Cuando corría el año
1990, algunos sucrenses radicados en la otrora apacible urbe cajamarquina tuvieron
la feliz idea de organizar una .asociación que los congregue y represente. La
iniciativa tuvo aceptación y en menos de lo esperado se hizo realidad.
Gutemberg Aliaga, Jaime Silva, Alberto Zegarra, Onésimo Silva, Eutimio Camacho,
Quique Horna, entre otros, estuvieron al frente de ese acontecimiento,
eligiendo a Alberto Zegarra, como su primer presidente.
A esa flamante organización se la denominó Asociación
Sucrense en Cajamarca (ASUC), y de inmediato se puso a trabajar: aprobó
estatutos, obtuvo personería jurídica y planificó actividades. En el fondo, se
buscaba unir y compartir fraternalmente con los hijos de la tierra pequeña,
acogiendo positivamente las muestras de entusiasmo, participación e
identificación. Se recibió entonces un invalorable y grato espaldarazo: los
esposos Ramiro Chávez y Asela Aliaga, donaron a la Asociación Sucrense un
terreno cerca a los 600 m2, para su local propio. Gesto noble que merece
nuestro profundo reconocimiento.
Pasaron los años, y la devoción por mantenerla activa
a la Asociación no decayó. Siempre estuvimos al lado y dentro de ella, y fue
reconfortante verla organizar un conjunto de actividades en las que nos
involucramos con mucho agrado. Lamentablemente, en el camino, algunos de sus
fundadores dejaron de existir: el tío Eutimio Camacho, tan dinámico y dedicado;
el "paisita" Gamaniel Silva y el leal amigo Lizardo Escalante;
Leoncio Rojas, destacado deportista y el buen amigo Eleodoro Aliaga.
A solo dos años de gestión de la Asociación, surgió
otra interesante idea referente a editar un boletín que haga de vocero
informativo y cultural. Se discutió y evaluó esa propuesta, Alberto Zegarra M.
(NOS), planteó hacer algo más grande: una revista, sentenció, y no dudamos en
aprobarlo. Formamos el comité directivo, integrado por Alberto Zegarra,
Gutemberg Aliaga, Quique Horna y el autor de este artículo, y de inmediato nos
pusimos a esbozarla y buscar apoyo económico. Poco más adelante se incluyó
Jorge Rojas Mori.
Al asumir y emprender ese trabajo, fuimos conscientes
que carecíamos de aptitudes para escribir y que el camino idiomático por el que
teníamos que transitar, siendo noble y apasionante, era realmente complicado.
Pero más pudo el amor al terruño y la actitud voluntariosa y entusiasta que
pusimos a prueba. Muchas noches soñamos y elucubramos en ella, hicimos lo
posible por ilustrarnos, pusimos algo de ingenio y persistimos hasta no más.
Así, y no obstante algunos imponderables, conseguimos sacar el primer número en
mayo 1992, con el nombre EL LABRADOR, impreso en la editorial Martínez de
Compañón, portada a colores. A partir de allí, todos los años, salieron las
siguientes, hasta completar en el presente, la número 25.
En ese duro trajín de preparar las primeras revistas,
poquito a poco, experiencia tras experiencia, aprendimos lo elemental como para
darle visos de formalidad y algo de rigor periodístico. Al mismo tiempo que nos
encariñamos fervientemente con ella, hasta sentir la obligación interna y
social de editarla por sobre todas las cosas. Hubo aliento, y varios amigos se
sumaron a ese esfuerzo desde Celendín, Cajamarca, Chachapoyas, Trujillo y Lima,
con sus interesantes artículos (dispensen .no los mencione para no emitir a
algunos).
Pero, permítame consignar y agradecer a quiénes no
siendo sucrenses, nos han facilitado sus interesantes colaboraciones: Jorge
Wilson Izquierdo, Manuel Sánchez Aliaga, Manuel Silva Rabanal, Wilder Sánchez
Sánchez, Jorge Horna Chávez; y a los buenos amigos ya fallecidos: Mazarino Bazán
Zegarra, Teodoro Silva Rojas, Alfonso Peláez Bazán, Juan Pío Zegarra Marín,
Nelo Quiroz Amayo y Máximo Chávez Sánchez.
Con el apoyo de esas esmeradas plumas, El Labrador,
perseveró en el tiempo, ganó aceptación y hoy forma parte de la historia y
cultura sucrense. Como tal, siempre trató de ser ponderada en sus contenidos y
mensajes, plural en su temática, ajena a intereses particulares y ambiciones
partidarias, respetuosa de opiniones y puntos de vista divergentes, y
claramente objetiva y amante de la verdad. Pero también, siempre expuesta a
inevitables errores y omisiones.
Bajo esas premisas, se ha escrito y seguirá
escribiendo sobre la historia y riqueza cultural de nuestro pueblo; problemas,
necesidades y opciones de desarrollo; el potencial ganadero lechero y la
demanda de derivados lácteos; literatura, cuentos y poesías creados por sus
hijos y otros amigos; el medio ambiente y la excelsa campiña del pequeño
pueblo; la trascendencia humana y espiritual de San Isidro Labrador; la
integración física, social y turística con proyección oriental; los desafíos y
propuestas para mejorar el servicio educativo. Y al lado de ello, críticas
firmes y necesarias a las acciones oscuras y mediocres de la municipalidad y
otras instituciones.
Para editar EL LABRADOR, lo decimos llenos de
gratitud, se ha contado con el valioso aporte económico de algunas empresas
privadas e instituciones públicas, realmente vitales. Entre ellas: Grupo Chali,
Establecimientos Celis, Distribuidora San Luis; empresas pequeñas: Grifo
Aurorita, Agroveterinaria San Isidro, la Escuela de Post Grado de la
Universidad Nacional de Cajamarca, el Gobierno Regional respectivo, la
Municipalidad Provincial de Celendín y el paisano Heráclito Malaver Sánchez
(financió un número íntegro). Y no omitiré la ardua e imprescindible gestión
que realiza Enrique Horna para conseguir apoyo económico, quien incluso ha
cubierto algunas deudas con su propio peculio.
Nuestra revista cumple hoy 25 años, a lo largo de los
cuales ha logrado convertirse en importante vehículo cultural que va dejando
algunas luces sobre el querido pueblo, en una visión escrita y analítica de
todo lo bueno y malo que ocurra dentro y fuera de su ámbito, en un pequeño faro
cultural que busca valorar las diversas actividades en honor al Santo Patrón, y
en el mejor recuerdo impreso y documentado que cientos de sucrenses y amigos
esperan tener entre manos.
Nos congratulamos que El Labrador cumpla 25 años de
publicación ininterrumpidos. Alcanzar ese record, en un mundo donde poco valora
la cultura y donde es poca la predisposición para leer, bien vale considerarlo
como un logro, modesto y meritorio, solo explicable porque en esta noble tarea
existe compromiso y esfuerzo mancomunado, apoyo solidario de instituciones y
ciudadanos, y mucho cariño para tenerla todos los meses de mayo. Por eso y algo
más, EL LABRADOR, celebra de pie, sus BODAS DE PLATA.
Tito Zegarra Marín.
De la revista El
Labrador mayo 2016
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