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miércoles, 24 de julio de 2013

VOLVER A LA TIERRA

Por Tito Zegarra Marín.
"Mi tierra" 
Desde hace algunos años, con algunos amigos venimos conversando sobre eso que puede ser una utopía, un querer momentáneo o tal vez una exigencia en el último tiempo: volver a vivir en la tierra añorada. Y lo conversamos, no sólo porque algunos sucrenses lo vienen haciendo, sino porque nos convencemos cada vez más de la necesidad y factibilidad de esa opción, capaz de hacer agradables los años finales de nuestra existencia.

Volver a la tierra significaría reencontrarse de nuevo con el pequeño pueblo en que nacimos, asentarse y vivir en otras condiciones en él y así disfrutar de aquello que no conocimos o nos fue esquivo: su excelsa y bella naturaleza, la limpidez y sosiego ambiental y las pocas pero valiosas huellas de su historia. Revivir los gratos e imperecederos recuerdos de la niñez y adolescencia, y sentir la satisfacción de realizar cosas que ayer no pudimos, en la vieja casita, en el huerto, en el campo y en la comunidad.

Camino "La Quintilla"
Al mismo tiempo significaría decirle adiós a esas grandes urbes saturadas de gases venenosos que se respira, al inaguantable caos del transporte irracional y estresante, al acecho imparable de la delincuencia, a la inseguridad y a vivir casi enclaustrados, porque sólo se sale para llevar los nietos a la escuela, pagar recibos o comprar el pan; decirle adiós en fin, a esas ciudades que si algún rato nos retuvieron por trabajo, estudio o nexo familiar, hoy, en otras condiciones, no hay por qué seguir soportándolas.

Es cierto, tomar esa decisión o, lo que es lo mismo, desprenderse de esas redes que nos atan a ellas y de tantos lazos familiares arraigados por años es tremendamente difícil. Pero creo que sí es posible. Y ello solo se da, cuando al bordear la adultez tomamos conciencia de que nuestra presencia en esas asfixiantes urbes ya no tiene sentido, que hay algo más grande y más hermoso que nos espera: la tierra querida, que nos induce al retorno.

"Campanorco"
Cuando niños o jóvenes no aquilatamos en su verdadera dimensión a ese mundo natural que circunda a nuestro pequeño pueblo y a los colindantes: llenos de encanto, transparencia,  exquisitez y ternura. Su verde, fresca y apacible campiña cubierta de pastizales, garzas y sauzales; sus enhiestos cerros de caminitos angostos y tantos miradores espléndidos; los bellos paisajes casi escondidos o abiertos por todos los costados; la temida pero deliciosa “poza brava” y La Quintilla reluciendo su camino empedrado; la pequeña y atractiva catarata de Langascocha; los  miradores imponentes de Punta Grande, Campanorco y Cueñaspunta avistando la inmensidad del Marañón; el abra Las Lajas sobre el caserío de Macas y su mirada al oriente; las cuevas El Idulo con pintura rupestre, bajando al valle cálido de Cantange; los valles Llanguat y sus aguas termales, El Limón, Balsas y Púsac; los centros arqueológicos La Lechuga, La Chocta y Cochabamba, y muy cerca, las tierras de los chachapoya, llenas de historia y hermosos  paisajes, etc.

"LLanguat"
Todo ello y muchísimo más forman parte de su geografía, cultura e historia a la que no tuvimos la suerte ni la oportunidad de conocer y vivir a plenitud, pues desde muy temprano fuimos empujados irremisiblemente a ser parte del montón de las grandes ciudades, y cuando ya mayores, formados a su hechura y modelados por la “modernidad”, parece indiferente y extraño todo ello. En algunos casos, a la tierra natal sencillamente se la borra de la memoria, y en los más, felizmente, se opta por visitarla.

"Langascocha"
Pero, ¿por qué llegar a esa particular situación de alejarse del pequeño pueblo, que no solo pasa con el nuestro, sino con casi todos los del interior del país? La respuesta tiene causas profundas, estructurales y sociales: es la propia realidad del país marcada por privilegios para pocos, desigualdades que aumentan, centralismo indetenible, pobreza y extrema pobreza con énfasis en el área rural, nulas o mínimas oportunidades de trabajo, lo que obliga a los hijos del interior del país, a emigrar a las grandes ciudades, en especial a Lima, con más de 9 millones de habitantes al 2012.

"La Chocta"
Con el correr del tiempo, algunos de esos hijos, ya en otras condiciones sobre todo de salud y económicas, vienen comprendiendo que sí vale la pena pensar y mirar de nuevo a la tierra donde nacimos. Creo, que no tan tarde, la opción del retorno será la tendencia natural y también exigida  para muchos de ellos. Las palabras del gran escritor argentino Jorge Luis Borges, en su lecho de muerte, devienen en premonitorias y alentadoras: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida, haría más viajes, contemplaría más atardeceres, subiría más montañas, recorrería más ríos, iría a lugares donde nunca he ido”, agregando en nuestro caso para, finalmente, volver a nuestra tierra amada.
"Valle del Marañón"
"La Punta Grande, El Criollo"








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