado haciendo no
más y, por supuesto, ¡Conga No Va!
Mirar
con fe y esperanza de que podemos hacer las cosas mejor
Dicen
que soy el diablo de las mineras. Fue Yanacocha la que hizo un costoso
operativo de espionaje y seguimiento para denominarme así. Cristianamente
siento indignación y les perdono y pido a Dios que no se le ocurra que su
gente cumpla con sus amenazas de eliminarme, como lo han estado anunciando
sus defensores a través de las cuentas del twiter y otros lo intentaron en el
atentado de setiembre en Huancabamba.
Yo
nunca me cansaré de creer y trabajar porque nuestro país, nuestra Cajamarca,
sea mejor para todos y todas, comenzando porque se haga justicia social y ambiental
para los más pobres. Y aunque me indigna que la codicia, la indolencia y la
debilidad de nuestras instituciones no esté. Me reafirmo en lo que escribí en
octubre de 2004: “Será preciso reconocer que, a la base de la crisis del
Quilish, estuvo la afirmación de los derechos ciudadanos, el derecho a la
vida, al agua, a un medio ambiente sano y saludable. En definitiva, será
preciso reconocer que con dolores de parto en Cajamarca, como antes en
Tambogrande, los ciudadanos han comenzado a defender su derecho irrenunciable
a gozar de un ambiente saludable, ecológicamente equilibrado y adecuado para
el desarrollo de la vida, y asimismo, a la preservación del paisaje y la
naturaleza(Código del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales. Título
Preliminar. Acápite I). Siendo así, cuando un día las generaciones futuras
miren retrospectivamente cómo se defendieron los derechos sociales y
económicos y cómo se construyó la democracia y el desarrollo sostenible en el
Perú, lo que resultará incomprensible no será la lucha de los ciudadanos
cajamarquinos, principalmente campesinos, sino por el contrario, será
incomprensible cómo no todos los peruanos entendieron que debían ser todos,
incluidos los mineros, los que debieron luchar por proteger el agua, la vida,
el medioambiente.”
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