Presentación
Tal vez queráis escribir versos, tal vez queráis
pintar algún cuadro, tal vez queráis hacer alguna obra, hacedla de todos modos,
no importa que la gente os reconozca o no... más allá de la gente, más allá del
entorno hay otro juez, un juez muy grande, tanto que no podemos saber que
tamaño tiene y tan justo, tan justo, que más allá de los actos sabe leer los
corazones que inspiraron esos actos...y ese gran juez, de alguna manera
extenderá su manto sobre nosotros para proteger a nuestras más grandes
ilusiones: los versos que no pudimos escribir; las obras que no pudimos
realiza,: los amores que tuvimos que perder las oportunidades que se nos
escaparon... pero que seguirán existiendo en su memoria inagotable y en ese mundo
de redención sublime en donde algún día se harán realidad todas nuestras más
bellas esperanzas..."
Jorge A. Livraga
Por Douglas Rojas Zegarra (ROZED).
Dedico este trabajo a todos los
pueblo con tradición taurina que hay en mi patria y en el mundo entero.
Bueno..., comentaba
don Rodrigo - estos mineros han traído de todo aquí. por ellos llegaron desde
las monjas hasta las putas caramba, después de haber rebanado nuestros cerros
dizque para que saquemos el oro que nos va a traer más riqueza y para que con
ella nos hagan vivir bien, nos vuelvan más educados y buenas gentes y tanta
cosa...es decir me hacen acordar muchísimo a los políticos que se echan
flores..., pero si de algo quiero agradecerles a estos escarba cerros es el
hecho de haber ayudado al alcalde a construir nuestro monumental coso taurino,
eso si que está bien, caramba, como quejarme pues ahora que precisamente mi
casa de tres pisos y de material noble queda justito a lado de la parte sombra
de este coso taurino, ya el año pasado abrí allí mi tienda, quiero decir mi
bodega y ¿Qué cree Ud. Don Tito?, durante la corrida de agosto, pues hice mi
agosto con tanta gente que vino a la feria, ah... pues a propósito y este año ¿De
dónde nos traerán los toros?, que diablos, eso sí que está grave, que, acaso no
sabían que en la hacienda del Ramos ya no queda ni uno...
Don Tito, que era
Concejal de Riayoc y que había acompañado a su alcalde hasta El Sauco, un lugar
lejano en donde se sabía que en nombre de San Isidro se criaban ejemplares de
lidia de la más pura sangre en la región; con una gran sorpresa ante la
desinformación que mostraba don Rodrigo, viejo comerciante del pueblo de Riayoc
(asiento minero), le dijo con un gesto casi amargo - — ¡Que cosa...! acaso no
sabes que me fui con el alcalde a la hacienda de San Isidro y hemos contratado
seis ejemplares pero de los buenos, para la corrida de este año; o acaso
quieres que por nuestra negligencia la virgen me castigue y ya no me reelija el
próximo venio ...ah?
¡Oye viejo, caramba,
recién te felicito, ves! — Dijo don Rodrigo - a ti y al alcalde y mira que si
esta feria sale bien vuelvo a votar por ustedes, toma mi mano que es en serio
ah...
Estrecháronse los
viejos las callosas manos en señal de algarabía por el advenimiento de la feria
que se comentaba iba a estar este año como nunca en Riayoc, tierra de mineros.
Los dos viejos se
despidieron, en aquel pueblito de Riayoc, ambos muy contentos ya que se
acercaba su fiesta, sobre todo estaba su gran afición a las corridas de toros,
tal vez lo llevaban en la sangre desde el coloniaje de nuestros pueblos por los
españoles, quienes también se interesaron por las minas y para mantener más
contenta a la gente trajeron a la virgen para ser patrona del pueblo y
organizaban de cuando en cuando las corridas.
En la vieja casa
municipal, el alcalde y otros señores de su entorno preparaban algunos
documentos para enviar a la Capital, con destino a algunos conocidos fieles
devotos y devotas de la virgen quienes todos los años religiosamente brindaban
sus cuotas para que la fiesta "no se pierda" y como decían, "la
virgen no nos castigue mandando al pueblo más rateros y gente de mal
vivir".
Muy lejos de allí en
el fundo del Sauco, obsequiado para San Isidro, patrón del pueblo de Sucre, por
un antiguo propietario, yo, como alcalde del distrito y por ende responsable
del fundo, me encontraba visitando las labores de los caporales, desde la
anterior visita de los de Riayoc.
Dado el compromiso de
entregar los seis ejemplares, había que vigilarlos de cerca, cuidar que coman bien,
que no les falte el agua, había que darles su medicina para desparasitarlos; es
decir teníamos que quedar bien con la gente de Riayoc o nuestra ganadería
perdía prestigio.
El Alcalde de Riayoc
era un hombre fornido de habla áspera, me encontré con él la primera vez en
Cruzconga, un lugar intermedio hasta donde se podía llegar por carretera.
Después de saludarme me dijo al grano: mi gente no ha venido por gusto ah...
nos tiene que vender seis como mínimo y quiero los mejores –Por supuesto que
los mejores, mi estimado, tiene que ser así, claro, para que venga a comprarnos
el próximo año nuevamente, San Isidro abastecerá siempre a la virgen- le dije,
tratando de poner un ligero toque de buen humor.
No parecía hacerle
gracia nada, nos invitó un opíparo desayuno en Cruzconga, contó que la gente de
Riayoc era muy exigente en cuanto a la calidad de los bravos. Salimos luego
montados sobre cabalgaduras al Sauco, fueron bestias que yo las había hecho
traer para atender a mi colega, el alcalde de Riayoc. El día estaba espléndido
como presagiando que todo iba a salir bien.
Cuando ya casi
llegábamos al fundo, desde su caballo me dijo: señor alcalde la próxima vez que
venga a comprarle los bravos quiero llegar en carro ah... luego calló como
media hora, mientras avanzábamos por el camino pedregoso rumbo a la casa
hacienda.
Mis peones salieron en
sus caballos ágiles y preparados para el trajín de los bravos: vayan bordeando
la ladera - les dije- no se acerquen demasiado a la zanja grande, acérquelos un
poco más acá para que todos los podamos ver mejor y podamos cerrar el
negocio...Los acaballados partieron por tras de la manada como quien se lanza a
una aventura de bravas cornamentas.
Estábamos frente a la
manada, todos eran negros, excepto uno, su talla era sorprendente. Debe tener
como quinientos kilos — dijo el comprador - como quién encendía un cigarro con
un fósforo, yo le miraba por tras las orejas y me sorprendía de que las tuviera
tan amoratadas, debe ser por el frío deduje, en Riayoc, una altura enorme hacía
un frío fatal.
Me gusta ese animal, y
aquel de allá ese cuernos blancos, también aquel panza blanca, aquel otro
empitonado — dijo -- al tiempo que botaba una enorme bocanada de humo
contaminando la atmósfera diáfana del Sauco, como para avisar con él a sus
paisanos que había encontrado una Mina de toros bravos y así garantizar su
fiesta ...y muchas más.
Que le parece aquel
mulato...este año se salvó de ir a la feria de Sucre — le dije como animándolo
a fijarse en un animal al que yo no le tenía mucha fe - ¡no paisano! — Me
contestó — Ud. me quiere endosar un cachudo que no es para mi plaza, aunque...
bueno, pensándolo bien lo puedo aceptar como sobrero, caramba, en el peor de
los casos que no me quiera Ud. vender algo mejor...
Después de escoger y
escoger, iba y venía fumando, parecía haber llegado a su conformidad. Sus
acompañantes, dentro de los cuales se encontraba Don tito, quién además de
mirar a los toros buscaba afanosamente algún lugar para sentarse a frotar sus
muslos maltratados por las cabalgaduras en aquel viaje un tanto impropio para
su edad, quejándose de sus doloridas piernas y preguntando si por allí no había
por si acaso algún frasquito de árnica o algún remedito para frotarse sus
viejas coyunturas, al tiempo que preguntaba si habían ordenado que se prepare
algo para comer.
Desde su asiento de
piedra que había escogido, Don Tito, sin embargo daba muchos consejos a su
alcalde, unas le decía que tal toro no conviene, por esto y por esto otro y en
otras ocasiones le daba su aprobación aunque siempre buscando algún defectillo
para regatear el precio, demostrando de esta forma su conocimiento ganadero y
su habilidad de negociante...
Uno de mis regidores
que me acompañaba, refunfuñaba entre dientes cada vez que el viejo encontraba
defectos en nuestros toros y me decía al oído: maldita sea carajo, ya está
hablando de nuevo este viejo tinterillo...
Al cerrar la tarde ya
estaban escogidos todos.
El alcalde de Riayoc,
no contento con haberlos visto casi en sus narices, mandó a sus ayudantes a
tomarles fotos, luego vino hacia la casa del fundo y dijo al fin relajado y
como si hubiera descargado un gran peso de su encima: Caramba, este año será
como nunca, apuesto por el colorao... ese maldito es una fiera, huelo a un
kilómetro su bravura... y sacando del bolsillo de su saco una chata de licor,
con ademán de ilustrísimo, me ofreció una copa diciendo: Ahora sí señor alcalde
brindemos por la compra, salud, por los seis, por la virgen de mi pueblo,
también por san Isidro, espero verlo allá en el palco oficial a ver como juegan
sus animales, tiene que estar presente, yo le voy a presentar a todo mi pueblo
y si los toros salen buenos le cargo yo mismo sobre mis hombros y le doy una
vuelta alrededor de la plaza monumental y al otro año le pago el doble...señor
alcalde, salud...
Tomamos todos, con
caporales y todo, luego nos servimos de una cena que la gente del fundo habían
preparado bajo las recomendaciones de don Tito, seguimos charlando mucho, se
intercambiaron algunas experiencias de carácter edil y se contaron muchas
anécdotas, el hombre al fin sacó a relucir los rasgos excéntricos de su
personalidad, tal cual era: al fin nos pudo mostrar un resquicio de su amistad.
Al siguiente día muy
temprano, nos regresamos. Al llegar nuevamente a Cruzconga nos volvimos a
separar, cada uno a su propio destino. Quedamos con el compromiso de entregar
los toros en plaza de Riayoc, tres días antes del quince de agosto.
Mes y medio más tarde,
fuimos a presenciar la carga de los toros. Era labor difícil, más aún teniendo
en cuenta que el fundo era accidentado, en medio de esas labores en un momento
dado llegó Olger el veterinario y puntero principal y bajando de un caballo
negro que sudaba más que el río grande dijo casi exhausto: ¡El arpón, por
favor, el arpón!, tenemos que aplicarle al "colorao" una dosis de
rotún...caso contrario ese animal nos mata... está muy embravecido, corrieron a
la casa hacienda y sacaron el arpón con un frasco que contenía un fuerte
tranquilizante (rotún) y se lo llevaron corriendo tras del "colorao".
Dos horas más tarde,
acompañado de mis regidores llegamos hasta la manga, al final de la cual se
encontraba el camión. El veterinario se acercó y me dijo que ya todo estaba
listo-los subí a todos señor alcalde — dijo Olger -secándose aún los últimos
sudores de aquella agobiante faena - se irán durmiendo hasta Riayoc, tuve que
doparles a todos para que no se maltraten en el viaje...
Por entre las rendijas
de la carrocería de aquel camión se veían los cuerpos temblorosos de las reses
bravas, de vez en cuando se escuchaba un estruendo por algún animal que se
movía adentro como queriendo liberarse del carro y del fuerte sopor de la droga....no
hay nada que hacer, - dije - su suerte ya está echada...
Yo y una comitiva
compuesta por regidores, un camarógrafo, el juez del Pueblo y el administrador,
viajamos aquella noche en ómnibus con destino a Riayoc, había que viajar más de
doce horas, amanecer allá para entregar los toros sanos y salvos y en buen
estado ser ingresados a los toriles; además, todo buen ganadero sabe que no se
pueden descuidar ni un solo instante a estos bravos hasta que salgan muertos de
plaza.
Se llegó la tarde de
la verdad en el monumental coso de Riayoc. Para empezar, la gente se amotinó en
todos los alrededores, principalmente alrededor de la puerta de la entrada
donde la boletería. Tres secretarios vendían las entradas y como quien dice les
faltaba manos para hacerlo la diez, no más a diez, está por esta tarde -
gritaban desde una caseta fría de concreto que sólo se habría una vez al año.
Afuera en la fachada
principal del coso se veían más de veinte cartelones a todo color cuyo tema era
la efigie de un torero haciendo un pase de muleta a un toro descomunal
mostrando su morrillo sangrante y en primer plano con grandes letras se leía:
Grandes Tardes
Taurinas en Honor a la Virgen -Seis toros Seis- ganadería de San Isidro - Sucre...más
abajo figuraban los nombres y apelativos de los toreros que iban a hacer suerte
con los mencionados bravos...
La gente iba entrando
y tomando su lugar, pasó la banda y se emplazó en el palco oficial, mucha gente
se ubicaba cerca de las barreras, otros preferían irse al fondo, como no
queriendo ser muy cómplices de la matanza...
Algunos minutos más
tarde apareció el alcalde de Riayoc, llegaba a la plaza acompañado de una
numerosa comitiva entre la que se encontraban regidores, otras autoridades del
pueblo, amigos y familiares y desde luego algunos mayordomos que habían
regalado los fondos para que se compren los ejemplares, además también allí
estaba un personaje muy inusual por esos lares se trataba del congresista Pérez
Haber coleguita,
¿donde está su gente? - me dijo - tenemos que entrar, ya se nos va el tiempo,
ya la banda entró y están tocando para esperarnos, mientras esto se llena...pasemos
pues pasemos...
Colega le dije, han llegado mis paisanos y la
delegación de Sucre, tengo entendido que podemos pasar al palco
oficial...Claro, por supuesto alcalde — me contestó casi cortándome el habla —
pasen no más y tienen que hacer barra a sus toros pues...
Minutos más tarde el
coso estaba lleno, nosotros ya estábamos en el palco oficial. El coso estaba
ubicado muy cerca de una pequeña colina en donde vimos que mucha gente que no
había podido entrar a los tendidos se había ubicado allí y parecía una tribuna
secundaria multicolor que daba la impresión de un mar de fondos y sombreros de
junco.
Aquí se ha pensado en
todo, señor alcalde -me dijo mi colega de Riayoc – la gente pobre, los
campesinos que no pueden pagar entrada al coso tienen su tribuna gratis allá en
la colina de a lado, por eso que construimos el coso en este lugar para que
todo mi pueblo disfrute de esta maravilla del toreo.
Esos instantes fueron
muy difíciles para mí y para muchos de los que me acompañaba, sentía un
nerviosismo terrible, la situación era la incertidumbre por la faena de
nuestros toros, allí se jugaba el prestigio del Sauco, taurinamente hablando,
rogaba con todas mis fuerzas a San Isidro Labrador para que los toros nos
salieran buenos.
Mientras yo disimulaba
mi nerviosismo, al señor alcalde de Riayoc le trajeron doce botellas de vino
tinto, que empezó a descorchar y ofrecer a todos los del palco oficial - Salud
coleguita – los toros saldrán bien, no se preocupe tengamos fe en la virgen, yo
sé que mi mamacha no me va a fallar este año caramba, salud pues... Por El
Fundo El Sauco de San Isidro, horita mismo le voy a presentar al público
colega, salud – decía esto mientras apuraba para sus guargüeros un recio vaso
de vino tinto que era como el preludio de la sangre taurina en esa plaza
soleada y a la vez frígida de Riayoc.
Levanté los ojos hacia
el horizonte por donde quedaba mi tierra, me encomendé a San Isidro, dije para mis
adentros dándome ánimo ¡todo saldrá bien carajo! mientras miraba bajo el
horizonte de aquella puna, no tan lejos del pueblito, un cerro enorme
zigzagueado por innumerables trochas semi derrumbadas y traspasado por
incontables túneles abandonados de minas que abrían sus oscuras bocas como
bostezando de olvido infinito...
En aquel momento llegó
mi amigo Torres, un ingeniero paisano mío que era más aficionado a los toros
que nadie que he conocido; había viajado cuatro horas dejando en Stand by su
trabajo sólo por tener el gusto de ver a sus paisanos toros lidiarse en Riayoc.
El ingeniero Torres un
tipo muy astuto, rápido notó mi nerviosismo. Le ofrecí un sitio para que se
ubicara cómodamente — Mi estimado-le dije- espero que todo nos salga bien, ha
ver que dices...quiero escuchar tu opinión en cuanto a los toros del Sauco...
Bueno, dijo Torres,
dirigiéndose a mi colega alcalde al que le acababa de presentar dándole un
apretón de manos : Los Sauquinos tienen casta, no se preocupen y si están en su
tarde mucho mejor; sin embargo señor alcalde nunca se sabe, ni siquiera un
Miura garantiza nada, justamente ése es lo bueno de los toros, están rodeados
de una aureola de incertidumbre, algunos mueren en sus corrales, otros en
alguna plaza, otros en los camales y algunos más en los ruedos cuando no
matando a algún diestro que estuvo de malas, nunca se sabe señor alcalde, si no
para que sirven las corridas, pues para ver qué es lo que pasa... de toros
señor alcalde no saben ni las vacas y con esto le he dicho creo que mucho...
Todos nos reímos de
esta graciosa intervención del amigo Torres mientras de tras el palco salía el
primer - tu tu tuuuu - de una trompeta anunciando el primer toro...los tendidos
aplaudieron y el alcalde saludaba a todo el mundo como un pequeño monarca
confundido sin saber si los aplausos eran para el toro o para su honorable
investidura. Desde su sitio el burgo anfitrión me ofrecía nuevamente otro trago
de vino servido generosamente mientras me alcanzaba una botella completa
diciendo: para su gente amigo...para su gente...
Con un tropel de
bisonte salió el primer toro de la tarde, negro él de astas encorvadas, no era
muy carnudo, salieron los toreros a su encuentro, jugó unos cuantos pases,
luego le , pusieron banderillas y al poco rato estaban anunciando su muerte la
cual no tardó en darse, este no es de Ustedes dijo el alcalde, es un obsequio
de los Ramos unos amigos míos que son devotos de la Virgen y todos los años
apoyan a la corrida, sólo que este año ya no tienen ganado, el que acaba de lidiarse
fue un sobrero del año pasado...
Reluciente salió el
primer toro Sauquino, con una bravura tremenda. Desde los burladeros los
toreros lo miraban como a un verdugo, el estudiándolo para enfrentarlo y darle
muerte. En el palco seguíamos apurando más los vinos para mitigar el
nerviosismo...Buen ejemplar mencionó el alcalde— muy bonito, tiene trapío dijo
Torres, esperemos su reacción al primer arponazo, tiene un pase limpio dijo
alguien más por allí...
Continuó la suerte del
toro; nuestro camarógrafo iba filmando toda la secuencia del mismo, la gente
ovacionaba desde sus palcos, en la colina se agitaban los sombreros en señal de
aprobación al animal...
Lo abanderillaron,
luego tocó la trompeta para anunciar el último tercio...
Minutos más tarde el
animal se caía atravesado por una espada, su muerte había llegado y con ella
nos devolvió también la serenidad.
En los palcos la gente
aplaudía y ovacionaba fuertemente. El alcalde se paró de su asiento y pidió el
micrófono...
Quiero felicitar
señores — Dijo- al alcalde de Sucre acá presente en este palco oficial — ¡esos
son toros! — tiene Ud. calidad señor alcalde quiero que se ponga de pié y
salude a mi pueblo...me puse de pie y levanté la mano saludando a sol y a
sombra, los aplausos vibraban como un aguacero de manos crepitantes...
Era el segundo de la
tarde, salió como un bólido, rojizo jalmado con una cinta oscura por el lomo.
Al salir rompió una puerta de los toriles, se precipitó a la planicie arenosa
cercada por cemento y burladeros. Ningún torero se atrevió a recibirlo. En la
plaza hubo silencio, interrogante...asombro...el animal era imponente sus
cuatrocientos cincuenta quilos se desplazaban como el viento entre la polvareda
amarillenta que surgía de sus cascos, nos quedamos atónitos, nunca en mi vida
había visto semejante bravura, semejante fuerza...
Uno de los valientes
toreros tomó el capote y salió del burladero a enfrentarlo mientras en los
palcos las mujeres exclamaban un grito de terror y todos los demás
enmudecimos...
Por un parlante de
gran potencia instalado en la parte más alta del palco oficial se escuchó:
Segundo toro de la tarde el Diamante, toro de pura casta traído de la hacienda
de San Isidro Labrador, fundo el Sauco — distrito de Sucre, donado por el
alcalde en homenaje a nuestra santísima virgen de Riayoc....
Se ubicó el toro
frente al torero, fue un ritual de segundos, luego se abalanzó como un rayo
hacia el diestro quien al verlo venir seguramente encomendó su alma, ya que en
ese instante se escuchó el crepitar furioso del capote que salió girando por
los aires como un ovni sin destino, mientras tras la densa polvareda el pobre
torero escapaba como un ciervo a alcanzar el burladero que salvó a su
existencia por un pelo.
Entraron tres toreros
para cansarlo, los demás tiritaban tras las tablas de los burladeros, por allí
una voz de entre los toriles surgió en alerta máxima ¡es un toro jugado
señores! ¡Es un toro jugado señores! Debe morir a bala, gritó un borracho por
ahí...
Quien profería estos
gritos era un fulano pagado por la otra ganadería de la competencia, para dar
mala fama a nuestros toros...
¡Jijuna...! Exclamó el
alcalde — este animal está difícil — al tiempo que con señas pidió que le
alcanzaran el micrófono para gritar...
¡Haber pues toreros,
quiero ver a los toreros, donde están ahora, por favor sáquenle brillo a este
animal...!
¡Donde está Paquito,
(así se llamaba el torero destinado a matar al segundo toro) que salga pues y
demuestre, que enfrente a su toro...!
El juez de plaza
ordenó banderillas...
En el ruedo la gente
murmuraba aquello de toro jugado que se había corrido voces.
Salió, dibujando una
cruz en su frente, un flaco personaje vestido con traje de púrpura y oro. Era
el banderillero Santiago. Llamó al animal que estaba deambulando su enceguecida
cólera, azuzándolo con el capote y haciéndole señas provocadoras, al tiempo que
profería con sus labios sabe dios que interjecciones ofensivas.
El animal se disparó
como una mole con astas sobre el banderillero, Este con una maniobra exactísima
logró colocarle bien en un pase limpio... seguidamente le puso otro par más...
del morrillo del Diamante emergía sangre negruzca que empezó a mojarle los
lomos...
Luego, como dando
inicio a un vía crusis terrible sonó la fatídica trompeta para anunciar la fase
definitiva de aquella suerte.
Todo el mundo miraba a
los burladeros a ver si algún torero salía con la espada a ofrecer su suerte al
palco oficial pidiendo la autorización del juez de plaza.
El juez de plaza era
un ser que parecía estar petrificado por aquella visión de cólera infernal,
visión que estaba agravada por el sopor de los vinos espirituosos que el
alcalde le había ofrecido a cien por hora.
El toro miraba hacia
mil puntos cardinales, levantaba la testes como queriendo encontrar alguna
víctima culpable o no culpable...o alguna salida o como queriendo traspasar
aquellas barreras monolíticas.
En su rabia infinita
no existía ni el más mínimo rezago de lástima o compasión por
nada...absolutamente por nada....caminaba aquí y caminaba allá llevando consigo
su mole movediza de carne sangrante siempre jadeando de energía...de la boca
empezábale a brotar borbotones de blanca espuma.
Corría y se
precipitaba hacia algún burladero al cual corneaba con toneladas de rabia, al
no encontrar contrincante alguno.
En aquel periplo de
furia se dirigió a uno donde se encontraba Paquito, el torero que había sido
sorteado para matarlo...empezó a arremeter con furia a aquel salvavidas como si
su instinto primitivo le avisase que allí se encontraba su verdugo. El
burladero empezó a tambalearse y a doblarse hacia adentro aplastando a los
toreros, al tiempo que soportaban las descargas infieles de la media tonelada
de su peso...Pálido y casi al borde del desmayo, paquito y otros diestros
salieron despavoridos de aquella trampa para salvarse trepando por la barrera y
saltando al palco en una maniobra digna de los más hábiles primates que huyen
de una bestia temible y despiadada deseosa de sangre...
En ese momento el
público entero veía, que el torero llamaba a uno de sus peones y le hablaba en
tono categórico. El peón traspasó toda la gente y llegó debajo del palco
oficial, se levantó el sombrero en señal de saludo al juez de plaza y sacando
voz dijo a todo pulmón:
Señores, mi patrón no
matará hoy este toro porque tiene muy malas señales...dice que ya es un toro
jugado señores, por lo tanto mi patrón renuncia a jugar suerte con este animal
y está dispuesto a devolverles su dinero....
El juez de plaza, en
ese momento inyectó una mirada de borracha impotencia al alcalde, como diciendo
¿y ahora señor...Que haremos?
El alcalde se puso de
pié y cogiendo el micro habló así:
Oiga señor torero,
mate Ud. su toro, para eso se le ha contratado, si es por dinero no lo haga, yo
mismo me comprometo a pagarle el doble si Ud. le saca lustre a este bravo...
por favor señor torero, no defraude Ud. a mi público.
El torero mandó a otro
peón con la segunda contestación...
Esta vez la gente
empezó a incomodarse y un rumor de ajos y cebollas empezó a cundir en todo el
coso, el cual vibraba como anunciando un terremoto....
Una lluvia de
cáscaras, piedras, palos, naranjas y todo lo imaginable posible empezó a
cernirse sobre el infortunado peón en señal de desaprobación y rechazo. Este
avanzaba tapándose la cara y la cabeza para evitar los golpes e insultos.
- Dice mi patrón que
no matará a este toro, devolverá la plata, es un animal de mucho riesgo, además
necesitaba ser picado por su peso, antes de las banderillas...
La trompeta desde el
fondo del tablado volvió a sonar aún más triste e insistente como si le avisase
a la fiera o al torero que sus minutos estaban contados...
Abajo en el ruedo, con
una espada en la mano y la muleta en la otra aparecía la figura regordeta de un
torero entrado en años vestido de color guinda con filigranas de oro...Se
acercó con paso firme hasta el palco oficial mientras el toro se distraía por
las barreras opuestas que daban a parte sombra.
¡Pido el toro, señor
Juez...!
Concedido, matador Villafuerte...dijo la máxima
autoridad.
Es el color de San Isidro
dije yo para mis adentros...al mirar aquel traje destinado a engalanar a la
muerte.
Un aplauso ovacionado
con gritos y vítores estremeció al monumental coso de Riayoc...El toro al fin
sería muerto...un sórdido sentimiento de nerviosismo escarapeló mi espina
dorsal, miré al Alcalde como diciéndole telepáticamente: por favor alcánceme
más vino...
Toro y torero se
miraron a cien pasos de distancia...una atmósfera de silencio envolvió hasta
los cerros y hasta toda la ciudad entera, al extremo que nos pareció escuchar
el murmullo del cercano riachuelo que cruzaba Riayoc...
Los destinos de dos
seres se enfrentaban a muerte...
El primer encuentro
fue de antología... el pase fue incomparable, las siluetas proyectaron un
cuadro que hasta el mismo Manolete hubiese envidiado y cuantos pintores
taurinos lo hubiesen inmortalizado en lienzos y frescos...
¡Oleeee...! gritaba la
gente desde los tendidos.
¡Oleeee...! Volvían a
gritar emocionados...
El segundo encuentro
de igual modo fue sorprendente...
El torero nos dejaba
con los pelos de punta y hacía gala de su verdadero arte, cuando no de su
inclinación suicida...
De pronto, algo
ocurrió, fue casi imperceptible, fue como si el tiempo hubiese sufrido una
abrupta singularidad...
Espada...capote...polvareda...
y el cuerpo del torero giraban por los aires impulsados por los cuernos
diabólicos de la bestia, como el aspa de un molino quijotesco de la Mancha...
La gente dio un grito
de espanto ante tal visión aterradora.
El torero cayó al
suelo y fue embestido y pisoteado allí mismo en medio de un infierno de
polvareda asfixiante...
Los toreros corrieron
a su auxilio, presas de un pánico increíble.
En la mente de las
gentes se pensaba lo peor.
De pronto se
reincorporó el torero, rengueando y ayudado por dos de sus colegas...fue
llevado al salvavidas más cercano.
Unas personas de
blanco atravesaron los tendidos como rayos a dar auxilio al maltratado.
Al poco rato, mientras
la banda sonaba como para apaciguar el ambiente, apareció de nuevo el torero
aun más decidido, el hombre tenía un temple envidiable.
Nuevamente otro lance
y otro y otro, se escapaba por un pelo que lo cogiera de nuevo...
De pronto ocurrió lo
que temíamos: una nueva cogida del animal al torero y además un atropello
brutal...griterío en los palcos y llanto de mujeres...
Lo salvaron
nuevamente...tenía la pierna desgarrada y le sangraba hasta el pié...
Este animal es
imposible, caramba...dijo el juez de plaza - y no quiere bajar la nuca.
Volvió a sonar una
quinta trompetada, dando ultimátum a ambos contrincantes...
Otra vez se
enfrentaron, esta vez el torero ya tenía bien agarrada la espada, la cual iba
preparando para el momento final...
El animal se cuadró
ojos se congelaron en los palcos. En forma precipitada se abalanzó el torero
espada en mano clavándola por los lomos...
¡Mala, mala! Gritaba
la gente mientras la espada se caía ensangrentada.
Iba el segundo
intento, la estocada fue muy superficial, la espada cayó nuevamente...
El animal aunque herido
atacaba ferozmente.
Pensé que los toros no
atacaban por odio, como la gente, sino por conservar su vida...
Fueron siete intentos
de fallidas estocadas. Definitivamente el torero Villafuerte no estuvo en su
tarde, el animal sufría y empezaba a dar lástima... su cuerpo asesinado era un
raudal de sangre.
Arriba en los palcos
se escuchaba el rumor y silbatina de la gente que empezaban ya a tirar
proyectiles al torero en señal de cólera, de descontento y desaprobación.
En la última estocada
el toro Diamante fue atravesado, fue muy cerca de mis ojos pude ver como la
sangre pulsaba saliendo y chorreaba por su lomo hasta sus patas. Al caminar
dejaba una estela roja y negruzca como la noche que se aproximaba...
Me puse a pensar como
es que el destino de algunos seres era tan dispar y diferente y muchas veces
extremadamente cruel...
Un animal tan noble,
un animal tan limpio y tan fiero tenía que morir de esa manera, rodeado de mil
personas que gritaban de festejo mientras él enfrentaba lo más cruel que puede
enfrentar un ser viviente: Un dolor inmenso, la muerte y su más cruel verdugo frente
a sí...y como si esto fuera poco hasta lo habían calumniado de que ya era
jugado.
Toda esta ironía, toda
esta representación, de alguna manera me recordaba al gran teatro de la vida...
donde siempre buscamos a la victima para calumniarlo y para liquidarlo...con el
único objeto de satisfacer las exigencias de nuestro ego malsano
¿Qué culpa estás
pagando tú? - le dije para mis adentros...
Tal vez la única, de
haber nacido toro y de ser un bravo...
Llegó hasta la sombra
del palco oficial, de hecho desfallecía...era la muerte.
Allá en el horizonte
nubes purpúreas ennegrecían la tarde, el día también se iba muriendo y llevaría
su alma al mundo donde moran los héroes...
Aún de pié, alzó la
cabeza, su cuerpo era una a mole de carne asesinada, su sangre coagulada lo
cubría con el manto más patético de la crueldad...Dios mío me dije, que
malvados que somos los hombres, cómo es posible que provoquemos este terrible
sufrimiento en aras de una diversión...
Cómo es posible que
hagamos semejante sacrificio y todavía en nombre de La santísima Virgen o de
San Isidro, como si estos seres hubiesen sido los más sádicos del mundo...
Clavar una aguja en la
piel de una persona provoca un dolor muy fuerte...como será el sufrimiento de
este pobre animal atravesado siete veces por un sable y picado con más de seis
arponazos de quince centímetros por banderilla...
El bravo no siente el
dolor, dijo el amigo Torres — como si hubiese adivinado mis pensamientos y con
la autoridad de un entendido en el asunto tal vez creyendo que la ciencia fuera
la dueña absoluta de la verdad...
En un momento mágico y
único en toda mi vida, los ojos del toro se encontraron con los míos…
Pude ver su infinita
tristeza...
Lágrimas brotaban de
sus ojos...era la muerte... era el adiós...
Clavó sus ojos sobre
mí, como por última vez...
Y pude ver su tristeza
infinita...
Mientras le miraba, oí
su mugida voz resonar en mi alma como un mensaje telepático de los que tal vez
ocurren en los momentos más extremos de la existencia, esto creí yo escuchar...
< < Querido amo,
mire como estoy...mire que me han hecho...
Como quisiera morir en
mi querencia, en aquel Sauco lejano...
Junto a mi familia y
junto a los míos, junto a mi río Grande...
He luchado por mi
vida, por mi tierra y por Ud., más ya no puedo...
Sin embargo yo he
cumplido....no puedo más...esto es el fin...
Hice todo lo que pude
por hacerle quedar bien a Ud. y a mi pueblo, Dios lo sabe...adiós mi alcalde....cumpla
también como yo así he cumplido > >
Se tendió en la arena
con sus ojazos profundamente grises mirando al firmamento con su tristeza
infinita...
Mi alma se despedazó
en mil fragmentos al sentir aquella pesadumbre que se entremezclaba con culpa....
En un determinado
momento mis ojos se negaron a seguir mirando aquella agonía a la que se sumaba
el atardecer...
Llegó el puntillero y
le asestó tres decididos cuchillazos más.
Adiós querido animal, Dios
te lleve a su junto y nos perdone, exclamé para mis adentros en un último
intento de apaciguar mi emoción...
Tendió su cabeza y su
cuerpo dando un último estirón, sus ojos seguían abiertos y miraban hacia el
lejanísimo cielo en donde las nubes dibujaban un manto de tristeza...
En eso sonó nuevamente
el altavoz...
¡Ahora señoras y señores, que se pongan de pié todos los devotos que donarán sus toros para próximo año!
Se levantaron uno y otro, a ofrecer sus toros, mientras alguien anotaba en un cuaderno viejo y empastado.
Me llamaron por el
altavoz para que públicamente me comprometiese a traer a Riayoc más toros el
siguiente año, en ese momento me hicieron despertar de aquella abstracción de
mi mente...
Cogiendo el micrófono
les dije en alta voz a todo el mundo: << Ya no más toros señores ¡mis
toros morirán allá en su tierra!, Muchas gracias de mi parte... >>
Sacaron los otros
toros esa tarde que también iban a ser muertos pero que sin embargo no
impactaron en mi alma como había impactado el Diamante, tal vez no me importaba
ya aquel espectáculo de sangre.
Aquella noche, después
de despedirnos de las autoridades, regresábamos a Sucre en uno de los buses que
hacían servicio interprovincial.
Mientras todo el mundo
dormía en el viaje yo no podía hacerlo ya que cada vez que mis ojos se cerraban
venía a mi mente aquel momento tan triste de mi querido Diamante por lo que
empecé a llorar en silencio para disolver mi pena...
Mientras viajaba, tras
las gélidas y opacadas lunas del carro, donde rodaba la escarcha junto con mis
lágrimas, podía ver a la distancia las luces cada vez más lejanas del pueblo de
Riayoc. Allá se quedaría él para siempre.
Reflexioné que a veces
los animales son más puros y cabales que los hombres...Así como El Diamante
dejó bien en alto el nombre de su hacienda (El Sauco) y de su pueblo (Sucre), luchando
con heroísmo hasta entregar su vida, así - pensé- tal vez haga falta que cada
uno de nosotros defendamos hasta el último aquella integridad que tanta falta
nos hace para sacar adelante a nuestra querida tierra y a nuestra querida
patria...
Aquella misma noche,
bajo el claro de la luna, un lindo torito nacía allá en el lejano fundo del
Sauco...sin saber de su destino su madre lo acarició con amor...
Esa misma noche, allá
en El Sauco, una suave brisa invadía los montes y potreros donde estaba la
manada...
Aquella gélida brisa
traía el último adiós del Diamante y los cinco bravos que partieron a la
eternidad...
Fin.
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