Erase un sereno
amanecer de verano, subía el sol lentamente con un cielo puro, y brillaba en
los campos el rocío de éste valle recién despierta, alsábase una frescura
aromosa; las aves madrugadoras cantaban alegres sobre las copas de los maizales
chocleros, húmedos aún y en completo silencio; un absoluto y estruendoso ruido
a mis débiles oídos llegaba, suponía, era el chajatac de las olas del mar al
morir en los peñascos y muelles del puerto.
Una aldea de mezquino
aspecto florecía cubierta de cañas y esteras rodeadas de extensos sembríos,
semejando a semejantes alfombras de varios colores puestas a ser cosechadas por
sus sedientos dueños.
Era la pequeña finca
denominada "Campin de Cerquín", propiedad del amigo de origen
Catalán, Taurófilo experto en ganadería brava, que me supo cobijar. Aquí acampé
finalizando el año próximo pasado y conmigo, mis negros bravos, siempre terco
en esta arriesgada y difícil labor, sin pensar que algún día, el sabor salado,
y el estrepitoso rugir del mar, serían fieles compañeros de mi soledad. Cosas
del destino, pues, así es la vida, echa a veces de secas hojas que el viento
sabe llevar ay traer. Aún cuando no es el momento de remover pesares propios y
ajenos sino mas bien para saber si es cierto, que los caminos se hacen al
andar.
En efecto ya no desde
la alturada ciudad del Cumbe, ciudad a la que un día alegre de carnaval,
entregué mi amor sino desde la hospitalaria ciudad de Huacho, que me da la mejor
sonrisa, me dirijo a mi labrador de la tierra, al santo Patrón de mi pueblo. Al
hacerlo, lo hago lleno de sentimientos al enterarme que como no había tu
alegría llena de esparcimiento al cual tú y yo, amamos tanto. Qué tristeza al
saber que poco a poquito se está muriendo. Hay de aquellos pobres de corazón y
espíritu.
Con muchas nostalgia
este año no estaré, para gozar de tu fiesta patronal, prometiéndote sí, hoy más
que nunca sin perder la esperanza, de que algún día como ayer, se vuelva a
repetir ese mismo y bonito sueño, que te voy a revelar; cuando con un amanecer
muy de alba apenas pude notar tu presencia al distinguir tu aureola dorada,
caminando lentamente con tu capa partida en dos, descansando en tu brazo
izquierdo, en tanto el derecho algo levantando indicaba a los escogidos, que no
se daban por enterados por no dejar de saborear las ricas invernas que a esas
horas de sepulcral silencio les era más favorable.
Corrí como loco,
desesperado sin dirección entre brincos y tropiezos. Aclarando tanto y cuanto
la diosa del amanecer y con tanto susto que no he de olvidarme, dije: ¿Dios
mío? Y marcados con que gusto, yacía en medio de la pierna derecha pintada con
el polvo de oro fino; llevaba su nombre San Isidro el mismo nombre; sí, el
mismo ¿Si el mismo?
Gritando desperté. Era
cierto lo que estaba soñando: ver como caminaban los escogidos de pura casta
paso a paso tratando de dejar atrás su querencia meditabundos, como si
comprendieran que pronto llegará su fin, y fue así, horas más tarde, ahí
guardábamos presto a seguir la marcha triunfal, cuesta arriba o cuesta abajo,
montados en diestros caballos al compás del paso firme en medio del tropel,
acompañado por la imponente riestra de versos: toma, coma, toma; ton, ton, ton,
toma: pasa toro pasa; puerta, puerta toro.
No quisiera
entristecerme más; o milagroso patrón sólo quiero tus fuerzas lo suficientemente
y el valor de los hombres dignos para estar nuevamente allí., a tu lado. Y
saber que actúo mal, cosas que tú solamente sabes perdóname, como perdonaste a
los demás, del abuso la infamia y la crueldad.
Termino hermano
labrador pidiendo derrames tu bendición colmando de amor, a todos del pueblo
por igual, y en forma muy especial a todas las madres incluida a la mía al
conmemorarse en éste segundo domingo de mayo, al gran día, día de la madre y
mes de María nuestra Virgen Santa tu fiel creyente.
De la revista El Labrador. Mayo 2000.
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