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viernes, 3 de septiembre de 2010

Sucre, Recuerdo y Preocupación


Por: Palujo

La Calera
Es casi costumbre que algunos paisanos y capitalinos miren con un dejo de compasión a nuestras serranas ciudades y que, con muy incisiva burla, las llamen provincias.

Esto no es justo; la vida en las ciudades del interior del país es también interesante.

Cada provincia, distrito o poblado tiene sus encantos. El terruño guarda muchos atractivos para los inquietos adolescentes o para los señores maduros que recuerdan en esos paisajes sus años más alegres e inocentes ante todo por su pintoresca naturaleza, por las posibilidades, para envidia de los capitalinos, de comunicarse permanentemente con los bosques, los ríos, el campo y los animales.

A Sucre lo riega por un costado y debajo del cerro Lanchepata, el río la Quintilla, al cual es muy entretenido recorrerlo. Emocionante es visitar la parte de su origen y encantador escuchar el eco de nuestras voces en sus quebradas ariscas, caminando por estrechas escaleras de piedra construidas por arrieros de antaño. Ecos, quebradas y escaleras que nos hacen imaginar cuentos de brujas o de caballos hechizados que, vomitando espuma, bajan haciendo sonar sus herrajes y arrastrando cadenas pesadas.
Camino La Quintilla, hoy poco utilizado 

Al comenzar el barrio La Toma, a la orilla del río, junto a un antiguo molino, hay un manantial al que todos lo llaman Agua Caliente, aquí se refrescan plácidamente los huauqueños que no desaprovechan un momento de sol ardiente para introducirse debajo de una sombra de árboles que cubren el manantial, al son de los pájaros espías que trinan alegremente.

Gozan más de éste regalo de la naturaleza aquellos que llegan de vacaciones a su pequeña patria. Es agua corriente dicen todos, pero para nosotros es agua medicinal.
Recuerdo... Lo que queda de un viejo molino
Sucre es un pequeño distrito con cerros y pampas arboladas que, pese a que no cuenta con lujosas residencias, alegra la vista cuando, desde la carretera “Loma del Indio”, observamos sus casas cubiertas de tejas, su arrinconada plaza, sus calles de naturaleza desnuda y su colegio de hombres inteligentes.

Al pensar en Lima madrugando al trabajo apilonados en nauseabundos micros, siempre de prisa, nos vemos corriendo por las calles preocupados por la hora, aunque estemos de paseo o en un día libre, sin tiempo para detenerse, ni siquiera para pensar. En Sucre, en cambio, la dimensión del tiempo es otra cosa. De la casa al trabajo unos minutos, visitar los amigos un paso, para salir de paseo ni hablar. Todo esto es reconfortante y placentero.

En nuestro Huauco la vida de uno está a la vista de todos y por ello es más difícil, requiere mayor responsabilidad que la existencia aislada en un barrio limeño.
La Calera
 Allá en nuestro pueblo un tropiezo, un atardecer bohemio o una canita al aire, es condenado y murmurado siempre. Da vergüenza actuar de mala manera porque todos nos conocemos. La calle educa, cuántos jóvenes colegiales de ésas calles se han convertido en orgullo de su familia al recibirse de humildes, sencillos y capaces ingenieros, doctores, profesores, agricultores, Etc., Etc. Todos de una moral deseable.

Los sucrenses regalan su amistad desinteresada, su corazón dadivoso y, por supuesto, nunca esconden su dedo índice acusador de intencionalidades oportunistas y malsanas.
 Camino de herradura La Quintilla

Causa tristeza que existan paisanos disfrazados de limeños que no dan nada por la tierra que los vio nacer, para que con esfuerzo mancomunado se haga progresar la agricultura con aportes intelectuales y económicos; y así continuar año tras año viviendo en nuestro pequeño y cariñoso Sucre, satisfechos de ver florecer una niñez sana y sin prejuicios y, para los que estamos lejos, con la esperanza de pasar otro mes de calma, almorzando con los familiares y amigos en sus verdes pampas, arriesgándonos a cruzar el largo y oscuro túnel; después, el 15 de mayo, acompañar la procesión del Santo Patrón Isidro Labrador.

Esfuerzo que debe mantenerse siempre y no tan sólo al aproximarse el mes de las cosechas.
Rastrojo...


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