Tito Zegarra Marín
He tenido oportunidad
de visitar el balneario de Máncora, en el distrito del mismo nombre, provincia
Talara, Piura; a 1167 km de Lima y muy cerca de la frontera con Ecuador. A
primera vista: una pequeña urbe costeña cortada por la carretera Panamericana y
pegada a las tranquilas aguas marinas que bañan sus extensas playas. Por esas
playas, o mejor, por ese excepcional regalo de la naturaleza, Máncora, se ha
convertido en un prominente polo turístico.
En efecto,ese recurso
playero atrae cada vez a más a turistas nacionales, extranjeros y
excursionistas, siendo sus cálidas playas, su sosegado mar y la suavidad de sus
olas, la base de ese atractivo; motivo por el cual, Máncora ha sido distinguido
(2016) como el mejor destino de playa en Sudamérica. Pero también, gracias a ello,
se han generado actividades conexas de importante impacto económico: artesanía,
comercio, hotelería, restaurantes, transporte y recreos.
Como lógica consecuencia
de lo mencionado, hoy observamos que la población ha crecido (más de 12,000
habitantes), los flujos turísticos se incrementan (de 800 a 1,000 diarios en
verano y un promedio de 400 en invierno), los servicios sociales se han
multiplicado, el optimismo de su gente es perceptible y son cientos los
turistas de Chile, Ecuador, EE. UU y Alemania (principalmente) y del país que,
día a día, se solazan en sus playas.
Sin embargo, no es
difícil advertir que falta algo por hacer o algo se ha hecho mal. Y en verdad se
siente la urgencia de mejorar algunas cosas: la pasarela deteriorada e
inservible, el malecón casi destruido, el humedal (pequeña laguna) abandonado, puestos
artesanales y comerciales inadecuadamente instalados y servicios básicos insuficientes
(SS.HH). A pesar de ello, el turismo prevalece, crece y activa la vida socioeconómica.
Afortunadamente, ante ese
desafío turístico y la problemática señalada, desde el MINCETUR y la Unidad Ejecutora de dicho Ministerio, COPESCO,
se está impulsando un importante proyecto para mejorar el entorno turístico del
balneario de Máncora. En buena hora y ojalá pronto se ponga en marcha,
para también pronto verlo renovado, más
agradable, con todos sus atractivos y servicios.
Desde ese balneario, al
contemplar la inmensidad del mar color esmeralda, pensé sobre los lejanos
tiempos en que barbudos españoles encabezados por Pizarro, aparecieron por primera
vez por esas aguas. También, rememoré la extraordinaria novela “El Viejo y el
Mar” de Ernest Hemingway, donde las solitarias aguas de Altamar son escenario
de una lucha dramática por pescar y sobrevivir.
El turismo, así como
para Máncora, será para Cajamarca, Celendín y demás provincias, eje fundamental
en su desarrollo. Recursos tenemos, pero ojalá no tarde nos demos cuenta.
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