Por: Sachama.
Existía en el distrito
de Oxamarca, allá por los años 1950 un niño muy precoz y en los estudios, muy
bueno para satisfacer a las expectativas de su "Maestro" Gerundio
Silva estudiaba en los pocos libros que estaban a su alcance; por eso el alumno
Olimpio, cada vez que era preguntado por el referido "Maestro"
contestaba; lo que hacía que el Profesor, sacaba pecho, diciendo: Estos son los
alumnos a los que les enseño. Sucede en una de esas semanas en que los
múltiples trabajos en casa de Olimpo se habían multiplicado y cuando fue a la
escuela, fue al primero que le preguntó el tal "Maestro" Gerundio, al
no contestar Olimpio, el profesor, monta en cólera le da una tanda de varillazos,
que el escuálido alumno Olimpio, lo dejó pa' caldo. De todas maneras termina sus
rimeros años de estudios en su tierra Natal y cuando ya se acercaba el tiempo
de las matrículas, para el cuarto año: limpio rompiendo el miedo y respeto; le
pide por favor que lo trasladaría al Centro Escolar de Sucre; cuán grande sería
la noticia, cuando su padre oye las suplicas de su hijo, las que son aceptadas
y le dice: hijo este año te voy a matricular en el centro Escolar de Sucre;
allí me cuentan que hay buenos profesores y yo quiero que tú fueras otra cosa.
Olimpio, saltó de alegría y en sus adentros se decía ahora sí ya me salvé del
Maestro" varillador.
Don Eleuterio Vega,
prepara su viaje con su vástago y comienzan los preparativos, para la despedida
del alumno precoz; llega el día de la partida, se despide de los cumpas y se
dirige hacia el afamado Centro N° 83 de Sucre, donde los profesores en su afán
de sobresalir al cual más preparaban sus clases, para luego ir a enseñar a sus
alumnos. Los alumnos: alegres recibían las enseñanzas con mucho fervor. Olimpio
llega al 83, acompañado por su señor padre; Don Eleuterio muy contento de dejar
en manos de Profesores probos bajo la dirección del Profesor Willy, éste lo
recibe muy atento y le dice a Don Eleuterio: Que suerte tiene vuestro hijo,
porque su Profesor va ser uno de los más destacados de este plantel, me refiero
al Profesor Onorio Silva. Se despide el Señor Eleuterio y el Señor Director,
toma de las manos Olimpio y lo lleva a la sección en que enseñaba el Profesor
Onorio Silva; este lo ubica en una de las carpetas mejor situadas. Olimpio, sin
conocer a nadie; todavía muy arisco, se sienta y comienza la clase; termina
esta y salen al recreo. Olimpio, hace migas con los sucrenses estos, lo
aceptan, se confunde con ellos, demuestra sus habilidades deportivas, con las
que compra a los más de la sección. Uno de esos días el Profesor Onorio Silva,
le hace una pregunta a Olimpio sobre una de la materias enseñadas en días
anteriores, a lo que Olimpio no le contestó nada, porque todos los días se
había dedicado a jugar, dejando el estudio a un lado; el profesor al darse
cuenta que no sabía; le aplicó un tanda de varillazos, las que lo hacían bailar
como a un trompo. Terminado este incidente; Olimpio, se preocupaba ya por los
estudios y pasa el año son repetir. Don Eleuterio llega a Sucre en Diciembre,
para saber cómo ha salido su hijo en los exámenes.
Sacando pecho sale Olimpio
a recibir a su Padre y le dice: he pasado de año Papacito.
Otra vez Olimpio como
pidiéndole premio a su pasada de año, le dice a su padre, si me quieres y como
tú dices que deseas que fuera otra cosa; para el próximo año trasládame a Celendín,
Don Eleuterio, ante tanta súplica y dándose cuenta que su hijo quiere
superarse, le dice; vamos a Oxamarca y ya pensaré.. Llega el mes de las
matrículas: Don Eleuterio, ensilla su macho fino y se dirige a Sucre a sacar
sus certificados, con los que va a Celendín y matricula a Olimpio en el Centro
Escolar de Celendín. Comienza los estudios y este año será su profesor Saulo
Silva; Olimpio mentalmente dice: ¡Otro Silva! Como será éste. No se equivocó,
porque el profesor Saulo Silva era corregido y aumentado; porque éste, por
quitarme esta paja aplicaba a los alumnos unas tandas consistentes en unas
jaladas de orejas y lapos en fin, lo que le venía en gana. Olimpio entró a
clase, muy atento sigue sus explicaciones del Profesor, entendiéndoles una
veces y tras no Maestro Saulo Silva, lo interpeló a Olimpio, éste titubeo un
poco, a lo que el Profesor Saulo Silva, de un solo soplamocos lo hizo ver un
montón de estrellas; Olimpio otra vez, reniega de su suerte, porque dice,
porque a él y no a otro alumno tiene que hacerle esas preguntas.
Llegó a la conclusión
que su destino estaba marcado, para que la dinastía Silva, le diera donde duele
y tatuando si espíritu de aquel niño precoz Oxamarquino pero todo esto fue para
su bien, porque en la actualidad es un hombre de bien y en él se hizo realidad
el dicho que: "Con sangre entra la letra".
Del Libro IRIKANA, Sachama. Págs. 5 a la 8.
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