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lunes, 6 de diciembre de 2010

Difusión Cultural: Crónica Feudal o Conciencia para la Historia.


 Por Mario Peláez Pérez. 
(Destacado escritor Celendino)
Cumpliendo la promesa de abordar algunos problemas de nuestro pueblo, van estas líneas. Les agradezco habérmelo pedido. Y en cuanto a la ironía que acompaña a mis reflexiones, y que a veces parece desbordarse, te preciso que soy un convencido de que la ironía es un buen recurso dialéctico para penetrar en conciencias algo aletargadas como las nuestras.

Lo que no sé es si estoy siendo oportuno. Y es que después de insobornables días de verónicas y chicuelinas y del boato litúrgico (pero felizmente también de reencuentros fraternos), los espíritus deben quedar exhaustos por mucho tiempo y, lógicamente, indispuestos a paladear asuntos diferentes a la resaca taurina...

Pero como sostenía César Vallejo -el poeta universal- muchas veces las peores circunstancias son idóneas y diáfanas para purgar pecados y omisiones. Y yo definitivamente prefiero ser calificado de intruso y no de omiso con las obligaciones históricas y morales: y lo hago a riesgo de incomodar a los amigos (y esto puede suceder si no se lee cuidadosamente). Obvio argumentar que nada más ajeno de mí que pretender resultados subalternos. Solamente trato de reflexionar en alta voz sobre una primerísima y dolorosa realidad: Por qué los celendinos nunca acompañamos a la historia y a la épica de la vida, a las luchas del pueblo. Por eso seguramente nos embobamos con la "épica" del toro y el torero, y nuestras "virtudes cívicas" parecen agotarse con el memorial; y hasta en la bohemia lucimos como simples noctámbulos de festividades y feriados (por cierto que no olvido la excepción: Alfredo Rocha). O sea que no parece haber en nosotros vitalidad para las grandes pasiones y contradicciones sociales: y sí, sólo tesón para amores elementales y para pleitos anodinos.

En fin. ¿Por qué los celendinos damos la impresión de que la crónica (la historieta del zaguán, según Ricardo Palma), el sensualismo de segunda mano (aquél sin sensibilidad) y el pragmatismo del regateo serian nuestras únicas matrices y fibras espirituales'?

La respuesta, creo yo, debemos rastrearla desde nuestra génesis antropológica. Celendín, colectividad enclavada en la Sierra, no es necesariamente un pueblo andino, espiritualmente hablando. Este desfase, que para muchos nos da la oportunidad de "blanquearnos", resulta una carencia dramática que nos deja sin raíces (sin identidad de base). Pues, al no contar con tradiciones, música y danzas andinas: al no tener el quechua, y ni siquiera andenes y literatura oral andinas, Celendín queda a la intemperie: calato: sin el ropaje histórico y cultural de raigambre; sin los cimientos del "Perú profundo", de donde potencialmente se nutre la solidaridad y sensibilidad del pueblo. Lo cual no significa que "lo andino" sea la panacea. No. En muchos casos la cultura andina- sobre todo la vertiente que viene de la aristocracia inca- es peligrosa para el desarrollo de la conciencia de clase. Y a esta altura de la lucha ideológica del pueblo todo indigenismo orgánico resulta retardatario.
Plaza de toros "Sevilla", Celendín, fotografia Luis Díaz Mori
De otro lado, económicamente, Celendín- lo sabemos- se articula mayormente desde la pequeña propiedad de campesinos comerciantes y artesanos: y de funcionarios del Estado (maestros, empleados y policías): el latifundio, las relaciones feudales y semifeudales de producción y su secuela, el gamonalismo, no tienen el peso nefasto que sí lo tienen en otras regiones del país. Esta situación excepcional que podría gravitar en favor del desarrollo de nuestra visión histórica y política terminaría sólo abonando un intuitivo pragmatismo para el comercio y una cierta personalidad errante y discursitiva: una nonata psicología liberal arropada de un conjunto de apreciaciones - muchas de ellas- chauvinistas y racistas: "los celendinos inteligentísimos", "las shilicas son las más bellas", "somos blancos y de ojos azules", "judíos", "Celendín es la sucursal del cielo", etc. (frente a estos calificativos. Recordemos, de paso. a José María Arguedas cuando señalaba que la belleza o fealdad de un pueblo dependen de la calidad espiritual de sus gentes: de su profundidad histórica).

Sin embargo, no son las carencias y factores antes señalados las principales razones que explican el problema. Es más bien la misérrima vida política (e intelectual) las fundamentales causas de nuestra opaca conciencia; la que solamente se vio alterada por una huelga de estudiantes del colegio "Javier Prado" en los años 50: de un desfile de alumnos con el puño en alto cuando ganaron las elecciones estudiantiles en el Pedagógico, a mediados de los 70; y unas tres marchas de maestros por mejores sueldos. Nada más. Esta es toda la historia social de Celendín. Lo demás es historieta de las colas electorales cada 5 años. Por supuesto que sólo me estoy refiriendo a Celendín, en tanto capital.

En cuanto a la vida cultural, descontando la obra de Armando Bazán. Alfonso Peláez y Garrido Malaver, sólo encontramos, entre los años 60 – 90, algunas puestas de teatro, más 5 ó 6 números de un periódico; y el pertinaz y noble "Café al Paso".

¿Pero entonces, a dónde van las energías y capacidades? Todo indicaría que se consumen en los discursos a J.B. Cortegana y en otras efemérides; en los acrósticos a la "sucursal del cielo"; en la subliminal propaganda pro-corrida de toros y en elegías a las torres de la iglesia de la Plaza de Armas. Tal sería la "creación cultural" de Celendín de estos tiempos. Ahora bien. ¿Cómo remontar entonces tal precariedad?

En esta oportunidad, me permitiré sugerir algo en torno a la alternativa cultural (sin olvidar que lo cultural lleva implícito lo ideológico y político).

¿De qué se trata?  Primero, reuniéndose para discutir la posibilidad, personas como tú. Zenón Chávez Zegarra, Manuel Sánchez Aliaga. Nelo Quiroz. Alberto Aliaga. Ernestina Sánchez. Fernando Aliaga y Gladys Peláez. Como ves, tenemos un excelente equipo (además supongo que debe haber otros). La cuestión está en motivarlos, en hacerles ver que la vida no puede transcurrir empachada de rutinarios quehaceres. De esos que pudren el espíritu. ¡Qué espantoso tener en la memoria sólo hechos domésticos! "La vida no tiene derecho a más si ella no pugna por nutrirse de las grandes aventuras del espíritu", reclamaba León Tolstoi. Y la revista-sin duda- sería una hermosa aventura. Y una proverbial manera de no morir de cotidianidad. Una manera de remontar la historia feudal de los foros y consolidar nuestra conciencia para la Historia.
Corrida de toros en Sucre, fotografía KmrojasA.
¿De dónde el dinero? Sí, si hay, y mucho; si no, no habría corrida de toros. Estoy seguro que en 10 meses de actividades se logra el dinero para comprar una imprenta chica de segunda mano, y que no debe costar más de 35 mil dólares. Con sólo consumir el 20 por ciento de energías de las que se gastan para concretar la corrida de toros, sobra y basta. Y desde luego que los celendinos que viven aquí en Lima también colaborarían. Es bueno decirles que no basta con participar en la misa de los 16 de Julio, en repintar el "Club Celendín", y en viajar a Celendín por 5 días a orear sus querencias. Ya es tiempo que nuestros "cosmopolitas" paguen peaje y Muden sus inquietudes y contribuciones.

En cuanto al contenido de la revista: Se trataría de una publicación de nivel; de contenido social y artístico. Personas que escriban tenemos, y buenos; tanto en esa como en Lima. A los que se sumarían otros amigos intelectuales.

Así pues, amigos, no defraudaremos más a la historia y de una vez démosle el encuentro, y seguro que también conquistaremos "el derecho a dar más vida a nuestras vidas".

Finalmente, les aseguro que al término de estas líneas me siento más cerca de Uds., y más vital en mis afectos con nuestro pueblo.

Fuente: Revista el Labrador, mayo 1993.

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