Por Homero Bazán Surita.
“Cati mami, dicallá me vua a comprar mi catarpila”, le
dice un pequeño niño
a su madre, al pasar la combi, que nos lleva a la ciudad,
frente a una empresa de venta de equipo pesado ubicada en el “cruce” de
Cajamarca a Jesús. “Tendrás pué” – le contesta la madre, “marcando” en sus
faldas a dos niños más pequeños- “Has de estar ahorrando”. “Si pué mamá, ay
tengo mis quiñentos guardao, desdelotrodía, arribasta”, replica el “chibo”. Se
refiere, sin duda, el niño campesino y pobre, según deduzco de sus parchadas
ropas y sus viejos “llanquecitos”, a que debe tener guardados 50 centavos de un
nuevo sol, en algún lugar secreto de su choza, arriba en la ladera o el cerro
donde vive.
Pienso en la candidez de Jorge Luis, que así le llama
su madre, y en su convencimiento de que con los “quiñentos” que ya tiene, y
otros centavos que irá juntando, va a poder comprar su Caterpillar. Dios sabe
para qué. Cree “dejuro”, en su candor, que debe ser un juguete más, como alguno
que recibió de regalo en laguna “teletón” o navidad.
¿No es maravilloso tener esa ingenuidad y vivir sin la
preocupaciones, tribulaciones, necesidades y angustias de los adultos? , El
Jorge Luis de esta pequeña historia, a pesar de su miseria, disfruta aún de la
alborada de su vida, de esa edad de oro de los niños, del tiempo de la
inocencia, de los juegos, de las cosas sin malicia y de afectos sin interés.
Ojalá que siga todavía gozando de su niñez y de su mundo de fantasía. Ya le
llegará su momento de la existencia real, con la certeza de todas sus
dificultades.
Al bajar de la “combi” le doy un sol. Después me
pregunto si habré hecho bien; pero luego me digo que si así esto alargando su
infancia, no he hecho mal en darle los dos “quiñentos” para que siga ahorrando
para su “catarpila”.
Fotografía: by susanagallardon
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