Por: Heráclito
Malaver.
Es posible que el Título pueda desconcertar al lector de este cuarto
número de «EL LABRADOR». Pero quisiera utilizar el mismo para intentar expresar
lo que significó para un modesto sucrense aquel momento, esto es, tener la oportunidad,
podría decir mejor, el honor de saludar y abrazar al maestro de maestros, con
el perdón de los demás maestros sucrenses, me refiero con la emoción que brota
de lo más profundo de mis sentimientos al señor Onésimo Silva Reyna.
El día anterior a la misma hora, había retomado a nuestra tierra para
disfrutar de las festividades en honor a San Isidro Labrador, Patrón de esta
tierra generosa cuyo nombre honra a uno de los precursores de nuestra
independencia: Sucre (Antes Huauco).
Al efectuar los planes para mi visita a la madre tierra, a la cual la
visité por última vez en el mes de Agosto de 1983 y a la fiesta de mayo
regresaba después de 24 años. Se imaginarán la alegría que me embargaba, me
había hecho muchas ilusiones al visitar mi tierra, como es la de reencontrarme
con amigos de la infancia, residentes en la misma tierra sucrense y en otros
lugares del país, Lima incluida, que retornan por esta época a disfrutar de las
festividades patronales. Tener la oportunidad para poder recorrer sus calles,
fieles testigos de nuestros correteos infantiles y juveniles, admirar su
hermosa campiña que la naturaleza le ha otorgado, además de respirar con
felicidad la pureza de su aire, disfrutar de la frescura de su agua, gozar
contemplando los conocidos cerros que hacen de su campiña un paisaje cuya
hermosura es el orgullo de todo sucrense.
Por supuesto, no quisiera seguir hablando de algo que todo sucrense sabe
y conoce con mayor precisión y que puede expresarlo de mejor manera; asi como
también, lo que siente por nuestro pueblo, cualquier adjetivo será insuficiente
para expresar nuestro amor al terruño. Alguien podría decir por qué no escribir
un artículo hablando más de Sucre o buscando un título que refleje en sumo
grado el homenaje del hijo que regresa a su tierra después de tantos años, ¿No
les parece? Pero creo humildemente que aprovechar esta ocasión para rendirle el
merecido homenaje a don Onésimo Silva, un maestro como lo fue en nuestra
escuela N° 83 y lo seguirá siendo estoy seguro en la vida diaria, alejado ya de
las aulas, es una manera de rendirle homenaje a nuestro pueblo.
Al divisarlo sentado junto a otros respetables sucrenses, en el
perímetro de la Plaza de Armas junto a la Iglesia aquel 14 de mayo de 1994,
hora 10.00 de la noche aproximadamente, retrocedí en el tiempo 41 años y me
situé exactamente en el año 1953 en que tuve la suerte de tenerlo como mi
maestro en el último año de la primaria de aquel entonces. Lo imaginé, o
sonaría mejor lo vi entrando a nuestro salón que da al jirón José Clodomiro
Chávez (antes Lima), hora 8.30 de la mañana, cuidadosamente vestido con una
elegancia que lo destacaba, ponernos de pie y empezar a entonar la canción
matinal, en la cual el afinaba la voz indicándonos el tono en que debíamos
empezar esta canción. Por supuesto que había que poner la máxima atención, a
fin de entonarla como a él le gustaba, de no hacerlo así, sus próximas palabras
eran «Se quedan reclusos todos». Palabras inapelables, porque el maestro
Onésimo era muy estricto, el no buscaba perfección, sino que sus alumnos fueran
los mejores inclusive, entonando una canción, que venía después, la clase de
aritmética o lenguaje, momento en que empezaba su clase con una entrega total,
una voluntad, una vehemencia que a lo mejor en aquella época de niños no le
sabíamos dar el valor que todo esto significaba, pero pasado el tiempo estoy
seguro que sus alumnos, tratamos realmente de comprenderlo y darle las gracias
por su sacrificada y abnegada labor en procura de trazar el camino hacia la
superación entre muchas cosas; enseñarnos a querer a nuestro pueblo, buscar el
progreso personal de sus alumnos.
Continuaba con las clases de historia del Perú, que eran verdaderas
narraciones de hechos, personajes y fechas entre otras cosas, pero narradas con
tanta identificación y realismo, que creo nos hacia sentirnos como actores o
espectadores de esa historia tan hermosa de nuestro país. Podría seguir
mencionando el dictado de los diferentes cursos, en los cuales también ponía
mucha voluntad y celo, pero el espacio creo que es el principal obstáculo.
También se daba tiempo para contarnos sus vivencias personales, los
momentos vividos en sus vacaciones en la capital de la República, y los contaba
de tal manera que nos hacía imaginarnos en lugares y hechos desconocidos para
nosotros.
En aquel entonces escuchar, por citar un ejemplo, cuando nos contaba los
partidos de fútbol correspondientes al sudamericano realizado en nuestro país,
eran más que un complemento a nuestros iniciales conocimientos de estos eventos
y que por primera vez muchos escuchamos a través de esporádicas transmisiones
radiales.
Su pasión por el deporte era grandiosa, digo era porque estoy tratando
de contar lo ocurrido en el marco de aquel 1953, no dudo que seguirá siendo tan
apasionado por el deporte y sobretodo por todo lo que se relacione al ámbito
nacional y porque no decirlo al de su pueblo - Sucre.
En todos estos hechos, en sus clases, en sus narraciones, gestos y
actitudes.
Siempre estuvo presente el amor a su pueblo, inculcándonos el amor que
debemos a nuestra tierra, el espíritu de superación que debía anidarse en cada
uno de nosotros, porque el quería con vehemencia que sus alumnos fueran los que
destacaran sobre el resto. Podría parecer soberbio u orgulloso pero, porque no
serlo o parecerlo, si era para que sus alumnos crecieran no solo físicamente
sino también en el terreno intelectual.
Pidiendo disculpas por los errores de sintaxis, he querido a través de
esta desordenada narración intentar hacer una breve semblanza del maestro
Onésimo Silva, como mi modesto homenaje; estoy seguro que se la habrán rendido
muchos.
Este relato incompleto, no refleja con exactitud lo que representa para
nuestro pueblo un maestro como lo fue y es el Señor Onésimo silva. Por lo que
agradeciendo a los editores de esta revista el espacio que se me brinda no
quería desaprovechar la oportunidad de expresar mi saludo y
eterno reconocimiento a un gran hijo de Sucre. ¿Tendría más adelante oportunidad
de hacerlo?, no lo sé.
Pero aquel 14 de mayo lo considero como una de las mayores experiencias
y satisfacciones que me ha deparado el año 1994. Todos los planes e ilusiones
que me había hecho y a los que hago mención, se vieron rebasados por ese
momento que lo considero trascendental e inolvidable, imagínense la emoción de
saludar y abrazar ami maestro. Ahora espero comprendan la razón del título.
¡GRACIAS!, ¡pero muchas gracias! ¡A usted señor Onésimo Silva Reyna, mi
maestro! por haberme permitido abrazarlo y por todo lo que me dio...
De la revista El
Labrador, mayo 1995
No hay comentarios.:
Publicar un comentario