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jueves, 6 de octubre de 2011

Cuento: EL TORO DIAMANTE


Presentación
Tal vez queráis escribir versos, tal vez queráis pintar algún cuadro, tal vez queráis hacer alguna obra, hacedla de todos modos, no importa que la gente os reconozca o no... más allá de la gente, más allá del entorno hay otro juez, un juez muy grande, tanto que no podemos saber que tamaño tiene y tan justo, tan justo, que más allá de los actos sabe leer los corazones que inspiraron esos actos...y ese gran juez, de alguna manera extenderá su manto sobre nosotros para proteger a nuestras más grandes ilusiones: los versos que no pudimos escribir; las obras que no pudimos realiza,: los amores que tuvimos que perder las oportunidades que se nos escaparon... pero que seguirán existiendo en su memoria inagotable y en ese mundo de redención sublime en donde algún día se harán realidad todas nuestras más bellas esperanzas..."
Jorge A. Livraga

Por Douglas Rojas Zegarra (ROZED).

Dedico este trabajo a todos los pueblo con tradición taurina que hay en mi patria y en el mundo entero.

Bueno..., comentaba don Rodrigo - estos mineros han traído de todo aquí. por ellos llegaron desde las monjas hasta las putas caramba, después de haber rebanado nuestros cerros dizque para que saquemos el oro que nos va a traer más riqueza y para que con ella nos hagan vivir bien, nos vuelvan más educados y buenas gentes y tanta cosa...es decir me hacen acordar muchísimo a los políticos que se echan flores..., pero si de algo quiero agradecerles a estos escarba cerros es el hecho de haber ayudado al alcalde a construir nuestro monumental coso taurino, eso si que está bien, caramba, como quejarme pues ahora que precisamente mi casa de tres pisos y de material noble queda justito a lado de la parte sombra de este coso taurino, ya el año pasado abrí allí mi tienda, quiero decir mi bodega y ¿Qué cree Ud. Don Tito?, durante la corrida de agosto, pues hice mi agosto con tanta gente que vino a la feria, ah... pues a propósito y este año ¿De dónde nos traerán los toros?, que diablos, eso sí que está grave, que, acaso no sabían que en la hacienda del Ramos ya no queda ni uno...

Don Tito, que era Concejal de Riayoc y que había acompañado a su alcalde hasta El Sauco, un lugar lejano en donde se sabía que en nombre de San Isidro se criaban ejemplares de lidia de la más pura sangre en la región; con una gran sorpresa ante la desinformación que mostraba don Rodrigo, viejo comerciante del pueblo de Riayoc (asiento minero), le dijo con un gesto casi amargo - — ¡Que cosa...! acaso no sabes que me fui con el alcalde a la hacienda de San Isidro y hemos contratado seis ejemplares pero de los buenos, para la corrida de este año; o acaso quieres que por nuestra negligencia la virgen me castigue y ya no me reelija el próximo venio ...ah?

¡Oye viejo, caramba, recién te felicito, ves! — Dijo don Rodrigo - a ti y al alcalde y mira que si esta feria sale bien vuelvo a votar por ustedes, toma mi mano que es en serio ah...

Estrecháronse los viejos las callosas manos en señal de algarabía por el advenimiento de la feria que se comentaba iba a estar este año como nunca en Riayoc, tierra de mineros.
Los dos viejos se despidieron, en aquel pueblito de Riayoc, ambos muy contentos ya que se acercaba su fiesta, sobre todo estaba su gran afición a las corridas de toros, tal vez lo llevaban en la sangre desde el coloniaje de nuestros pueblos por los españoles, quienes también se interesaron por las minas y para mantener más contenta a la gente trajeron a la virgen para ser patrona del pueblo y organizaban de cuando en cuando las corridas.

En la vieja casa municipal, el alcalde y otros señores de su entorno preparaban algunos documentos para enviar a la Capital, con destino a algunos conocidos fieles devotos y devotas de la virgen quienes todos los años religiosamente brindaban sus cuotas para que la fiesta "no se pierda" y como decían, "la virgen no nos castigue mandando al pueblo más rateros y gente de mal vivir".

Muy lejos de allí en el fundo del Sauco, obsequiado para San Isidro, patrón del pueblo de Sucre, por un antiguo propietario, yo, como alcalde del distrito y por ende responsable del fundo, me encontraba visitando las labores de los caporales, desde la anterior visita de los de Riayoc.

Dado el compromiso de entregar los seis ejemplares, había que vigilarlos de cerca, cuidar que coman bien, que no les falte el agua, había que darles su medicina para desparasitarlos; es decir teníamos que quedar bien con la gente de Riayoc o nuestra ganadería perdía prestigio.

El Alcalde de Riayoc era un hombre fornido de habla áspera, me encontré con él la primera vez en Cruzconga, un lugar intermedio hasta donde se podía llegar por carretera. Después de saludarme me dijo al grano: mi gente no ha venido por gusto ah... nos tiene que vender seis como mínimo y quiero los mejores –Por supuesto que los mejores, mi estimado, tiene que ser así, claro, para que venga a comprarnos el próximo año nuevamente, San Isidro abastecerá siempre a la virgen- le dije, tratando de poner un ligero toque de buen humor.

No parecía hacerle gracia nada, nos invitó un opíparo desayuno en Cruzconga, contó que la gente de Riayoc era muy exigente en cuanto a la calidad de los bravos. Salimos luego montados sobre cabalgaduras al Sauco, fueron bestias que yo las había hecho traer para atender a mi colega, el alcalde de Riayoc. El día estaba espléndido como presagiando que todo iba a salir bien.

Cuando ya casi llegábamos al fundo, desde su caballo me dijo: señor alcalde la próxima vez que venga a comprarle los bravos quiero llegar en carro ah... luego calló como media hora, mientras avanzábamos por el camino pedregoso rumbo a la casa hacienda.

Mis peones salieron en sus caballos ágiles y preparados para el trajín de los bravos: vayan bordeando la ladera - les dije- no se acerquen demasiado a la zanja grande, acérquelos un poco más acá para que todos los podamos ver mejor y podamos cerrar el negocio...Los acaballados partieron por tras de la manada como quien se lanza a una aventura de bravas cornamentas.

Estábamos frente a la manada, todos eran negros, excepto uno, su talla era sorprendente. Debe tener como quinientos kilos — dijo el comprador - como quién encendía un cigarro con un fósforo, yo le miraba por tras las orejas y me sorprendía de que las tuviera tan amoratadas, debe ser por el frío deduje, en Riayoc, una altura enorme hacía un frío fatal.

Me gusta ese animal, y aquel de allá ese cuernos blancos, también aquel panza blanca, aquel otro empitonado — dijo -- al tiempo que botaba una enorme bocanada de humo contaminando la atmósfera diáfana del Sauco, como para avisar con él a sus paisanos que había encontrado una Mina de toros bravos y así garantizar su fiesta ...y muchas más.

Que le parece aquel mulato...este año se salvó de ir a la feria de Sucre — le dije como animándolo a fijarse en un animal al que yo no le tenía mucha fe - ¡no paisano! — Me contestó — Ud. me quiere endosar un cachudo que no es para mi plaza, aunque... bueno, pensándolo bien lo puedo aceptar como sobrero, caramba, en el peor de los casos que no me quiera Ud. vender algo mejor...

Después de escoger y escoger, iba y venía fumando, parecía haber llegado a su conformidad. Sus acompañantes, dentro de los cuales se encontraba Don tito, quién además de mirar a los toros buscaba afanosamente algún lugar para sentarse a frotar sus muslos maltratados por las cabalgaduras en aquel viaje un tanto impropio para su edad, quejándose de sus doloridas piernas y preguntando si por allí no había por si acaso algún frasquito de árnica o algún remedito para frotarse sus viejas coyunturas, al tiempo que preguntaba si habían ordenado que se prepare algo para comer.

Desde su asiento de piedra que había escogido, Don Tito, sin embargo daba muchos consejos a su alcalde, unas le decía que tal toro no conviene, por esto y por esto otro y en otras ocasiones le daba su aprobación aunque siempre buscando algún defectillo para regatear el precio, demostrando de esta forma su conocimiento ganadero y su habilidad de negociante...

Uno de mis regidores que me acompañaba, refunfuñaba entre dientes cada vez que el viejo encontraba defectos en nuestros toros y me decía al oído: maldita sea carajo, ya está hablando de nuevo este viejo tinterillo...

Al cerrar la tarde ya estaban escogidos todos.

El alcalde de Riayoc, no contento con haberlos visto casi en sus narices, mandó a sus ayudantes a tomarles fotos, luego vino hacia la casa del fundo y dijo al fin relajado y como si hubiera descargado un gran peso de  su encima: Caramba, este año será como nunca, apuesto por el colorao... ese maldito es una fiera, huelo a un kilómetro su bravura... y sacando del bolsillo de su saco una chata de licor, con ademán de ilustrísimo, me ofreció una copa diciendo: Ahora sí señor alcalde brindemos por la compra, salud, por los seis, por la virgen de mi pueblo, también por san Isidro, espero verlo allá en el palco oficial a ver como juegan sus animales, tiene que estar presente, yo le voy a presentar a todo mi pueblo y si los toros salen buenos le cargo yo mismo sobre mis hombros y le doy una vuelta alrededor de la plaza monumental y al otro año le pago el doble...señor alcalde, salud...

Tomamos todos, con caporales y todo, luego nos servimos de una cena que la gente del fundo habían preparado bajo las recomendaciones de don Tito, seguimos charlando mucho, se intercambiaron algunas experiencias de carácter edil y se contaron muchas anécdotas, el hombre al fin sacó a relucir los rasgos excéntricos de su personalidad, tal cual era: al fin nos pudo mostrar un resquicio de su amistad.

Al siguiente día muy temprano, nos regresamos. Al llegar nuevamente a Cruzconga nos volvimos a separar, cada uno a su propio destino. Quedamos con el compromiso de entregar los toros en plaza de Riayoc, tres días antes del quince de agosto.

Mes y medio más tarde, fuimos a presenciar la carga de los toros. Era labor difícil, más aún teniendo en cuenta que el fundo era accidentado, en medio de esas labores en un momento dado llegó Olger el veterinario y puntero principal y bajando de un caballo negro que sudaba más que el río grande dijo casi exhausto: ¡El arpón, por favor, el arpón!, tenemos que aplicarle al "colorao" una dosis de rotún...caso contrario ese animal nos mata... está muy embravecido, corrieron a la casa hacienda y sacaron el arpón con un frasco que contenía un fuerte tranquilizante (rotún) y se lo llevaron corriendo tras del "colorao".

Dos horas más tarde, acompañado de mis regidores llegamos hasta la manga, al final de la cual se encontraba el camión. El veterinario se acercó y me dijo que ya todo estaba listo-los subí a todos señor alcalde — dijo Olger -secándose aún los últimos sudores de aquella agobiante faena - se irán durmiendo hasta Riayoc, tuve que doparles a todos para que no se maltraten en el viaje...

Por entre las rendijas de la carrocería de aquel camión se veían los cuerpos temblorosos de las reses bravas, de vez en cuando se escuchaba un estruendo por algún animal que se movía adentro como queriendo liberarse del carro y del fuerte sopor de la droga....no hay nada que hacer, - dije - su suerte ya está echada...

Yo y una comitiva compuesta por regidores, un camarógrafo, el juez del Pueblo y el administrador, viajamos aquella noche en ómnibus con destino a Riayoc, había que viajar más de doce horas, amanecer allá para entregar los toros sanos y salvos y en buen estado ser ingresados a los toriles; además, todo buen ganadero sabe que no se pueden descuidar ni un solo instante a estos bravos hasta que salgan muertos de plaza.

Se llegó la tarde de la verdad en el monumental coso de Riayoc. Para empezar, la gente se amotinó en todos los alrededores, principalmente alrededor de la puerta de la entrada donde la boletería. Tres secretarios vendían las entradas y como quien dice les faltaba manos para hacerlo la diez, no más a diez, está por esta tarde - gritaban desde una caseta fría de concreto que sólo se habría una vez al año.

Afuera en la fachada principal del coso se veían más de veinte cartelones a todo color cuyo tema era la efigie de un torero haciendo un pase de muleta a un toro descomunal mostrando su morrillo sangrante y en primer plano con grandes letras se leía:

Grandes Tardes Taurinas en Honor a la Virgen -Seis toros Seis- ganadería de San Isidro - Sucre...más abajo figuraban los nombres y apelativos de los toreros que iban a hacer suerte con los mencionados bravos...

La gente iba entrando y tomando su lugar, pasó la banda y se emplazó en el palco oficial, mucha gente se ubicaba cerca de las barreras, otros preferían irse al fondo, como no queriendo ser muy cómplices de la matanza...

Algunos minutos más tarde apareció el alcalde de Riayoc, llegaba a la plaza acompañado de una numerosa comitiva entre la que se encontraban regidores, otras autoridades del pueblo, amigos y familiares y desde luego algunos mayordomos que habían regalado los fondos para que se compren los ejemplares, además también allí estaba un personaje muy inusual por esos lares se trataba del congresista Pérez

Haber coleguita, ¿donde está su gente? - me dijo - tenemos que entrar, ya se nos va el tiempo, ya la banda entró y están tocando para esperarnos, mientras esto se llena...pasemos pues pasemos...

Colega  le dije, han llegado mis paisanos y la delegación de Sucre, tengo entendido que podemos pasar al palco oficial...Claro, por supuesto alcalde — me contestó casi cortándome el habla — pasen no más y tienen que hacer barra a sus toros pues...

Minutos más tarde el coso estaba lleno, nosotros ya estábamos en el palco oficial. El coso estaba ubicado muy cerca de una pequeña colina en donde vimos que mucha gente que no había podido entrar a los tendidos se había ubicado allí y parecía una tribuna secundaria multicolor que daba la impresión de un mar de fondos y sombreros de junco.

Aquí se ha pensado en todo, señor alcalde -me dijo mi colega de Riayoc – la gente pobre, los campesinos que no pueden pagar entrada al coso tienen su tribuna gratis allá en la colina de a lado, por eso que construimos el coso en este lugar para que todo mi pueblo disfrute de esta maravilla del toreo.

Esos instantes fueron muy difíciles para mí y para muchos de los que me acompañaba, sentía un nerviosismo terrible, la situación era la incertidumbre por la faena de nuestros toros, allí se jugaba el prestigio del Sauco, taurinamente hablando, rogaba con todas mis fuerzas a San Isidro Labrador para que los toros nos salieran buenos.

Mientras yo disimulaba mi nerviosismo, al señor alcalde de Riayoc le trajeron doce botellas de vino tinto, que empezó a descorchar y ofrecer a todos los del palco oficial - Salud coleguita – los toros saldrán bien, no se preocupe tengamos fe en la virgen, yo sé que mi mamacha no me va a fallar este año caramba, salud pues... Por El Fundo El Sauco de San Isidro, horita mismo le voy a presentar al público colega, salud – decía esto mientras apuraba para sus guargüeros un recio vaso de vino tinto que era como el preludio de la sangre taurina en esa plaza soleada y a la vez frígida de Riayoc.

Levanté los ojos hacia el horizonte por donde quedaba mi tierra, me encomendé a San Isidro, dije para mis adentros dándome ánimo ¡todo saldrá bien carajo! mientras miraba bajo el horizonte de aquella puna, no tan lejos del pueblito, un cerro enorme zigzagueado por innumerables trochas semi derrumbadas y traspasado por incontables túneles abandonados de minas que abrían sus oscuras bocas como bostezando de olvido infinito...

En aquel momento llegó mi amigo Torres, un ingeniero paisano mío que era más aficionado a los toros que nadie que he conocido; había viajado cuatro horas dejando en Stand by su trabajo sólo por tener el gusto de ver a sus paisanos toros lidiarse en Riayoc.

El ingeniero Torres un tipo muy astuto, rápido notó mi nerviosismo. Le ofrecí un sitio para que se ubicara cómodamente — Mi estimado-le dije- espero que todo nos salga bien, ha ver que dices...quiero escuchar tu opinión en cuanto a los toros del Sauco...

Bueno, dijo Torres, dirigiéndose a mi colega alcalde al que le acababa de presentar dándole un apretón de manos : Los Sauquinos tienen casta, no se preocupen y si están en su tarde mucho mejor; sin embargo señor alcalde nunca se sabe, ni siquiera un Miura garantiza nada, justamente ése es lo bueno de los toros, están rodeados de una aureola de incertidumbre, algunos mueren en sus corrales, otros en alguna plaza, otros en los camales y algunos más en los ruedos cuando no matando a algún diestro que estuvo de malas, nunca se sabe señor alcalde, si no para que sirven las corridas, pues para ver qué es lo que pasa... de toros señor alcalde no saben ni las vacas y con esto le he dicho creo que mucho...

Todos nos reímos de esta graciosa intervención del amigo Torres mientras de tras el palco salía el primer - tu tu tuuuu - de una trompeta anunciando el primer toro...los tendidos aplaudieron y el alcalde saludaba a todo el mundo como un pequeño monarca confundido sin saber si los aplausos eran para el toro o para su honorable investidura. Desde su sitio el burgo anfitrión me ofrecía nuevamente otro trago de vino servido generosamente mientras me alcanzaba una botella completa diciendo: para su gente amigo...para su gente...

Con un tropel de bisonte salió el primer toro de la tarde, negro él de astas encorvadas, no era muy carnudo, salieron los toreros a su encuentro, jugó unos cuantos pases, luego le , pusieron banderillas y al poco rato estaban anunciando su muerte la cual no tardó en darse, este no es de Ustedes dijo el alcalde, es un obsequio de los Ramos unos amigos míos que son devotos de la Virgen y todos los años apoyan a la corrida, sólo que este año ya no tienen ganado, el que acaba de lidiarse fue un sobrero del año pasado...

Reluciente salió el primer toro Sauquino, con una bravura tremenda. Desde los burladeros los toreros lo miraban como a un verdugo, el estudiándolo para enfrentarlo y darle muerte. En el palco seguíamos apurando más los vinos para mitigar el nerviosismo...Buen ejemplar mencionó el alcalde— muy bonito, tiene trapío dijo Torres, esperemos su reacción al primer arponazo, tiene un pase limpio dijo alguien más por allí...

Continuó la suerte del toro; nuestro camarógrafo iba filmando toda la secuencia del mismo, la gente ovacionaba desde sus palcos, en la colina se agitaban los sombreros en señal de aprobación al animal...

Lo abanderillaron, luego tocó la trompeta para anunciar el último tercio...

Minutos más tarde el animal se caía atravesado por una espada, su muerte había llegado y con ella nos devolvió también la serenidad.

En los palcos la gente aplaudía y ovacionaba fuertemente. El alcalde se paró de su asiento y pidió el micrófono...

Quiero felicitar señores — Dijo- al alcalde de Sucre acá presente en este palco oficial — ¡esos son toros! — tiene Ud. calidad señor alcalde quiero que se ponga de pié y salude a mi pueblo...me puse de pie y levanté la mano saludando a sol y a sombra, los aplausos vibraban como un aguacero de manos crepitantes...

Era el segundo de la tarde, salió como un bólido, rojizo jalmado con una cinta oscura por el lomo. Al salir rompió una puerta de los toriles, se precipitó a la planicie arenosa cercada por cemento y burladeros. Ningún torero se atrevió a recibirlo. En la plaza hubo silencio, interrogante...asombro...el animal era imponente sus cuatrocientos cincuenta quilos se desplazaban como el viento entre la polvareda amarillenta que surgía de sus cascos, nos quedamos atónitos, nunca en mi vida había visto semejante bravura, semejante fuerza...

Uno de los valientes toreros tomó el capote y salió del burladero a enfrentarlo mientras en los palcos las mujeres exclamaban un grito de terror y todos los demás enmudecimos...

Por un parlante de gran potencia instalado en la parte más alta del palco oficial se escuchó: Segundo toro de la tarde el Diamante, toro de pura casta traído de la hacienda de San Isidro Labrador, fundo el Sauco — distrito de Sucre, donado por el alcalde en homenaje a nuestra santísima virgen de Riayoc....

Se ubicó el toro frente al torero, fue un ritual de segundos, luego se abalanzó como un rayo hacia el diestro quien al verlo venir seguramente encomendó su alma, ya que en ese instante se escuchó el crepitar furioso del capote que salió girando por los aires como un ovni sin destino, mientras tras la densa polvareda el pobre torero escapaba como un ciervo a alcanzar el burladero que salvó a su existencia por un pelo.

Entraron tres toreros para cansarlo, los demás tiritaban tras las tablas de los burladeros, por allí una voz de entre los toriles surgió en alerta máxima ¡es un toro jugado señores! ¡Es un toro jugado señores! Debe morir a bala, gritó un borracho por ahí...

Quien profería estos gritos era un fulano pagado por la otra ganadería de la competencia, para dar mala fama a nuestros toros...

¡Jijuna...! Exclamó el alcalde — este animal está difícil — al tiempo que con señas pidió que le alcanzaran el micrófono para gritar...

¡Haber pues toreros, quiero ver a los toreros, donde están ahora, por favor sáquenle brillo a este animal...!

¡Donde está Paquito, (así se llamaba el torero destinado a matar al segundo toro) que salga pues y demuestre, que enfrente a su toro...!

El juez de plaza ordenó banderillas...

En el ruedo la gente murmuraba aquello de toro jugado que se había corrido voces.

Salió, dibujando una cruz en su frente, un flaco personaje vestido con traje de púrpura y oro. Era el banderillero Santiago. Llamó al animal que estaba deambulando su enceguecida cólera, azuzándolo con el capote y haciéndole señas provocadoras, al tiempo que profería con sus labios sabe dios que interjecciones ofensivas.

El animal se disparó como una mole con astas sobre el banderillero, Este con una maniobra exactísima logró colocarle bien en un pase limpio... seguidamente le puso otro par más... del morrillo del Diamante emergía sangre negruzca que empezó a mojarle los lomos...

Luego, como dando inicio a un vía crusis terrible sonó la fatídica trompeta para anunciar la fase definitiva de aquella suerte.

Todo el mundo miraba a los burladeros a ver si algún torero salía con la espada a ofrecer su suerte al palco oficial pidiendo la autorización del juez de plaza.

El juez de plaza era un ser que parecía estar petrificado por aquella visión de cólera infernal, visión que estaba agravada por el sopor de los vinos espirituosos que el alcalde le había ofrecido a cien por hora.

El toro miraba hacia mil puntos cardinales, levantaba la testes como queriendo encontrar alguna víctima culpable o no culpable...o alguna salida o como queriendo traspasar aquellas barreras monolíticas.

En su rabia infinita no existía ni el más mínimo rezago de lástima o compasión por nada...absolutamente por nada....caminaba aquí y caminaba allá llevando consigo su mole movediza de carne sangrante siempre jadeando de energía...de la boca empezábale a brotar borbotones de blanca espuma.

Corría y se precipitaba hacia algún burladero al cual corneaba con toneladas de rabia, al no encontrar contrincante alguno.

En aquel periplo de furia se dirigió a uno donde se encontraba Paquito, el torero que había sido sorteado para matarlo...empezó a arremeter con furia a aquel salvavidas como si su instinto primitivo le avisase que allí se encontraba su verdugo. El burladero empezó a tambalearse y a doblarse hacia adentro aplastando a los toreros, al tiempo que soportaban las descargas infieles de la media tonelada de su peso...Pálido y casi al borde del desmayo, paquito y otros diestros salieron despavoridos de aquella trampa para salvarse trepando por la barrera y saltando al palco en una maniobra digna de los más hábiles primates que huyen de una bestia temible y despiadada deseosa de sangre...

En ese momento el público entero veía, que el torero llamaba a uno de sus peones y le hablaba en tono categórico. El peón traspasó toda la gente y llegó debajo del palco oficial, se levantó el sombrero en señal de saludo al juez de plaza y sacando voz dijo a todo pulmón:

Señores, mi patrón no matará hoy este toro porque tiene muy malas señales...dice que ya es un toro jugado señores, por lo tanto mi patrón renuncia a jugar suerte con este animal y está dispuesto a devolverles su dinero....

El juez de plaza, en ese momento inyectó una mirada de borracha impotencia al alcalde, como diciendo ¿y ahora señor...Que haremos?

El alcalde se puso de pié y cogiendo el micro habló así:

Oiga señor torero, mate Ud. su toro, para eso se le ha contratado, si es por dinero no lo haga, yo mismo me comprometo a pagarle el doble si Ud. le saca lustre a este bravo... por favor señor torero, no defraude Ud. a mi público.

El torero mandó a otro peón con la segunda contestación...

Esta vez la gente empezó a incomodarse y un rumor de ajos y cebollas empezó a cundir en todo el coso, el cual vibraba como anunciando un terremoto....

Una lluvia de cáscaras, piedras, palos, naranjas y todo lo imaginable posible empezó a cernirse sobre el infortunado peón en señal de desaprobación y rechazo. Este avanzaba tapándose la cara y la cabeza para evitar los golpes e insultos.

- Dice mi patrón que no matará a este toro, devolverá la plata, es un animal de mucho riesgo, además necesitaba ser picado por su peso, antes de las banderillas...

La trompeta desde el fondo del tablado volvió a sonar aún más triste e insistente como si le avisase a la fiera o al torero que sus minutos estaban contados...

Abajo en el ruedo, con una espada en la mano y la muleta en la otra aparecía la figura regordeta de un torero entrado en años vestido de color guinda con filigranas de oro...Se acercó con paso firme hasta el palco oficial mientras el toro se distraía por las barreras opuestas que daban a parte sombra.

¡Pido el toro, señor Juez...!

Concedido,     matador Villafuerte...dijo la máxima autoridad.

Es el color de San Isidro dije yo para mis adentros...al mirar aquel traje destinado a engalanar a la muerte.

Un aplauso ovacionado con gritos y vítores estremeció al monumental coso de Riayoc...El toro al fin sería muerto...un sórdido sentimiento de nerviosismo escarapeló mi espina dorsal, miré al Alcalde como diciéndole telepáticamente: por favor alcánceme más vino...

Toro y torero se miraron a cien pasos de distancia...una atmósfera de silencio envolvió hasta los cerros y hasta toda la ciudad entera, al extremo que nos pareció escuchar el murmullo del cercano riachuelo que cruzaba Riayoc...

Los destinos de dos seres se enfrentaban a muerte...

El primer encuentro fue de antología... el pase fue incomparable, las siluetas proyectaron un cuadro que hasta el mismo Manolete hubiese envidiado y cuantos pintores taurinos lo hubiesen inmortalizado en lienzos y frescos...

¡Oleeee...! gritaba la gente desde los tendidos.

¡Oleeee...! Volvían a gritar emocionados...

El segundo encuentro de igual modo fue sorprendente...

El torero nos dejaba con los pelos de punta y hacía gala de su verdadero arte, cuando no de su inclinación suicida...

De pronto, algo ocurrió, fue casi imperceptible, fue como si el tiempo hubiese sufrido una abrupta singularidad...

Espada...capote...polvareda... y el cuerpo del torero giraban por los aires impulsados por los cuernos diabólicos de la bestia, como el aspa de un molino quijotesco de la Mancha...

La gente dio un grito de espanto ante tal visión aterradora.

El torero cayó al suelo y fue embestido y pisoteado allí mismo en medio de un infierno de polvareda asfixiante...

Los toreros corrieron a su auxilio, presas de un pánico increíble.

En la mente de las gentes se pensaba lo peor.

De pronto se reincorporó el torero, rengueando y ayudado por dos de sus colegas...fue llevado al salvavidas más cercano.

Unas personas de blanco atravesaron los tendidos como rayos a dar auxilio al maltratado.

Al poco rato, mientras la banda sonaba como para apaciguar el ambiente, apareció de nuevo el torero aun más decidido, el hombre tenía un temple envidiable.

Nuevamente otro lance y otro y otro, se escapaba por un pelo que lo cogiera de nuevo...

De pronto ocurrió lo que temíamos: una nueva cogida del animal al torero y además un atropello brutal...griterío en los palcos y llanto de mujeres...

Lo salvaron nuevamente...tenía la pierna desgarrada y le sangraba hasta el pié...

Este animal es imposible, caramba...dijo el juez de plaza - y no quiere bajar la nuca.

Volvió a sonar una quinta trompetada, dando ultimátum a ambos contrincantes...

Otra vez se enfrentaron, esta vez el torero ya tenía bien agarrada la espada, la cual iba preparando para el momento final...

El animal se cuadró ojos se congelaron en los palcos. En forma precipitada se abalanzó el torero espada en mano clavándola por los lomos...

¡Mala, mala! Gritaba la gente mientras la espada se caía ensangrentada.

Iba el segundo intento, la estocada fue muy superficial, la espada cayó nuevamente...

El animal aunque herido atacaba ferozmente.

Pensé que los toros no atacaban por odio, como la gente, sino por conservar su vida...

Fueron siete intentos de fallidas estocadas. Definitivamente el torero Villafuerte no estuvo en su tarde, el animal sufría y empezaba a dar lástima... su cuerpo asesinado era un raudal de sangre.

Arriba en los palcos se escuchaba el rumor y silbatina de la gente que empezaban ya a tirar proyectiles al torero en señal de cólera, de descontento y desaprobación.

En la última estocada el toro Diamante fue atravesado, fue muy cerca de mis ojos pude ver como la sangre pulsaba saliendo y chorreaba por su lomo hasta sus patas. Al caminar dejaba una estela roja y negruzca como la noche que se aproximaba...

Me puse a pensar como es que el destino de algunos seres era tan dispar y diferente y muchas veces extremadamente cruel...

Un animal tan noble, un animal tan limpio y tan fiero tenía que morir de esa manera, rodeado de mil personas que gritaban de festejo mientras él enfrentaba lo más cruel que puede enfrentar un ser viviente: Un dolor inmenso, la muerte y su más cruel verdugo frente a sí...y como si esto fuera poco hasta lo habían calumniado de que ya era jugado.

Toda esta ironía, toda esta representación, de alguna manera me recordaba al gran teatro de la vida... donde siempre buscamos a la victima para calumniarlo y para liquidarlo...con el único objeto de satisfacer las exigencias de nuestro ego malsano

¿Qué culpa estás pagando tú? - le dije para mis adentros...

Tal vez la única, de haber nacido toro y de ser un bravo...

Llegó hasta la sombra del palco oficial, de hecho desfallecía...era la muerte.

Allá en el horizonte nubes purpúreas ennegrecían la tarde, el día también se iba muriendo y llevaría su alma al mundo donde moran los héroes...

Aún de pié, alzó la cabeza, su cuerpo era una a mole de carne asesinada, su sangre coagulada lo cubría con el manto más patético de la crueldad...Dios mío me dije, que malvados que somos los hombres, cómo es posible que provoquemos este terrible sufrimiento en aras de una diversión...

Cómo es posible que hagamos semejante sacrificio y todavía en nombre de La santísima Virgen o de San Isidro, como si estos seres hubiesen sido los más sádicos del mundo...

Clavar una aguja en la piel de una persona provoca un dolor muy fuerte...como será el sufrimiento de este pobre animal atravesado siete veces por un sable y picado con más de seis arponazos de quince centímetros por banderilla...

El bravo no siente el dolor, dijo el amigo Torres — como si hubiese adivinado mis pensamientos y con la autoridad de un entendido en el asunto tal vez creyendo que la ciencia fuera la dueña absoluta de la verdad...

En un momento mágico y único en toda mi vida, los ojos del toro se encontraron con los míos…

Pude ver su infinita tristeza...

Lágrimas brotaban de sus ojos...era la muerte... era el adiós...

Clavó sus ojos sobre mí, como por última vez...

Y pude ver su tristeza infinita...

Mientras le miraba, oí su mugida voz resonar en mi alma como un mensaje telepático de los que tal vez ocurren en los momentos más extremos de la existencia, esto creí yo escuchar...

< < Querido amo, mire como estoy...mire que me han hecho...

Como quisiera morir en mi querencia, en aquel Sauco lejano...

Junto a mi familia y junto a los míos, junto a mi río Grande...

He luchado por mi vida, por mi tierra y por Ud., más ya no puedo...

Sin embargo yo he cumplido....no puedo más...esto es el fin...

Hice todo lo que pude por hacerle quedar bien a Ud. y a mi pueblo, Dios lo sabe...adiós mi alcalde....cumpla también como yo así he cumplido > >

Se tendió en la arena con sus ojazos profundamente grises mirando al firmamento con su tristeza infinita...

Mi alma se despedazó en mil fragmentos al sentir aquella pesadumbre que se entremezclaba con culpa....

En un determinado momento mis ojos se negaron a seguir mirando aquella agonía a la que se sumaba el atardecer...

Llegó el puntillero y le asestó tres decididos cuchillazos más.

Adiós querido animal, Dios te lleve a su junto y nos perdone, exclamé para mis adentros en un último intento de apaciguar mi emoción...

Tendió su cabeza y su cuerpo dando un último estirón, sus ojos seguían abiertos y miraban hacia el lejanísimo cielo en donde las nubes dibujaban un manto de tristeza...

En eso sonó nuevamente el altavoz...

¡Ahora señoras y señores, que se pongan de pié todos los devotos que donarán sus toros para próximo año!

Se levantaron uno y otro, a ofrecer sus toros, mientras alguien anotaba en un cuaderno viejo y empastado.

Me llamaron por el altavoz para que públicamente me comprometiese a traer a Riayoc más toros el siguiente año, en ese momento me hicieron despertar de aquella abstracción de mi mente...

Cogiendo el micrófono les dije en alta voz a todo el mundo: << Ya no más toros señores ¡mis toros morirán allá en su tierra!, Muchas gracias de mi parte... >>

Sacaron los otros toros esa tarde que también iban a ser muertos pero que sin embargo no impactaron en mi alma como había impactado el Diamante, tal vez no me importaba ya aquel espectáculo de sangre.

Aquella noche, después de despedirnos de las autoridades, regresábamos a Sucre en uno de los buses que hacían servicio interprovincial.

Mientras todo el mundo dormía en el viaje yo no podía hacerlo ya que cada vez que mis ojos se cerraban venía a mi mente aquel momento tan triste de mi querido Diamante por lo que empecé a llorar en silencio para disolver mi pena...

Mientras viajaba, tras las gélidas y opacadas lunas del carro, donde rodaba la escarcha junto con mis lágrimas, podía ver a la distancia las luces cada vez más lejanas del pueblo de Riayoc. Allá se quedaría él para siempre.

Reflexioné que a veces los animales son más puros y cabales que los hombres...Así como El Diamante dejó bien en alto el nombre de su hacienda (El Sauco) y de su pueblo (Sucre), luchando con heroísmo hasta entregar su vida, así - pensé- tal vez haga falta que cada uno de nosotros defendamos hasta el último aquella integridad que tanta falta nos hace para sacar adelante a nuestra querida tierra y a nuestra querida patria...

Aquella misma noche, bajo el claro de la luna, un lindo torito nacía allá en el lejano fundo del Sauco...sin saber de su destino su madre lo acarició con amor...

Esa misma noche, allá en El Sauco, una suave brisa invadía los montes y potreros donde estaba la manada...

Aquella gélida brisa traía el último adiós del Diamante y los cinco bravos que partieron a la eternidad...
Fin.

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