Por: Alfonzo Peláez Bazán

Celendín, con sus
calles rectas y anchas, es una ciudad que ha olvidado su alma. A pesar,
inclusive, de la belleza de su cielo, de sus gentes y la alegría de sus
campos, pues un pueblo que olvida a sus maestros, a sus escritores, a sus
aristas es un pueblo que envejece. En ningún punto de la ciudad se encuentra
algo que los recuerde dignamente. Entonces pude comprender que Arguedas, desde
su alma, reconocía la poesía de los pueblos.
De Café al Paso, Lima, 1997.
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