Por Jorge Luis Roncal.
El año 1979, cuando la dictadura de Morales Bermúdez se
jugaba los descuentos arrinconada por el pueblo en lucha contra el abuso y la
opresión, 118 días de huelga de los maestros organizados en el SUTEP,
articularon una movilización popular nacional sin precedentes, en donde
florecieron la solidaridad, el coraje, el humor, la ternura y la poesía de las
masas alzadas. Como parte del apoyo a la huelga, un piquete de escritores desarrolló
una huelga de hambre, histórica manifestación de la toma de posición de los
trabajadores de la palabra frente a la situación política del país, y
antecedente del surgimiento, a continuación, del Frente de trabajadores de la Literatura, y un cuarto
de siglo después, del Gremio de Escritores del Perú.
Primero fue un rumor, un decir, un pensar en
voz alta entre los jóvenes escritores sanmarquinos y los profes. ¿Se podía ser
indiferente a una huelga que llevaba ya más de dos meses y no se quebraba, a
pesar ser apresados sus dirigentes y brutalmente reprimidos sus afiliados? “El
Sutep, luchando / también está educando… En Costa, sierra y selva / la huelga
es total… El trato con el Sutep / y no con los traidores…”. No decenas sino
centenas de consignas de propaganda y educación, no millares sino miles de
millares de “mosquitos” con pronunciamientos, comunicados, denuncias, poemas,
canciones, tapizaban las calles peruanas durante la huelga, que lejos de
debilitarse cada día que pasaba crecía, generaba mayor respaldo en sectores
tradicionalmente “neutrales”, movilizaba a los espíritus más pasivos.
Más que una paralización era un clima, un
estado de tensión que envolvía a todos los sectores sociales pero cuyo nervio
era el contingente de maestros agrupados en su sindicato, a cuya cabeza,
indiscutible, campechano, profesoral, diríase un niño grande, extraordinario
orador, sagaz en la polémica y afilado en la ironía, estaba Horacio Zeballos.
Entonces, la palabra cedió paso a la acción y
de los conversatorios de bares y café se pasó inmediatamente a la coordinación.
Lluvia de ideas para ampliar el compromiso de los docentes y estudiantes, así
como de los escritores amigos de otras facultades, para coordinar con los
dirigentes del Sutep, para esbozar un plan operativo, para armar un equipo de
propaganda… ¿De quién fue la iniciativa? Fuenteovejuna, maestro. ¿Qué interesa
eso? Lo que interesa es el rastro de unanimidad que se abrió paso y cuajó de
manera vertiginosa. El patio de letras, alegre, risueño, sin fronteras, el
histórico patio de letras, escenario de mil polémicas entre las diversas
vertientes de la izquierda en los 70 y 80, y de broncas interminables con la
bufalería aprista de Pacheco Girón, fue el espacio apropiado para las idas y
venidas, pasadas de voz, coordinaciones al paso en las cuales brotaban con
mayor rapidez las ideas, las propuestas. (…)
Ni vuelta que darle: se trataba de construir
ya el piquete de escritores que se declararían en huelga de hambre en apoyo al
Sutep, la comisión de logística e infraestructura, la comisión de prensa y
propaganda, la comisión de economía. Para todo ello entusiasmo y gente era lo
que sobraba. Finalmente, se formó el piquete con los profesores sanmarquinos
Hildebrando Pérez y Gregorio Martínez, y los estudiantes de literatura Chacho
Martínez, Gonzalo Espino, Esteban Quiroz y este cronista.
(…)
La
crónica completa está publicada en la revista de cultura Arteidea No. 15 de
mayo 2012
Jorge Luis Roncal (Lima, 1955). Escritor, editor y miembro del Gremio de
Escritores del Perú. Ha publicado los libros de poesía Discurso de las
intenciones puras, Canción de la esperanza y Patria de la ternura, y el libro
de reflexiones Hojas de hierba. Vida y milagros del libro y la lectura en el Perú.
Integra el comité editorial de la revista Arteidea.
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