Tito
Zegarra Marín
Hace 15 años dejé de vivir en Cajamarca,
consecuentemente cesé como docente en la Universidad Nacional y me trasladé a
residir en Celendín (mi tierra), pero no por ello me desvinculé de esa querida
ciudad, de su historia, su paisaje y los buenos amigos.
Quizá por eso, por mi profesión y el cariño que le
prodigo, es que siempre soñé verla renovada, ordenada y con todos sus
servicios. Lamentablemente, pasados esos años, muy poco es lo avanzado, salvo
el inusitado crecimiento en su volumen poblacional, en la extensión desaliñada
como ciudad y en el transporte caótico de carros y mototaxis.
En otros aspectos, nada o casi nada importante que
rescatar en lo que va del siglo, nada trascendente para el mañana, no obstante
los buenos tiempos del canon minero cuyos elevados montos no sabemos a dónde
demonios han ido, aunque no es difícil imaginar la barriga y los bolsillos
engordados de alguna gente. A lo que hay que agregar, la ineficiencia e ineptitud
de los gobiernos regionales y municipales, responsables directos de la carencia
de importantes y postergadas obras.
Veamos algunos casos: No contamos con nuevas pozas de tratamiento de aguas servidas y
seguimos conviviendo con la pestilencia contaminante de las actuales, casi al
centro de la ciudad. No tenemos un
terminal terrestre moderno como lo tienen las ciudades importantes del país. No
disponemos de un mercado modelo y seguimos apiñados en locales vetustos e
inseguros. No somos capaces de ampliar y mejorar el sistema de agua potable,
incluyendo el proyecto Chonta. No tenemos definido nuestro centro histórico con
una o dos vías peatonales y las formas tradicionales de sus construcciones. No damos la debida importancia a sus
recursos arqueológicos, caso Huacaloma, convertido en botadero y letrina
pública.
Y en lo económico, Cajamarca y sus provincias no dan
señales de despegue y mejora en su
capacidad productiva, continúan precarizadas y con cientos de jóvenes sin
trabajo y sin norte. Y para colmo, no tenemos proyectos que impliquen grandes inversiones como para inyectar dinero y
mover su economía, por cierto, deben ser proyectos que no contaminen ni ajenos
a las comunidades. Tampoco vemos políticas claras de apoyo a la producción
diversificada y al turismo, de lo cual tanto se pregona. Desde Celendín,
abogamos porque se concreticen los proyectos hidroeléctricos Chadín 2 y Río
Grande, en el Marañón. Cajamarca, al 2017, requiere de proyectos y muchas obras.
*Publicado
en el diario Panorama Cajamarquino el 3-01- 2017
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