Por Jorge Horna.
Reconociendo la
calidad formal de su escritura: verso elaborado con destreza, preciso y cuidado
lenguaje, ritmo y musicalidad imprescindible, estilo reflexivo; la lectura de Resplandores
en la bruma de Manuel Sánchez Aliaga, nos induce al tratamiento de los
contenidos que aborda en el poemario aludido.
El poeta, en tanto ser
humano, apela esperanzado a la palabra y desde la nitidez de sus íntimas
heredades percibe el hallazgo de su propia identidad, expresada en claridad,
cual agua pura de los manantiales. Invoca para este propósito la lucha
inmanente entre entendimiento y oscurantismo, expresa su dicha plena en la
búsqueda reiterada de la incandescencia espiritual.
Ante las fragilidades,
flaquezas y el menoscabo de la dignidad, consecuencia de la desnaturalización
humana, el poeta muestra su compasión, pero en un acto de ternura iza la
recurrencia de su mensaje para cincelar una “naciente alborada, / (una)
nueva creación”.
En Resplandores en la bruma bulle la fuerza
anímica de la belleza en su estado pétreo, la cúspide de los valores humanos en
las circunstancias diversas de la vida.
Como para brindarnos
el colmado disfrute de su palabra poética, Manuel Sánchez Aliaga emerge también
con sus recuerdos amorosos, encendidos romances que, siendo a veces efímeros, gozan de un aire
celebrante. Buena parte de los poemas están dedicados a la amada; así se
declara: “…escribo en tu frente / con la
tinta indeleble / de mis venas”. Luego: “Sentirás
por las noches / el guiño de una estrella, / su aguda mirada, / y temblarás /
pensando en mí, / y al volver la cabeza / un suave golpe de viento y de luz / te besará”.
Sin embargo, su gran
cariño, su inmenso amor es universal, cósmico; por eso, atento a su
preocupación esencial retoma la tenaz exploración de la existencia, entonces
dilucida con su magistral versificación, peculiaridad ésta que lo define como
un profundo poeta.
INTROSPECCIÓN
(…)
Quisiera arrodillarme ante el tiempo senil
vacío de imágenes
y pedir a mi acerba alegría
mude los sollozos vanos
en júbilo explosivo
el día que pueda anular
la aflicción, el caos,
con mi soplo de esperanza,
y alcance a transformar
la maldad del mundo
en árbol frondoso que exhale
perfume de azahares
y fulgor de estrellas
que esparzan
el bien.
SIDERAL
Voy al espacio sideral
a contemplar
la caída de las estrellas
unas tras otras…
Voy a ver el Sol.
Miro el Mundo, me duele.
Desolado, defraudado,
triste, encuentro
humanas tinieblas,
desentendimiento, confusión.
Vuelo entonces más allá
del espacio sideral
a verter lágrimas purificadoras
sobre los heterogéneos continentes
de la Tierra.
Vuelvo a empujar
un poco de día
sobre la noche.
CAMINOS
(…)
¡Ay, Camino interminable de la Tierra,
cómo me recuerdas
al camino inseguro de la Vida!
Tú, Camino de la Vida,
abrazando como siempre
al caminante,
recordando de los tiempos el Inicio,
haznos caminar sin titubeos,
sin tropiezos,
¡por favor, hasta el final
Manuel Sánchez Aliaga “Mime” (Celendín, 1939). Profesor, director y
actor de teatro, gestor cultural. En su tierra natal fundó y dirigió periódicos
y revistas (“Ecos”, “El Golpe”, “Marañón”). Ha colaborado como articulista en
diversos medios escritos.
Ha publicado: en narrativa Pláticas del viento (2009) y el
poemario Resplandores en la bruma (2011).
Lima, 22 de diciembre de 2011
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